En pleno Lunes Santo, tras el estreno de la nueva temporada
de Juego de tronos, y con un servidor
de vacaciones, me acabo de enterar de que hoy es el Día Mundial del Arte, un
día que la Asociación Internacional del Arte decidió conmemorar el 15 de abril
por ser la fecha en la que nació Leonardo Da Vinci, genio universal y uno de
los artistas más carismáticos conocidos.
Según esta entidad, durante esta jornada se pretende el
reconocimiento del ejercicio artístico, no sólo como ejercicio creativo y
multidisciplinar, sino como símbolo de libertad, fraternidad y multiculturalidad.
Pues el arte, no sólo contribuye a desbordar la belleza de nuestro el mundo,
sino que ayuda a otras disciplinas humanísticas o científicas, algo que, tanto
el genio del Renacimiento, como muchos otros artistas, nos han revelado a lo
largo de la historia.
Siempre he estado a favor de esta idea, no sólo porque me
encante la literatura, la música o la pintura, sino porque entiendo que la
ciencia bebe en muchos casos de las áreas artísticas y que, por tanto tienen
una relación indisoluble, pues el mundo se puede contemplar desde diferentes
perspectivas sin que pierda ni un ápice de sorpresa. Si además la cosa se
traduce en un reconocimiento monetario, estaría de traca, no sólo porque
apoyamos al creador, sino porque damos credibilidad a su trabajo (me saca de
mis casillas que la gente pague por copias chinas y no apoye al artista y su
obra original).
Como no podía ser de otra forma, a los monstruos nos toca celebrarlo
con libros infantiles, para lo que he elegido ¡Qué obra maestra! Una de esas maravillas que en esta ocasión nos
han regalado Riccardo Guasco y la editorial Combel.
Aunque tenía pensado en incluir esta álbum sin palabras en
la segunda parte de la selección de álbumes informativos de este curso, me ha
parecido muy adecuada para darle alas a muchas grandes obras de arte que llenan
museos y galerías de todo el mundo y que el autor italiano nos recoge en sus
páginas.
Este libro nos cuenta la historia de un niño que debe contribuir
con uno de sus cuadros a una exposición muy especial. Pudiera ser la historia
cotidiana de cualquier persona. Dormir plácidamente, escuchar el despertador,
desayunar, coger el transporte…, pero el caso es que conforme nos asomamos a
cada doble página, nos encontramos con multitud de referencias. Nos vienen a la
cabeza cuadros, fotografías, esculturas y hasta objetos que hemos visto en los
libros de texto, la televisión o las revistas. Unas nos resultan más familiares
que otras. Empezamos a ponerles nombres. Es un juego divertidísimo.
Lezampo el libro a mi padre. “A ver si tú conoces obras de
arte que yo no identifico…” Él se pone al quite. Da con algunas. “Esta me
recuerda a Modigliani… Aquí tienes la portada del Abbey Road de los Beatles… El exprimidor de Starck…” “Es que yo soy
más clásico, papa. He visto a La primavera de Boticelli, varios Van Gogh, un
Escher y un De Chirico... ¡La cosa está difícil! Menos mal que al final nos
echa un cable el autor con un par de actividades, que si no…”
Y mientras me pongo con los lápices y pinceles para dar vida
a mi obra maestra particular (la guarda trasera nos invita a crearla), les
deseo un muy feliz Día del Arte, que bien lo vale.
No hay comentarios:
Publicar un comentario