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lunes, 24 de octubre de 2016

¡Feliz Día de la Biblioteca!, manque pierda


Conforme se aproxima este día, las bibliotecas bullen de fervor. Se organizan multitud de actividades enmarcadas en estos, se supone, espacios plurales, las redes sociales a rebosar de mensajes que ensalzan las bondades de esta institución, la Administración derrocha optimismo cultural, los políticos babean entre libros y un servidor prefiere quitarse la venda y hacer otro análisis que echa mano de realismo en vez de tópicos.
En un país como este en el que la miseria y la envidia nos corroen (no se ofendan, pero cada cosa tiene su nombre), no es de extrañar que nos hayamos contaminado tan pronto del capitalismo que impera en occidente, uno que hace gala de tanto patrimonio y propiedad privada. Atrás (si es que alguna vez sucedió) quedó eso de disfrutar de lo público. Con las bibliotecas ocurre lo mismo que con los parques, que si vemos a alguien en ellas lo tachamos de pobre o excéntrico en vez de lúcido y pragmático. La de veces que habré escuchado lo de “¡Será piojoso! Mira que sacar el libro de la biblioteca... Uno que ha pasado por tantas manos... ¡So guarro!” o aquello de “Es un tacaño, ¡con su sueldo y yendo a la biblioteca...!” Y así nos va, las casas llenas de libros (que de vez en cuando alguien se atreve a leer), las bibliotecas vacías de gente y nuestros impuestos inutilizados sobre las estanterías.


Tatsuro Kiuchi

Además hay que tener en cuenta que si se fomentara del uso de la biblioteca, no sólo como templo de saberes, sino como lugar de esparcimiento, habría una disminución en el consumo de otras ofertas culturales y de ocio. Esto iría en detrimento de espacios como librerías o ludotecas infantiles originando el cierre por bancarrota de estos negocios (Sí, sí, díganme aquello de que las librerías también viven de las compras institucionales, pero seamos francos, un libro en una biblioteca, aunque tiene una vida útil mucho más breve, también es mucho más intensa y diversa)... No interesa que la gente utilice las bibliotecas, sino que acuda a ellas y haga bulto.
Por otro lado, y como razón recurrente, tampoco interesa que los ciudadanos se formen en un conocimiento rico donde la objetividad sea una constante. Los poderosos sólo desean formarse a sí mismos y sus allegados para que nadie les pueda tocar las pelotas y cagarse (sí, no me he saltado ninguna consonante) en sus intereses creados. No obstante hay que decir que, por el momento, nadie nos prohíbe el acceso a las bibliotecas y que, si no vamos a ellas es porque no nos sale del pijo. Eso sí, a todos nos encanta parecer muy leídos a base de repetir como guacamayos lo que cuatro charlatanes dicen en los teledebates, pero de Trotsky, Margulis, Saint-Saëns o Peter Seeger, no sabemos NA-DA.


Daniel Rodríguez Quintana

Veo a diario cómo algunas bibliotecas pierden usuarios (sobre todo aquellas que no poseen salas de estudio), una realidad que en parte de debe a la escasa, en ocasiones nula, afluencia de público infantil a ellas. A pesar de talleres, dramatizaciones y narradores orales veo pocos niños en las bibliotecas públicas que, como las de mi barrio, hacen su labor en la periferia. Debemos apuntar que la causa tiene mucho que ver con la modificación en los hábitos de vida familiares. Los niños viven encerrados, casi secuestrados en sus hogares, y el poco tiempo que salen de ellos lo tienen saturado con todo tipo de actividades que les impiden, no sólo jugar con sus iguales (la lacra del individualismo), sino acudir a la biblioteca a leer o esparcirse, a respirar de su propio aire y desgastar las páginas de los álbumes o libros informativos que allí moran.


