Mostrando entradas con la etiqueta Miguel Tanco. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Miguel Tanco. Mostrar todas las entradas

miércoles, 13 de octubre de 2021

Universalidad literaria



Alejado del mundanal ruido en ese reducto campestre donde mi familia descansa y engulle todo lo que pilla durante los fines de semana veraniegos, puedo tomar una distancia prudencial en lo que a la actualidad se refiere y reflexionar sobre esto, aquello o lo de más allá. Hoy le ha tocado a la llamada universalidad literaria.


Me gustan las personas y, aunque empiece a percatarme de que cada día que pasa, me resulten más homogéneas, siempre hay momentos de la vida en los que encuentro mucha inspiración en unos y otros, pues de algún modo, hay algo desconocido que todos compartimos y con lo que nos identificamos.


Si no me creen, les pongo un ejemplo de esta impepinable realidad: siempre me ha llamado la atención, que lectores o no, la mayor parte de los seres humanos que me rodean no permanecen impasibles ante un buen libro. Da igual su procedencia, su estrato social, su nivel cultural, su condición sexual o su edad. Todos ellos se ven reflejados en las palabras que recoge.


¿Y cómo es posible si esa historia puede desarrollarse en un contexto geográfico diferente al nuestro, haber sido escrita hace tres siglos, o ser pura ficción? Se debe a que el creador ha indagado en la naturaleza humana mientras producía su obra. Esa búsqueda de lo esencial y primigenio desde un análisis y actitud no fragmentaria de los sujetos, conlleva a construir una imagen fehaciente de nuestra condición. Es lo que posibilita que cualquier producción artística de cierta categoría no tenga fecha de caducidad y siga vigente a pesar del marco espacio-temporal en el que se desarrolle.


Quizá por eso la mayor fuente de inspiración de los escritores es lo diario, lo cotidiano. El mundo, un caldo con los más variados aromas y sabores, ese vivero en el que germinan tantas y buenas historias que siempre guardan una extraña conexión con unos y con otros por muy extrañas, impactantes, truculentas y exóticas que nos parezcan.


Así llego hasta Pequeñas historias y Más pequeñas historias, los dos volúmenes (por el momento) de una colección de viñetas que Miguel Tanco ha ido realizando durante los últimos tiempos en su perfil de Instagram  y que Gema Sirvent y la editorial Libre Albedrío han recogido en estos libros que desatan esa universalidad que hoy me ocupa.


No es para menos teniendo en cuenta que el autor español afincado en Italia nos hace llegar un conjunto de pequeñas vivencias y detalles de la vida cotidiana, en las que podemos ver el reflejo de cualquier niño e incluso de nosotros mismos. La infancia está llena de aventuras imaginadas, de paradojas divertidas, poéticas y descaradas; más de las que nos imaginamos.


Invitándoles a que buceen por las páginas de estos libros (que yo hubiera hecho de un tamaño algo menor) y que esbocen unas cuantas sonrisas y alguna que otra carcajada, les dejo. Me voy al parque a recoger momentos con los que regar las ideas.

jueves, 19 de marzo de 2020

De besos y padres


Una de las cosas que más estoy echando de menos durante esta cuarentena son los besos. Y quienes me conozcan saben que, aunque sean gratis, no voy propinándolos a diestro y siniestro, pues los besos significan algo y hay que sopesar muy bien a quienes dárselos. Ya sé que cariño y austeridad nunca se dieron la mano, pero en ciertas ocasiones hay que poner freno a la hipocresía.


A mis amigos, a mis sobrinos, a mi hermana... Pero sobre todo a mis padres. Lo necesito. Más en un día como hoy en el que además de celebrar el llamado día del padre, coincide con el santo de mi madre, así que en casa se celebra por todo lo alto. Arroz con pollo, bien de pasteles -si son de La Suiza, la confitería con más renombre de la ciudad, mucho mejor- y una larga sobremesa. Pero como mi madre está con el maldito virus, ni sobremesa ni sobrinos sandungueros ni besos.


