miércoles, 27 de noviembre de 2013

Atrapados por la injusticia


Andando en la tarde de ayer por las calles de esta consternada localidad (no es para menos…) llamada Almadén, me topé de bruces con la Justicia... La pobre, , estaba hecha unos zorros… 

¡Nena,  cuánto tiempo! Te veo un poco acabada…
- Ay, Román, ni que lo digas… estoy hasta el moño de tanta corruptela, jueces marioneta y procedimientos infinitos… Esto es pa’ mear y no echar gota…
- ¿Qué ha sido de esa toga de Armani que gastabas hace tiempo? Con lo pulcra que has sido desde chica… ¡Te voy a cargar la romana de jabón de sosa porque a esas trazas que me llevas, no hay derecho!
- ¡Ay, qué despropósito, qué desatino…! Todos (Gallardón, Belloch o Aceves) me prometieron y prometen un lavado de cara… Más juzgados donde asearme y cambiarme de bragas (que llevo las mismas desde el levantamiento), darme a conocer a todos los ciudadanos -no sólo a ricachones y poderosos… esos mucha guita pero poca vergüenza, ¡ni que fuera la zorra de España!-… En fin: promesas que no valen nada… Me siento decrépita, deleznable y cansada… No tengo ni para la pelu, ni para la venda de los ojos…
- Ojiplático me dejas… ¡Cuánta desazón! Pero ¿y los jueces?... Alguno te dará alguna propinilla pa comprarte unos trapos…
- Ni por asomo… Garzón, Bermúdez, Ruz, Grande-Marlaska sólo quieren protagonismo… ¡Me tienen la mar de descuidada! Ponerse a tono con las cámaras, abrirse camino en la política de los veinte duros, embadurnarse de gomina hasta el vello púbico, echarse unas risitas en los cursos de verano, tirar la piedra, y esconder la mano es su único sino… Ya sólo creo en esa señora que los tiene jodidos a todos, bien cogidos por la entrepierna… Ayala se apellida… ¡Qué estilo! ¡Qué templanza! ¡Qué poderío!... Al final acabará aburrida, ¡como si lo viera…!
- Mujer…, algún abogado de oficio te invitará a gambas con gabardina…
- No sueñes… ¡Ni que fuera Ally McBeal!
- ¡Odo! No te compares con esa anoréxica… Con unos brochazos estarás aparente…
- Sí, de rodillo… Ya nadie me quiere…  ni los de la Haya, ni los de Estrasburgo… ¡Sólo pongo palote a talibanes, parricidas, etarras, violadores y pederastas! ¡Hasta dónde hemos llegado!
- Y será verdad…
- ¡Na! Qué iluso eres… To’ la vida aguantando hijoputas y, ¿¿ahora te enteras de que estamos atados de pies y manos??...
- ¡Anda, anda! ¡Con lo honrada, ética y equitativa que eres! ¿Cómo los juzgas así?
Me han exprimido, martilleado y vapuleado… No queda nada de mi esplendor pasado, ese que brillaba cuando los griegos me insuflaron vida. Sólo telarañas que me atrapan, como a las cometas en los árboles, impidiéndome volar sobre los inocentes, sobre los culpables. Grilletes en los tobillos que nos atrapan en la injusticia democrática, esa que desvirtúa a los ciudadanos y los hace esclavos de sus propios castigos


Oliver Jeffers. 2013. Atrapados. México: Fondo de Cultura Económica.


