Mientras
unos se quejan de sus patéticas vidas, otros derrochan glamour por los cuatro
costados, un ejercicio que, alimentándose de las envidias y aspiraciones del
resto, resulta la mar de rentable, sobre todo en las crisis, sean estas
monetarias, o de pensamiento (todavía no sé cuál empobrece más el espíritu…).
Como el personal necesita equipararse a las estrellas del celuloide, los
ricachones de turno y las putas de lujo, se encabrita más y lo paga con el
vecino, que, harto de comprar en los establecimientos más cutres del barrio y
sufrir al extinguido INEM en los
riñones, vive jodido a costa de la suerte de otro tercer vecino, más desgraciado que este.
¿A
cuántos de sus compañeros de trabajo les chirrían los dientes cuando se enteran
de que se ha ido de paseo por El Retiro con su mujer? ¿A cuántos les molesta
sobremanera que sus hijos tengan un trabajo a turnos en una fábrica de
bolígrafos? ¿A cuántos les quita el sueño que se tome un soberano cocido en “Malacatín”?…
Lo dicho: “Si un cuasiquiera tiene un bancalico, a otro cuasiquiera le da eco”.
Tener
en el punto de mira a los demás ennegrece el alma, agria el carácter, y, lo
peor de todo, no nos deja mirar hacia delante. Con total seguridad, pensar en
nosotros puede ser el ejercicio más provechoso en estos momentos. Saber quiénes
somos, adónde vamos y qué queremos puede contrarrestar este efecto dominó que
mina una sociedad enrarecida y abyecta, que nos empieza a cansar a muchos,
sobre todo a los que vamos a lo nuestro, hacemos lo posible por mejorar lo que
no nos gusta y evitamos bajezas de cualquier signo y condición. Algo a lo que,
posiblemente, muchos títulos de LIJ dedicados a la confianza, la autoestima y
la reafirmación, nos pueden ayudar a conseguir…
De
entre todos, la novedad del momento, Mono
sapiens, obra de Davide Cali y Gianluca Folí y editada por Bárbara Fiore, un
título que, aunque hable de la personalidad, el amor propio, la idiosincrasia,
de cómo se forjan los valores personales y nuestra identidad, bien valdría como
lección para esos que, vencidos por la cochina envidia y el libre albedrío,
pasan de personas a monos, en un efímero abrir y cerrar de ojos.
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