Y si a mí, que soy un besucón, se me ha antojado el día un poco triste, no me quiero imaginar lo que habrá sido de esos que sólo los besan en ocasiones especiales (Piensen que hay muchos, ¿eh? Que parece que los hombretones no podemos ir dando muestras de amor sin ninguna excusa). Espero que este día del padre sin padres les haya hecho reflexionar sobre lo importante que es regalar una caricia y un abrazo a aquellos que irán faltando dentro de unos años.


Por si esta no fuera una razón de suficiente peso, les recuerdo que durante los pasados días mucha gente ha perdido a sus seres queridos. Seguramente lo estarán pasando muy mal, sobre todo por lo deshumanizado de este virus que no entiende de despedidas ni de lazos familiares. No han podido acompañarlos durante la enfermedad ni han podido darles sepultura. No han dicho adiós a quienes les dieron la vida, y eso, déjenme decirles, deja un vacío muy grande.
A pesar de ello, creo que este coronavirus que nos está cambiando a pasos agigantados, también lo hará en otros ámbitos, y que las relaciones con las personas que siempre hemos tenido cerca, adquieran la consistencia necesaria para que este tiempo que vivimos no las siga desgastando.


Aunque hoy no he tenido mucho tiempo (N.B.: A quien se lo diga no se lo cree, pero lo cierto es que estado muy atareado: ejercicio, cocina, limpieza y algo de dibujo), he sacado un rato a última hora para recoger unos pocos títulos que hablan de padres, para celebrar este día con los monstruos. Hay padres primerizos, padres únicos, también hay padres numerosos, padres sensibles y padres juguetones. Todos lo que traigo a la palestra bien merecen su atención, así que una vez que esto termine, ya saben: hay que acudir a una librería y regalarle el que más le guste a su padre.


¡Feliz día a todos, incluidos los Josés, Josefas, Pepes y Pepas!

martes, 5 de noviembre de 2019

¿Matemáticas? ¿Para qué?



Yo y las matemáticas nunca nos hemos llevado bien. Lo peor de todo es que nunca me he podido deshacer de ellas. Ni durante el instituto (lo que pasé con las integrales no se lo deseo a nadie) ni durante la carrera (¡Dichosa estadística! Con sus Chi cuadrado y sus test ANOVA…). Siempre vuelven a mí en forma de razones trigonométricas, de escalas, de leyes gravitacionales, o de cualquier otra cosa que me produzca un colapso nervioso momentáneo (dándole que te pego siempre puedes hallar la solución).
Por lo que oigo, creo que no es una tara exclusivamente mía, sino que se trata de un problema endémico de la escuela española, pues junto con el inglés y la lengua llevan de cabeza a muchos de mis alumnos. Tanto es así que las leyes educativas de este país viven empeñadas en aupar esas tres disciplinas (a los demás, que nos den).


Toda una incógnita, quizá esta impopularidad matemática se deba a la orientación que han tenido siempre: una cosa abstracta que nadie entiende y que sólo sirve para engordar nuestros quebraderos de cabeza. Sobran ejercicios (¿Ustedes saben la de cantidad de cuadernos que he llenado con funciones, límites y asíntotas?) y falta una mayor visibilidad e interiorización de su faceta más humana.
Las matemáticas, además de ser una herramienta que nos permite saber a cuánto ascenderá la mensualidad de la hipoteca, también nos explican de dónde vienen las formas de los objetos, cómo dibujar los patrones de un traje, cuál es la mejor posición para propinar un derechazo, cómo se ordena el tiempo, para calcular el cambio de moneda mientras viajamos o para entender cómo funciona el dichoso algoritmo de feisbuq (un despropósito últimamente).


Probablemente unas mentes estén más preparadas que otras para comprender tanta raíz cuadrada y tanto logaritmo, y también es cierto que quien la tenga necesita ánimos para desarrollarla. Eso es de lo que nos habla el Cuenta conmigo de Miguel Tanco (editorial Libre Albedrío), un álbum muy simpático (como casi todos los de este artista) que nos habla de una niña con una desmedida pasión por el universo matemático.
En un principio ella se considera rara (que te gusten las mates no es nada común, nada que ver con la pintura o el tenis), pero conforme vamos pasando las páginas, empieza a desarrollar sus capacidades, nos empieza a enseñar la relación de que el álgebra, el cálculo o la geometría están en nuestras vidas.
Un librito muy simpático que ya pueden regalar a los futuros matemáticos.


miércoles, 6 de febrero de 2019

De familias, mentiras y realidades



Cada familia tiene su propia historia. A lo que yo añado que si no la tiene, se la inventa.
¿Acaso ustedes no han dado con auténticos muertos de hambre que parece que se han dejado el corcel en la puerta? ¿O con esos que parecen muy leídos y en realidad pecan de medio analfabetos? ¿Y los que dicen ser comunistas cuando en el fondo son hijos de falangistas? ¿Y los que vacilan de deportistas cuando lo único que han hecho es encender la tele y abrir una cerveza?