lunes, 25 de noviembre de 2013

Vestirse para la ocasión


Yo, un gran defensor de la libertad de atuendo, me vi envuelto hace unos meses en cierto episodio desagradable que, definitivamente, me hizo sopesar la idea del “somos lo que vestimos”. Por ello, he aquí mi oda a la ropa…
En cierta ocasión y a consecuencia de una mordedura de avispa, acudí con mi padre, alérgico y de manera urgente, campestre y harapienta,  al centro de salud más cercano, donde uno de esos médicos ¿altruistas? (al menos, en ese barro se rebozaba el susodicho…), boicoteadores de la salud pública y con cara de cura, nos leyó la cartilla por indocumentados y guarros, mientras a mi progenitor le entraban los sudores de la muerte y la presión arterial disminuía a ritmos cadavéricos. Finalmente, con un poco de mala hostia y un esfingomanómetro, el susodicho, cagado a la pata abajo, se apiadó del pobre hortelano y todo quedó en susto (y enfado monumental).
La indumentaria, espejo del alma contemporáneo, nos ofrece todo tipo de bisbiseos y quebraderos de cabeza a tenor de la envidia de los compañeros de trabajo… ¿Saben aquel que “diu” que llego una profesora con un abrigo de Armani® a la sala de necios y conjuras para recoger unos libros y, a su salida, un corro de cacatúas vestidas de Desigual® la tacharon de elitista y derrochadora? ¿Y este otro que habla de un maestro de gimnasia que un día lavó el chándal, se colgó unos vaqueros y tres quinceañeras casi se matan por sus huesos?...
Noto con cierta frecuencia que soy más guapo con una camisa, un chaleco y un abrigo de paño, que cuando visto vaqueros y sudadera… ¿Será que estas prendas afectan a mi constitución mandibular, mi arco supraorbital o el color de mis ojos? Hasta donde yo sé, sólo me he duchado y cambiado de ropa… ¿No decían que aunque la mona se vista de seda, mona se queda? Pues estoy harto de constatar que cuantas más putas se empapelan de señoras, más tontos se quedan sin un duro…
Está claro que uno no se puede vestir con la ropa de su abuelo, luego llegan los llantos y el crujir de dientes por fracasos estrepitosos en lides reproductoras. ¡Deje a un lado los tonos cenicientos y los tejidos tristones! ¡Dé color y forma a sus curvas! ¡Explote su silueta! ¡Y a todo bicho viviente, arrime la cebolleta!



En fin, que si de calcetines, calzones, bragas, sujetadores, vestidos, trajes y corbatas hay que hablar no puedo más que recomendarles La filarmónica se viste, con texto de Karla Kuskin e ilustraciones de Marc Simont (Editorial Corimbo -siento las imágenes de la edición inglesa pero de la española pocas imágenes de calidad he encontrado), uno de los títulos que lucha por erigirse el más curioso e informativo de la temporada, ya que aúna higiene, ropa, información musical y humor en un vaivén de situaciones donde los casi ochenta componentes de una filarmónica son los protagonistas.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Encontrar el camino


Terminando una semana que mal empezó gracias a las desafortunadas decisiones que la universidad tiene para conmigo (es deplorable que el sistema educativo superior de este país desangre y castigue a los estudiantes por el mero hecho de enriquecerse para hacer frente a la insostenible gestión económica), me permito el lujo de dedicarme unas rimas que me insuflen algo de fuerza para la lucha que se me viene encima, esa que suena a estar en paz con uno mismo.

“Ese es mi mal: soñar…”

Peregrino que vas buscando en vano
un camino mejor que tu camino,
¿cómo quieres que yo te de la mano,
si es mi signo tu signo, Peregrino?

Pasa y olvida.
Rubén Darío.
En: Rubén Darío y los niños.
Selección de Teodoro de Vega.
Ilustraciones de José Ruiz Navarro.
1988. León: Everest.



miércoles, 20 de noviembre de 2013

Tejiendo las calles de color


Se dice, se comenta, que España va saliendo de la recesión, algo que, sinceramente, me extraña dada la descorazonadora tasa de paro que acarreamos desde ya-ni-se-sabe, pero, en fin, si lo dicen los políticos, con no creerlos es bastante… Se supone que lo que nos va achicando el agua de este consabido hundimiento son las exportaciones, sobre todo las alimentarias y automovilísticas, sectores punteros en nuestra nación (ya podrían crecer otros, como son tecnológicos y textiles, más rentables y vistosos), algo que agradecemos a países sin sol, huerta, ni ganado. Mientras tanto, el resto de la economía se basa en el sector servicios, el consumo doméstico y el pequeño comercio, uno que, a golpe de autónomo, ha crecido a base de desesperación.
Si tuviera que señalar un tipo de comercio que esté floreciendo hasta en la recóndita España, diría que el comercio artesano. Toda una suerte de zapaterías, jabonerías, tiendas de costura, de lanas y ganchillos (¡increíble el poder de lo "hipster"!), pastelerías artesanas, herreros, comercios de pequeños y exquisitos muebles, ceramistas, restauradores y sombrererías, empiezan a poblar las esquinas de plazas, calles escondidas y centros comerciales. Todos ellos, oficios de antaño que empiezan a reinventarse y a valorarse de nuevo, aportan color y calidez humana a los núcleos de pueblos y ciudades, y nos recuerdan que en el pasado también supimos trabajar con nuestras manos y ganarnos el pan a diario.
Siempre he afirmado que admiro a todo aquel que vive gracias a su tiempo, a sus habilidades y, por encima de todo, gracias a su imaginación, la mayor de las materias primas y una fuente de infinita inspiración. Piezas únicas, de calidad y duraderas empiezan a desterrar, gracias al comercio electrónico, las agencias de transporte y la confianza de los consumidores, a los productos de quita y pon que multinacionales y otros entes de consumo masivo nos han metido por los ojos.


