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miércoles, 8 de febrero de 2023

El infinito de Kvĕta



Si tenemos en cuenta que dedico esta semana a títulos clásicos de los que nunca antes había hablado y que desde todos los lugares monstruosos celebramos la figura de Kvĕta Pacovská tras su fallecimiento el pasado lunes, he creído conveniente detenerme en uno de los libros más especiales de esta artista que han sido publicados en nuestro país.
Incluido en la categoría de libros de artista o libros-objeto, este álbum de gran formato publicado por Kalandraka dentro de su sello Faktoría K de libros en el año 2008 supuso una alegría para muchos de nosotros ya que daba una visión mucho más compleja y perspicaz de lo que a priori se piensa que son los álbumes.


Se trata de un libro que, a pesar de tener una temática supuestamente limitada y muy infantil (números y letras), nos hace ver que cualquier motivo es capaz de desbordarse gracias a una mirada donde conviven el arte y la poética gracias a la perspicacia que ofrece el tiempo.
La materialidad del libro está muy presente en esta obra gracias a la encuadernación (cosida), el formato (grande, cuadrado), papel estucado de elevado gramaje, una camisa de plástico transparente, piezas en relieve tanto en la tapa como en la contratapa, contrastes de todo tipo, troqueles y pestañas móviles, elementos pop-up o materiales reflectantes que simulan espejos.


Pacovska tampoco olvida la funcionalidad del juego ni quiénes son sus últimos interlocutores, los niños. Les tiende la mano en este viaje a través de grafemas y fonemas que, además de invitar al conocimiento, cultivan su propio ideario tachonado de personajes que recuerdan a tentetiesos y títeres centroeuropeos, a hipopótamos y rinocerontes, a felinos y señoras respetables.



Aunque todos sus libros tienen mucho arte y merecen una mirada detenida, este alude a la legibilidad de la imagen, no solo del pequeño lector, sino de cualquiera que se atreva a pasar sus páginas sin presuposiciones, prejuicios o complejos. Interactivo y dinámico, este enorme collage propone diferentes lecturas independientes, diagonales o alternas que se alejan de la funcionalidad clásica a pesar de presentarse en forma de libro.
Lo que en apariencia es caótico, en realidad está pensado para el disfrute, romper el marco de lectura y permitir al lector-espectador ir hacia delante o hacia atrás, asomarse, esconderse o proyectar sombras chinescas, pero siempre salir triunfante de un punto de partida donde la extrañeza es cautivadora.


Esperando que alguna editorial se atreva a publicar Couleurs du jour (Editions des grandes personnes) y Un livre pour toi (Seuil), dos libros-acordeón en los que también merece la pena navegar, nos despedimos hasta entonces, infinita Kvĕta.

martes, 22 de junio de 2021

El retorno de una polémica


Recién aterrizo de un fin de semana mortífero donde las risas y los amigos han sido los mejores ingredientes para el despiporr, y me encuentro con la polémica desatada en Twitter por Miguel López, El Hematocrítico a tenor de ESTE ARTÍCULO en la edición digital de la revista masculina GQ y donde empentaba contra Mi primer autor, una colección de libros de “literatura infantil” escritos por reconocidos autores de la llamada literatura adulta, dirigida por Arturo Pérez Reverte y editada por el diario El País.
Para no andarme con rodeos, parafraseos ni libres interpretaciones, les comino a que lean el escrito y visiten su perfil en la citada red social. Nada como leer de primera mano las opiniones vertidas por los diferentes actores para crearse una opinión propia. Como un servidor no puede dar rienda suelta a sus pensamientos en tan pocos caracteres, las iré devanando en el post de hoy.


Antes de empezar diré que la citada colección es un refrito de otras colecciones editadas en dos momentos diferentes (2010 y 2014), y a la que en este 2021 se han añadido algunos títulos nuevos. Ya entonces suscitó mucha polémica, algo que pueden constatar en estos artículos que la Revista Babar y Ana Garralón incluyeron en sus respectivos espacios.


