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viernes, 30 de noviembre de 2018

Un poco de poesía visual nunca viene mal



“Necesito algo de calma.”
“También una pizca de prisa.”
“Últimamente me río mucho.”
“Y me acuerdo de cuando lloraba.”
“Nueces, castañas, almendras y aceitunas.”
“El frío se abre camino y yo con estas pintas.”
“Pronto llegará el verano y andaremos por la orilla.”
“¡Qué zascandil es este chiquillo! ¡Lo que le gusta una risa!”


Son pensamientos que recorren mi interior mientras veo pasar los días. Unos que no están llenos ni de fama ni de gloria alguna, sólo de vida tranquila. Soy un tipo más o menos normal… Bueno, a veces lo dudo, más todavía cuando asoma alguna madre en el despacho y me espeta que estoy loco. Yo pienso que ojalá. Tengo mis cosillas. ¿Y quién no? El pescadero, el conductor de tren, el basurero, la alumna de la primera fila e incluso Jacominus Gainsborough, nuestro protagonista.


Por primera vez en la dilatada producción de Rébecca Dautremer encontramos un título protagonizado enteramente por animales. No sólo conejos, la especie a la que pertenece Jacominus, sino todo un elenco de aves, mamíferos y anfibios llenan las delicadas páginas de este libro. Quizá para que seamos capaces de identificarnos con los personajes de manera sencilla, quizá porque simplemente le apetecía.


En este libro de gran formato, Dautremer se explaya, quiere desbordarse. Prueba de ello es la combinación de sus dos técnicas más conocidas, el lápiz de grafito, las tintas grises y desdibujadas (véase su versión de Seda), una que utiliza en las dobles páginas llenas de lo que parecen ser fotografías y recuerdos del protagonista, y la técnica mixta (generalmente acuarela, gouache y lápiz de color) que usa en las ilustraciones de gran formato que llenan la doble página. Este contraste favorece la dicotomía entre vida pública y vida privada, una que nos ayuda a penetrar en la personalidad de Jacominus.


Aunque la autora no se aleja demasiado de su estilo plagado de planos cinematográficos y el trazo sinuoso, dulce y desdibujado al que nos tiene acostumbrados, sí noto cierta luminosidad en la paleta de color, cierta intensidad que nos traslada a la historia vitalista del conejo Gainsborough.
No podemos olvidarnos de los guiños a los muchos escenarios que conforman el atrezzo de nuestro deambular cotidiano. Bibliotecas, jardines, patios de recreo y cementerios son los lugares elegidos por la Dautremer para narrar el paso de los días de un conejo tullido por los avatares de la guerra, otra cicatriz para cualquier hijo de vecina.
Amigos, familiares, momentos compartidos, también de soledad, alegrías y pesares, dificultades, golpes de suerte. Todo para que la vida siga abriéndose camino. Recitando versos, dibujando rimas.



viernes, 14 de febrero de 2014

Semana del amor. De amor e ilustraciones...


A los que han amado, aman y amarán.
Si hoy en todas las floristerías reza el eslogan "Díselo con flores", en este lugar he colgado el cartel de "Díselo con ilustraciones". Espor ello que, en esta jornada tan amorosa y terminando con una semana llena de corazones, cariño y reflexiones, he decidido despedirme con las imágenes que Rebecca Dautremer, esa reina del romanticismo ilustrado, ha imaginado para la Seda de Alessandro Baricco en la edición que Edelvives-Contempla acaba de sacar a la luz.
Y sin más, desearles un San Valentín repleto de besos y caricias, que al fin y al cabo, son el mejor regalo.








lunes, 30 de septiembre de 2013

Dormir o no dormir, he ahí la cuestión


Dormir es un placer, sobre todo para quien puede hacerlo… Guardias hospitalarias, recogidas de basuras, programas radiofónicos, cubatas y cerveceo, hijos lloricas, turnos en fábricas, preocupaciones y depresiones, pan fermentando y viajes incansables, son buenas (o malas, según el caso) razones para permanecer despierto y hacer un hueco a la vigilia invisible, esa que muchos desconocemos, bien por suerte, bien por desgracia.
Aunque bastante tranquilo, no debe ser agradable para neuronas, músculos y esqueleto, permanecer en vela la mayor parte de la noche, mientras el resto, la inmensa mayoría, duerme con aplomo sobre cualquier superficie horizontal. No envidio en absoluto a todos esos insomnes que, por necesidad laboral, trastornos orgánicos o voluntad propia, se cuelgan de la madrugada día a día, mes a mes, año tras año.


