Mostrando entradas con la etiqueta Editorial Corimbo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Editorial Corimbo. Mostrar todas las entradas

martes, 18 de febrero de 2025

Gastrificación o ¿el futuro de la comida?


En lo que a gastronomía se refiere, España ya no es lo que era. Desde que se han apoderado de nosotros las estrellas Michelín y los reality shows de cocina, todo se ha degradado. Si a eso unimos que bares y restaurantes han aprovechado la coyuntura para clavarnos de lo lindo por hacer lo mismo de siempre y adornarlo con cuatro gilipolleces, en este país no hay quien se coma un buen menú del día.
Caldo de patatas, guisado de costillas, lentejas estofadas, patatas a la riojana, unas fabes con chorizo u oreja, cocido con vuelcos y sin ellos, sopa de menudillos o de tomate, arroz con pollo, conejo, morralla y también con habichuelas, galianos o gazpacho andaluz, caldo gallego o salmorejo. Si lo piensan bien, los platos de toda la vida se elaboran con productos baratos y no tiene sentido que nos los estén vendiendo a precio de oro.


Y eso si es que saben hacerlos, porque empiezo a pensar que gran parte de la restauración de nuestro país empieza a entrar en esa categoría de la quinta gama, es decir, aquellos establecimientos que sirven comida precocinada y envasada al vacío, que solo hay que calentar y emplatar al gusto. Y si no, fíjense en la cantidad de carrilleras, estofados de rabo, pan bao, croquetas, gyozas, hummus o tartares de atún y salmón que abundan hoy en día en cualquier bar.
Son los platos de la llamada gastrificación, un fenómeno que además de acabar con la diversidad gastronómica de cada zona, ha provocado la industrialización de un sector en auge en nuestras latitudes y abaratado los costes de productos que casi nadie sabe lo que llevan. Nos venden el cuento de que es comida casera, pero de eso nada. Lleva los mismos azúcares añadidos, las mismas grasas saturadas, los mismos gelificantes y los mismos aditivos que la comida preparada que venden en el supermercado de turno.


Cada vez me horroriza más salir a comer por ahí. Si antes eran los caldos o los aceites, ahora todo lo que hay en el plato es una suerte de productos cuyo origen desconocemos y a los que nos vemos abocados por a) esta vida frenética y b) la ausencia de amas/os de casa que compren, cocinen y frieguen. Y espérense, que desde que las grandes corporaciones han entrado en el juego de la alimentación, en nada veremos como los productos naturales se ponen a precio de oro a base de controlar su producción y venta. ¡Ni siquiera podremos hacernos una coliflor hervida!
Por poner una nota de color en esto de llenar el buche, hoy les traigo un librito que me ha arrancado más de una carcajada. Una cucharada de ranas, con texto de Casey Lyall, ilustraciones de Vera Brosgol, es un álbum publicado por Corimbo hace unos meses que hace una crítica a los shows televisivos sobre cocina desde un punto de vista muy sugerente y divertido.


En esta historia, una hechicera se encuentra grabando un programa televisivo titulado Cocina de brujas. En su nueva entrega quiere enseñar a los televidentes como hacer la nutritiva sopa de ranas, un plato imprescindible en la mesa de cualquier bruja. Con mucho desparpajo, va mostrando cómo es la receta. Ajo por aquí, patatas por allá, un poco de extracto de mosca y el ingrediente estrella: una cucharada de ranas. Pero algo con lo que no cuenta la presentadora es con los saltos que pegan estos batracios. Por más que lo intenta, siempre consiguen escapar de su alcance, cosa que hará de echar unas cuantas ranas en el caldero, una misión imposible. ¿Lo conseguirá?


Con una estética muy cinematográfica en la que abundan diferentes tipos de planos, ambientada en esos programas estadounidenses de los años 60 y 70, esta pequeña comedia encandila a todo el mundo con su estructura narrativa en forma de sketch repetitivo donde el humor blanco es más que suficiente. De paso, pone en tela de juicio las supuestas malas artes de este personaje tan manido de la LIJ más oscura, algo a tener en cuenta dada la inutilidad de la protagonista para coger cuatro ranas. Como colofón, tienen el final, uno que les dejo descubrir por ustedes mismos, cosa que me agradecerán.

viernes, 14 de febrero de 2025

¡Feliz y moderno San Valentín!