Desde mi punto de vista, el problema no solo está en quien escriba los libros, sino en cómo y por qué salen a la luz estos productos, qué intereses comerciales llevan a su publicación. Aquí un poquito de historia… ¿Se acuerdan de Alfaguara, el gran sello editorial? Sí, el que hoy día pertenece a Penguin Random House fue del grupo PRISA hasta 2014. Tanto El País, diario que publicó y publica estos libros, como la citada editorial, pertenecían al mismo holding de comunicación. Esto quiere decir que gran parte de los autores que escribieron estos libritos, publicaban ya con Alfaguara. A saber los intereses editoriales que han traído a todos estos escritores hasta una colección dirigida al público infantil… A buen entendedor...


Otra cuestión a tener en cuenta es la orientación comercial de los productos. Mucha grandilocuencia y adjetivos por todo lo alto, son el santo y seña de unas campañas de marketing cuyo único leitmotiv es el de vender a troche y moche. No es la primera vez que esto ocurre con estas colecciones (aquí tienen otro ejemplo de estrategias mal llevadas). Simplemente las grandes casas editoriales las utilizan para hacer el agosto a costa del consumo dosificado, el cliente fidelizado y la superpaternidad imperantes. Por tanto no debemos responsabilizar a los autores de estas prácticas tan poco ortodoxas.


Sobre las diferencias que han surgido entre autores de uno y otro lado, se pueden decir bastantes cosas… La primera es que la literatura infantil y la literatura para adultos, aunque pertenecen al mismo ecosistema cultural, son nichos diferentes que necesitan perspectivas igualmente distintas. No todo el mundo sabe escribir ni conectar con el lector infantil, y lo mismo sucede con el adulto. Espero que muchos de estos autores se hayan dado cuenta tras constatar las ventas paupérrimas de las anteriores ediciones de esta colección.
La segunda es que entiendo que muchos escritores de LIJ se sientan molestos porque otros colegas hagan incursiones en su parcela literaria. En cierto modo resulta algo desleal, invasivo, e incluso, se podría hablar de intrusismo. Yo quiero pensar que se trata de una triquiñuela más del sector editorial para copar todos los recovecos, quizá un experimento o simplemente un capricho (No veo por qué un poeta no puede escribir prosa...).
Por último y si yo fuera de esos que han estado escribiendo para niños largo y tendido, lo que más me tocaría las narices es que, después de tantos años dedicado a un tipo de literatura que tiene muchas teclas, lleguen las grandes firmas a dar lecciones de escritura, moralina y censura. Suena un poco pretencioso, torpe y nada elegante. En este mundo hay que tener cierta humildad, máxime cuando ya te has hinchado a vender en la época de vacas gordas.


Una pena que algunos (de un lado y otro) se hayan lanzado a morder sin piedad... Liar la de San Quintín no lleva a ningún sitio, sobre todo porque lo que podría ser un debate bastante productivo, se llena de mierda tuitera (que es lo que mola a la hora de vender cualquier milonga) y no de preguntas, respuestas e ideas. Sería más enriquecedor dejar de medírsela y plantear qué se puede mejorar dentro de los libros para niños.


¡Ah, se me olvidaba! Sobre estos libros decirles que leí algunos en el pasado y no me parecieron nada reseñables, menos todavía si tenemos en cuenta que pertenecen al álbum ilustrado, uno de mis formatos/géneros fetiche y en el que muy pocos de los autores que se citan en el artículo –tanto los de un bando, como los del otro-, han hecho buenas incursiones. Cositas de la vida, será que la Literatura Infantil y Juvenil mira más allá de la novela…


NOTA: Todas las imágenes que acompañan a esta entrada son obras de la artista plástica Liu Ye, concretamente de su serie Book Paintings, un conjunto de pinturas al óleo que representan diferentes libros con estilo hiperrealista.

domingo, 18 de abril de 2021

Libros de artista, álbumes de artista... ¿qué son?


En las últimas charlas sobre álbum a las que he asistido, he oído bastantes veces las expresiones "libro de artista", "libro de autor" "cuaderno de artista" o "libros-objeto", unas denominaciones que a veces se utilizan indistintamente pero que tienen sutiles diferencias. A eso mismo me dedicaré hoy, a sacarlas a la luz, y de paso me internaré en los llamados álbumes de artista, un apartado donde incluyo algunas publicaciones de última hornada.