Se cree que el postureo nació con las redes sociales (¿Y pensar que algún día llegaría el final de las peroratas sentimentales a pie de foto? Pues no, la cosa sigue…) teniendo como máximo exponente a Instagram y sus acólitos, pero lo cierto es que parapetarse detrás de un pelaje que no es el propio, es uno de los inventos más antiguos de la raza humana. Quizá por vergüenza, también por complejo, o simplemente como estrategia para alcanzar cierto estatus (ahí tienen a pobres casados con cortesanas y a un montón de hijos bastardos), el ser humano siempre ha cambiado (la vida y) la historia.


El caso es que a un servidor le da igual, sencillamente porque soy consciente de esta realidad (todo aquel que te vende una moto es porque está intentando deshacerse de la que no le sirve para comprarse una nueva) y porque no me gusta medir a la gente por las apariencias, pero permítanme que me ría de todas estas banderas, unas veces divertidas y otras, grotescas. Pueden unirse si quieren, ejerciten su sentido del ridículo. Que tontería y risa son gratis, un tándem muy necesario.


Y  hasta aquí el prólogo para presentarles un libro con mucha chicha. Un gran perro, de Davide Cali y Miguel Tanco, publicado en nuestro país por la editorial almeriense Libre Albedrío, es uno de esos libros que a través del humor busca un discurso bastante crítico, e incluso entrañable. En él, un padre y su hijo hacen un recorrido por las hazañas de sus antepasados perrunos.
Toda una serie de oficios se presentan ante los ojos del lector, pues esta familia ha contado con policías, bomberos, pintores y maestros ¿de renombre? Ejem… No es oro todo lo que reluce, pues al desplegar las páginas de los retratos de estas personalidades caninas nos encontramos con la realidad que subyace a su supuesta profesionalidad. Situaciones jocosas y divertidas que transforman en paródico lo loable. Un juego que permite a los pequeños continuar con su mirada subversiva hacia un mundo adulto lleno de poses y pretensiones.


Por si no fuera poco, el libro cuenta con una sorpresa final que se interna en otros derroteros (quizá más emocionales) sobre hijos adoptivos, deseos personales y ánimos paternales que todos podemos sentir cercanos.

lunes, 26 de mayo de 2014

Resaca electoral (y futbolística)


Esto de la democracia tiene que ver más con la complicidad que con la libertad, algo que constatan todos aquellos que, obligados por el deber, pasan el domingo apostillados en una mesa electoral cantando nombres, apellidos y alguna que otra salve, algo que también ustedes, votantes (lo mío con la papeleta no ha cuajado este viaje), habrán notado durante la pasada jornada.
Votan los recién graduados en esto de la mayoría de edad (la juventud, ilusa…); votan los miembros de los partidos políticos y otros pesebristas afines (con la comida no se juega); votan los ociosos (¿porqué no se irán al campo a asar chuletas); votan los alcahuetes (vigilando y apuntando por si luego hay guerras en las que denunciar al vecino); votan los despistados (pasaba por aquí y me he acordado…); votan los íntegros (¡Derechos al poder!); votan los informados (¡Qué pena que estos no abunden!); votan los prácticos (por aquello del voto útil); votan los enteraos (¡que hay bastantes…!); y votan los ignorantes (para sentirse más importantes… Les podrían dar alguna licenciatura…).


