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domingo, 5 de febrero de 2023

Animales de compañía


Perros, gatos, cobayas, tortugas, periquitos, leones, serpientes, macacos, arañas y lagartos. Cualquier tipo de animal es susceptible hoy día de convertirse en mascota. Peligrosos, venenosos, delicados o salvajes. Dan igual sus necesidades, los humanos se conceden el capricho aunque nuestras casas no sea el mejor de los hábitats. ¿Acaso no estarían mejor en sus lugares de origen?
Mientras piensan la respuesta y aprovechando que Iglú ha recuperado El gliptodonte de Jaime Siles, lo cojo de la estantería y les recito un par de poemas a modo de banda sonora. Y es que este libro editado en los noventa por Espasa Calpe en su sello Austral Juvenil, es un verdadero zoológico donde podemos encontrar cualquier especie animal, incluso el extinto pariente de los armadillos. Con un nuevo formato y acompañado de las elegantes ilustraciones de Paula Alenda, este poemario donde la lexicografía es muy sugerente y juguetona, seguro que les interpela.

El suelo sólo se calla
cuando lo pisa el ciempiés.
El ciempiés, que siempre halla
la unicidad de la raya
donde inciden sus cien pies,
convierte en filosofía
analítica el volver
a ser la caligrafía
en la misma orografía
que monotoniza el ser.

***

Se ven al borde del río
Paraná, de voz de brío,
ojos con luz de quinqué.

Largas lenguas de cuchillo
se afilan contra un colmillo.
Nadie sabe para qué.

Y a la luna opone un brillo
en el agua el amarillo
transversal del yacaré.

Jaime Siles.
El ciempiés y Descripción del yacaré.
En: El gliptodonte.
Ilustraciones de Paula Alenda.
2022. Valencia: Iglú.


viernes, 16 de diciembre de 2022

¡Vámonos de fiesta!


En el mundo hay dos tipos de personas, Aquellas que al rozar la cuarentena, incluso, antes, aborrecen salir de juerga, y aquellas que cuanta más fiesta, mejor. Como podrán imaginarse yo soy de los segundos, y aunque mucha gente me diga que ya no estoy para estos trotes, yo sigo con mi tole-tole porque puedo y quiero.
Si bien es cierto que mi cuerpo se resiente cuando trasnocho y bebo más de la cuenta, necesito salir y alternar tanto o más que cuando era un chaval. La tarde o la noche. El gentío y la bullanga. Cerveza, cháchara y risas. Música de la buena o de la mala (la cuestión es mover el esqueleto, ¡qué más da! Y si ligas, mejor que mejor.


Seguramente ustedes aboguen por tomarse un buen gin tonic en una terraza a orillas del mar, la paz que habita en las montañas o el calor de un buen libro en el sofá, a lo que les respondo: yo también. Las dos situaciones no son excluibles, practico todas ellas y, además, me va la marcha.
Lo admito. Me gustan verbenas, bares y discotecas. Son lugares en los que el personal se desinhibe, da rienda suelta a su yo menos comprometido, más canalla y divertido, a besos, atrevimientos y verdades, su imaginación e ingenio. Sí, son espacios abarrotados y ruidosos, pero muy generosos.


El mundo de la parranda es pura fantasía, un lugar lleno de monstruos repletos de miserias y sinsabores que, arrastrados por motivos de lo más variopintos, se dejan llevar en un vacío menos normativo por un vaivén de locuras que nos suelen alejar de ámbitos más comedidos como la familia o el trabajo.
No digo que todo sea de color de rosa, pues también hay muchos excesos, algún corazón roto y más de un golpe que, a menos que te pillen de sorpresa, hay que esquivarlos para seguir con el ánimo intacto. Que tontos, desquiciados y buscarruidos también salen y hay que saber identificarlos.


Con todo esto no quiero decir que salgan de farra todos los días, ni mucho menos los señalados (estas fechas, las peores), pero sí que alienten la vida y se animen de vez en cuando aunque las horas postreras no sean muy agradables. A veces merece la pena dejarse llevar por el espíritu festivo que se respira hasta en los libros para niños. Y como muestra, dos estupendos botones: Una fiesta de disfraces, escrito por Catalina González Vilar, ilustrado por Paula Alenda y publicado por Degomagom, y ¡En este libro hay una fiesta! ¡Vamos! ¡Entra!, un álbum de Jamie Michalak y Sabine Timm, editado en castellano por Kókinos.