Por lo general, cuando hablamos de libro de artista, nos referimos a una publicación concebida y diseñada por un artista como obra de arte en sí misma. Para ello, el autor es consciente de algunas de las características del libro como objeto: su capacidad de circulación geográfica, el bajo coste y la longevidad del soporte hacen más accesibles sus creaciones y llegan así a un mayor número de personas. Es decir, utiliza el libro como objeto democratizador de sus ideas ya que, hasta hace poco, dicho formato ha sido considerado el principal medio de difusión de masas.
Fotografía, collage, libros acordeón, arte postal, grabado, libros alterados (son aquellos libros de artista que se realizan sobre otros libros), medios digitales, óleo, elementos pop-up y móviles, dioramas, troqueles… Cualquier técnica y concepto artístico es válido a la hora de desarrollar un libro de artista, algo que propicia cierta problemática a la hora de sistematizar los criterios que permitan identificarlos y clasificarlos.
Lo mismo sucedería sobre su reproducibilidad. Generalmente, el libro de artista es único o tiene una edición muy limitada, un hecho que aúpa el coleccionismo y la revalorización, véanse Twentysix Gasoline Stations de Edward Ruscha (3000 ejemplares), el Quadrante Illeggibile Bianco e Rosso de Bruno Munari (2000 copias) o La boîte verte de Marcel Duchamp (300 ejemplares ordinarios y 20 de lujo). Este hecho tiene poco que ver con el libro convencional, uno altamente reproducible debido a su carácter industrial. Sin embargo, en la actualidad no se considera una característica diferenciadora, ya que hay libros de artista que se han reproducido una y otra vez por diferentes intereses.


Bruno Munari. Quadrante Illeggibile Bianco e Rosso.


Marcel Duchamp. La boîte verte.

Dentro de los libros de artista también podríamos hablar del cuaderno de artista. Debido a su carácter personal e íntimo, estas herramientas de estudio son libros de artista per se. Solo habría que matizar que los cuadernos llevan implícito un grado de experimentalidad mayor y responden más a un proceso que a un producto artístico final en el que el discurso está debidamente construido y presentado al lector-espectador. Como cualquier otro libro de artista puede ser único o reproducible, algo que siempre responde a un interés personal o capricho, tanto del autor, como de un editor externo.


Dieter Roth. Little Temptative Recipe.

Por último hay que detenerse en los libros de autor. Con esta denominación nos referimos a todos aquellos libros que se publican sin la intervención de un editor o una casa editorial, algo que hoy día es sinónimo de autoedición. En ellos, el autor es responsable de todos o la mayoría de los aspectos del proceso de creación y edición del libro. Ello no implica que sean libros exclusivos o con tiradas de 500 ejemplares -existen libros de autor que han vendido miles de copias-, ni que contengan ideas transformadoras dirigidas a los cambios sociales. Si bien es cierto que tienen buena prensa ya que responden a deseos personales o innovadores que muchas veces no tienen cabida en la edición convencional, muy pocos son libros de artista.


Edward Ruscha, Twentysix Gasoline Stations.

Una vez definidos estos tres tipos de libros, me gustaría establecer ciertos paralelismos con el llamado libro-álbum, uno de los géneros mayoritarios en la Literatura Infantil y que reúne una cantidad sustancial de libros de artista.
Lo primero que debemos de tener en cuenta es que los libros de artista surgen en el siglo XX, sobre todo en el segundo tercio, una época donde las vanguardias artísticas -léanse surrealismo, arte pop o el movimiento Fluxus- desarrollan las primeras producciones artísticas de este tipo. Es también la época en la que el álbum infantil se desarrolla enormemente, por lo que existe un paralelismo que hace emerger puntos comunes que conectan unos con otros, más todavía si tenemos en cuenta que el libro-álbum es un género en el que empiezan a ingresar numerosos artistas gráficos reconocidos.


