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viernes, 29 de noviembre de 2024

Humor que divierte y engancha


Mira que me gusta un libro divertido. Y si es después de una semana como esta, mucho más. No entiendo el empeño de los llamados agentes culturales en ponerse trascendentales e intimistas. Si lo que necesitamos los seres humanos es algo de cachondeo para enfrentarnos a las miserias cotidianas, ¿por qué no nos dejarán reírnos sin mesura? Hasta se han inventado un tipo de humor para aburrir a las piedras. Dignificación, corrección política, impostura… Solo hay que ver los "late night" de moda. Para cortarse las venas...


¡Ya basta, caris! Yo lo que necesito es un libro como el de hoy, con mucho ritmo, situaciones absurdas, jocosas, humanas e ideal para celebrar el Día de las bibliotecas. Imaginen: una auxiliar le entrega el mando de la Biblioteca Nacional a un cerdo un tanto cobarde. A partir de ahí, todo es pura fantasía. Una panda de borrachos y bandarras, esa araña tocapelotas, personajes de cuento hechos un asco, limpiadoras en huelga, una ola de frío polar (como la que necesitamos), mucha escatología, mala educación y hasta un paro cardíaco. No falta de nada. Ni siquiera versos, rima consonante, consejos bibliotecarios y guardas epitextuales. ¡A disfrutarlo!


[…]
Érase un día azotado por el viento,
érase un día de clima turbulento,
érase un día tan frío que pelaba,
que llovía, nevaba, granizaba.

Cerraron calles, colegios, parques,
quedaron en casa los estudiantes,
salvo un gorrino cabeza hueca
que, sorprendido por la tormenta,
buscó refugio en la biblioteca.

Allí la encargada, una tal doña Socorro,
lo recibió con guantes, abrigo y gorro.
-Me voy –dijo-, que tengo jaqueca.
¿Cuidarás hasta las cinco de la biblioteca?

Aceptó el gorrino la propuesta
y partió doña Socorro toda presta,
dejándole con una araña peluda
que hojeaba un manual de costura.

Era el gorrino muy dulce y obediente,
pero también, ha de decirse, poco valiente.
¿Es necesario, pensaréis, ser aguerrido?
¡Cuidar de los libros es pan comido!

Veréis, todo iba a pedir de boca
hasta que entró en la sala una oca
liderando a una banda de cretinos
que venían de una cata de vinos.
[…]

Marta Azcona.
En: Desventuras de un cerdo colosal en la Biblioteca Nacional.
Ilustraciones de Anna Font.
2024. Barcelona: Takatuka.


domingo, 19 de mayo de 2024

¡Malditos noviazgos!


El tiempo me ha enseñado que las parejas, por separado, mucho mejor. Mira que me lo decía un compañero de piso. “Compartir con unos novios es muy difícil porque hacen piña y siempre salen ganando”. Por aquel entonces, yo era joven e inexperto y no sabía qué decir, pero con el tiempo he ido madurando la idea de que las parejas tienen una idiosincrasia muy diferente a la de los que vivimos en soledad. Sobre todo, cuando no hay familia, que eso es otra cosa.
Están sumidos en un ecosistema que solo ellos entienden y con unas variables muy particulares (pónganles el nombre que quieran). Lo peor viene cuando juegan en equipo sin percatarse de que la vida es un deporte individual. Que por mucho que se empeñen, cada uno tiene sus circunstancias, y si te enganchas con una brida a otra persona, acabas despeñado en la derrota. Todo, en su justa medida.
Fíjense en este par de lagartos. Llorando por un anillo… ¡Habrase visto…!

El lagarto está llorando.
La lagarta está llorando.

El lagarto y la lagarta
con delantalitos blancos.

Han perdido sin querer
su anillo de desposados.

¡Ay, su anillito de plomo,
ay, su anillito plomado!

Un cielo grande y sin gente
monta en su globo a los pájaros.

El sol, capitán redondo,
lleva un chaleco de raso.

¡Miradlos qué viejos son!
¡Qué viejos son los lagartos!

¡Ay, cómo lloran y lloran!
¡Ay!, ¡ay!, ¡cómo están llorando!

