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martes, 19 de noviembre de 2024

Cuentos mutantes


Todos los estudiosos del tema suelen aludir a la capacidad mutable de los cuentos, sobre todo si tenemos en cuenta que estas creaciones populares corren de boca en boca y de hoguera en hoguera. Como nuestros propios genes, pueden ser modificados gracias a las aportaciones que cada narrador hace en su relato, y no nos debería extrañar que existan numerosas versiones de cada uno de ellos, más todavía teniendo en cuenta la de años que han pasado desde que la especie humana comenzó a usarlos.
Bien por necesidades del guion (añadir un poco de salsa siempre realza los sabores), las tendencias y modas (como el largo de la falda, los cuentos también se adaptan al gusto del público) u otras triquiñuelas (ya saben… cuitas palaciegas, intereses maquiavélicos, revoluciones populares y doctrinas varias, también meten la cuña publicitaria en los cuentos), estas narraciones han ido cambiando su forma.


Parece que todo cambia con Gutemberg y su invento, pues eso de la letra impresa pone freno a que todo el mundo colabore con sus aportaciones en esto del entretenimiento lingüístico. O al menos, eso creemos, pues incluso de esta manera, también hay que hablar de libros destruidos o perdidos, editores entrometidos, traductores desafortunados, correctores incorregibles y lectores juguetones.


Precisamente de estos últimos toca hablar hoy gracias al último libro de Jon Klassen que se publica en nuestro país gracias a Blackie Books. La calavera, que así se llama el título de este álbum, está basado en un cuento tradicional tirolés que Klassen leyó en una biblioteca de Alaska mientras esperaba que comenzase una de sus presentaciones.
La historia nos habla de Otilia, una niña que huye en mitad de la noche. Atraviesa el bosque mientras escucha su nombre, hasta que se encuentra con una casa. Al acercarse, se da cuenta de que la puerta esta cerrada y, tras llamar y preguntar si hay alguien, una voz le contesta. Al alzar la cabeza, ve a una calavera asomada a una ventana que, finalmente, le ayudará a entrar. La calavera le cuenta su historia mientras le enseña la casa y la invita a pasar la noche no sin antes confiarle un secreto: le tiene que ayudar a escapar de un esqueleto sin cabeza que la persigue todas las noches.


En este cuento un tanto misterioso, Klassen despliega todo su arte narrativo en un álbum extenso (unas ciento veinte páginas son bastantes para un álbum) en el que utiliza diferentes recursos. Lo primero de todo es que estructura la obra en cinco partes con título múltiple. Esto es algo que extraña bastante en un relato corto como un cuento, pero del mismo modo tiene su sentido, ya que así establece una serie de ideas clave que permiten al lector, no solo recordar lo que acontece en él, sino anticipar, a modo de funciones de Propp, esos hilos argumentales que tanto resuenan en unos cuentos y otros. Del mismo modo, dilatar el lapso temporal también le ayuda a mantener la tensión en un relato intrigante y un tanto terrorífico en el que las sorpresas y el efectismo tienen su función.


En segundo lugar, hay que hablar de la paleta de color. Siluetas grises, sombras negras y reflejos tornasolados de hogueras y amaneceres invernales, llenan unas ilustraciones donde el uso variado de los planos imprime bastante ritmo cinematográfico. Me encanta la escena del baile de máscaras (¡Me resuenan tantas películas y novelas…!) y la plasticidad que adquieren algunas figuras (Ese esqueleto cayendo es una maravilla).


Por último, no hay que olvidar el humor que destila Klassen en todas sus obras. Por un lado, tenemos uno muy blanco que nos hace sonreír (lo de que una calavera coma peras y beba té es tan absurdo como los chistes de Faemino y Cansado). Por otro, uno muy negro, sobre todo cuando descubres que detrás de la apariencia inocente de Otilia, hay una persona con muchas intenciones y nada inofensiva, sobre todo cuando se trata de conservar el paraíso prometido y el lector conoce el final de la historia original (no se olviden de leer la nota del autor).

jueves, 16 de noviembre de 2023

Cuentos y leyendas en un nuevo formato


Como ya dije el año pasado en este artículo, el libro-álbum es uno de los formatos más elegidos a la hora de recuperar estos productos de la tradición oral y/o escrita. Es por ello que he creído interesante ir recogiéndolos para disfrute de los monstruos que sienten debilidad por ellos.
Versiones íntegras o adaptadas, dan buena cuenta de que diferentes culturas han ido creando relatos de todo tipo que explican muchos aspectos de la vida cotidiana conocidos y desconocidos, un patrimonio que está cayendo en el olvido generacional y que debemos conservar gracias a los nuevos formatos que traen las literaturas gráficas. ¡A por ello!