Hoy es San Valentín y mis efebos de la ESO están como locos. Nada como celebrar el amor para que sus hormonas se revolucionen un poco más. Se regalan abrazos, caricias, carantoñas y cucamonas. Incluso he visto un par de rosas por los pasillos y alguna que otra mano cogida.
Si bien es cierto que los teenagers siguen desbordándose de cariño por todos los poros de su piel, también hay que decir que, últimamente, veo pocas muestras de cariño en público. En mi época no quedaba ni un rincón vacío para darse el lote, eran frecuentes las disputas entre esta y aquella por algún machirulo repeinado y, tanto las declaraciones de amor, como las rupturas sentimentales estaban a la orden del día.


Quizá sea mi percepción, pues ahora me hallo al otro lado y estoy poco informado de las cuitas entre adolescentes, pero sí que oigo comentarios que parecen ser sacados de salseos vespertinos, night shows o terapias amorosas. Cuestiones como el poliamor, el ghosting, el love bombing o cushioning se abren camino en las aulas de la generación alfa (así se le llama a esta panda de ofendidos urbanitas que viven en la abundancia).
A pesar de estos, esperemos que el amor siga abriéndose camino en nuestras vidas como ese puro sentimiento en el que florece la oxitocina, nos refugiamos durante las tormentas individuales y colectivas y nos arrebata el sentido como fuente de dramas, guerras y fantasías.


Para celebrarlo, hoy les traigo dos libritos muy agradables para que regalen a sus seres queridos (que siempre hace bien un poquito de letra impresa). El primero en discordia es Alguien te quiere, Sr. Cascarón, un álbum de Eileen Spinelli y Paul Yalowitz publicado el día de hoy (¡Sí! ¡La editorial catalana ha decidido festejarlo así!).


El señor Cascarón ha recibido un paquete inesperado. Cuando lo abre, descubre una caja enorme con forma de corazón llena de bombones. Sorprendido e ilusionado, este hombre comienza a hacerse cábalas de quién podrá ser la persona que se los ha enviado. ¡Por fin alguien le pretende y él da palmas con las orejas! Está tan feliz que pasa de ser la persona más desconocida del vecindario a toda una celebrity. Derrocha amabilidad y simpatía por todos los poros de su piel y ayuda a cualquiera que lo necesite. El señor Cascarón está lleno de amor. Pero como las historias no pueden ser tan bonitas, unos días más tarde el cartero regresa para decirle que hubo un error y que ese regalo no iba a dirigido a él. Entonces…


El segundo título de hoy es El libro del amor, un álbum de Vita Murrow y Annelies Draws que acaba de publicar la editorial Tutifruti para ir agrandando una colección que empezó con El libro del año y El libro de las palabras importantes.


Con sus más de doscientas páginas, este libro es un canto al amor en más de cien idiomas. Love, uhibbuka, soyayya, lerato, liebe o agape, son algunas de las palabras (o expresiones, que también las hay) que sirven para referirse a este sentimiento universal en inglés, árabe, griego o hausa. Al tiempo, en cada doble página, las autoras aprovechan para contarnos cuestiones y costumbres de los lugares en los que se habla esa lengua u otras palabras igualmente curiosas. De este modo, el lector descubre la diversidad que puebla el globo, fantasea con acercarse a esos lugares y disfruta de lo desconocido.

miércoles, 14 de febrero de 2024

¿Amores?


Si hace unos años las redes sociales se llenaban de todo tipo de mensajes de amor hacia ligues y parejas durante este día, desde que manda la progresía, San Valentín ha sufrido una vuelta de tuerca de lo más ridícula y absurda.
Y no es que yo tenga nada en contra de las amistades, los animales o la familia, pero si este santo era el patrono del amor pasional, ¿qué cojones estáis haciendo, melones? ¿Acaso son comparables las relaciones de pareja con las que tienes con tu madre o tu gato? Me pregunto.
A menos que tengáis relaciones incestuosas o te vaya la zoofilia, creo que debéis abandonar vuestro infantilismo y empezar a interiorizar las carencias que os provee la vida en vez de justificarlas con otros seres vivos que os rodean o camuflarlas de autocuidado.