Federico García Lorca.
El lagarto está llorando.
En: Paisaje de un día.
Ilutraciones de Isol.
2024. Barcelona: Takatuka.


miércoles, 13 de marzo de 2024

La moda del abrazo


El patio. Una vuelta tras otra. Y a cada paso, un abrazo. Unos y otras, otras y unos. ¡Venga abrazos! No se acababan nunca. Sentidos o diplomáticos, absurdos y entrañables. De inmediato, recordé mis años de juventud. No había tantos abrazos. Si acaso algún que otro beso, y nada de repartirlos a diestra y siniestra. ¿Será que el cariño ha irrumpido en nuestra sociedad? Sinceramente, lo dudo…
Lo que sucede es que, tanto la infancia, como la adolescencia, son momentos en la vida en los que las relaciones interpersonales se intensifican mucho, bien por cuestiones de la bioquímica (recuerden que ciertas hormonas, como la oxitocina, sobrevuelan la estratosfera), bien por cuestiones sociológicas (reconocimiento entre iguales, básicamente).
Si bien es cierto que podría suceder lo mismo con los besos, parece ser que los teenagers han encontrado en el abrazo una fórmula inmejorable para diluir las diferencias y el sexismo, ya que estos se contemplan como un código cariñoso aceptado entre personas de cualquier sexo y condición.


El abrazo puede ser afectuoso, estar lleno de complicidad, puede evidenciar amor, también velarlo. Grupal o en petit comité, familiar o amistoso. El abrazo tiene un significado muy plural que sirve en esta sociedad del postureo como arma a blandir para todos aquellos que apuran la falsedad en una cultura terapéutica donde la salud emocional pasa por ser aceptado y arropado socialmente.
Por mi parte, y a sabiendas de mi talante huraño, abogo por la dosificación de las muestras de cariño, no solo para ser conscientes de la realidad, sino por evitar la equiparación entre unos y otros. Que aquí todos parecen más amigos que gorrinos, pero luego, detrás de tanto abrazo, abundan las puñaladas traperas.


Si quieren darle una vuelta a mis palabras, pueden ponerle un poco de contexto con Alexander von Biscuit y la búsqueda del abrazo perfecto, un álbum de Oren Lavie y Anke Kuhl que acaba de publicar Takatuka y que aborda este tema sin demasiadas pretensiones (cosa que abunda últimamente en esto de la LIJ).
Alexander von Biscuit es un sapo con nombre de aristócrata (me ha encantado y traído a mi memoria al protagonista de El viento en los sauces) que ha soñado con el abrazo perfecto y, sin pensárselo dos veces, se dispone a hacerlo realidad. Empieza con sus amigos, pero todo parece inútil. La jirafa Georgette tiene el cuello demasiado largo y el pez dorado Jerry es muy húmedo. Así que, con tan poco éxito en su empresa, decide convocar un concurso de abrazos en el parque. ¿Lo encontrará?


Desde un prisma entrañable y con mucho humor blanco, el escritor israelí y la ilustradora alemana se adentran en el universo sentimental. ¿Qué destila el abrazo perfecto? ¿Acaso su tacto? ¿Su sabor? ¿Cómo lo definirías tú? Valorar los gestos cariñosos es demasiado subjetivo e implican sensaciones personales e intransferibles muy difíciles de comunicar, así como extrapolar a otras personas.


Recursos secuenciales del cómic, una atmósfera desenfadada y llena de detalles, y una caracterización de personajes muy cómica, ensalzan una obra que, si bien pretende emocionar, también nos abre nuevos caminos en el universo de las parejas (¿Han visto que dispares?) o las ideas preconcebidas. Que lo disfruten y abracen a mucha gente en el día de hoy.

miércoles, 14 de febrero de 2024

¿Amores?


Si hace unos años las redes sociales se llenaban de todo tipo de mensajes de amor hacia ligues y parejas durante este día, desde que manda la progresía, San Valentín ha sufrido una vuelta de tuerca de lo más ridícula y absurda.
Y no es que yo tenga nada en contra de las amistades, los animales o la familia, pero si este santo era el patrono del amor pasional, ¿qué cojones estáis haciendo, melones? ¿Acaso son comparables las relaciones de pareja con las que tienes con tu madre o tu gato? Me pregunto.
A menos que tengáis relaciones incestuosas o te vaya la zoofilia, creo que debéis abandonar vuestro infantilismo y empezar a interiorizar las carencias que os provee la vida en vez de justificarlas con otros seres vivos que os rodean o camuflarlas de autocuidado.