El primero es Los hijos del sol, un álbum de Micaela Chirif y Juan Palomino que recoge la leyenda de Manco Cápac y Mama Ocllo, un relato en el que se narra la fundación de la ciudad de Cuzco, la capital de la civilización inca, una cultura que se extendió desde Perú a otros territorios como Bolivia, Chile o Ecuador.


En mitad de un mundo salvaje en el que los hombres vivían salvajes, el dios Sol se vio reflejado en el lago Titicaca. Tanto se acercó, que una chispa de fuego cayó en sus aguas y de ella nacieron dos hermanos, Manco Cápac y Mama Ocllo, a quienes encomendó la tarea de fundar la primera ciudad. Para ello les hizo entrega de una vara y les dijo que el lugar donde esta se clavara fácilmente, sería el sitio donde la tendría que erigir. ¿Lo conseguirán? ¿Tendrán alguna ayuda?


Con un texto muy asequible y enriquecido por ese sabor tan exótico que siempre nos traen los autores latinoamericanos, esta historia se adentra en la iconografía de las civilizaciones precolombinas. Ocres, azules y grises se funden en unas ilustraciones que en parte recuerdan a las pinturas primitivas, un estilo muy adecuado para hablar de orígenes. Formas sinuosas que nos hablan de los caminos, circulares y espiraladas que nos hablan de comunión, recortadas y angulosas que nos hablan de lo abrupto y lo complicado.


Representaciones de la fauna silvestre, dibujos de la flora agrícola que recuerdan a los códices antiguos, y unas guardas a modo de prólogo y epílogo, son la guinda de una leyenda redondita y muy bien traída.


Seguimos con lo nuevo de Suzy Lee. Este libro nació en gracias a una actividad propuesta dentro de Vacance, un grupo formado por autores de libros ilustrados, que invitaba a contar una historia tradicional utilizando un nuevo formato. La artista coreana se decidió por El joven que compró la sombra del árbol, un cuento coreano recogido en forma de libro-acordeón y que acaba de publicar Barbara Fiore.


En él se narra la historia de un joven viajero que llega a una aldea y se dispone a descansar bajo la sombra de un árbol. Tras presenciar el despotismo del hombre rico y egoísta que les prohíbe estar en su propiedad, el viajero decide darle un puñado de monedas a cambio de esa sombra. El hombre codicioso no se lo piensa dos veces y acepta el dinero. De ese modo todo el mundo puede disfrutar de una umbría que, conforme va cayendo la tarde, se hace cada vez más larga y…


Con unas ilustraciones sencillas y elegantes en las que el color nos ofrece una transición por los diferentes momentos del día, Lee nos seduce con una pequeña fábula sobre cómo la búsqueda del bien común, puede acarrearnos un triunfo personal. Al mismo tiempo, el formato de concertina ayuda a imprimir continuidad a una historia en la que los personajes se divierten rodando por el suelo y disfrutando de una sombra que cada vez se hace más grande y ahonda en el sentido de unidad.



Sí, amigos, Suzy Lee lo ha vuelto a conseguir, aunque en esta ocasión se haya desligado del comportamiento infantil y haya buceado en la tradición oral de su tierra natal desde un prisma novedoso sin faltar a la esencia.


El siguiente título también está basado en un cuento de Camerún, versionado por Boniface Ofobo, narrador oral especializado en historias africanas, e ilustrado por Marc Taeger, diseñador gráfico catalán afincado en Galicia. El elefante que perdió su ojo es un álbum recién publicado por Kalandraka en el que se aborda la importancia de la tranquilidad a la hora de resolver los problemas.


Un elefante muy juguetón gusta de sacarse el ojo derecho y lanzarlo al aire. Siempre lo coge al vuelo hasta que un día, por culpa de un despiste, el ojo cae al agua y el elefante no lo encuentra. Le pregunta a la rana, el cocodrilo y a la tortuga. Nada. ¿Y si está en la selva? El elefante pregunta en este lado y en este otro. Se pone nervioso, deambula, vuelve a interrogar a todo el mundo. ¿Será capaz de recuperarlo?


