Ya
me he hinchado del Whatsapp®, esa terrible aplicación de nuestro “smartphone”
que está minando las relaciones sociales más allá del poderío que otrora
ostentaban Facebook® o los mismísimos gigantes de la comunicación “on-line”,
Messenger® y Skype®. El cipote almadenense se queda corto para ubicar mi
hartazgo por un engendro de naturaleza
algebra numérica que, aderezado por el solemne aburrimiento neuronal que padece
gran parte de la humanidad, se utiliza para espiar a la expareja, poner verde
al vecino o intercambiar fotografías erótico-festivas. Si nos centramos en los
grupos, el desastre es monumental… Uno puede olvidarse del teléfono móvil
durante cinco minutos para descubrir más tarde catorce mil seiscientos nueve
mensajes que podría desechar por inútiles e incongruentes… He llegado a pensar
que hay empresas especializadas en imágenes, vídeos y chistes futbolísticos y/o
soeces que, a la par de innecesarios, atestan de mugre la tarjeta de memoria y
aderezan los momentos más álgidos de ese joven padre de familia que necesita
adornar su triste existencia con risas morbosas e incomprensibles.
Aparte
de los riesgos directos que supone el uso de esta aplicación para el cerebelo y
el córtex cerebral, existen aquellos otros de tipo coyuntural, y nada
menospreciables… Reuniones familiares sin conversacion, parejas en torno a un
café pendientes de la pantallas, profesores que hablan para las paredes, padres
ignorados hasta cotas insospechadas… Seguramente todos ellos se defenderían
argumentando que el teléfono se inventó para comunicarse con otros y que, en
nuestros días, la comunicación es esta y no esa otra que recoge El teléfono de las ardillas de Kazue
Takahashi (editorial Adriana Hidalgo), una en la que hay que desplazarse de
árbol en árbol para darle un beso de buenas noches a la abuela, un aspecto
innecesario que, aunque repleto de intenciones,
diezma el tiempo e incrementa el esfuerzo.
Es
una evidencia que todo avance tiene aspectos positivos (díganselo a todos los
que emigran por motivos laborales, a los padres que extrañan a sus hijos, o a
los amores separados por cientos de kilómetros), a la par que negativos. Es más
evidente todavía que sobre nuestra naturaleza primen los segundos. Pero nunca
debería ser una realidad que nos olvidemos de quien tenemos enfrente en pro de
una máquina que nos puede ofrecer bien poco. Hagan caso de mis palabras: Apaguen
los móviles y mírense a los ojos.
B.S.O.: Izal. Qué bien.
O.S.T.:
Izal.
Qué bien.
I am already sick of Whatsapp ®, this terrible app of our smartphones
that is undermining social relations beyond the power they once wielded
Facebook ® or the very giants of communication on-line, Messenger® and Skype®.
The toe is not enough to locate my fill by a freak of numerical and algebraic
nature, spiced by the solemn neuronal boredom suffering much of humanity, is
used to spy on ex-partner, insulting neighborhood or exchange erotic and
festive photographs. If we focus on the Whatsapp conversation groups, the disaster
is monumental ... One can forget the mobile for five minutes to find out later fourteen
thousand six hundred and nine messages that may discard as useless and
incongruous ... I have come to believe that there are companies specialized in football
and/or pornographic pictures, videos and jokes that fill memory cards and seasoned the most critical
moments of this young father who need to decorate their sad existence with
morbid and incomprehensible laughs.
Apart from the direct risks posed by the use of this application to the
cerebellum and the cerebral cortex, there are those other situational type, and
nothing contemptible ... Family meetings without conversation, dumb
conversations around a coffee, teachers who speak for walls... Surely they all
defend themselves arguing that the telephone was invented to communicate with
others and in our days, this communication is not the one that collects The squirrels phone
-Kazue Takahashi (published by Adriana Hidalgo)-, one in which you have to move
from tree to tree to give goodnight kiss to Grandma, look unnecessary, but full
of intent, decimated time and increases the effort.
It is evident that any progress has positives (you can see all those who
migrate for work, parents who miss their children, or sweethearts separated by hundreds
of miles), at the same negative. It is more evident that our nature prefers
negatives over the good ones. But it should never be a reality that we forget
who we face in favor of a machine that can offer very little. Heed my words:
Turn off the phones and look at you in the eye.
1 comentario:
Estoy contigo. Estos humanos están locos... Qué presión por meternos en la rueda...
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