¿Que la soledad también es una opción maravillosa? Por supuesto. Nadie mejor que yo para corroborarlo. Pero que me vengáis con gilipolleces para justificar la vuestra, solo denota infantilismo y poca inteligencia emocional. Esa lavado de cara que los ismos han instaurado en mitad de sociedades exentas de juicio y autocrítica, tiene un nombre: vacío (N.B.: Si encuentras otro nombre mejor, pónselo, póntelo).
Así que, a mí dejadme de rollos, que bastante tengo con aguantar otro tipo de gilipolleces. El amor de pareja puede ser tan saludable como el amor que sentimos hacia nosotros mismos, otras personas o cosas, siempre y cuando sea sincero y bien avenido. Otra cosa es que te toque el cafre o la seta de turno y quieras hacerte el harakiri cada vez que abre la boca. Pero si es correspondido y bien avenido, como los que hoy os traigo, adelante con ello.


El primer libro amoroso de hoy es el Señor abrigos, un álbum de Sieb Posthuma que ha sido publicado por la editorial Corimbo este otoño.
El libro en cuestión nos cuenta la historia de un hombre que siempre tiene frío. Aunque le dé candela a la estufa o se hunda bajo las mantas, es imposible que entre en calor, así que decide irse a una tienda y enfundarse en un montón de abrigos. Viste uno tras otro hasta convertirse en una cebolla andante y construir una especie de casa en la que resguardarse de esa gran tiritona que no le deja vivir. Sorprendida, la gente acude a ver ese hogar tan curioso, hasta que un día, uno de los visitantes le invita a visitar su ciudad y descubrir otra casa muy similar…


Combinando lo hiperbólico con la metáfora dual del frío-calor, el autor flamenco construye una bonita parábola sobre el amor que, acercándose al simbolismo, nos acerca a esa frase tan utilizada en nuestra lengua que reza “Siempre hay un roto para un descosido”. Un canto de esperanza ante la búsqueda de un amor imposible, que ha sido adaptado al teatro en los Países Bajos.


Seguimos con Asombrados, un álbum de Javier Sobrino y Raquel Marín que ha publicado recientemente la editorial asturiana La Maleta. En este libro la niña protagonista va a salir a la calle, pero descubre que su sombra no está, se ha ido. Ella, sin más tardar, sale a buscarla, corre por unas calles que bien pueden ser las de cualquier pueblo de España. Busca en las esquinas, en las plazas y las fuentes. ¿Dará con ella?


Raquel Marín, una ilustradora que siempre se me ha encantado, transita por la prosa breve y poética de Sobrino con unas ilustraciones donde la perspectiva cinematográfica y la alternancia de planos juegan con una paleta de color limitada pero muy efectiva. Sombras que se pierden, que se encuentran y se conjugan son la verdadera esencia de una narración donde la amistad y el amor se funden página a página. ¿Acaso no han sido sorprendidos alguna vez por ese hallazgo en el que un amigo se transforma en amante?


Por último, nos tenemos que detener en Cuando perdí la cabeza, un libro de Matilde Tacchini y Mercè Galí que ha publicado Takatuka. Esta historia con mucho humor se centra en una cabeza fugada. Su protagonista no sabe dónde se ha ido, pero él sigue haciendo su vida con normalidad. Por aquí y por allí, la busca por todos lados hasta que al final da con ella.


Echando mano de esa exclamación que solemos usar cuando alguien no da pie con bola, las autoras nos presentan una historia algo disparatada en la que el amor tiene la culpa de los acontecimientos.

domingo, 26 de noviembre de 2023

El abrigo de la naturaleza


El otoño tiene algo que irrumpe de lleno en el corazón. Sobre todo cuando te acercas a un bosque de hoja caduca y te dejas seducir por los contrastes. Robles, hayas, tilos, arces y castaños se combinan en una colorida sinfonía de amarillos, ocres, anaranjados, y rojizos que embelesan al visitante.