¿Que la soledad también es una opción maravillosa? Por supuesto. Nadie mejor que yo para corroborarlo. Pero que me vengáis con gilipolleces para justificar la vuestra, solo denota infantilismo y poca inteligencia emocional. Esa lavado de cara que los ismos han instaurado en mitad de sociedades exentas de juicio y autocrítica, tiene un nombre: vacío (N.B.: Si encuentras otro nombre mejor, pónselo, póntelo).
Así que, a mí dejadme de rollos, que bastante tengo con aguantar otro tipo de gilipolleces. El amor de pareja puede ser tan saludable como el amor que sentimos hacia nosotros mismos, otras personas o cosas, siempre y cuando sea sincero y bien avenido. Otra cosa es que te toque el cafre o la seta de turno y quieras hacerte el harakiri cada vez que abre la boca. Pero si es correspondido y bien avenido, como los que hoy os traigo, adelante con ello.


El primer libro amoroso de hoy es el Señor abrigos, un álbum de Sieb Posthuma que ha sido publicado por la editorial Corimbo este otoño.
El libro en cuestión nos cuenta la historia de un hombre que siempre tiene frío. Aunque le dé candela a la estufa o se hunda bajo las mantas, es imposible que entre en calor, así que decide irse a una tienda y enfundarse en un montón de abrigos. Viste uno tras otro hasta convertirse en una cebolla andante y construir una especie de casa en la que resguardarse de esa gran tiritona que no le deja vivir. Sorprendida, la gente acude a ver ese hogar tan curioso, hasta que un día, uno de los visitantes le invita a visitar su ciudad y descubrir otra casa muy similar…


Combinando lo hiperbólico con la metáfora dual del frío-calor, el autor flamenco construye una bonita parábola sobre el amor que, acercándose al simbolismo, nos acerca a esa frase tan utilizada en nuestra lengua que reza “Siempre hay un roto para un descosido”. Un canto de esperanza ante la búsqueda de un amor imposible, que ha sido adaptado al teatro en los Países Bajos.


Seguimos con Asombrados, un álbum de Javier Sobrino y Raquel Marín que ha publicado recientemente la editorial asturiana La Maleta. En este libro la niña protagonista va a salir a la calle, pero descubre que su sombra no está, se ha ido. Ella, sin más tardar, sale a buscarla, corre por unas calles que bien pueden ser las de cualquier pueblo de España. Busca en las esquinas, en las plazas y las fuentes. ¿Dará con ella?


Raquel Marín, una ilustradora que siempre se me ha encantado, transita por la prosa breve y poética de Sobrino con unas ilustraciones donde la perspectiva cinematográfica y la alternancia de planos juegan con una paleta de color limitada pero muy efectiva. Sombras que se pierden, que se encuentran y se conjugan son la verdadera esencia de una narración donde la amistad y el amor se funden página a página. ¿Acaso no han sido sorprendidos alguna vez por ese hallazgo en el que un amigo se transforma en amante?


Por último, nos tenemos que detener en Cuando perdí la cabeza, un libro de Matilde Tacchini y Mercè Galí que ha publicado Takatuka. Esta historia con mucho humor se centra en una cabeza fugada. Su protagonista no sabe dónde se ha ido, pero él sigue haciendo su vida con normalidad. Por aquí y por allí, la busca por todos lados hasta que al final da con ella.


Echando mano de esa exclamación que solemos usar cuando alguien no da pie con bola, las autoras nos presentan una historia algo disparatada en la que el amor tiene la culpa de los acontecimientos.

lunes, 4 de diciembre de 2023

Querida Nanen:


Perdona que haya tardado tanto en escribirte, pero todavía no he encontrado la forma de estirar el tiempo. Sé que llevas unos años abriéndote camino en el mundo editorial, discreta, temporada tras temporada, entre los miles de álbumes ilustrados que llenan los estantes. Aunque hasta ahora no te haya dicho nada, he leído todos y cada uno de ellos, y tenía pendiente esta misiva para hacerte llegar mis impresiones.


