En breve conoceremos el desenlace del Brexit, uno de esos
procesos indeseables que laceran la vieja Europa. Muchos nos veremos
abocados a no visitar el país vecino con tanta asiduidad como nos gustaría. Es
una pena, pues los monstruos solemos encontrar verdaderas joyas en las
librerías de segunda mano que abren sus puertas por todo el país. Libros que
nunca han visto la luz en nuestra lengua, ni creo que la vean, pues por sus
características son poco asimilables por nuestra realidad editorial, una en la
que priman aquellos productos en lengua castellana (algo bastante lógico, por
otra parte). Es por ello que me creo en deber de obviar de vez en cuando el
mercado de novedades nacional y posar mis ojos sobre libros maravillosos y
desconocidos como el de hoy.
La primera vez que me topé con Anno’s Alphabet fue en una tienda de caridad (traducción literal de
“charity shop”) de Covent Garden, una zona londinense con mucho poderío. El
volumen estaba en perfecto estado (excepto una "camisa" ligeramente ajada y unas
marcas a lápiz del antiguo propietario, estaba muy bien cuidado) y el precio
era irrisorio, así que lo compré sin dudarlo pues necesitaba leer con
detenimiento este libro del año 1975.
En primer lugar toca hablar de Mitsumasa Anno, uno de los
más afamados creadores de álbumes ilustrados cuyos libros no suelen dejar
indiferentes. Aunque muchos de ustedes no lo conozcan (sobre todo porque la
mayor parte de sus obras traducidas al castellano no se encuentran disponibles
a consecuencia de la descatalogación), este nonagenario nacido en Tsuwano (prefectura
de Shimano, Japón) en 1926 (sí, todavía está vivito y coleando), recibió el
premio Andersen en 1984 por el conjunto de su obra, una que busca el deleite
visual, el desarrollo de la imaginación, la búsqueda del discurso y la
alfabetización artística desde diferentes prismas.
Muy conocido en nuestro país por obras estupendas como El viaje de Anno, El misterioso jarrón multiplicador, Trucos con sombreros o Las semillas mágicas,
el libro en el que hoy me detengo es uno de los más especiales y, por qué no, también inquietante de este nipón. Anno’s
Alphabet (sería más adecuado decir Anno’s
Alphabet An Adventure in Imagination, que además de ser el título completo,
resume a la perfección la intencionalidad de un libro muy pensado) tiene
estructura de libro-abecedario, concretamente de lengua inglesa (N.B.: En
muchas ocasiones se le ha preguntado al autor sobre esta decisión a lo que él ha
respondido que es un libro que nació con la intencionalidad de abrirse a un
mundo más plural) formado por una sucesión de dobles páginas que presentan cada
letra del alfabeto en la página izquierda y una ilustración referida a dicha letra
en la de la derecha. Hasta ahí, todo sigue el arquetipo habitual. Lo
sorprendente viene cuando nos internamos en los detalles que subyacen.
Todo comienza con una sucesión de imágenes que narran una
historia. Primero un árbol, después un hacha que lo tala, el banco del carpintero, la talla de la madera, y un libro con la inscripción “ABC” en su
tapa. Esa es la portadilla. Empezamos bien, pues año modifica la estructura
habitual del libro y le confiere a esta parte un aspecto narrativo,
peritextual, con carácter de prólogo.
Se abre camino la sucesión de letras. Todas ellas labradas
en madera, con formas imposibles, perspectivas retorcidas, mecanismos que las
aproximan al mundo de los álbumes de conocimientos, y cicatrices que anuncian
nuevas historias en la mente del pequeño lector. Un mundo un tanto surrealista
que recuerda al trabajo de genios como Escher y que dan buena cuenta de la
magia que puede rodear a un abecedario tan sinuoso como este.
En las
ilustraciones de las páginas derechas encontramos las imágenes de referencia a
estas letras. Bomberos, relojes, arlequines, cebras, paraguas e incluso guiños metaliterarios (vean el mapa de La isla del tesoro) se abren camino
en las páginas de un libro con una selección de objetos, situaciones, animales
y personales poco habituales para un libro (se supone) dedicado a los
prelectores, algo que por otro lado me encanta pues da buena cuenta de la
preocupación por un enriquecimiento del léxico y no de un libro con intenciones
didácticas. En ellas, Anno les confiere vida con muy variadas técnicas que van
desde la clásica figurativa, hasta el surrealismo manifiesto, sin olvidar el
guiño al material de partida: la madera.
Mención aparte merecen las orlas que rodean a los motivos
ilustrados. Unas filigranas a tinta de estilo clásico donde abundan vegetales y
figuras cuyo nombre también empieza por la letra que se trata en cada doble
página, una sorpresa añadida que enriquece este mundo onírico creado por
Mitsumasa Anno.
Para más inri y por si el lector (novel o experimentado) se
pierde entre tanta referencia y búsqueda incansable (les confieso que yo sigo
encontrando detalles en El viaje de Anno después de un montón de años), el
libro contiene un apéndice final donde se incluyen todas (¡Gran idea!), así
como una pequeña biografía del autor.
Y con esto y un bizcocho… ¡Ups! ¡Un momento! Falta la
sorpresa final… Deben retirar la camisa, ese papel que protege al libro y donde
aparecen el título y los interrogantes de inicio y fin, y descubrir con sus
propios ojos el libro que han estado leyendo.
Una pena que el libro, candidato para la Medalla Kate Greenaway en 1974, fuera descalificado por una falta de forma. Los jueces del premio británico se dieron cuenta de que el autor era japonés y que el libro se había publicado originalmente en Japón (a pesar de estar en inglés) y no en Gran Bretaña. A pesar de ello, los jueces quedaron tan impresionados con el trabajo, que recibió una mención especial del certamen.
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