He visto caras mortecinas, amoratadas y en parte amarillentas, en definitiva, destrozadas, que constatan mi fortuna y suerte, más todavía cuando experimento en mis propias carnes esa horrible sensación de soñar y no poder, de girar de uno a otro lado de la cama, como si de una larva en su crisálida se tratase, y terminar -por fin- con un nuevo amanecer entre una amalgama de alivio y tortura, de alterado descanso.
Y así pasa, que con tanto asueto, un resfriado de vías altas en fase de extinción y meditación espiritual a todas horas, me han tocado dos tazas... ¿Será que necesito una buena dosis de nocturnidad y alevosía para regular el ciclo día-noche? Ya les diré el próximo día pues este fin de semana no he parado y creo que será la cura a todos mis males durante las noches que se acercan. 


Es por ello que, para darle la bienvenida a la noche, esa que nos recoge y repone, la editorial Edelvives edita en castellano la versión-revisión que Rébecca Dautremer ha hecho de El cuento durmiente, un cuento de Perrault poco conocido por estos lares que nos habla de un príncipe que, acompañado por su sirviente, llega a un pueblo en el que todos su habitantes duermen.
Aunque tarde (desconocía que existiera esta edición con la que me topé un día deambulando por las librerías de Madrid), me creo en el deber de darle un puesto en este cuaderno de bitácora, porque si bien es cierto que huyo de las adaptaciones, reconozco que la visión de la ilustradora gala es, más que deliciosa, muy sabrosa. 


Aparte de la intensidad y la poesía con la que suele colarse en nuestras estanterías, este trabajo rezuma referencias al mundo circense, al universo del cine (¿Ven ustedes por ahí El sueño eterno de Humphrey Bogart y Lauren Bacall?) o al del jazz. Desde la misma portada se convierte en un homenaje a los grandes trabajos de cartelería de la primera mitad del siglo XX que se funden con escenarios que mezclan realidad y ficción extraídos de cualquier puntos de Europa y su propia imaginación.


Si a todo ello unimos un gran trabajo de investigación (el vestuario de sus personajes me parece digno de una costurera de teatro), las alegorías (¡El abrazo entre dos boxeadores propiciado por un sueño repentino me parece tan significativo, como encantador!) y sus típicas y desdibujadas perspectivas en movimiento, me parece un inmejorable aperitivo de una noche reparadora.


lunes, 16 de mayo de 2011

En el país de las maravillas...







Y así reflexiono en voz alta desde que un par de profesores de Filosofía se interpusieron en mis lozanos dieciséis años… Si las bases de la democracia se establecen en torno a la libertad como ciudadano, ¿por qué votar es un deber?; ¿Tiene el mismo valor el voto del vecino del cuarto que el de un servidor?; Cuándo uno vota, ¿lo hace como ciudadano o como individuo?; ¿La democracia se basa en la voluntad colectiva o en la individual?... En fin, que después de tanto cocido intelectual, que no maragato, es preferible tumbarse a la bartola y dejar descansar al organismo de tanta indigestión, no sea que entre pitos y flautas nos dé por el suicidio (o la eutanasia…
Algún cacao semejante llevaría mi admirado Lewis Carroll, pseudónimo de Charles Lutwidge Dodgson, cuando parió a su famosa Alicia, esa niña un tanto pava que se perdió en un lugar surrealista y extraño conocido como País de las maravillas… Añado además que, si como dicen algunos, esta novelita pretendía ridiculizar y satirizar el mundo inglés de entonces haciendo uso del sinsentido literario, abogo por erigir una estatua de este autor en cada foro, en cada hemiciclo, que recuerde a los que gobiernan que el pueblo, como si de una minúscula Alicia se tratase, es capaz de dejar en evidencia, de ridiculizar a los poderosos, a las reinas de corazones más odiosas, estrafalarias y déspotas.
Sigan mi consejo y aprovechando la cercanía de unas elecciones que prometen cambios, así como la publicación de las aventuras de Alicia ilustradas por la genial Rebecca Dautremer a cargo de Edelvives, lean.

martes, 1 de diciembre de 2009

Sobreexplotada...