Oliver Jeffers

Por último me gustaría apuntar hacia una realidad que poco va a gustar (coloquen mi cara en una diana y apunten bien con los dardos). Al igual que ocurre con el mundo de la escuela o la medicina, la biblioteca es un fiel reflejo de sus trabajadores, gente que, lo creamos o no, tiene sus intereses y problemas personales, que, algunas veces, miran hacia derroteros completamente opuestos a los de la institución para la que trabajan. He visto más bibliotecarios pasivos y aburridos que pro-activos y comprometidos, algún que otro predicador (¡Ejem!) y, como en todos los sitios, mucho desencanto. Esta claro que crisis de toda índole nos ha pasado factura a todos los que trabajamos para la Administración, a mí el primero, pero eso de boicotear la biblioteca desde sus propias entrañas, no indica mucha pasión por la cultura, la magia de la lectura o el servicio al ciudadano.
Así que nada: ¡Feliz Día de la Biblioteca! manque pierda...


Molly Cornelius

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Ideas para una biblioteca escolar en crisis


Quentin Blake

Aunque la biblioteca escolar siempre ha sido un espacio en crisis, la realidad económica que nos golpea durante estos últimos años ha llevado casi al borde de la extinción a muchas de ellas. Es por eso que, aprovechando el inicio del curso escolar, abro esta pancarta para, por un lado, hacer visible lo que acontece en muchos de estos espacios tan necesarios y, por otro, ofrecer algunas sugerencias e ideas que, si bien pueden tomarse como cuidados paliativos, quizás también ayuden a aupar estos espacios dentro de colegios e institutos. Sin más preámbulos, he aquí mi grano de arena para insuflar un poco de aire a las bibliotecas escolares, lugares en los viven los monstruos, esos que se pirran por el verbo LEER.


Isabelle Arsenault

Situación de partida. Unas pinceladas.

Todos sabemos las consecuencias que ha acarreado la crisis económica global, no sólo a nuestros hogares, sino a toda la sociedad. De entre las soluciones más viables, apretarse el cinturón es la más plausible, una decisión que conlleva a la escasez presupuestaria, un escollo a la hora de desarrollar multitud de planes y programas que desde las diferentes administraciones se habían puesto en funcionamiento antes del bache monetario. Esta falta de dinero ya no sólo afecta a los recursos materiales, muchos de ellos existentes y en buenas condiciones, sino también a los personales y humanos que hacían posibles unas acciones necesarias en la sociedad del bienestar. Pero… ¿cómo está afectando esta recesión económica a las bibliotecas escolares?
Aunque muchos docentes, padres y alumnos, piensan que, una vez que se ha dotado a la biblioteca escolar de nuevo material, se ha organizado temporalmente el uso de este, se han instalado recursos informáticos y se han programado una serie de actividades, este espacio se autogestiona por los siglos de los siglos (amén), hay que bajarlos de ese limbo optimista y hacerles partícipes de que sin una renovación del fondo bibliográfico, sin personal que atienda la biblioteca escolar y sin un contexto que permita la organización espaciotemporal, cualquier biblioteca escolar es crónica de una muerte anunciada.
De entre los problemas con los que muchos centros educativos se han encontrado estos últimos años, destacan:
- la escasez presupuestaria para la adquisición de fondo bibliotecario y de mobiliario, y para la realización de actividades complementarias,
- la escasez de espacio para hacer frente a nuevas adquisiciones,
- la escasez de personal para atender la biblioteca del centro,
- y la escasez de tiempo para paliar el resto de trabas.
¿Alguna idea para solventar estos tropezones...? ¡Empezamos!


Hanne Türk

Escasez de recursos: educación, imaginación y donación

Como bien reza el dicho, “A perro flaco, todo son pulgas”…, y entre nuestras flaquezas destaca la escasez de recursos (el pan de cada día…).
Bien porque las adquisiciones se realizan de forma periódica, bien porque se cuenta con pocos ejemplares de un mismo título (no olvidemos que las bibliotecas escolares deben realizar un servicio a su público), bien porque en su momento se consideró que debía primar la variedad y calidad de las obras frente a la cantidad, o bien porque algunos de estos lotes han quedado diezmados por las numerosas pérdidas o hurtos -N.B.: ¡Ojalá nos diese a todos por robar libros… y los leyésemos!-, muchos fondos de las bibliotecas han sido esquilmados o son poco diversos. Ante esta realidad se proponen diversas soluciones.
El primero es el de educar en el respeto por lo colectivo. Los alumnos deben saber, no sólo el dinero que cuestan los libros que se apilan sobre las estanterías, sino la procedencia del mismo, es decir, del bolsillo de todos los contribuyentes. Creo que uno de los mayores escollos de la Educación es la concienciación del alumnado sobre el esfuerzo que nos supone a todos el que ellos dispongan de recursos con los que formarse (otra cosa es utilizarlos…). Reposiciones por parte del alumnado y un exhaustivo control de la morosidad en los prestamos, supone una ardua tarea aunque necesaria, por lo que no hay que obviarla a la ligera. También pueden rebuscar en los departamentos y seminarios didácticos, lugares donde muchas veces están olvidadas decenas (por no decir cientos) de libros que pueden volver a circular entre los estudiantes. Una vez hecho esto ya nos podemos plantear las posibles compras o adquisiciones que dependen (¡¿cómo no?!) del presupuesto.