Katsumi Komagata. Meet Colors - Little Eyes

Uno de esos puntos comunes es la imagen. Tanto el libro de artista, como el libro-álbum se desligan del lenguaje textual para desbordarse a través de otros lenguajes, principalmente el gráfico, de manera que la idea encuentra nuevas narrativas donde caben miradas diferentes que alientan discursos más o menos transgresores, más o menos transformadores, más o menos literarios.
Otra sinergia es la materialidad. El libro de artista se interna en el objeto libro, despliega sus páginas, las modifica y replantea su utilidad para circunscribirse a nuevos elementos que ayuden al mensaje artístico, algo que también hace el libro-álbum al sacar partido de elementos como las guardas o las tapas para desbordar el discurso literario. La arquitectura del libro habla por sí misma e interacciona con el lector-espectador.


Warja Lavater. Le petit chaperon rouge.

Entonces, ¿cualquier libro-álbum podría considerarse libro de artista? No.
Por lo general los libros de artista suelen responder al acto creativo de un único artista, mientras que los álbumes integran varias voces e ideas, algo que en muchas ocasiones supone una ruptura del discurso artístico.
Tampoco quiere decir que cualquier libro ilustrado por un artista de renombre deba ser tratado como libro de artista. Delacroix para el Fausto de Goethe, Picasso para La metamorfosis de Ovidio, Monet para El cuervo de Allan Poe..., a lo largo de la historia son muchos los ejemplos de pintores que han colaborado con escritores y viceversa, pero siempre en calidad de “iluminadores” que amplifican lo literario. Algo de lo que ya hablé cuando me pregunté ¿Es arte la ilustración?



Suzy Lee. Alice in Wonderland.

Pero lo que más diferencia (y define) al libro-álbum infantil es el aspecto comunicativo hacia la infancia, un obstáculo enorme para muchos libros de artista en los que la complejidad del discurso necesita una mirada más formada e integradora. Por esta razón hay pocos libros de artista dentro del álbum ya que, además de transgredir la mirada, alcanzan la universalidad discursiva gracias a su legibilidad artística. Algo que sucede con, entre otros, las versiones de los cuentos clásicos de Warja Lavater, el MN1 de Bruno Munari, el Hasta el infinito de Kveta Pacovska, o el Alice in Wonderland de Suzy Lee (cuyo original se encuentra en la Tate Modern de Londres).


Afinando con estas propuestas de sobra conocidas, hoy les traigo a este espacio de monstruos ávidos de contenido gráfico, otros dos libros que destilan cierto sabor a los libros de artista.


El primero es Cuaderno Arcaico Muralis, un libro de Pablo Auladell exquisitamente publicado por la siempre dedicada editorial alicantina Degomagom. Con el subtítulo y siete consideraciones para emboscados, este proyecto personal nos presenta una serie de dibujos recogidos en uno de los cuadernos del artista, concretamente el utilizado entre julio de 2018 y mayo de 2020. Algo que nos da la oportunidad de conocer las ideas generatrices de muchas obras que están por venir, así como nos invita a participar del viaje canónico realizado por el artista a través de sus páginas.



Al tiempo que transcienden la subversión y rompen las convenciones, esta secuencia de imágenes se acompañan de siete textos extraídos de sus charlas y talleres para invitarnos a la reflexión de las paradojas y sutilezas del proceso creativo, y otras miserias artísticas y, por qué no, también humanas.


El segundo es la Enciclopedia visual de los sonidos, un trabajo de Isidro Ferrer del que nos hace partícipes A buen paso, una de esas editoriales con buen gusto hiperdesarrollado. En esta quimera con vises de abecedario, libro de actividades, cuaderno de artista, libro alterado y diario de pandemia, se recopila la experiencia realizada por el doblemente premiado con el Nacional de Diseño y el Nacional de Ilustración gracias a una iniciativa del Museo Nivola (Cerdeña, Italia). En ella se pretendía dar voz silenciosa a muchos de los sonidos que nos envolvieron durante el silencio de los confinamientos y que hasta entonces pasaban desapercibidos en el tumulto de nuestras vidas cotidianas.



Búhos, aviones, conejos, mordiscos, tortugas o bombillas fueron algunos de los elementos escogidos por Isidro Ferrer para hacernos escuchar con la mirada todo aquello a lo que sus oídos habían dejado de prestar atención, y de paso nos invita a elaborar nuestro propia enciclopedia. ¿Os atrevéis?



