No me negarán que una de las ciencias experimentales más
olvidadas que existen es la geología. Esa disciplina que discurre entre la
materia mineral, la formación de las rocas, la dinámica de las capas que
configuran la tierra o la geomorfología del terreno, es casi desconocida. Con
frecuencia nos quejamos de que el currito tiene pocos conocimientos sobre
ciencia. Sumar, restar, dividir o multiplicar, la gravedad, la inercia, la
velocidad o la aceleración, algo de química de andar por casa, y ese poco de
ciencia que nos ayuda a entender al médico, pero ¿sabemos algo de la gran
esfera de roca que soporta nuestro peso?
Saltarán con que el sistema educativo está muy mal planteado,
a lo que les responderé que no, que esa no es la verdadera razón por la que las
ciencias geológicas son tan minoritarias, pues bien es cierto que están integradas
dentro del currículo. Sí que llevarían algo de razón al decir que no se
imparte, pues bien es sabido que muchos colegas de profesión se escabullen de
impartirla, bien porque ellos sienten cierta animadversión, bien porque los
alumnos no se aclaran. Volvemos otra vez a las preferencias humanas.
Para hacer carreteras y puentes, para obtener energía es
necesario saber de yacimientos, de calizas y granitos, de arenas bituminosas,
pero ¿qué tendrá la dichosa geología que sólo es para unos pocos? Hay que
excavar en nuestra propia naturaleza, para hallar alguna explicación,. Y es que
el hombre, un ser vivo que como otro cualquiera puede desplazarse libremente e
interaccionar con su entorno tiene preferencia por otros animales. De hecho,
denoto ese mismo desdén hacia otros seres vivos inmóviles como las plantas
(díganselo a aquellos animalistas y veganos que tiñen de respeto su discurso),
uno que considero deberíamos cambiar en pro del entendimiento de nuestro mundo.
Es por eso que libros como el de hoy me dan la vida, pues en
Silvestre y la piedra mágica de
William Steig (Blackie Books), se habla de la importancia de las piedras desde
dos puntos de vista. La historia parte de cuando Silvestre (sí, el que aparece
en las películas de Shrek, que no
todo es invención de Dreamworks©), un burro al que le encantan las piedras
(primer guiño), se topa con una pequeñita de color rojo en mitad del prado.
Tras descubrir que es mágica, la acción toma tiznes trágicos pues Silvestre queda
convertido en roca. Así se plantea una dicotomía geológica, pues las dos
piedras que constituyen la base de la narración, una que quita y da la vida,
otra que desde su condición inerte ve pasar el tiempo, ayudan a un discurso
complejo.
Además de estos guiños, Steig inserta en este libro dos
elementos narrativos de los cuentos tradicionales: los instrumentos mágicos del
héroe y los castigos por error del héroe, lo que enriquece todavía más la
narración.
También hay que hablar de la esperanza y el azar, dos claves
en una historia que tiene mucho de humano aunque esté protagonizada por
animales (otro de los rasgos característicos de las obras de este genio).
Por último, apuntar al mensaje de valores (quizá sea lo que
menos me guste a pesar de estar muy bien traído), en el que se ensalza la
institución familiar como parte indisoluble de la felicidad real (unas veces
sí, otras no, ¿verdad?).
Lo dicho: después de descubrir el desenlace de esta historia
por ustedes mismos, también pueden consultar el porqué de los seísmos que sufrimos
en el sureste español la semana pasada.
2 comentarios:
Me encanta este post!! Y me gusta que hables de piedras ;)
¡Esther!Parecen tan inútiles pero al mismo tiempo tan necesarias, que se nos olvida su valor... Así que hablemos de libros y piedras, que seguro que nos da mucho juego ¡Abracico pa' ti!
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