Las hojas caídas, los hongos que amanecen entre ellas, amanitas y boletos, colmenillas y negrillas. El furtivo vuelo del mirlo, un petirrojo escurridizo, el silencio roto por algún trino. Corre un riachuelo a lo lejos mientras una ráfaga de viento hace volar los vestigios de un verano en ruinas.
Es curioso que, en mitad de esa aparente calma, uno no se siente solo. Una sensación extraña te recorre y empiezas a formar parte de ese todo inmenso llamado mundo. Del siseo de la lechuza, el crepitar de las cortezas y el brillo del musgo. Tú también estás en ellos. En ese momento.


Siempre he creído que, hasta que uno no experimenta esa sensación, es incapaz de respetar la naturaleza. Es por ello que siempre que viajo con mis alumnos a uno de estos parajes, realizo un pequeño taller que consiste en sentir lo que nos rodea. Cerrar los ojos y buscar pequeños sonidos, por ínfimos que sean. Acariciar las piedras, palpar la yerba, abrazar un árbol y saborear el rocío. Crear un vínculo, entender el mundo y sobrecogerte.


Con tanta intensidad (¡Hoy te ha picado la biología, Román!) me acerco a Trébol, un álbum con texto de Nadine Robert e ilustraciones de Qin Leng, que acaba de traer a España la editorial Corimbo. Premiado en numerosos certámenes, este libro tiene un algo especial.


La granja de Trébol tiene mucho trajín. Ella y sus hermanos no paran de hacer cosas. Recoger arándanos, buscar setas o coger mejillones. El problema es que Trébol es muy indecisa y nunca sabe qué hacer y siempre se deja llevar por lo que decide el resto. Un día, mientras están en el río, Trébol se acerca a la orilla y ve que Peonía, una de sus cabras, se adentra en la espesura del bosque y empieza a seguirla por miedo a que se pierda. Así comienza una búsqueda en la que Trébol deberá enfrentarse a lo que más se le atraganta: elegir su propio camino.


Ambientada en un bosque exuberante donde la vida bulle silenciosamente, la historia de Trébol carece de pretensiones. Sencilla y honesta nos presenta un problema de la infancia que crece en su propio seno, el de apartarse de los demás y seguir un personal sendero. Con paso firme y sin amedrentarse por las bifurcaciones, todos debemos encontrar el nuestro.


Ilustraciones de corte clásico donde las líneas entintadas y las aguadas pastel nos ofrecen un universo más que agradable en el que árboles majestuosos y ruidosos riachuelos son coprotagonistas de una acción que discurre tranquila pero a paso firme.


Una óptica muy cinematográfica, silencios que invitan al suspense y la fragmentación del texto en cada doble página, imprimen diferentes ritmos narrativos y sensaciones que se saborean en la lectura. Intranquilidad, derrota, indecisión, calma, arrojo, urgencia, sorpresa, alivio… Todo se mezcla en una historia entrañable donde lo silvestre toma la palabra sin pronunciarse.

sábado, 19 de noviembre de 2022

Philippe Corentin o cómo darle la vuelta a los cuentos


Si hay un lugar en el que confluyen los cuentos tradicionales, ese es el libro-álbum, un formato que lleva llenándose durante décadas de argumentos y personajes que llenan los llamados cuentos de hadas desde perspectivas clásicas o sugerentes vueltas de tuerca.
Son muchos los autores que han hecho su personal viaje por los cuentos de siempre, pero hoy me gustaría apuntar hacia la obra y figura de Philippe Corentin, uno de los autores de álbumes infantiles más reconocidos en Francia que falleció el pasado 7 de noviembre. Sirva este recorrido por su obra publicada en castellano como sentido homenaje y lugar de encuentro monstruoso.


Con más de una treintena de libros publicados, Philippe Le Saux, verdadero nombre de este artista nacido en el distrito parisino de Boulogne-Billancourt hace 86 años, empezó en revistas como Elle, Vogue o Marie-Claire y en publicidad, más tarde continuó con su hermano gemelo en el mundo del humor gráfico y, finalmente, al terminar los años ochenta, se decantó por crear historias infantiles donde lo paródico y lo burlesco definieran un camino personal para indagar en los miedos y deseos de los lectores a base de, como él diría, buenas dosis de “mala fe”.
Y es que no nos debe extrañar que en L’ecole des loisirs, su editorial de cabecera y que fundó junto a Arthur Hubschmid, el lema era “Un cuento no se ha de hacer para dormir a los niños, sino para despertarlos”, una máxima que inspiraría a una generación de creadores de álbumes dirigidos a la infancia y que perdura todavía en figuras como Gilles Bachelet.


