Cada familia tiene su propia historia. A lo que yo añado que
si no la tiene, se la inventa.
¿Acaso ustedes no han dado con auténticos muertos de hambre
que parece que se han dejado el corcel en la puerta? ¿O con esos que parecen
muy leídos y en realidad pecan de medio analfabetos? ¿Y los que dicen ser
comunistas cuando en el fondo son hijos de falangistas? ¿Y los que vacilan de
deportistas cuando lo único que han hecho es encender la tele y abrir una
cerveza?
Se cree que el postureo nació con las redes sociales (¿Y
pensar que algún día llegaría el final de las peroratas sentimentales a pie de
foto? Pues no, la cosa sigue…) teniendo como máximo exponente a Instagram y sus
acólitos, pero lo cierto es que parapetarse detrás de un pelaje que no es el
propio, es uno de los inventos más antiguos de la raza humana. Quizá por
vergüenza, también por complejo, o simplemente como estrategia para alcanzar
cierto estatus (ahí tienen a pobres casados con cortesanas y a un montón de
hijos bastardos), el ser humano siempre ha cambiado (la vida y) la historia.
El caso es que a un servidor le da igual, sencillamente
porque soy consciente de esta realidad (todo aquel que te vende una moto es
porque está intentando deshacerse de la que no le sirve para comprarse una
nueva) y porque no me gusta medir a la gente por las apariencias, pero
permítanme que me ría de todas estas banderas, unas veces divertidas y otras,
grotescas. Pueden unirse si quieren, ejerciten su sentido del ridículo. Que tontería
y risa son gratis, un tándem muy necesario.
Y hasta aquí el
prólogo para presentarles un libro con mucha chicha. Un gran perro, de Davide Cali y Miguel Tanco, publicado en nuestro
país por la editorial almeriense Libre Albedrío, es uno de esos libros que a
través del humor busca un discurso bastante crítico, e incluso entrañable. En
él, un padre y su hijo hacen un recorrido por las hazañas de sus antepasados
perrunos.
Toda una serie de oficios se presentan ante los ojos del
lector, pues esta familia ha contado con policías, bomberos, pintores y
maestros ¿de renombre? Ejem… No es oro todo lo que reluce, pues al desplegar
las páginas de los retratos de estas personalidades caninas nos encontramos con
la realidad que subyace a su supuesta profesionalidad. Situaciones jocosas y
divertidas que transforman en paródico lo loable. Un juego que permite a los
pequeños continuar con su mirada subversiva hacia un mundo adulto lleno de
poses y pretensiones.
Por si no fuera poco, el libro cuenta con una sorpresa final
que se interna en otros derroteros (quizá más emocionales) sobre hijos
adoptivos, deseos personales y ánimos paternales que todos podemos sentir
cercanos.
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