Pese a todo ello, el euroescepticismo se lleva la mayoría absoluta y deja entrever fisuras en ese proyecto que es Europa (las rupturas siempre asoman cuando las crisis, tanto económicas, como sociales, se acentúan). Son pocos los creyentes en una unión del Viejo Mundo, ese continente que inventó occidente, más que nada por la miseria que viven unos y el triunfo de otros y el enriquecimiento de una clase política que, día tras día, se envilecen más por un poder efímero que por las ansias de trabajar en pro del ciudadano, un servicio para el que nacieron en la Grecia antigua.


Seguramente a muchos de ustedes no les gustará una disertación como la de hoy (últimamente se avivan las críticas hacía mis descabelladas ideas… ¿Será bueno o malo? ¿Querrán la censura?), por ello traigo hoy a modo de apoyo El rey de los animales de Miguel Tanco (Editorial La Fragatina), un libro ilustrado que aboga por ese clásico mensaje de “los mismos perros con distintos collares” y bajo el que subyace un complejo mensaje sobre la democracia, el derecho a elegir y las ansias de poder, que bien mirado, está más de actualidad que nunca, a pesar de que durante el pasado fin de semana las miradas han estado muy atentas al fútbol, algo de lo que me alegro (¡Albacete Balompié de nuevo en Segunda División y Forza Atleti manque pierda!).

lunes, 13 de junio de 2011

Elecciones anticipadas



Se anuncian vientos de cambio para el cercano noviembre o, al menos, eso se bisbisea entre pasillos y corredores, el mejor lugar para corrillos y confidencias... No es de extrañar tal decisión una vez examinados los resultados de algunos durante el presente curso político, y que sólo pueden terminar con un castigo inminente: la decapitación.
Sonará cruel y un pelín burlesco, pero hacerse desear y prorrogar situaciones agónicas y fuera de todo juicio, sólo acrecenta el egocentrismo y, de paso, la tasa de odio popular, para terminar a la postre como un condenado a muerte más, juzgado de antemano y sin perdón posible.


Reclinado sobre el suelo
con lenta amarga agonía,
pensando en el triste día
que pronto amanecerá,
en silencio gime el reo
y el fatal momento espera
en que el sol por vez postrera
en su frente lucirá.


[...]

José de Espronceda.
El reo de muerte.
En: A toda vela. Antología.
Selección de Ana María Navarrete Curbelo.
Ilustraciones de Miguel Tanco.
2007. Zaragoza: Edelvives.

jueves, 31 de marzo de 2011

De palabras...


Si por votación popular fuese, jugar al fútbol, salir de copas o escarbar en las montoneras de los mercadillos, serían elegidos como auténticos deportes nacionales, pero como quien hoy decide es un servidor, determino que lo que aquí se lleva es el marujeo. En este país, hasta las piedras meten el hocico en la casa del vecino. Cotorrear, marujear, despellejar o viborear son verbos básicos en la idiosincrasia española, exponentes todos de nuestra capacidad de poner de vuelta y media a todo quisqui. Para percatarse de ello sólo tienen que prestar atención a lo más visto en la programación televisiva: que si las vidas ejemplares de todos los que pasan por la caja de los viernes (¡Ay, que me da!), el circo de Paqui “Las coles” (¡Qué sobrenombre!), los dimes y diretes entre Mourinho y Guardiola, o las tan fingidas riñas del lumpenproletariado que participa en el “Big Brother” español. Si a ello añadimos ingredientes como el mamoneo, el morbo, la escatología, el humor, la ironía y la maldad, el resultado de esta coctelera es puro e irresistible gozo patrio del que se sirve hasta el más letrado para pasar el rato de vez en cuando... Curiosa paradoja esta, la del analfabetismo funcional en el reino de la lengua. Mediterráneos y viscerales, los habitantes de la Hispania moderna sentimos una fatal atracción por el cacareo de patio y corrillo, una afición desmedida por la palabra, el mejor invento del hombre, que desde bien pequeños practicamos a manos llenas para poder comunicarnos con uno mismo, con otros y con el más allá. La de hoy es una oda a la palabra cotidiana y vulgar. A esas palabras que aprendemos por la calle, tomando un café o dando clase. A las palabras que nos despiden y a las que nos dan la bienvenida. A las últimas palabras y a esas primeras, que, como La primera palabra de Mara (Ángel Domingo y Miguel Tanco, Editorial Narval), nos llenan el mundo y, de paso, también la risa.