Tan simpática, como sugerente, esta pequeña fábula del continente de los colores nos invita a sumergirnos, no solo en la fauna del lugar, sino en una situación fácilmente reconocible en la que el nerviosismo y el estrés se adueñan de nuestro ser para, en un momento de relajación y tranquilidad dejarnos pensar la manera más plausible de solucionar nuestros problemas.



martes, 14 de noviembre de 2023

Cuentos de hoy con sabor al ayer


Alguna vez habrán escuchado aquello de “la oportunidad la pintan calva” y seguramente no se hayan detenido a pensar que tendrá que ver una casualidad con la alopecia. Como yo sí me he puesto a indagar, les diré que se relaciona con las representaciones grecorromanas de la diosa Ocasión, una mujer alada y calva excepto por el flequillo. Esto quería decir que las oportunidades hay que agarrarlas de frente, porque cuando ya han pasado volando es imposible cogerlas por la melena. Del mismo modo, la expresión “por los pelos” también alude a la misma diosa y se utiliza para indicar ese margen escaso que hay entre el éxito y el fracaso.
Lejos de alegorías, hablemos de la importancia de la coyuntura, de estar en el sitio justo, en el momento exacto, de la llamada suerte. Un fenómeno que si bien es cierto que tiene algo de libre albedrío, también debemos relacionarlo con la causalidad. Tu décimo de lotería no puede resultar premiado si no has comprado ninguno, y no puedes leerte las obras completas de Cărtărescu en rumano a menos que sepas hablar esa lengua.


Todo tiene que ver con las elecciones, jugar nuestras bazas y tomar la decisión más certera. Y ni siquiera así, porque ya sabemos la de vueltas que da la vida y lo que parecía ser un premio de los hados, se convierte en un castigo endemoniado. Y si ya nos sumergimos en el tortuoso camino del triunfalismo vs el victimismo, la cosa se complica hasta cotas insospechadas.
Lo mejor es dejarse llevar por el instinto y los propios intereses, suele ser lo más plausible y proporciona menos quebraderos de cabeza porque, al fin y al cabo, la propia supervivencia es un mal mayor comparado con el alcance de bienes, lujos y otros aditivos que poco tienen que ver con el hambre.


Y hasta aquí, la introducción de un cuento de Pilar Serrano y Karina Cocq que lleva por título Una mágica oportunidad. Publicado este otoño por la editorial almeriense Libre Albedrio, narra la historia de dos familias que, a pesar de compartir tabique, ven la vida de muy diferente manera. Los Siestro, además de pobres, se dejaban consumir por sus miserias. Los Diniestro, eran también pobres, pero vivían de sueños y tenían mejor talante frente a la vida.
Un día, en mitad del frío y la lluvia, una anciana aparece por el camino y ambas familias le ofrecen cobijo. En agradecimiento, la anciana les regala dos calabazas mágicas, una para cada familia. Cada familia decide un destino diferente para su calabaza. ¿Cuál de las dos será la acertada?


Con un aire de antaño, esta historia tan inspiradora bebe de otros cuentos tradicionales donde se nos habla de la importancia de obrar con lógica y sentido común, en vez de esperar que lo sobrenatural obre un milagro casi siempre inexistente. Al mismo tiempo nos habla del valor de la actitud positiva frente a la adversidad, del trabajo como acicate vital y de la cooperación entre iguales.


Ilustraciones donde los colores realizan una función impecable creando diferentes atmósferas, oscuras al principio, luminosas después. Siluetas, el contraluz, un sol centelleante, ese arcoíris como colofón, guardas peritextuales… Todo para aupar un cuento moderno con tintes de otro tiempo.

lunes, 13 de noviembre de 2023

¡Empezamos con los cuentos!



Todos los noviembres vuelve a Instagram la Folktale Week, el reto que proponen un puñado de ilustradoras y en el que, tomando como leitmotiv siete elementos típicos de los cuentos populares (uno por cada día de la semana), artistas de todo el mundo se lanzan a crear imágenes y las dejan volar para llenar la citada red social de las historias de toda la vida.
Este año, la inspiración corre a cargo de siete palabras como pérdida, tinta, mar, dormir, subsuelo, ilusión y fundar. Para disfrutar de todas las imágenes que se crean en torno a ellas, solo tenéis que darle al enlace que hay arriba o buscar el hashtag #folktaleweek o #folktaleweek2023 en la citada red social.
Para contribuir a la causa, y teniendo en cuenta que la ilustración no es lo mío, a lo largo de esta semana reseñare unos cuantos libros que, de un modo u otro, tienen relación con los llamados cuentos de hadas.