Dado que muchos se extrañan de que un servidor no reseñe muchas obras de Rébecca Dautremer (tengo mis razones, no confundamos la velocidad con el tocino…), hoy les traigo una historia ilustrada por ella –y que por cierto, me encanta-, pero antes, las razones… La Dautremer, conocidísima ella (ha vendido más libros que aceitunas hay en Jaén), es una gran ilustradora, de eso no me cabe la menor duda -utiliza el lenguaje cinematográfico y la escena como nadie, alcanza texturas imposibles, movimientos elegantes, y es muy eficaz a la hora de aproximarse al lector infantil-, pero detesto profundamente que cope el mercado de una forma casi invasora, ya que desde hace unos años a esta parte, todas las librerías están plagadas de “merchandising” de Princesas olvidadas o desconocidas, secuelas de Nasrudín o novedades suyas que pasan a la historia sin pena, ni gloria. No creo que se deba a una vena recaudatoria de la artista, pero sí tendrá su origen en la sobreexplotación comercial que de su trabajo hacen “sus” editoriales, cosa sobre la que debería recapacitar, más que nada porque la clara orientación mercantilista que hoy en día se hace de cualquier producto de consumo provoca un éxito veloz, pero también un declive igual de estrepitoso, que a veces se hace acompañar de crudo olvido, feo asunto para una creadora de su talla, capaz de engrosar las filas de los mejores ilustradores de este siglo XXI.
Y para que no todo sea cal viva, de esa que levanta llagas, ahí lanzo mi sugerencia de lectura a favor de Thaï-Marc Le Thanh y la previamente desollada Rébecca Dautremer, Cyrano, una particular adaptación del clásico (y casi imperecedero) Cyrano de Bergerac escrito por Edmond Rostand, que, con una estética oriental muy lograda, texto ameno y sencillo, y trágico final, logró atarme al primer vistazo. Y no les cuento más..., únicamente les doy un consejo: amen… Nunca se sabe si al final, como el protagonista de esta historia, tras el paso del tiempo, tras el doloroso silencio, existe recompensa.

lunes, 20 de octubre de 2008

La clase obrera


¿Quién me mandará adelantar los temas que voy a tratar en este lugar? Todo me pasa por esta lengua mía, vivaz y madrugadora… Así que nada, como lo prometido es deuda, hoy trataré la prosa de Steinbeck, que no es poco...
Todo empezó el otro día, corriendo. Salí a trotar con un amigo aficionado a la maratón (ese sí que corre y no yo). Este amigo mío, pureta en ciernes y proletario -aunque él se empeñe en lo contrario-, me pidió consejo sobre lectura; estaba algo decepcionado con los libros leídos últimamente y necesitaba dar un giro a sus inclinaciones literarias (bien comerciales, por cierto).
Odio que me pidan consejo, más que nada porque uno no sabe si acertará con la sugerencia..., esto de la lectura es un acto íntimo e inmiscuirse en el pudor de otros no es muy aconsejable: te puede salir el tiro por la culata.


Aprovechando que esa misma tarde había acudido a la biblioteca a husmear un poco, y que mis ojos se habían topado con la “STE” de la CDU, pensé que cualquier obra de John Steinbeck podía ser del agrado de mi amigo. Como La perla es un libro que se aleja algo del universo obrero (que no de la miseria) que impregna gran parte de la obra del autor, y que Las uvas de la ira es una lectura mucho más “adulta” y el susodicho podría desistir fácilmente, me decidí por De ratones y hombres, una novela no muy extensa, realista, de tintes dramáticos, algo entrañable y bastante dura.


Siempre he pensado que la prosa de Steinbeck en De ratones y hombres es una buena manera de enlazar con la literatura de calidad, sobre todo cuando se trata de lectores juveniles, algo que se puede deber a varias razones.
En primer lugar tiene un gran trasfondo social y nos hace vislumbrar las injusticias y desgracias sin mucho aderezo, algo que siempre conecta con el yo adolescente, uno que se siente en desventaja. 
Por otro lado, Steinbeck nos cuenta la historia de Lennie y George, dos jornaleros errantes por la California de la Gran Depresión americana, una suerte de parias que, como los jóvenes de cualquier época, se encuentran desamparados ante un mundo que no les presta las mínima atención. Los dos protagonistas están muy bien construidos y representan arquetipos de esa dualidad extrema que todos exhibimos en ciertas ocasiones, favoreciendo que el lector pueda identificarse perfectamente con cualquiera de ellos.
Por último hay que subrayar un lenguaje bastante popular en el que abundan tacos y expresiones malsonantes que en más de una ocasión le han valido la censura (ya saben, el puritanismo) pero que conectan especialmente bien con este tipo de público. 


Es así como el adolescente, uno que desarrolla el pensamiento crítico y comienza a tomar consciencia de ese mundo del que forma parte (Nota: según muchos psicólogos porque a un servidor, esta cuestión le resbala. Todos estamos aquí hasta que se demuestre lo contrario) es capaz de detectar voces próximas a la suya mientras el atajo de desgraciados que construyen la historia le interpelan.  
Y no es para menos pues la humanidad de Candy, Curley, su esposa y el resto de personajes, infieren en el lector la necesidad de meditar en las motivaciones de los hombre, sus miedos, anhelos y frustraciones. 
Si ello unimos las connotaciones políticas, la rebeldía o no ante el sistema, la visión de los desfavorecidos, el simbolismo animales-hombres, un paisaje asfixiante aunque liberador o la dualidad capitalismo-socialismo, este librito podría dar para horas de debate.