Demos oportunidades a la creatividad que empieza a pintar callejas y avenidas, una hebra alegre e infinita que, como la tejida por Anabel en Hilo sin fin (medalla Caldecott y uno de los títulos imprescindibles para este año), con texto de Mac Barnett, ilustraciones de Jon Klassen (para mí, el nuevo Leo Leonni) y publicado por la editorial Juventud, cubra el tono grisáceo de este mundo y aleccione a poderosos y ambiciosos que con crueles artimañas quieren apropiarse de las bellas ideas de otros.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Blog muerto por sentimientos encriptados


El extraordinario entramado de las redes sociales, está cambiando el mundo de las relaciones sociales, tanto, que este blog ya no tiene apenas comentarios. Desde que abrí sendos espacios en Facebook© y Twitter© el número de seguidores ha ido en crescendo pero mis relaciones con ellos han decaído estrepitosamente… Algo por lo que estoy bastante enfadado…
Todos quieren ser mis amigos… Editoriales, autores, ilustradores, maestros y bibliotecarios se afanan por invitarme a sus respectivas páginas y enriquecerse de esta labor altruista que hago por amor al arte, pero son incapaces de comentar un libro, una entrada del blog, exponerme sus contrariedades o polemizar sobre los temas aquí tratados. Señores, señoras: ¡Quiero movimiento! ¡Enriquecimiento mutuo!
Con el “me gusta” y el “re-twitteo” lo solucionamos todo… Si vemos una ilustración bonita, le damos al pulgar levantado y ya hemos cumplido, si nos mola lo que dicen ciento cuarenta caracteres, los incluimos en el próximo “twit”... Y no hay más que rascar… Sinceramente, me estoy planteando seriamente si abrirme una cuenta en Pinterest©… ¡Y menos mal que no he de echar mano de tiendas on-line como Etsy© o DaWanda©, porque no engañaría ni al Tato!
En definitiva: sí, las redes sociales te dan visibilidad pero interacciones, sentimientos y apreciaciones, pocas. Así pasa, que todo queda encriptado en los gestos, algo que queda a la libre interpretación de los demás y que provoca numerosos altercados amorosos, familiares y laborales.
Es cierto que la comodidad está ganando a la intención y el diálogo, que tenemos poco tiempo (algo paradójico porque un cuarto de España está parado), que prima la inmediatez de las imágenes,  y que tenemos que controlar a los tres mil doscientos siete amigos que tenemos en nuestro anuario on-line…, pero sean humanos y digan lo que sienten, lo que piensan, lo que les aflige, lo que les hace sonreír, los que les aburre y lo que les conmueve. Es imposible seguir siendo humanos dejando al albedrío de la tecnología nuestras interacciones, esas que nos convirtieron en animales sociales desde tiempos inmemoriales. Inténtenlo: déjense seducir por la palabra.



No me obliguen a echar mano de El mundo es tuyo, un bello diccionario iconográfico de sensaciones y sentimientos elaborado por Riccardo Bozzi y Olimpia Zagnoli (editorial Juventud). Comenten mis estupideces, discrepen conmigo, y diviértanse, porque si no lo hacen, tendré que echar el cierre, irme a los bares y apuntarme a terapia de grupo, en definitiva, comprarme amigos, algo triste e innecesario.

viernes, 15 de noviembre de 2013

El otoño llama a la puerta...



Tan, tan.
¿Quién es?
El otoño otra vez
¿Qué quiere el otoño?
El frescor de tu sien.
No te lo quiero dar.
Yo te lo quiero quitar. 

Tan, tan.
¿Quién es?
El otoño otra vez.

