Lo
de octubre y las manzanas es una gran historia de amor que comienza
con el “Apfelstrudel”. Sin duda es uno de mis postres invernales
favoritos. No sé que tiene este típico pastel alemán que me vuelve
loco, esa mezcla de hojaldre, manzana asada con un toque de canela y
crema de vainilla caliente me derrite las papilas gustativas. Una
delicia de la que, si quieren, puedo enviarles la receta ¡facilísima
y más que agradecida si organizan alguna cena familiar o con
amigos). Lo cierto es que si me pusieran estas tres cosas por
separado, creo que rehusaría las tres, pero esta combinación tiene
un atractivo especial para mi paladar.
Sin
duda, la manzana es una de las frutas más comunes en la Europa de
las estaciones (limítense al norte cuando se refieran a nuestras
latitudes hispánicas). Con un invierno riguroso y un verano
templado, la crianza de este arbolito (género Malus,
para “freaks” y botánicos) se hace extensiva. Si a ello añadimos
que es muy duradera, este pomo adquiere mucha importancia en nuestras
mesas. Además de formar parte de la dieta como integrante de
macedonias, asados, ensaladas, es la materia prima para elaborar
compotas, aguardientes y sidras (¡Qué rica la del Cortijo de la
Mata!). Su dulzor y acidez la hacen buena compañera de otros
productos gastronómico y, si recuerdan ese dicho inglés (“One
apple a day keeps the doctor away”), la manzana es mejor que buena
compañera.
Todo
ello nos lleva a que los manzanos y sus frutos tengan mucho
protagonismo en nuestra cultura. Por culpa de una manzana dorada que
la diosa Eris destinó a la más bella, comenzó la guerra de Troya.
Recuerden que el Árbol del Bien y del Mal bíblico se suele
representar en la iconografía como un manzano, y que Eva, tentada
por la serpiente, instó a Adán a comer de su fruto, y así es como,
tras atragantarse con dicho bocado se le dio su nómbre a la glotis
masculina en recuerdo de su destierro y eterno pecado. Los manzanos
aparecen en muchísimos cuentos, sobre todo en aquellos de la
tradición centroeuropea, es por ello que Blancanieves fue envenenada
con una manzana por su odiosa madrastra en vez de con una naranja.
También adquiere relevancia en otros cuentos recopilados por los
Hermanos Grimm como El pozo mágico
y La doncella sin manos.
Y
así llegamos al libro de hoy, Los tres manzanos de
Gerhard Oberländer (Niño Editor), otra historia donde los manzanos
tienen mucho que decir... Aunque es de esos álbumes de rígida
apariencia (portada negra sobre la que descansan tres manzanas de
diferente color) entraña una parábola muy hermosa en la que el
tiempo y el azar son dos avatares que van modelando la vida. Aunque
el autor se decanta por tres manzanos como protagonistas, bien
podrían haber sido tres animales o tres personas. La cuestión es
que ambos caminan juntos, los días pasan y cada uno adopta un papel
en el huerto que habitan para que, finalmente, sea el rasero del
tiempo que, como la mano de un verdugo, no tiembla a la hora de
impartir justicia.
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