miércoles, 26 de abril de 2023

Un hambre voraz


Con esto de la inflación, ir a comer por ahí se ha convertido en todo un despropósito. En primer lugar, porque los precios están por las nubes. Las materias primas, la mano de obra o el coste de la energía se han convertido en la coartada perfecta para desplumarte por un menú del día tirando a normalito.
En segundo lugar, tenemos la calidad. Si antes te cobraban lo más grande por un sabroso tomate acompañado de un poco de ventresca y un chorreón de aceite virgen extra, ahora hay que extrapolar la realidad a un tomate insípido, caballa tiesa y aceite de orujo. No sé si mis vísceras están preparadas.
Y, para terminar, la cantidad. Si hay algo que me saque de mis casillas, es gastarme treinta lereles y quedarme con el estómago vacío. Y no es que yo acostumbre a hinchar el buche a base de gamba roja o caviar iraní, no. Arroz con conejo, judías con perdiz o gazpachos manchegos son los platos de los que me alimento. ¿Qué coste supondrá añadir un puñado más al perol?


Me niego a quedarme con hambre en España. Si algunos están empeñados en la dieta keto, el ayuno intermitente o las recomendaciones nutricionales de la OMS, es su problema. En este país siempre nos hemos puesto finos y es una pena que, desde ciertos sectores, se contribuya a un despropósito parecido al que sucede en Dinamarca, Holanda o Bélgica.


Y con esta crítica voraz, llegamos al Niño caníbal de Fran Pintadera y Guridi, un álbum que acaba de editar Takatuka y que es toda una oda al apetito. Es la historia de un crío que pertenece a una tribu que devora a todo el que pilla. A las mascotas, a sus propios congéneres, e incluso a la maestra cuando manda demasiados deberes. Todo gira en torno a hincarle el diente a la carne humana, hasta el amor…


Con mucho juego verbal, una caracterización de personajes estupenda y un tema muy sugerente (Esto de comerse a los congéneres siempre ha sido un punto de partida sin igual para desarrollar todo tipo de conjeturas), es de esos libros que arrancan una carcajada y te invitan a desarrollar la inventiva.
Basado en una canción del cantautor cubano Virilo, esta canción que ha sido versionada por multitud de autores como por ejemplo Luis Pescetti, se transforma en álbum de la mano de Pintadera, que adapta la rima de un texto con montones de posibilidades, y Guridi, que con su inconfundible estilo le aporta más comicidad si cabe.

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