Federico García Lorca.


miércoles, 13 de noviembre de 2013

España: otro cuento putrefacto


En época de abundancia unos se enriquecen a manos llenas y otros, como aves carroñeras, se desviven por recoger los despojos, una suerte de limosna de la que muchos pobres en este país han vivido durante años. Pesebreros, chupópteros, llorones y lameculos, se han servido de planes de empleo, subsidios, subvenciones, y toda índole de ayudas para subsistir a costa de que otros se hagan de oro; es por ello que, sobre esta idea, afirmo que la mayor parte de los ciudadanos de este país tenemos la culpa de una crisis económica que nos retrotrae, tanto social, como monetariamente, a décadas pasadas.
Es muy fácil embestir a Bárcenas, a los responsables de los ERE’s ilegales andaluces, o a Urdangarín & Cía., cuando la verdadera responsabilidad de todo este estercolero recae sobre cada uno de nosotros. Mirábamos hacia los montones de ropa del imperio Inditex, se nos hacía la boca agua con mariscadas y vermús de trescientos euros, aspirábamos a chalets de alto “standing” en la Costa Dorada y pedíamos préstamos desorbitados para amueblar casas y adquirir coches de alta gama, en vez de prestar atención a los que se forraban las chaquetas de billetes, no vigilábamos nuestros impuestos, ni nos preocupaba nuestro futuro, mientras las apetencias y caprichos del hoy quedasen más que cubiertos. Y hoy nos lamentamos con amargura de nuestras colas del INEM, de la suerte de nuestros hijos, del capital humano que emigra, de nuestro nefasto sistema educativo, de las becas Erasmus, de la sanidad y los sanitarios, de las bajadas de sueldos y de la estructura del Estado.
Eximiéndonos de toda responsabilidad y como viene siendo una tradición en este país, echamos la culpa a otros, llámense ministros de educación, de sanidad, de empleo, o de fomento que, a golpe de urna y beneplácito social  han sido ensalzados como nuevos saprófitos del tesoro público.


Más nos valdría administrar correctamente nuestros ahorros, tener cautela a la hora de desenfundar la cartera, vivir con humildad y sacrificio, y abonar el presente para los años futuros, en vez de lamentarnos de tanta ave de rapiña que, no sólo sobrevuela nuestras cabezas, sino que se sientan a comer en nuestras mesas y que, como bien dice Pepín Bello en Un cuento putrefacto (publicado por Sd Ediciones y con ilustraciones de Manuel Flores) se acostumbran a comer vaca en vez de burro, dicotomía de manjares que nos hacen meditar sobre quiénes son los buitres, ¿nosotros o ellos?

lunes, 11 de noviembre de 2013

Maldita televisión...


Demasiada polémica hay en torno a la cuestión televisiva, esa que genera cierto empleo pero arrastra muchos gastos, todo ella al servicio de un poder basado en los medios de comunicación de masas.
El cinismo de los políticos, como los aviones, llega a límites estratosféricos, un lugar de altos vuelos que, basado en la ignorancia de la gente, limpia, brilla y da esplendor a cualquier cerebro humano que se preste a ver la tele durante unas cuantas horas al día. Desde los inicios, la televisión, esa reina de la imagen hoy día dirigida a paquidermos de manta y sofá (la radio y el periódico son entretenimientos más neuronales), ha sido utilizada por magnates de todo tipo y condición, para vendernos sus productos, llámense estos detergentes, turrones (este año no se va a hacer tarde…), planes de pensiones o propaganda electoral -para lo que mayoritariamente ha quedado-.
Desde cualquier programa de entretenimiento, pasando por los telediarios, o incluso el tiempo de cualquier cadena televisiva pública (manda huevos), nos embuchan cuñas publicitarias, salves y consignas de este o aquel partido político, y son capaces de aburrir al más analfabeto del lugar, una realidad que dice poco a favor de los profesionales de este sector, unos trabajadores que, como putas por rastrojo, se dedican a vender sus servicios al mejor postor, o en su defecto, al cacique/político de turno que amenaza con EREs, despidos y desmantelamientos a diestro y siniestro (aunque bien pensado, ¿en qué lugar de la Administración se destierra toda inclinación partidista?).
Si por mi fuese, cerraría TODAS las televisiones públicas españolas, bien sean locales, autonómicas o nacionales, todas ellas meros púlpitos y escenarios de este o aquel partido que denigran nuestra inteligencia y más que informar, cansan y envilecen.


Por ello aplaudo a todo aquel ciudadano que, sensible a lo que nos acontece, apaga la caja tonta y abre un libro, que en este caso bien podría ser S.O.S. Televisión de Germano Zullo y Albertine (autores de Los pájaros) que, de la mano de la editorial Ekaré, nos acercan al mundo de la imagen y el sonido, a su omnipresencia y a cómo hacerle frente a su ausencia, con una pizca de humor y otra de crítica. 

