Aunque
desde Europa y basándose en informes educativos, pedagógicos, e incluso
veterinarios (que aviso, me paso por el forro…), quieran vender una imagen de la
boyante, avanzada e instruida Alemania, poco tienen que hacer con un país que
copa el 20º lugar de PISA 2012 en la materia que aquí nos ocupa, la lectura. Un
puesto que, frente al 33º de la lúdica y despreocupada España, esa que muchos
tachan de ignorante y analfabeta, no se
traduce en éxito rotundo, sino en una evidencia más de que algo preocupa en el
viejo continente.
A
pesar de lo poco que brilla el sol, los centímetros de nieve que cubren sus
calles y los grados bajo cero que sufre Germania, sus habitantes no invierten
las horas de este encierro invernal en leer a Von Chamiso o Hegel, algo que cabría
esperar de un país que tanto alardea de sus mínimas tasas de paro juvenil, un
sistema educativo altamente instructivo y una tradición humanística más que
palpable.
Es
una evidencia que el mercado editorial infantil germano lleva en alza unos
cuantos años a tenor del incremento en las ventas (representan el 15% del
total) y de la venta de licencias internacionales de títulos infantiles (un
aumento del 24% y siendo las editoriales españolas el mayor comprador de éstas),
pero no se engañen... Endiosada por las nuevas tecnologías y la ingeniería de
última generación, la Alemanía rural e industrial sufre de manera tardía el
colapso cultural que germinó en una España abonada por la explosión
inmobiliaria (eso que llevamos de adelanto), ya que, a excepción de los grandes
núcleos de población como Hamburgo, Frankfurt o Berlín, donde se concentra una
juventud culturalmente inquieta y ávida de saber, así como instituciones como
el Arbeitgemeinschaft Jugendliteratur und Medien (AJuM), la sección del IBBY en
este país, el colectivo de editoriales de LIJ alemana, la Biblioteca JuvenilInternacional de Munich o el Museo de Libros Ilustrados de Troisdorf, la
lectura es la misma y aburrida castaña pilonga que en cualquier otra parte.
Lo
que sí estoy dispuesto a reconocer es que, aunque no sea oro todo lo que reluce, el
protestantismo, esa religión práctica y utilitaria, juega un gran papel en el
desarrollo centroeuropeo y nórdico de estos días, y haciendo mella en la
sociedad premia el esfuerzo en vez de la penitencia semanasantera, algo que
denota el alto número de usuarios (sobre todo aquellos de hasta doce años de
edad) y préstamos que realizan las bibliotecas alemanas durante todo el año
(por un lado, los alemanes utilizan el gasto social que suponen sus impuestos y
por otro amplían su oferta de ocio más allá de bares y restaurantes). En
definitiva, un trabajo que, aparte de en la ciudadanía y las instituciones,
muchas de las veces recae sobre la intrincada red editorial que ayuda a autores
nóveles, apuesta por nuevos productos y recupera otros que han caído en el
olvido. De entre la enorme cantidad de empresas que engordan el suculento
bocado LIJero, son Beltz & Gelberg, Ravensburger, Carslen, Cecilie Dressler,
Kinderbuchverlag Wolff, Nord-Süd o Peter Hammer, las más conocidas del sector,
uno que, a día de hoy, supone una gran baza para los pequeños lectores que
desafían los smart-phones y demás distracciones que impiden ojear un libro y,
de paso, disfrutar.
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