Como cada verano, la señora Melitona celebra su fiesta de disfraces y todos los que viven en el prado acuden a ella. Los del gran manzano, los de la mata de zarzamora y hasta los del viejo pozal abandonado. Empieza la merienda y cada uno acude con su atuendo monotemático. Verde, rosa, azul y amarillo. Todos comen y bailan al son de la música cuando, de repente, una ráfaga de viento huracanado hace aparición…


En esta elegante y sencilla propuesta, Catalina González Vilar nos ofrece una narración muy alegre pero donde subyace un discurso muy interesante en el que se cuelan colectivismo, diversidad y multiculturalidad sin hacer gala de esa vis empalagosa que tanto detesto y llena montones de libros de valores. Si a ello añadimos la frescura de esas aguadas coloristas que tanto me gustan de Paula Alenda, la cosa se transforma en un deleite visual que no deben perderse.


La segunda historia de hoy nos invita a entrar en una fiesta junto a Limón, su protagonista. Abrimos la puerta y pasamos las páginas. En las primeras hay un ratón, una casa, un calcetín y un pantalón jugando a no pisar el suelo. Aquí no es. Seguimos buscando con Limón. Otra puerta. Solo gatos y zapatos. No hay fiesta que valga. En la siguiente unas frutitas muy arregladitas. ¡Tampoco! ¿Encontrará la fiesta Limón?


Con objetos cotidianos y mucha imaginación, las autoras recrean una historia a base de fotografías donde el sinsentido, el diorama y el knolling son la base de una historia interactiva que puede desbordarse como el lector quiera y donde hay destellos de Hervé Tullet o Christian Voltz. Desorbitado, colorista y muy imaginativo.



viernes, 5 de abril de 2019

Mirando (y soñando) por la ventana



Mañana de viernes y cunde el desánimo... 
Parece mentira que, habiendo calificado a los alumnos hace cuatro semanas, sigo enterrado bajo toneladas de exámenes. ¡No hay derecho a esto! Ellos están hasta las narices (tanta evaluación continua vacía almas y calles) y un servidor no les va a confesar hasta donde llega su hartura. Nos quitan septiembre, nos llenan de burocracia (¡Más papeles y reuniones!) y, para más inri, viene la Semana Santa y hay que oír que vivimos de puta madre.
En fin…, no me voy a calentar, que me parece que con esto, una blefaritis, la muela partida y la astenia primaveral, tengo bastante. Así que soñaré mirando por la ventana. Para alejar el frío que se acerca de nuevo a la primavera. Leyendo buenos libros, de esos en los que las palabras bailan, te acunan y uno se adormece a base de caricias...



[…]

Y veo un pez…
con los ojos del revés.
Un flautista.
Una cebra trapecista.

Un castillo.
Un pirata en calzoncillos.
Un mapache… y cachivaches.
Un atleta en bicicleta.

Y un ratón…
con bigotes de cartón.

¡Vaya lío!
¡Tiene gracia!
Lo que veo por mi ventana.

[…]

Antonia Rodenas.
En: ¡Vaya lío de mañana!
Ilustraciones de Paula Alenda.
2019. Madrid: Anaya.



viernes, 19 de marzo de 2010

A Miguel Hernández (3)



Me alegra que, de vez en cuando, las editoriales me puncen con alguna sorpresa y no sean tan previsibles como acostumbran. Es el caso del título de hoy, un libro que se ha abierto camino entre la ingente cantidad de publicaciones que conmemoran el centenario del nacimiento de Miguel Hernández, más que nada, porque, además de ser un poemario que incorpora una edición cuidada y con unas ilustraciones muy apropiadas para las rimas, recoge poemas inéditos del autor. Con una de esas poesías les dejo este día de San José (mis felicitaciones a todos los que conmemoran su onomástica) y me despido hasta la próxima semana.


Un ciprés: a él junto, leo.
(El sol va acortando un poco
a poco su fulgor loco.
Preludia un ave un gorjeo).

Me acuesto en la hierba. Leo.
(Es el poniente de hoguera:
contra él una palmera
tiene un débil cabeceo).

Echo el ojo al hato. Leo.
(Da el sol un golpe mayúsculo
a una montaña…
Crepúsculo.
Se oye de un agua el chorreo).

Me pongo sentado. Leo.
(La mugiente luz se enjambra
fingiendo una gran Alhambra
de mármol cristaloideo).

(Trunca el ave su gorjeo.
Por el oriente descuella
la noche.
¿Nace una estrella?).
No quedan luces… No leo.

Miguel Hernández.
Leyendo.
En: El silbo del dale.
Selección, introducción y notas de Juan Nieto Marín.
Ilustraciones de Paula Alenda.
2009. Zaragoza: Edelvives.