Todas estas capas y muchas más, son las que ha sabido desarrollar de manera exquisita Rébecca Dautremer en el trabajo que recoge la edición ilustrada de la obra del genio norteamericano. Un trabajo muy personal que ha sido publicado por Edelvives en su deliciosa colección Contempla y que amplifica notablemente la lectura de este libro.
Y es que la Dautremer aporta mucho a esta narración gracias a sus estudiadas composiciones, los planos cinematográficos, los guiños publicitarios, las referencias a la cartelería -sigo viendo a Tolouse Lautrec en muchos de sus trabajos-, las reproducciones de fotografías antiguas, o el uso de la iconografía popular, en este caso la estadounidense (aparecen desde Mickey Mouse hasta Hollywood).




No obstante, también hay lugar para nuevos recursos que van desde la ilustración seriada más propia de la novela gráfica (de hecho esta edición podría tomarse como tal), hasta el surrealismo (me encanta la escena de Lennie sentado en una alubia gigante, dice muchísimo), pasando por el realismo paisajístico, la multiplicidad de técnicas usadas (plumilla, ceras...), el cómic, o prestar atención a los detalles en cada escenario donde se desarrolla la acción. 



Sin duda, lo que más me entusiasman son las ilustraciones que acompañan a escenas donde el protagonismo de Lennie es patente. Infantiles, caóticas, monstruosas, provocadores, crueles, abruptas... No sabría muy bien como describirlas, pero el caso es que me fascinan y me turban.


En definitiva, un trabajo excepcional que agranda y enriquece más todavía este librito que suele ser lectura obligatoria en las aulas estadounidenses para que los jóvenes vayan internándose en la literatura adulta y de paso, en la vida, una en la que es necesario rayar un horizonte propio, sin concesiones.


domingo, 24 de febrero de 2008

Enamorados...

Espero un gran éxito “editorial” de estas divagaciones algo razonadas. Para inaugurar por segunda vez este espacio he decidido dedicar a todos los lectores una “Román-reflexión”…, enlazada con una sugerencia de lectura, que para muchos seguro es un buen comienzo

Dejando a un lado las reyertas familiares y dado que he estado ojeando las treinta y dos páginas (creo que es ese el número) que componen Enamorados (para mi gusto unas de las mejores ilustraciones de Rébecca Dautremer –ver también Cyrano para los interesados, o Princesas…), mis primeras palabras tendrán un toque intimista y se remontarán a mis años de instituto donde se es feliz por naturaleza y no nos asusta ni lo mas mínimo establecer “ultimátum”, ni líneas de investigación sobre algo tan extraño como el AMOR…

- ¿Qué es el Amor?- preguntó al viento la ojerosa profesora de ética.- ¿Alguien lo sabe?.- Dijo atravesando a los dos subnormales de turno con la mirada.
Hombros encogidos, muecas tempraneras, risitas infantiles y codazos estúpidos llenaban el ambiente estudiantil de aquel aula.
- Vengaaa…- Se resignó por milésima vez con aquellos cafres la cansada profesora.- Miriam, para ti, ¿qué es el amor?… Supongo que tu lo sabrás, ya que ayer no parabas de revolcarte con Jose en el parquecillo…- Provocación inútil, ya que la susodicha se limitó a lanzar dos miradas: una de odio hacia su interlocutora y otra empalagosa al ligue de turno.
- El amor se siente, no se describe.- Concluyó El Rafilla, acaparando la atención.- Los sentimientos a veces no se pueden describir…
- ¿Acaso lo has sentido, listo?.
- ¿Y tu, flipá?.- Se defendió El Rafa.- Lo que tienes que hacer es quitarte el bozal y contárnoslo tú…
- Cada vez que abres la boca, so’ charlatán, matas a las mariposas que viven en mi estómago… ¡Capullo! – Increpó La Tosti.- ¡Pregúntaselo a tu vieja!.
- ¡Uuuuuuuuuh!.- Malmetieron el resto.
- ¡A ver!, que aquí no estamos en la cárcel –o eso creo-… ¿No sabéis hablar como las personas?.- Calmó aquella jarana la domadora de fieras.
- Profe…, el amor… es escuchar el latido de las piedras.- se escuchó tímidamente.- Es el susurro de la sangre correr por las venas, es… es…- Se trabó la voz de La Luci mientras el resto de salvajes mantenían la boca abierta ante tal sorpresa.- El amor es vivir muriendo y morir viviendo: por uno mismo, por la brisa del mar y por cualquiera. Amar es oler el color del pelo de tu amante, saborear el tacto de su piel y olvidar el susurro de sus ojos. Amar es caer, caer en un vacío repleto de vida. Cuando amas, un minuto es la eternidad, una mirada es el infinito y una caricia el olvido…
- ¿De dónde has sacado todas esas cosas?.- Preguntó boquiabierta la profesora.
- Del corazón.