En cierta ocasión, un editor español me dijo que a él no le preocupaba que un ilustrador le diera una negativa por respuesta. Pegabas una patada y, de la nada, salían otros doscientos dispuestos a coger su oferta al vuelo. Yo me quedé mirándolo de reojo y pensé hacia mis adentros “¿Qué pijo dice este?” Para deshacerme de él lo antes posible, le di unas palmaditas en la espalda y lo mandé a sacarle la pringue a más incautos. Estoy seguro de que si hubiera pensado en ti desde el primer momento, nunca hubiera encontrado sustituto a tu trabajo.


Y ahora dirás que qué mosca me ha picado, que no es propio de un bicho como yo dedicarme a tanto jabón. A lo que yo contesto que mi lengua desatada se equilibra con mi ojo clínico, y cuando este manda, la otra se calla. No nos conocemos de nada, ni siquiera hemos intercambiado dos palabras cuando hemos coincidido en persona, pero eso no quita para darle al césar lo que le corresponde, más todavía en un mundo tan mediocre como este en el que las mafietas y los amiguismos prostituyen lo literario.
Y si no crees mis halagos, ahí van las razones.


La primera es Mi selva, un álbum publicado por Tres Tigres Tristes en el que empezaste experimentando con las miradas. La de un lado, la de otro y la del espectador. Un juego de malabares visuales en el que empezabas a darte cuenta de que las narrativas gráficas tienen montones de posibilidades a la hora de contar historias mínimas enriquecidas por diferentes perspectivas y que ayudan a lo unidireccional, lo bidireccional y el gran plano general.



Ese baile de disfraces entre un niño y su brujo (¿Acaso no son eso los padres?) hijo en el que la imaginación y el campo son esenciales, me pareció encantador. Rosa, verde y negro como colores de ritmo explosivo, estampación como técnica fresca. Un comienzo muy prometedor con una caja de cartón como fondo.


La segunda razón se llama Ensimismada (Bookolia), una oda al amor tardío, a la espera pausada, a la introversión, a la extroversión, a las casualidades, al encuentro entre doña Julia y su nuevo vecino. Seguías experimentando con los colores, con las técnicas. El rojo y el verde brillaban sobre el resto, una combinación difícil pero a la vez acertada. Seguías usando los estampados en este nuevo registro donde los lápices se iban enredando en ti y en el tocado de la protagonista.



Encontré la historia bonita y delicada. Aracne, las Parcas o la Bella Durmiente. Un tributo a todas esa mujeres que tejen, pero que al mismo tiempo las invita a abandonar su zona de confort y mirar hacia fuera, hacia esa plaza en la que bailar al son del cariño es el deseo final.


Mi tercer motivo llegó con La verdad verdadera, un libro editado por TakaTuka que me dejó ver a la Nanen más canalla y subversiva. En esta historia intergeneracional donde una abuela y su nieta mantienen una seria conversación en la que la cría se dedica a exponer las razones por las que la casa está hecha un completo desastre, estuviste muy fina. No solo porque dieras cabida al lado positivo de la mentira, sino porque juegas con nuestra imaginación y nos enredas en una batalla campal gracias a la composición de cada doble página.


Esas mentirijillas que adoptan forma humana, que aumentan de tamaño e incluso en las que también contribuye la abuela, una que rompe todos los esquemas narrativos y se disipa con la sorpresa final, son encantadoras. Y si tenemos en cuenta que toda la acción se desarrolla en una especie de escenario teatral, ¿para qué queremos más?


Seguiste dándome razones con Calma, un conflicto materno-filial que, si bien tiene mucha vis actual, se puede extrapolar a cualquier época. Quejas, reproches y caprichos. Muchas gotas de agua, quizá lágrimas, que van llenando la habitación y la convierten en un estanque calmado donde la madre se zambulle para buscar un lugar seguro ante los constantes abates de su hijo, un déspota contemporáneo. Me encanta la metáfora. Pero cuando, de repente, el hijo acude al encuentro de su madre y, sintiendo una soledad punzante, se sumerge con ella para fundirse en un abrazo, termino cautivado.


