Los
alumnos de ahora, además de airados, osados, maleducados, extremos, (¡Ups! Creo
que los de mi generación nos parecíamos bastante… ¿o no?), son ñoños, cursis,
apocados y hasta vergonzosos. Aunque pensemos que de vergüenza no tienen un
ápice, son incapaces de desenvolverse socialmente, desconocen las convenciones
sociales y tienen menos arrojo que un pato.
Unos
se niegan a hacer recados, los otros son incapaces de solucionar una compra mal
realizada, no saben pedir ayuda y, lo que es peor, necesitan a sus padres de
manera omnipresente (excepto para retozar entre las sabanas con el ligue de
turno…).
Se
preguntarán cómo hemos llegado a esto, y les responderé que de una manera muy
sencilla: eximiéndolos de toda responsabilidad. Los chavales de hoy día no sólo
son un cero a la izquierda a la hora de pasear al perro, hacer la cama, fregar
unos platos o sacar la basura, sino que no prestan la mínima atención a lo más
importante, ellos mismos.
El
empeño de muchos progenitores en criar inútiles a edad temprana (por no decir
desde el nacimiento), está provocando un colapso emocional en los jóvenes de
hoy día, que, unido a la mala educación y la falta de respeto que se estila en
occidente, es un cóctel molotov en toda regla para el futuro no muy lejano
(¿Qué empresa se va a hacer cargo de tanto inútil?... ¡Cualquier trabajo necesita un mínimo de
responsabilidad!).
Desde
la cuna los niños deben aprender a ser autosuficientes, expresar lo que sienten
de una manera adecuada, ser capaces de solucionar sus problemas, su habitación,
e incluso, sus papeleos. Ser solventes y respetuosos. Resignados y luchadores.
Sentir la vida y dejar vivirla. Algo que pasa, como todo, por enfrentarse con
la realidad sin complejos, el ejercicio que la Mimí Tomatito, de Laure Monloubou (editorial Bruño, colección
Cubilete) termina haciendo como consecuencia de la presión que sobre ella
ejerce un pequeño mundo de tocapelotas y concepciones erróneas. Una niña que
explota y experimenta que, no hay nada mejor para la salud física y mental que
sentirse capaz, o en su defecto, intentar sentirlo.
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