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jueves, 5 de mayo de 2022

Queridas madres



Queridos melones, como anduve de viaje continental, no pude celebrar el llamado día de la madre como se merecía. Pero como nunca es tarde si la dicha es buena, hoy les traigo dos libritos para que los compartan con ellas o, en el caso de que ustedes sean las protagonistas, que los disfruten con sus hijos cualquier otro día, que eso de los “días de” ya está un poco demodé.
Elijan ustedes la manera de hacerlo. Despanzurrados en el sofá, con música de fondo, bajo la manta, con palomitas de maíz, quizá una bandeja de pasteles, en un banco del parque, a la orilla del mar o viendo la lluvia desde la ventana. Riendo, llorando, cantando, comiendo, bebiendo, discutiendo..., hay tantas formas de celebrarlo como madres e hijos.


El primero es un libro sobre madres penitentes e hijos impertinentes. La mamá y el bebé salvaje de Barbro Lindgren y Eva Eriksson de Niño Editor es de esos libros que no dejan indiferente. Quizá muchos piensen que es todo un despropósito, un mal ejemplo para cualquier niño. El protagonista se pasa las normas por el forro, hace lo que quiere, es un desvergonzado, y se ríe una y otra vez de esa bendita mujer que le dio la vida. Reconozco que, cuando lo leí por primera vez, el adulto conservador que vive en mí se agitó bastante. El nene es la ostia y se merece una buena tunda. No sé cómo esa pobre aguanta tanta perrería infantil.


Cuando lo lees por segunda vez, la cosa cambia. Te fijas más en los detalles, en que ese niño malcriado al final recibe su merecido y termina por reconocer que no hay nada como el cariño materno para ser feliz. Un punto que en cierto modo recuerda a otras obras cumbre de la LIJ, como mi querido Donde viven los monstruos, El aprendiz de brujo de Goethe o el Pinocho de Collodi. Una historia que habla de lo subversivo y lo libertino desde un punto de vista más directo, en el que el protagonista se encara a las normas del ecosistema adulto.




El segundo es Algún día, un libro de Mo (Mónica) Gutierrez Serna y editado por la casa almeriense Libre Albedrío. En este libro de aspecto minimalista se utilizan los barcos para hablar de las relaciones materno-filiales desde un punto de vista muy marítimo. Con ilustraciones bastante económicas pero igualmente simbólicas, un texto poético avanza conforme pasamos las páginas. Metáforas y una buena dosis de ternura nos acunan con el rumor del mar, ambiente tan calmado como turbulento que puede simbolizar el terreno tan dinámico en el que se mueven una madre y su hijo.



Por primera vez son barcos y no personas ni animales, los encargados de hablar de toda una serie de situaciones y emociones que se hacen eco de muchas cuestiones en las que seguramente muchas mujeres se ven reflejadas durante la crianza de sus hijos. Mirando al futuro, al presente y al pasado, este viaje surca los mares de ese océano cambiante que es la vida y se centra en la experiencia de una autora que, inspirada en los barcos que pululan a diario por la bahía de Santander, nos regala una historia geométrica y colorista. 


Una historias en la que seguro muchos se ven reflejados ya que extrapola situaciones y deseos de padres cualesquiera que protegen y empujan a sus churumbeles a buscar su propio camino con un manojo de consejos y una pizca de buen humor. 

martes, 4 de diciembre de 2018

Presentando el mundo



Aprovechando que mañana hago pública la primera parte de la selección de libros informativos del curso 2018-2019 (pueden echarle un vistazo a la selección del curso pasado AQUÍ y AQUÍ, e ir abriendo boca, porque les aseguro que los nuevos libros también son geniales), he querido empezar esta cortita semana (ya saben que se nos avecina uno de esos puentes que alegran la existencia) con la relación entre los niños y el mundo… ¡Allá voy!
Nadie nace sabiendo. Unos abren más los ojos que otros, sí, pero todos necesitamos que alguien nos vaya presentando el mundo de una manera u otra. Por lo general suelen ser los padres quienes introducen al niño en lo que le rodea. Primero van los sonidos, después las formas, el tacto y el gusto (¡Los niños lo chupan y saborean todo! Bendita fase oral…). Después -y también antes- llegan las palabras, su sonido, su melodía, su significado. Arriban más palabras, más cosas, muchos más procesos. Así hasta que viene el día de nuestra misma muerte, pues bien es sabido que cualquier jornada es el inmejorable escenario para aprehender aquello que llama nuestra atención, que despierta la curiosidad.


Padres, hermanos mayores y menores, abuelos, primos, tíos, compañeros de colegio, maestros, amigos, parejas, colegas de trabajo y completos desconocidos nos van abriendo puertas, bosques y caminos, unos ya conocidos, otros impenetrables. Nos cogen de la mano y nos pasean por aquí y por allá. Apuntan, señalan y nos explican esto y lo otro. Cómo funciona una bicicleta, cómo se transcribe una conferencia, cuál es el nombre de las estrellas, cómo se escogen frutas y verduras, o la receta de una ensaladilla. Enseñar y cultivarse, sembrar y recoger, en eso consiste el aprendizaje.


Por todo ello no es de extrañar que muchos libros infantiles se hagan eco de este hecho cotidiano. Como prueba, estos tres títulos que abren la semana: Cuando yo nací de Isabel Minhós Martins y Madalena Matoso (editorial Takatuka) Cuando papá me enseñó el universo de Ulf Stark y Eva Erikkson (editorial Galimatazo) y Porque te quiero mucho de Milja Praagman (Hércules Ediciones). Aunque todos tratan esta relación entre los niños y su entorno, existen diferencias entre unos y otros que desgrano a continuación.


En el primero, las autoras de Planeta Tangerina recurren de nuevo a sus líneas sencillas y sus juegos de color para introducirnos en una historia que va desde el nacimiento del protagonista hasta los primeros años de vida. Mientras que al principio prima el uso del negro (quizá una metáfora sobre la oscuridad del vientre materno), la paleta de colores vivos se abre camino hacia las páginas finales para contarnos esa evolución en el conocimiento que experimenta un niño donde no existen otros protagonistas explícitos.



El segundo es un libro con cierto éxito y recorrido en los países nórdicos, sobre todo en Suecia, y con el que se estrena la editorial Galimatazo. En él, un padre decide mostrarle el cielo estrellado a su hijo, un niño que descubrirá otro universo mucho más cercano en el recorrido que va de su casa al campo abierto. Es así como los autores ponen en tela de juicio la visión tan distinta que del mundo tienen pequeños y mayores, una dicotomía ya clásica en la LIJ subversiva que se ve acrecentada por la nota jocosa al final de la historia (que me ha encantado, he de confesarlo).


Por último tenemos la emotiva historia de una abuela y su nieta mientras pasean por las calles y descubren rincones cotidianos. Parques, museos y plazas se suceden en las páginas de un libro que hace algún guiño a Nueva York (fíjense en el mosaico homenaje a John Lennon del Strawberry Fields Memorial de Central Park) y que ofrece muchas preguntas a la niña protagonista. Llama la atención el mensaje de ciudad multicultural que encierra este libro gracias a la diversidad de gente que la habita y los símbolos que se recogen en ella. Tanto es así que las mismas protagonistas pertenecen a la esfera de las familias multirraciales.



En definitiva y resumiendo: tantas cosas aprendemos gracias a los que se cruzan en nuestras vidas, que hay que agradecerles su tiempo y dedicación con libros como estos.
Y mañana, ¡montones de libros informativos!