*    *    *

Para saber más sobre libros de artista podéis echar mano de algunos recursos como:

- Ángela Cabrera Molina. 2015. El libro-arte y la infancia. Tesis doctoral. Madrid: Universidad Complutense.

- Riva Castleman. 1994. A Century of Artists Books. Nueva York: MoMA. Edición digital AQUÍ

- Salvador Haro González. 2013. Treinta y un libros de artista. Una aproximación a la problemática y a los orígenes del libro de artista editado. Marbella: Fundación Museo del Grabado Español Contemporáneo.

- Sabina Alcaraz i Gonzalez. 2012. El libro de artista. Historia y contemporaneidad de un género artístico. Valencia: Universidad de Valencia.

jueves, 18 de junio de 2015

¿Es arte la ilustración?


Mary GrandPré. 2015. El sonido de los colores (Texto de Barb Rosenstock) . Editorial Juventud.

Hace mucho tiempo que tenía ganas de traer a este espacio otro de los debates que actualmente se plantean dentro del mundo de los álbumes ilustrados, un soporte en el que la imagen tiene un valor muy significativo y en el que se está haciendo notar (a mi juicio más que en ningún otro producto) cómo la ilustración está alcanzando cotas de identidad propias que plantean si abordarla como parte del Arte en mayúsculas, o como una entidad menor que solapa en algunos puntos con las disciplinas artísticas clásicas. He aquí el dilema…
Seguramente para ahondar en una cuestión tan profunda como esta deberíamos apelar a varios conceptos… Tenemos el de “arte”, uno que en estos días se ha extendido a toda la esfera de la “imagen”, instrumento del que se sirve el “diseño” para abrirse camino entre la “sociedad” como “símbolo” de la “cultura”… Pero para hacer más llevadero este lío, les propongo tres peros al Arte desde la Ilustración:
Si atendemos a la definición estricta podemos decir que la ilustración es el uso de imágenes, de creaciones que ensalzan el valor de la palabra escrita, que la iluminan, es decir, complementan su significado. Hasta ahí, todos de acuerdo. El problema viene cuando la ilustración tiene un valor intrínseco que viaja más allá del texto, y por tanto tiene un sentido propio, algo que se incluye dentro del concepto de “arte”… Primer pisotón.
Muchos dirán que las obras de arte son únicas, que son entidades irrepetibles y que en ellas no interviene la duplicidad, es decir, un planteamiento comercial, por lo que una ilustración que se lleva a la imprenta para formar parte de un libro ilustrado tampoco sería arte…, ¿o sí? Discrepo diciendo que son de sobra conocidos algunos ejemplos de obras de arte con varias copias “originales” como El beso de Rodin o Los girasoles de Van Gogh. Véanse de igual modo los llamados libros de artista, objetos artísticos de los que pueden circular muchas copias. Por último decir también que los arreglos de la Novena sinfonía de Beethoven o las diferentes ediciones de La isla del tesoro de Stevenson son considerados arte a pesar de sonar repetitivas. Vamos, que  lo que le importa al Arte es su capacidad narrativa, su lenguaje y los diferentes estadios interpretativos. Segundo pero.


Vincent Van Gogh. 1889. Jarrón con doce girasoles. Museo de Arte de Filadelfia (Estados Unidos).


Vincent Van Gogh. 1889. Jarrón con catorce girasoles. Museo Van Gogh, Amsterdam (Holanda).


Vincent Van Gogh. 1888. Jarrón con doce girasoles. Neue Pinacotek de Múnich (Alemania).