De entre todos los títulos que publicó, un buen puñado llegaron a nuestro país a finales de los noventa y primeros dos mil gracias a la editorial Corimbo. Aunque sus historias son muy variopintas, mis favoritas son las que tienen como protagonistas a algunos de los personajes de los cuentos infantiles de toda la vida, sobre todo el lobo, uno de sus personajes fetiche ya que aparece en muchas de estas obras. ¡Empezamos desgranando algunas!


El ogro, el lobo, la niña y el pastel está basado en un juego de lógica popular. En él, un hombre llega con un lobo, una cabra y una col a orillas de un río que debe cruzar remando en una barca donde solo caben él y uno de sus acompañantes. Si cruza con la col, el lobo se queda solo con la cabra y se la zampa, y si cruza con el lobo, la cabra se pone las botas con la col. Cualquier combinación es nefasta. Entonces, ¿cómo consigue cruzar el hombre y su mercancía al otro lado del río?
En el libro, Philippe Corentin plantea el mismo problema pero utilizando los personajes que le dan título y le propina un final divertido y nada esperado. A modo de caricatura y con mucha luz (me recuerda a la hora dorada), las ilustraciones crean un ambiente divertido y desenfadado. Sobre el formato cabe destacar que en cada escena encontramos una página intermedia de menor longitud que modifican la historia a modo de trampantojo móvil, lo que establece un añadido interactivo que aporta una función lúdica en la historia.


¡Cataplum! está protagonizado por otro lobo que, en este caso, persigue a un conejo por su madriguera. Conforme el lobo va pasando por las diferentes estancias que constituyen la morada, el lector-espectador descubre montones de pequeños conejos que se esconden entre el mobiliario, algo que el lobo es incapaz de ver. 


Finalmente, nuestro protagonista, siguiendo un rastro de zanahorias (un recurso maravilloso que imprime dinamismo y muchos tropezones) llega hasta el baño, donde el conejo está haciendo sus necesidades (nuevamente reaparece el humor, en este caso escatológico, de Corentin). El lobo, sintiéndose atraído por una bañera muy sugerente, decide darse un chapuzón y jugar con un barco de juguete. Al final se reanuda la persecución que terminará con un giro inesperado en el que una fiesta de cumpleaños sorpresa nos arranca la sonrisa.



En ¡Chaf! tenemos una historia donde el formato cumple un cometido muy especial ya que la verticalidad aporta mucho a un relato ambientado entre el brocal y el fondo de un pozo. Tomando como excusa esa fábula clásica en la que una zorra mira el agua de un pozo y piensa que el reflejo de la luna es un queso enorme, el autor desarrolla una narración muy jugosa. 


Ni corto ni perezoso, el lobo baja hasta el agua percatándose de que el queso es un mero espejismo y que no puede volver a subir arriba si alguien no le ayuda. Corentin aprieta el interruptor y toda una sucesión de animales que se van engañando los unos a los otros dan vida a una historia circular que promete ser infinita.


El más canalla de todos es Señorita sálvese quien pueda, un libro donde el autor francés homenajea de una manera muy especial a la Caperucita Roja de los hermanos Grimm. Protagonizado por una niñata de armas tomar, su madre le manda a hacer un recado a casa de su abuela. Una vez llega se encuentra con que un lobo está metido en la cama de su abuela. 


La niña, en vez de echarse a temblar, empieza se pone a hacerle el tercer grado al lobo y, sin pelos en la lengua, le deja las cosas muy claras: ella no es tan tonta como Caperucita y como se descuide lo muele a palos. De repente aparece la abuela y, defendiendo al pobre animal que ha recogido en mitad de la nieve, le echa un buen rapapolvo a la nena. Tan demencial, como fantástico.


