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viernes, 26 de noviembre de 2021

Principios que enganchan



En ocasiones hablamos del final de un libro como lo más importante, esa guinda del pastel que culminará un viaje a través de un sinfín de páginas en las que se nos han abierto muchas puertas y cerrado otras tantas. La meta, la cima, el cénit.
No siempre es verdad. Al menos en mi caso. A veces disfruto deteniéndome a descansar en alguna orilla, a recrearme entre las palabras, hacia detrás o hacia delante, sin importarme cuan lento avance en una lectura nutritiva.
Luego están los principios. Esos que te atrapan y convencen de que sigas una senda, que te adentres en la espesura, con linterna o sin ella. Que avances un paso, luego otro, y otro más. Meciéndote suavemente o precipitándote a él. Así es el comienzo del libro de hoy. Como un desayuno con aroma a bizcocho.

Había una vez una reina
que vivía en un castillo
con dieciocho vasallos.
Diez caballos percherones,
Seis gallinas de la China.
Cinco patos mandarines.
Siete cabras malagueñas.
Ocho cerdos mallorquines.
Cuatro vacas pirenaicas.
Un estanque con tres ranas…
una grande y dos medianas.
¡Ah!...
y un gallo colorado.

Era un pequeño país.

Antonia Rodenas.
La reina de las dudas.
Ilustraciones de Rocío Martínez.
2021. Valencia: Iglú.



viernes, 12 de noviembre de 2021

Rimando la luna


La luna, ese satélite que tanto ha visto y que tanto ha callado vuelve cada noche. En forma de cruasán, a modo de sonrisa, redonda como una moneda o eclipsada por la sombra de su planeta. Protagonista indiscutible de la noche -excepto cuando el sol no la ilumina-, la luna nos sugiere, nos aterra, nos suaviza y nos burbujea.
Aparece en libros, cuadros y canciones, pero sobre todo, en mitad del firmamento. La luna habla. Del pasado y del presente, de lo bueno y de lo malo, del invierno y del verano. Recordatorio incansable de los días que corren. Para los insomnes y los ancianos, para los que huyen y los que aman, también para los juerguistas o los que trabajan, para las madres que cuentan cuentos y los niños que se van a la cama.
Hoy rimamos a la luz de la luna, recuperando las tranquilas cadencias que Antonia Rodenas tejió hace unos cuantos años en compañía de las ilustraciones de Asun Balzola. Unas rimas que recupera Octavio para alumbrarnos durante las noches oscuras y los tristes días. Luna: linterna y guía.

La luna va creciendo
en las noches de invierno,
recoge sus cabellos
cuando la besa el viento.


Que baje la luna
hasta mi ventana.
Que su luz se meta
dentro de mi cama.
Que luego se acerque
y roce mi cara.
Que muy despacito
pueda yo abrazarla.

Antonia Rodenas.
En: Rimas de Luna.
Ilustraciones de Asun Balzola.
2021. Ibi, Alicante: Degomagom.



viernes, 5 de abril de 2019

Mirando (y soñando) por la ventana



Mañana de viernes y cunde el desánimo... 
Parece mentira que, habiendo calificado a los alumnos hace cuatro semanas, sigo enterrado bajo toneladas de exámenes. ¡No hay derecho a esto! Ellos están hasta las narices (tanta evaluación continua vacía almas y calles) y un servidor no les va a confesar hasta donde llega su hartura. Nos quitan septiembre, nos llenan de burocracia (¡Más papeles y reuniones!) y, para más inri, viene la Semana Santa y hay que oír que vivimos de puta madre.
En fin…, no me voy a calentar, que me parece que con esto, una blefaritis, la muela partida y la astenia primaveral, tengo bastante. Así que soñaré mirando por la ventana. Para alejar el frío que se acerca de nuevo a la primavera. Leyendo buenos libros, de esos en los que las palabras bailan, te acunan y uno se adormece a base de caricias...



[…]

Y veo un pez…
con los ojos del revés.
Un flautista.
Una cebra trapecista.

Un castillo.
Un pirata en calzoncillos.
Un mapache… y cachivaches.
Un atleta en bicicleta.

Y un ratón…
con bigotes de cartón.

¡Vaya lío!
¡Tiene gracia!
Lo que veo por mi ventana.

[…]

Antonia Rodenas.
En: ¡Vaya lío de mañana!
Ilustraciones de Paula Alenda.
2019. Madrid: Anaya.



viernes, 10 de octubre de 2008

Besos y más besos: Antonia Rodenas y Else Holmehund Minarik



Cuando era niño odiaba los besos. Eso de que te hiciesen carantoñas como si fueses una pepona no estaba hecho para mí. Además, si tu ración de besos se limitaba a cuatro viejas cansinas que eran capaces de besar hasta a un mono, pues mejor no recibir muchos besos de manera tan gratuita. Lo peor es que no podías decirlo, si no, había que agarrarse a los machos para no salir volando de algún bofetón. Es lo que tienen los niños: han de parecer contentos, si no, malo… Menos mal que cuando llegas a la adolescencia, los besos son de otro tipo: mucho más jugosos, delicados y ardientes. No te saben a momia rancia, sino a menta fresca y canela. Besos, besos y más besos, hasta que uno le va encontrando el gusto. Aún así, besos hay de muchas clases… Los hay largos, también cortos, tenemos los besos tímidos y los más efusivos. Los hay con lengua y sin ella. Los hay cálidos y fríos, con sabor a fresa y a cenicero (estos últimos deberían estar prohibidos). Encontramos besos furtivos, también sinceros y, muchas veces, besos hipócritas. Los podemos clasificar en alegres, asépticos o tristes; besos para saludar o también para despedir. En fin: besos, muchos besos.


Y hablando de besos, hoy recomiendo dos títulos, uno clásico y otro más novedoso, separados entre sí veinte años. Primero, el relativamente nuevo… Un puñado de besos, de Antonia Rodenas y con ilustraciones de Carme Solé Vendrell, cuenta los acontecimientos diarios de un colegio y del poder reparador que tienen los besos. De cómo César nota un calorcito suave en su cara y deja de llorar. También nos cuenta de los besos de Alicia, Alfredo y Nicolás. Pero los mejores de todos son los de Kati, ¿sabes por qué? Léelo y lo sabrás…


La segunda propuesta cariñosa de hoy es Un beso para osito, de Else Holmehund Minarik con ilustraciones de Maurice Sendak. Me gusta este librito porque hace tiempo ideé con sus besos un juego de presentación, que explico a continuación: reunía en un corro a los alumnos (sean de la edad que sean) y leía el libro (léalo, por favor). Tras la lectura les decía que tenía un beso guardado en mis labios, un beso bonito, caluroso, como un día de verano, y que este beso buscaba a la persona que estaba sentada a mi derecha, pero que el camino que únicamente podía seguir este beso era el de la izquierda, así que: Soy Román y tengo un beso para Charo, ¡Muak! Beso al canto… Soy Beatriz, Román me ha dado un beso para Charo ¡Muak! Otro beso hacia la izquierda… Soy Pedro, Beatriz me ha dado un beso que le ha dado Román para Charo ¡Muak!... Soy Alejandro, y Pedro me ha dado un beso que Beatriz le ha dado porque Román se lo envía a Charo ¡Muak!... Así, beso tras beso, nombre tras nombre y risa tras risa, nos conocíamos todos.Así que, bese, es una suerte poder hacerlo (y que le dejen…).