Un instante compartido en el que ambos esbozan una sonrisa de perdón, de arrepentimiento, de encuentro, es lo que necesitaba y tú lo has dibujado. Acompañado de esos versos de Lorca (el epílogo perfecto), el formato, el uso de la divisoria entre las páginas, cómo muta el estampado del papel que cubre la pared, y otros tantos detalles, son prueba de tu buen hacer.


Y la última razón es Abandonada en la colina, ganador del premio internacional Recordando a Barbara Fiore


Si bien es cierto que hubiera ganado muchísimo con una edición algo más pequeña y en tapa dura (el libro lo merece), he de decirte que es de tus obras más maduras. Sobre todo porque eres capaz de conjugar dos historias simultáneamente y que se entienda a la perfección. Dos protagonistas, la persona y el objeto, se funden en una historia paralela en la que decadencia y resurgimiento van en direcciones opuestas pero complementarias.


La salud mental, el deterioro de la institución familiar, el valor de la libertad, la enajenación y sus consecuencias, la naturaleza como cura de todo mal, el encuentro con uno mismo y el paso del tiempo. Son muchos los temas de los que nos has querido hablar y lo mejor de todo es que somos capaces de leerlo gracias a tus lápices de colores, los recursos del cómic y esa luz que va llenando poco a poco tu narrativa.


Enhorabuena Nanen. Espero que el público sepa reconocer tu buen hacer y se vayan aireando tus obras en este difícil mundo de los libros ilustrados. Con cariño, Román.

domingo, 15 de octubre de 2023

Entre la pena y la nada...


Cada día que pasa me pongo más nervioso cuando veo que alguien llora sin un motivo aparente. Echando mano de emociones descontroladas y esa vis tan teatral que ha ido adquiriendo la vida durante estos últimos años, el personal se cree con derecho a derramar lágrimas sin ton ni son, algo que deja relucir la dejadez emocional de una sociedad que funciona como pollo sin cabeza.


Con esto no quiero decir que haya que reprimirse las lágrimas, sino que estaría bien que no las derramáramos sin un motivo aparente, y mucho menos, banalizarlas, pues eso de llorar en público parece que se ha tornado una moda, a mi juicio, bochornosa donde el victimismo, la autocompasión y la conmiseración tienen mucho que decir.


Hemos pasado de un extremo a otro. Hace cuarenta años nadie lloraba. Ni niñas ni niños. Y el que lo hacía procuraba que fuese una cuestión privada a la que solo estaban invitados familiares estrechos y buenos amigos. Hoy en día cualquiera puede sumarse a la fiesta en connivencia de la salud mental y los ODS de la agenda 20-30. Porque sí, porque soy humano y me merezco exhibir todo lo que me salga del higo.


Por la guerra entre Palestina e Israel, por el hijo de Ana Obregón, por el final de The Big Bang Theory, por la boda de mi mejor amigo (aunque su novia se acostara conmigo hace dos semanas), porque han dejado de fabricar los Risketos o por esa amiga a la que se le ha roto una uña. Lloramos por todo, incluso por lo más insignificante o lo más lejano, y sin embargo, le restamos importancia a lo que sí la tiene o deseamos la muerte de los hinchas del equipo contrario. No hay término medio.


Por todas estas razones y muchas más, me ha encantado el último libro de Noemi Vola publicado en nuestro país. Y es que Si lloras como una fuente intenta darle una vuelta a esa tendencia social con un toque de humor. Todo empieza cuando la lombriz protagonista del libro (el animal fetiche de esta autora) comienza a llorar y el narrador le invita a buscar motivos por los que llorar nos hace bien. Llenar una cacerola para cocer espaguetis, fregar el suelo añadiendo un poco de detergente, apagar las velas de una tarta de cumpleaños o bañar a tu perro son algunas de sus alocadas ideas.