En ¡Papá!, el autor francés nos quiere hablar de los miedos que acucian a los niños a la hora de irse a la cama. En esta historia, un niño está en la cama cuando, de repente, siente una presencia extraña a su lado: un pequeño ogro. Ambos se ponen a gritar y el ogro aparece en mitad de la fiesta que sus padres han organizado. Este vuelve a la cama y al cabo de un rato vuelve a suceder lo mismo pero esta vez con el niño de carne y hueso. 



En esta historia de ida y vuelta, Corentin nos habla de universos paralelos, el de los humanos y el de los ogros, cuya línea divisoria está precisamente en esa cama compartida. Aunque los lectores cabrían esperar enormes diferencias, el mundo de los adultos es muy parecido en ambos y ellos siguen siendo niños que deben bregar con sus malos rollos sin demasiada ayuda de los mayores.



Para terminar hay que hablar de dos libros que no se relacionan con los cuentos populares, pero merecen un hueco. Fulanito de tal, un libro donde lo social se desborda por todos lados (es lo que llamaríamos un “libro de valores”) y El África de Zigomar, uno de sus primeros libros, donde su protagonista, un pequeño ratón llamado Zigomar, viaja hasta el continente africano a lomos de un mirlo.

lunes, 13 de junio de 2022

Cosas de rosas


Este año de rosas marchitas (que sepan que estos calores tempranos no son precisamente idóneos para la floración), toca ensalzar una planta a la que, personalmente, le tengo cierta admiración aunque no sea de mis favoritas.
Aunque ha sido cultivada por babilonios, sirios, griegos o romanos, hoy día, el mayor productor de rosas del mundo es Ecuador, un país con un clima excepcional para criarlas como gustan en el mercado de la flor cortada: tallos largos y erectos, botones florales gruesos y mullidos y colores vivos. Evidentemente, sus características dependen de la variedad que se cultive, ya que, precisamente, hay unos treinta mil varietales de rosas (tengan ustedes en cuenta que la llevamos cultivando e hibridando desde hace miles de años).


Todos estos tipos de rosales se dividen en tres grupos muy diferenciados, los naturales, los antiguos y los modernos. Los naturales son los que se encuentran en el campo de forma natural. Hay unas cien especies en total con distribución eurasiática. De todas estas especies solo unas pocas han sido utilizadas para producir las rosas que engalanan los jardines, como por ejemplo Rosa canina, Rosa gallica, Rosa moschata o Rosa rugosa. Como curiosidad les diré que la mayoría de las flores de estas especies solo tienen 5 pétalos, como el resto de la familia Rosaceae
Los antiguos se refieren a todos los rosales que se cultivaron antes de 1867. Las flores de estos rosales eran mucho más pequeñas pero tenían una fragancia mayor y más intensa. En estas rosas las flores tienen más pétalos, pero el total suele ser múltiplo de cinco. Esos pétalos no son más que estambres modificados como resultado de los cruzamientos entre especies naturales y la selección artificial.
Los rosales modernos son los producidos a partir de 1867, año en el que Jean-Baptiste Guillot, rosalista de Lyon, creo su rosa “La France”, el primer hibrido de té o doble híbrido que generalmente se obtiene por injerto. Son los que más abundan hoy día y tienen rosas muy grandes y vistosas pero poco aroma.


Aunque la rosa se ha cultivado principalmente por su valor ornamental hay que hablar su valor como productora de un aceite esencial con propiedades cicatrizantes y anti-envejecimiento. El más utilizado es el aceite de rosa mosqueta que se comercializa puro y tipificado. También se utiliza para elaborar mermeladas, bien de pétalos (sí, como lo oyen) o de sus frutos, el llamado escaramujo, uno que los botánicos llamamos cinorrodón que es muy rico en vitamina C (hasta 10 veces más que la naranja), también A, D y E, así como antioxidantes.
Sobre su simbología se pueden imaginar que es muy variada. Desde deidades femeninas como Afrodita, Venus o la Virgen María, hasta emblemas de equipos de fútbol, casas reales o partidos políticos.