Para dar el pistoletazo de salida me sumerjo en tres álbumes. Los dos primeros son de Davide Calì. Uno lleva por título Y vivieron felices para siempre, está ilustrado por Nadia Mazzenga y publicado por CocoBooks. El segundo es Una historia sin clichés, con imágenes al cargo de Anna Aparicio Catalá y editado por Pípala. El tercer álbum se trata de La bella despierta, de Geraldine Maincent y Héloïse Solt, publicado por Petaletras.


En el primer álbum, el autor italiano se centra en los finales para darle una vuelta de tuerca muy humorística a los cuentos clásicos como Los tres cerditos o El príncipe rana o La princesa y el guisante. Sirviéndose de la tradición, no solo hace un ejercicio memorístico (con solo leer el final, van saltando a nuestra cabeza los argumentos de cada uno de ellos), sino que participa en una reescritura de los mismos y les da un aire muy moderno que engancha y plantea nuevos escenarios.


Caperucita Roja monta un negocio de dulces a domicilio, la Bella Durmiente es la imagen publicitaria de una marca de colchones, Blancanieves recibe todos los años siete regalos y Rapunzel lleva el pelo muy corto y canta en un grupo de rock. Son algunos de los finales que se barajan en este libro de imágenes muy dinámicas y de gran riqueza compositiva. En ellas, recortes y superposiciones de manchas de color texturizadas dibujan las líneas ausentes (no olvidemos que esta artista es fanática de la risografía) y nos trasladan al cubismo y el expresionismo.


Si nos centramos en el hilo argumental, podríamos encuadrar este álbum en ese grupo de libros que sirven de antesala al sueño, un libro de buenas noches que resulta de un juego paterno en el que una hija y su padre se ven envueltos gracias a la petición de la cría y el talento creativo del progenitor.


En Una historia sin clichés, Calì recoge el testigo de otros muchos autores y se adentra en lo anacrónico de la tradición mientras apunta a toda una serie de ismos actuales.
Una niña le pide un cuento a su padre. El padre comienza con un príncipe, pero como suena algo machista, cambia al protagonista por una princesa. Luego entra en escena un feroz dragón, pero ¿por qué siempre son malos los dragones? Mejor que se un dragón encantador… Página tras página aparecen nuevos clichés relacionados con la violencia, el consumo de alcohol o el sexismo que supondrán un lío monumental.


Articulada sobre preguntas y respuestas, la acción propicia un libro de juegos y enredos donde se respira el sinsentido que tanto defendería Gianni Rodari. Por otro lado también sirve para establecer una reflexión crítica en torno a todas esas obras actuales que se empeñan en aupar lo políticamente correcto frente a lo ficcional.


Con ilustraciones alegres y simpáticas que ayudan a dar ese tono distendido y cómodo que necesita una sutil vuelta de tuerca tan sutil como esta, les invito a leer este alegato desde una doble perspectiva (la paterna y la filial) que gira sobre sí misma, y plantar cara al buenismo y la salvación eterna que campan a sus anchas en estos tiempos de censura olvidando la causa literaria. Canalla y necesario.


Siguiendo la estela del título anterior, las autoras francesas revisitan el archiconocido cuento de La bella durmiente, una narración popular que fue recogido por folkloristas como Basile, Perrault y los hermanos Grimm, desde una perspectiva más realista y actual. 
Han pasado cien años desde que la protagonista del cuento se quedara frita por culpa de su rueca hasta que su príncipe aparece en escena. Como un siglo es mucho tiempo, el chaval está en otra onda. Le gustan las chicas aseadas, asiste a clases de yudo y yoga, se divierte en la bolera y se pirra por un buen trozo de pizza. ¿Lograrán entenderse estos dos?


Alejándose de los ismos y desde el humor, este libro introduce un punto de vista muy lógico que ayuda al conflicto anacrónico, una perspectiva muy recurrente en historias como estas en las que algunos lectores se preguntan sobre el paso del tiempo. El aseo personal, la higiene, la obtención de alimentos, las formas para desplazarse y los gustos culinarios son algunos de los conceptos que se tratan en un álbum que, a pesar de ese color chicle, deja entrever ciertas cuestiones que atañen a cualquier lector.