Muchos
me tachan de excéntrico y todavía no entiendo el porqué. Soy una persona
bastante normal, con una vestimenta bastante normal, con un coche normalito,
con un hogar de lo más normal, una familia muy normal, una profesión que la
mayor parte de las veces es normal y unos amigos que suelen ser normales (o eso
creo yo...). Creo que, de entre lo poco anormal que hay en mi vida, podría
citar esta afición mía por los libros para niños que, si extrapolamos a todos
ustedes, concluiremos con que ninguno de nosotros es normal (¡Qué paradojas!).
Seguramente,
esos que me definen y apelan a mi poca normalidad, se habrán basado en otras
características menos evidentes y más fiables (¿Cuáles serán? ¡Tengo
curiosidad!). A la espera de que alguno de ellos se pase por los comentarios y
agudice el ingenio para sacarme de esta debacle que hoy me agita, he aquí las
posibles razones… He pensado que quizá se deba a esa sutil ironía que utilizo a
diario, que quizá sólo sea cuestión de mi impertinencia, quizá sea esa mezcla
de amor y odio que suscito ante lectores y oyentes, quizá sea mi punto picantón
y dicharachero, o quizá sea que todo lo anterior me da igual y que siempre he
sido/hecho lo que me ha salido del pijo (la verdadera guía espiritual de un
albaceteño de pro como el que soy).
Es
curioso constatar que algunos toman esto de ser un bicho raro como insulto al
honor, mientras otros necesitan destacar entre la muchedumbre a toda costa
(esos siempre son los menos especiales y no puede verlos ni La Tana), pero los
últimos lo digerimos con un respiro, reflexionamos sobre la vida y decidimos
estar tranquilos con nosotros mismos, algo que nos hace ser atípicos a pesar de
vacíos envidiosos, tristes aduladores, enteraos de poca monta, maquiavélicos
caprichosos, extraperlistas emocionales y garrapatos energéticos que intentan
robarnos alegría y bondad (condiciones “sine quibus non” para captar la
atención del graderío) con la triste obscenidad del día a día.
Y
sin haberlo pensado mucho, he llegado a la conclusión de que esa excentricidad
que a algunos se nos presupone, no es más que tener una personalidad que sepa
adaptarse a la vulgaridad del mundo sin renunciar a nuestras propias
particularidades que, a fin de cuentas, son las que nos hacen extravagantes y
únicos. La misma lectura que hace Fermín Solís (un autor de cómic que se ha
internado en esto del álbum ilustrado) en Mi
tío Harjir, un álbum ilustrado editado por Narval que, con sencillez y un
toque de humor, nos traslada el exotismo de las personas diferentes, especiales
y, sobre todo, auténticas.
2 comentarios:
Mañana mismo voy a buscar ese libro; siempre me han tachado de excéntrica y otras cosas que prefiero ni mencionar...La guinda musical me encanta también, monstruo.
¿Lo encontraste? ¿Te gustó? Espero que también hayas bailado al ritmo de ese son. ¡Un saludo!
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