Y con tanta rosa llegamos hasta La rosa de mi jardín, un álbum de Arnold Lobel y Anita Lobel, la que fuera su esposa veintitantos años, que ha publicado esta primavera la siempre atenta editorial Corimbo. En él se nos presenta una historia acumulativa a doble página en el interior de dos marcos dorados. Mientras que en la izquierda se puede leer el texto, uno que va creciendo de abajo hacia arriba, en la derecha observamos cómo van apareciendo los diferentes elementos.
La acción se desarrolla en un jardín casi vacío ocupado por una rosa que aparece en la esquina inferior izquierda. Sobre ella se posa una abeja para echar la siesta gracias a la sombra que le proporcionan las malvarrosas, unas que están junto a las caléndulas. De este modo el jardín se pone a reventar de flores y colores, hasta que al final… ¡sorpresa!


Llama la atención que en el marco de la página izquierda, en su esquina superior izquierda, los autores deciden representar los elementos que se van añadiendo prescindiendo del color, un recurso que tiene una doble utilidad para el lector. Por un lado hace hincapié en cada nuevo elemento que se va añadiendo a la historia, y por otro ayuda a reconocer la variedad florística de este jardín exuberante, un recurso más propio del álbum informativo, algo que me parece maravilloso teniendo en cuenta el nivel de detalle y fidelidad de las ilustraciones.
Espero que disfruten de este jardín porque bien merece una mirada atenta que sepa apreciar las maravillas que, de próximas, nos pasan desapercibidas.

miércoles, 18 de mayo de 2022

¡Feliz día de los museos!


En este día internacional de los museos me dispongo a hacer una reseña de uno de esos libros que hace años deberían haber estado aquí pero que por culpa de las novedades, mis descuidos o la falta de tiempo, no le ha sido asignado un lugar hasta hoy.
Se trata de Pequeño museo, un libro que editó hace años Corimbo y que todavía pueden encontrar en las librerías. Este es un álbum muy especial, no solo porque se dirige a todo tipo de lectores (aunque muchos se empeñen en catalogarlo como imagiario o libro de imágenes para prelectores), sino porque es una síntesis sin parangón entre dos universos, el del arte y el de la lectura.


Creado en 1992, este diccionario, abecedario o palabrario (¡Hay tantas formas de llamarlo…!) se presenta en tapa blanda y en formato bilingüe –castellano/inglés-, cosa que ya dice bastante, no sólo para maestros de toda índole y condición, sino a todos esos padres que viven empeñados en que sus hijos sean políglotas por culpa de complejos personales (¡Con lo que cuesta aprender otro idioma!).
Una vez lo abres y empiezas a pasar páginas, observas que, como cualquier otro álbum de este tipo, cada doble página representa una palabra que está escrita en la página izquierda y representada por una imagen en la derecha. Lo más curioso es que todas las imágenes que se recogen en este libro proceden de cuadros que se exponen en los mejores museos y galerías de arte de todo el mundo.


Seleccionadas por Alain Le Saux y Gregoire Solotareff es un libro que hace un recorrido a toda la historia de la pintura tomando como excusa el orden alfabético (si lo que quieren en una historia del arte cronológica este no es su libro) de las palabras que aquí se representan. Gallina, huevo, cara, ciclista, espalda, mariposa… Así hasta 149 palabras (se pueden imaginar que es un libro bastante tocho) que se acompañan de detalles u obras de genios como Magritte, Velazquez, Picasso, Bruegel, Piero de la Francesca, Van Gogh, Monet o Hopper.
Me parece un ejercicio de memoria muy interesante para alumnos de bachillerato o incluso de universidad, sobre todo en lo que a materia referencia se refiere (no solo como repaso de examen, comentario artístico o competición de conocimientos, que también), ya que muchas de las obras seleccionadas son un resumen más que acertado de los movimientos y corrientes artísticas que impregnan la cultura occidental.


Si bien es cierto que no sabría adscribirlo a la categoría de ficción o a la de no ficción, el resultado me parece cuanto ni menos interesante, no sólo por el cariz tan evocador y estético que propone, sino por experimentar con la hibridación entre lenguajes, esa correspondencia entre la imagen y la palabra desde un prisma más complejo todavía en el que el discurso emergente se eleva al cuadrado (¿Qué intentaba decirnos aquel artista con este cuadro? ¿Qué nos dice ahora? ¿Cambia el mensaje con solo una palabra).
No se pierdan este museo. Es una joya.