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Abrazos sencillos


Si algo debemos tener claro en esta vida es que nosotros somos lo único que contamos para nosotros mismos… ¿o no? Llámenme egoísta o lo que les apetezca, pero lo que caracteriza a esta estirpe de mortales, es la supervivencia…, y sin egoísmo, no hay vida que resista este mundo cruel.
Tampoco hay que llevar las cosas al extremo, volverse huraño y dejar a un lado a los demás. No. Unos tenemos familia, otros tienen hijos y los de más allá tienen un perro, ofertas de cariño variadas, constantes (más o menos) y plausibles que nos hacen sentirnos queridos y, sobre todo, juntos (a veces, incluso revueltos).
Otra cosa son las sensaciones, esas que nos desconciertan y nos llevan a los más oscuros abismos, a los precipicios más abruptos. Realidades que confunden a cualquiera. Riñas, discusiones, separaciones, entierros, bodas, nacimientos y comidas de trabajo, se suceden en un continuo vaivén que nos hace dudar de nosotros mismos. Palabras, hechos y pensamientos se amalgaman y generan un desconcierto que, a muchos (pobres…), les repercute enormemente y dejan de vivir por el mero hecho de no saber quiénes son, un interrogante metafísico que lleva de cabeza a la humanidad desde tiempos inmemoriales.
Aparcando tanto lío, es más recomendable no pensar tanto y dejarse querer (una de mis abuelas ha alcanzado los ochenta y cinco con este lema por bandera… una razón de peso…), que es lo único liviano que podemos llevarnos al crematorio (porque yo pienso incinerarme en pro del espacio en los cementerios… no sé ustedes…).
Están en lo cierto al dudar sobre la conveniencia de generalizar a la hora de hablar de uno mismo, una actividad que repetimos con frecuencia en nuestra realidad social, pero no deja de ser una salida barata (si no, ya saben: hay mucho psicólogo en paro).



Y si no les he aclarado nada al respecto, siempre pueden echar mano de El abrazo, el álbum ilustrado que el superventas David Grossman y la ilustradora Michal Rovener (Editorial Sexto Piso) han engendrado a tenor de estos miedos, e intentar ordenar sus ideas, unas que, a fin de cuentas, son propias e intransferibles, y que no dejan de ser el sencillo abrazo que alimenta nuestra existencia.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Amansar a las fieras


De amansar a las fieras, algo sé. Si no me creen, les invito a una de mis clases al grupo del segundo curso de E.S.O., ¡toda una delicia!... Que si siéntate bien, que sí deja de chinchar al compañero, que si veo una tiza volando, que si otra de regreso, que si Fulano me insulta, que si Zutano pone los pies en mi silla, que si me levanto a tirar un papel, que si la pizarra me refleja… Todo eso a la vez y un servidor el encargado de administrarlo. Sólo espero no morir en el intento de hacerles aprender el verbo “to be”…
Esconder el lado más salvaje que todos acarreamos dentro de nosotros mismos es una dura tarea que para muchos resulta cuesta arriba (yo incluido). Constatada una naturaleza animal sin precedentes, el hombre ostenta la medalla de oro en cuanto a salvajismo se refiere, un hecho probado a raíz del belicismo, la pornografía, la competencia laboral, y el constante destrozo de todo lo que nos rodea. Para paliar este caos y con bastante inteligencia, griegos y romanos -los artífices de toda cosa bien pensada- crearon la institución educativa, esa que fabrica ciudadanos, y que, con el paso de los siglos, ha ido adaptándose al cambiar de los tiempos y sus necesidades.
A pesar de encargarle ese cometido a la Escuela, la televisión nos ha provisto de programas como “Hermano Mayor” o  “Super Nani” que se encargan de dar buena cuenta del grado de mala educación que, dada la relajación paternal y social, ostenta la juventud de un occidente cada vez más herido. Sólo espero que a estos gurús del constructivismo no les lluevan las hostias de tanto nene desagradecido (o de sus abuelas encabritadas), algo que me extraña sabiendo que los más exitosos en este cometido de inculcar buenas prácticas y normas de comportamiento son madres monjiles, asistentes sociales pusilánimes o maestrillos complacientes, lobos con piel de cordero que saben cómo hacernos caer en sus redes, y a los que junto a niñas rubias, de mejillas sonrosadas y cara de inocentes como Zeralda, la protagonista que el afamado Tomi Ungerer se sacó de esa chistera para reprimir las incivilizadas costumbres de una caterva de ogros, siempre se salen con la suya a la hora de mangonear a los demás.


Y si no encuentra la forma de llevarlos a su terreno, lléveselos de excursión. Siempre hay alguna ocasión para que encuentren el amor y, de paso, convertirse en tiernos cachorritos…

UNGERER, Tomi. 2013. El ogro de Zeralda. Caracas: Ekaré.