Probablemente si nuestra concepción artística viene definida desde el punto de vista del espectador cabría decir que la ilustración, como cualquier otra forma expresiva, necesita de un proceso de percepción o alfabetización artística que permita al receptor reconocer la imagen, identificarse con ella y analizar su contenido a través de la experiencia o la imaginación, algo que sucede de manera evidente en los lectores de álbumes ilustrados que son capaces de reconocer ciertos códigos inherentes a ese arte. Así que, tercer y último pescozón.
Hasta aquí, ganaría la Ilustración como arte, pero no se envalentonen algunos que ahora viene el contrataque del Arte a la ilustración…
Cañonazo 1. Existe cierto contrasentido que diferencia a un cuadro y una ilustración: si el primero no es entendido o se le dan múltiples explicaciones por parte del público, no importa, mientras que si la idea o el concepto de la ilustración no llega al receptor y no queda clara, ésta concluye vacía. Es decir, ilustrar es comunicar e interviene en un proceso global en el que el diseño y la estrategia tienen mucho que ver, algo de lo que estrictamente no entiende el Arte.
Cañonazo 2. Entonces, ¿podemos decir que el ilustrador no es un artista? ¿Es un mero comunicador? ¿Un diseñador gráfico?... No cabe duda que debemos afirmar rotundamente que es un artista ya que la creatividad envuelve toda la génesis de su obra. El apelativo que cada uno, nuestros conocidos o la sociedad quiera colocarnos es independiente de nuestra labor.  ¿Qué más da cómo nos llamen…? A lo largo de la historia del arte se conocen muchos ejemplos de ilustradores a los que el tiempo ha terminado colocando entre los mejores pintores de su época (véase Daumier, Egon Schiele o Norman Rockwell), pero que, como los artistas de hoy, necesitaban ganarse la vida de algún modo, algo que no debe extrañar -mucho menos ahora-, puesto que la ilustración y el diseño gráfico constituyen uno de los campos creativos más boyantes.



Honoré Daumier. 1853. Nadar elevando la fotografía a la altura del arte.

Cañonazo 3. A pesar de estas dos cuestiones hemos de añadir que, la mayoría de las veces, debemos entender un álbum ilustrado en toda su extensión, es decir, hay que visionar toda la obra para comprender el mensaje, su significado artístico, algo que entraría dentro del llamado “arte secuencial”… Son muy pocas las veces que una sola imagen tiene sentido por sí sola ya que se encuentra descontextualizada, por ello, esa ilustración perdería su naturaleza artística… Seguramente se le vendrán a la cabeza imágenes de álbumes ilustrados que son capaces de establecer un diálogo con usted, con el receptor, que por sí solas, nos hablan de toda la  obra (a un servidor, por ejemplo, se le viene a la cabeza la imagen del barco del Emigrantes de Shaun Tan), pero seguramente, si indagan en el proceso creativo, descubrirán que el ilustrador se ha inspirado en obras que poseen un lenguaje artístico más potente y elevado, por lo que no dejan de ser ecos o calcos de esa obra de arte primordial (en el caso de mi ejemplo decir que, para elaborar esta ilustración, el genio australiano se inspiró en cuadros y fotografías anteriores).



Shaun Tan. 2006. Emigrantes. Barbara Fiore Editora.


Tom Roberts. 1886. Coming South. National Gallery of Victoria (Australia).


Roberto Innocenti. 2010. Las aventuras de Pinocho (Texto de Carlo Collodi). Editorial Kalandraka.


 Pieter Brueghel El Viejo.1565. Los cazadores en la nieve. Museo de Historia del Arte de Viena (Austria).


 Pieter Brueghel El Viejo.1565. Censo en Belén. Museos de Bellas Artes de Bruselas (Bélgica)

Cañoñazo 4. Por todo lo anterior podríamos llamar a la ilustración como un “arte incompleto”… Si yo quisiera ilustrar Moby Dick, no podría expresar mi ideario, mi mundo interno al cien por cien, ya que estaría guiado por el cauce que Hermann Melville creó previamente, es decir, sería un arte encorsetado y no podría expandirse libremente a pesar de sus connotaciones estéticas. Quizá es una diferencia sútil, pero que marca a fuego al Arte, un concepto que obedece a necesidades primarias y no a una funcionalidad.



Rockwell Kent. 1930. Moby Dick (Texto de Hermann Melville).

Cañonazo 5. La ilustración también es independiente del medio que utilicemos para darle vida a las ideas ya que se utiliza un medio (último) bidimensional, como las páginas de un libro o la pantalla de una “tablet”. Aunque la expresión y el significado no entienden de técnicas digitales, óleo, gouache, acuarela, esculturas, collage, lápices de color, la fotografía o el simple grafito (N.B.: Algo que también pone en evidencia que la ilustración, en el caso de concebirse como arte, debería hacer referencia a las múltiples disciplinas que convergen en ella… ¿Es Arte el “arte multidisciplinar”?), la ilustración sigue restringida al alto y al ancho del papel.



