Desde
que Oliver Jeffers y sus huguis me
ayudaron a poner a caldo a la “clase” política (acérquense por aquí), le he tomado
gustillo a esto de poner verdes a esos señores (y señoras, ¡viva la paridad! Ficticia,
no lo olviden) bien trajeados. Así que hay que seguir recordándoles que éste
siempre será un pequeño bastión en el que pensamiento, lógica y libros
infantiles, les darán un poquito por culo, que es de lo que se trata…
Me
llama mucho la atención como los políticos de pata negra, esos del bipartidismo
que tan fuerte han pisado en los últimos años, se sientan un tanto apabullados
por los discursos mediáticos que otros -los cari-aniñados, ínfimos, locuaces (¿secuaces
también?) y “verborreicos”- lanzan a las hartas masas resueltos de mentiras
(como todos, pero diferentes) en su afán de medrar en este mundo.
Me
asquea y apena en gran medida la alta tontería y los graznidos de unos, pero
más todavía me enferma la ignorancia y conformismo (o eso parece) de otros,
algo que parece poco importa al resto de los votantes… ¿Para eso invertimos los
españoles en becas Erasmus? A pesar de la movilidad que los ciudadanos tienen en el ámbito europeo, de que la
información sea libre gracias a este mundo global y cibernético, y de que el
aprendizaje de los idiomas vaya en alza, constato que cada vez vivimos más
enjaulados, mirándonos más el culo y votando a los mismos perros (con distintos
collares, eso sí). Me indigna (yo también soy otro, pero de mi propio partido)
el poco civismo de este país, su avance paupérrimo, tan desalmado y provinciano
como siempre, y obligado a sí mismo a tener lo que se merece (a pesar del
discursito progre que Ana Belén y Víctor Manuel se marcaron anoche sobre el
chester para seguir exprimiendo la teta).
En
cualquier caso (y con un poco de bicarbonato), me encanta divertirme con este
circo tan bien montado en el que, vote quien vote, seguirán gobernando los de
siempre: curas, multinacionales y grandes fortunas. Lo gracioso del asunto es
el quítate-tú-para-ponerme-yo, un juego que se atoja reñido y con mucha estrategia.
Unos valiéndose de las inversiones bolivarianas y otros haciendo alarde de
liberalismo europeo, están jodiendo a los partidos sempiternos para montar su
sede fiscal (ya saben ustedes que lo primero es buscarse una buena oficina),
cosa que me parece bastante lícita (¡Que nos roben otros! ¿Qué más da? Ya
vendrán nuevas caras con viejos mensajes para limpiar la cuadra y levantarlos
del trono que se les ha pegado al trasero).
La señorita Susi, un libro que
cumple medio siglo con texto de Miriam Young e ilustraciones del gran Arnold
Lobel (Editorial Corimbo) ahonda en el eterno conflicto de la invasión de la
propiedad privada (que no del sillón) y de la ocupación (sin “k”, ya saben que
estoy a favor de la reutilización de los inmuebles abandonados con cierto orden
y limpieza). Menos mal que en este caso, la tal Susi es socorrida por unos
soldados la mar de agradecidos que atacan a las malvadas ardillas que han
usurpado su hogar. En resumen, una historia de injusticias, ideas, facciones y
víctimas…, ya saben: el eterno juego del poder.
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