Con este libro, además de intentar quitarle hierro al llanto, Noemi Vola nos invita a un ejercicio reflexivo y muy imaginativo sobre como transformar lo negativo en positivo, y de paso aporta datos no tan descorazonadores sobre las lágrimas. Personajes de cuento y película, animales y, por supuesto, su lombriz fetiche nos descubren el lado bueno de la tristeza.
No lo duden, si conocen algún que otro llorón, este es un regalo infalible para que se ponga manos a la obra y deje de darle la murga con sus sollozos.

miércoles, 26 de abril de 2023

Un hambre voraz


Con esto de la inflación, ir a comer por ahí se ha convertido en todo un despropósito. En primer lugar, porque los precios están por las nubes. Las materias primas, la mano de obra o el coste de la energía se han convertido en la coartada perfecta para desplumarte por un menú del día tirando a normalito.
En segundo lugar, tenemos la calidad. Si antes te cobraban lo más grande por un sabroso tomate acompañado de un poco de ventresca y un chorreón de aceite virgen extra, ahora hay que extrapolar la realidad a un tomate insípido, caballa tiesa y aceite de orujo. No sé si mis vísceras están preparadas.
Y, para terminar, la cantidad. Si hay algo que me saque de mis casillas, es gastarme treinta lereles y quedarme con el estómago vacío. Y no es que yo acostumbre a hinchar el buche a base de gamba roja o caviar iraní, no. Arroz con conejo, judías con perdiz o gazpachos manchegos son los platos de los que me alimento. ¿Qué coste supondrá añadir un puñado más al perol?


Me niego a quedarme con hambre en España. Si algunos están empeñados en la dieta keto, el ayuno intermitente o las recomendaciones nutricionales de la OMS, es su problema. En este país siempre nos hemos puesto finos y es una pena que, desde ciertos sectores, se contribuya a un despropósito parecido al que sucede en Dinamarca, Holanda o Bélgica.


Y con esta crítica voraz, llegamos al Niño caníbal de Fran Pintadera y Guridi, un álbum que acaba de editar Takatuka y que es toda una oda al apetito. Es la historia de un crío que pertenece a una tribu que devora a todo el que pilla. A las mascotas, a sus propios congéneres, e incluso a la maestra cuando manda demasiados deberes. Todo gira en torno a hincarle el diente a la carne humana, hasta el amor…


Con mucho juego verbal, una caracterización de personajes estupenda y un tema muy sugerente (Esto de comerse a los congéneres siempre ha sido un punto de partida sin igual para desarrollar todo tipo de conjeturas), es de esos libros que arrancan una carcajada y te invitan a desarrollar la inventiva.
Basado en una canción del cantautor cubano Virilo, esta canción que ha sido versionada por multitud de autores como por ejemplo Luis Pescetti, se transforma en álbum de la mano de Pintadera, que adapta la rima de un texto con montones de posibilidades, y Guridi, que con su inconfundible estilo le aporta más comicidad si cabe.

miércoles, 22 de marzo de 2023

Cuatro libros sobre dictadores


Está más que claro que las elecciones se aproximan. Sólo hay que fijarse en las calles para darse cuenta. Ladrillos y cemento por todos lados, bien de flores y maceteros, las farolas y los bancos, cuanto más grandes mejor, inauguraciones y fiestas populares por todo lo alto.
En los medios de comunicación, los del régimen copan todo. No paran de vendernos la moto de quiénes gobiernan. Qué maravillosos son, qué bien hablan, cómo se preocupan por la sociedad... El mismo rollo de siempre.


Lo que más me jode son esos anuncios institucionales, una propaganda encubierta que pagamos entre todos para que ellos sigan con su negocio. Carteles y cortinillas radiofónicas llenan los muros y marquesinas de caras babosas anunciando las bonanzas en materia de sanidad y educación.


Sin embargo, nadie habla de los daños pandémicos, de la deteriorada sanidad pública, de las chapuzas jurídicas, de un sistema de pensiones esquilmado, del sangrado a los autónomos y de una educación cada vez más adoctrinadora e inútil. Da igual por qué comunidad autónoma te pasees, lo que prima es el plan global, uno al que se han adscrito los partidos mayoritarios de todos los países gracias a las agendas subyacentes.
El ciudadano nunca sale ganando en el negocio de occidente, porque aquí lo que interesa es que multinacionales y grandes corporaciones se llenen el buche. Mientras que Putin y los chinos tienen la culpa de cómo está los precios en el Consum, los jodidos ODS y la OTAN van a salvar el mundo. Menuda paradoja.