Koen VanMechelen. 2005. Juul (Texto de Gregie de Maeyer). Editorial Lóguez.

Aunque en esta batalla gane el Arte, como conclusión cabe decir que vivimos un tiempo en el que la ingente proliferación de productos creativos (léase pintura, escultura, música, cine o fotografía) nos impide distinguir una obra de arte de otra que no lo es y, la ilustración, un ámbito de relativa reciente hornada, no es una excepción (dense cuenta del enorme número de ilustradores que hay hoy día y de la desorbitada cantidad de imágenes que producen), por lo que habrá que esperar unos cuantos años para que el tiempo ponga en tela de juicio todas esas creaciones y establezca (o no) cánones artísticos para la Ilustración.


Mary GrandPré. 2015. El sonido de los colores (Texto de Barb Rosenstock) . Editorial Juventud.

Epílogo: Y como toda esta retahíla de pros y contras teóricos no valen nada sin un punto final, les diré que un servidor, de naturaleza mucho más científica y menos prosaica, prefiere la práctica y disfrutar de las imágenes que algunos interpretan por y para mí, que abren nuevos caminos a mi propia imaginación o que imprimen su visión en nuestros cerebros para el deleite de los cuentos, historias o leyendas que, de otra forma, podrían perecer en mi memoria.

lunes, 22 de abril de 2013

Semana del Libro 2013 (1) - Book Week 2013 (1st)

Durante aquella primavera el insomnio se apoderó de mi cuerpo. Me deshice de las sábanas y salí al jardín. Era una noche clara, la luna brillaba sobre las hojas de los árboles y la cabaña desprendía una luz especial. Ascendí por la escalera que tiempo atrás mi padre había fabricado con los retales de una barca varada y me senté sobre  las ramas del viejo roble.
During that spring insomnia took over my body. I got rid of the sheets and went to the garden. It was a clear night, the moon shone on the leaves of the trees and the cottage gave off a special light. I climbed the ladder that my father had made with pieces from a stranded boat, and sat on the branches of the old oak.


Respiré profundamente aquel amargo sabor de la adolescencia. Las estrellas se cubrieron de nubes y empezó a llover.
I breathed deeply that bitter taste of adolescence. The stars were covered by clouds and it started raining.




Me resguarde en la cabaña. Encendí la vela y se iluminaron las paredes sobre las que descansaban las lecturas de mi niñez.
I shelter in the cabin. I lit the candle and the walls showed the shelves of where rested my childhood lectures.




De entre todos aquellos libros, cogí uno y permanecí quieto, sobre el suelo, mientras lo abría. Hablaba de un barco en mitad de la tempestad, de una espiral en la que creí desvanecerme
I grabbed one book among all those books and opened it. It spoke of a ship in the middle of the storm, of a spiral in which I thought vanish


para llegar a una isla repleta de vegetación. Musgos, helechos y cientos de hongos crecían sobre el negro suelo.
to arrive finally to an island full of vegetation. Mosses, ferns and hundreds of fungus growing on the black ground.





Aves, docenas de pájaros que revoloteaban a mi alrededor, trinaban, gorjeaban y graznaban en una algarabía penetrante.
Birds, dozens of birds flitting around, trilling, chirping and squawking into a piercing cacophony.




Me acerqué a uno de ellos y acaricié sus plumas… Suaves, acogedoras.
I approached one of them and stroked their feathers ... Soft, cozy.



En aquella tranquilidad algo me sobresaltó. Un fuerte galope, una carrera desbocada. Entonces lo vi. El unicornio se acercaba…
In that quiet, something startled me. A strong gallop, a reckless. Then I saw it. The unicorn was approaching ...



Desperté con un sobresalto, aturdido, como la pequeña Alicia tras su banquete,
I woke stunned, as the little Alice after the extrange banquet,



y sentí como ese dulce almíbar había impregnado mi alma. Ya no sería el mismo, pues llevaba tatuado un libro sobre la piel de la vida.
and felt like sweet syrup that had permeated my soul. I wouldn’t be the same, I had tattooed a book on the skin of  my life.