Yo lo tengo claro. En este un sistema donde nos encontramos más presos que nunca gracias a los ismos y el fact checking, donde la libertad de expresión ha sido erradicada gracias a discursitos que solo interesan a Bill Gates, el Grupo Bilderberg y los billonarios neomalthusianos, la única opción es rebelarse.
Por mi parte elijo decir y hacer lo que me plazca, evito complejos inertes, destierro los ismos imperantes, y traigo libros que como los de ESTA SELECCIÓN, les planteen preguntas de izquierdas y derechas, la peor de las dicotomías posibles en este mundo lleno de significantes.


El primer título de hoy es Las almohadas mágicas, una pequeña novela de Evyenios Trivizas, e ilustrada por Noemi Vola que Blackie Books acaba de incorporar a su colección Huesitos.
En ella, Avarismundo, el rey de un pequeño país llamado Cielópolis, no para de inventar todo tipo de leyes y prohibiciones para imponer sus caprichos. Lejos de ceder ante las ocurrencias de su monarca, los habitantes de Cielópolis encuentran en los sueños una resistencia.


Un día, el rey, reúne a sus tres consejeros para pedirles ayuda y el malvado Reptilio lo insta a fabricar unas almohadas mágicas que atormenten a los ciudadanos durante la noche y sean incapaces de aferrarse a cosas hermosas con las que combatir el despotismo del rey.


Generosa, humorística y con mucha metáfora, esta narración del escritor griego es una buena oportunidad para plantearse las realidades humanas y concluir que el despotismo es una lacra a la que hay que poner freno.


El dictador, una pequeña historia del autor sueco Ulf Stark que ha publicado recientemente TakaTuka, nos habla de otro pequeño tirano.
Quiere que le den la cena, lo arropen, le cuenten cuentos donde él sea el protagonista, y soñar que nadie le hace sombra y todos satisfacen sus deseos. Todo el universo debe girar en torno a él. Bueno, no todo, siempre hay gente que se rebela. Como Sirkka, una compañera de clase que no se deja impresionar por los ademanes de este dictador de poca monta.


Con una tipografía que recuerda al alfabeto cirílico y la gorra verde con estrella roja que luce su protagonista, la ilustradora Linda Bodestam parece haberse inspirado en las dictaduras comunistas soviéticas para darle forma a un mensaje que bebe de dobles sentidos entre el universo adulto y el infantil.


También les traigo Las palabras, un libro de Nicolás Bianco-Levrin y Julie Rembauville que editó hace años Pípala y he descubierto recientemente. A pesar de su título, en este libro sólo encontramos dos palabras, suficientes para desencadenar una historia que remueve la conciencia.
Todo empieza con el hallazgo de una corona y una nota de alarma con un mensaje indescifrable que, a pesar de los esfuerzos por destruirla, va de mano en mano hasta desvelar el secreto que acabará con una dictadura militar.


Basado en un cortometraje de los mismos autores (Nota: Si quieren echarle un ojo solo tienen que buscarlo por [R]), este álbum silente que bebe de los recursos narrativos del cómic, una puesta en escena muy oscura e intrigante, y unos personajes muy expresivos, se erige como uno de los mejores álbumes sobre la censura, la represión y el totalitarismo.


Para terminar toca hablar de ¡Votad a lobo!, un álbum de Davide Cali y Magali Clavelet publicado por Astronave que nos habla de las dobleces y el juego sucio en política. En la granja están de elecciones. Vallas publicitarias y eslóganes perfectos. Todo bulle de expectación y cada uno tiene su favorito hasta que aparece Jacobo Lobo, un candidato que con una campaña perfecta encandila a todos y se lleva el gato al agua. Aunque sus propuestas parecen impecables y su equipo parece muy serio y experimentado, empiezan a suceden cosas muy raras. ¿Será oro todo lo que reluce en él?


Con mucho humor y salero, este libro se adentra en el mundo de la política, de la manipulación de las masas, de los votantes ignorantes, de los abusos de poder, de la democracia y sus maldades. Con cierta ironía y mucha realidad constituye un excelente punto de partida que, sin decantarse por unos y otros, nos plantea muchas preguntas sobre lo subyacente a un universo que detesto.


Personajes estupendamente caracterizados, situaciones (y políticos) fácilmente identificables, y un final con vuelta de tuerca harán las delicias de todos los que, como yo, vean en este universo de trepas todo un acicate para montar gillotinas en las plazas de nuestros pueblos y ciudades.