Peter H. Reynolds

Partidas presupuestarias las hay de todos los tipos: pequeñas, grandes, excesivas, innecesarias, realistas e imaginarias…, un hecho que condiciona la adquisición de nuevo fondo para la biblioteca escolar. Aunque todavía son muchos los centros educativos que, con presupuesto limitado, pueden comprar nuevos títulos, útiles y necesarios para la labor docente, hay otros que por una mala gestión o una insuficiente dotación presupuestaria no tienen ni para pipas (ríanse, es muy saludable…). A todos ellos les recomiendo una elevada dosis de ingenio (como a cualquier padre de familia), las rebajas, las ofertas editoriales, atesorar las colecciones de Literatura Universal que muchos rotativos “regalan” para captar nueva clientela, e incluso acudir al gigante de las compras “on-line”: Amazon (la Administración debería empezar a plantearse el facilitar a los centros el uso de estos lugares virtuales y las tarjetas de débito, ya que tanto aboga por lo virtual).
A pesar de que la donación no es una fórmula muy utilizada por los centros educativos para aumentar los fondos bibliotecarios, sí lo es del resto de bibliotecas públicas, muchas de ellas expertas en unas lides que pasan por aceptar las bibliotecas temáticas que algunos particulares ofrecen de manera altruista por diferentes motivos. Por ello, bibliotecarios escolares, ¡tomen nota! Realizar peticiones altruistas a personas físicas, editoriales o autores con los que los distintos centros han tenido relación en el pasado no es ninguna idea descabellada, sobre todo si tenemos en cuenta que los segundos siguen enriqueciéndose de los programas de gratuidad de libros de texto escolares y que los terceros han cobrado suculentas cantidades monetarias por realizar encuentros con alumnado durante las épocas de bonanza económica… Pese a sus caras de extrañeza les diré que me consta que son bastantes los escritores de Literatura Infantil y Juvenil que se han prestado a donar lotes de libros a centros educativos, así como casas editoriales que han remitido colecciones enteras para su disfrute entre los jóvenes lectores (ninguno de ambos gestos supone grandes pérdidas ya que aportan su grano de arena en la medida de sus posibilidades, a la par que ennoblecen). Es un acto solidario que da buena cuenta de que la humanidad está por encima de los intereses comerciales, que la responsabilidad de esta crisis es compartida, y que existe una concienciación social de las carencias que este yermo paisaje nos muestra.


Jean-Jacques Sempé

Espacios… Dándole vida a la biblioteca escolar

Como en cualquier otra biblioteca, una de las trabas con las que muchos responsables de planes de lectura y/o bibliotecas escolares se van topando durante los últimos años, es la escasez de espacio en la que ubicar nuevas adquisiciones, así como el deterioro del mobiliario existente.
Dentro de las bibliotecas escolares tenemos pequeñas bibliotecas de colegio o de I.E.S.O. con poca capacidad para el fondo, o por el contrario tenemos centros de Educación Secundaria donde se imparten Bachillerato y Ciclos Formativos Medios y Superiores, con bibliotecas provistas de obras de consulta específica. Si a ello añadimos que muchos (quizá demasiados) espacios bibliotecarios se han convertido con el paso de los años en grandes depósitos de libros en desuso, podríamos decir que el usuario, además de encontrar poco atractivo un cementerio de papel, queda abrumado frente a estanterías repletas de bibliografía técnica.
Y así llega la hora del expurgo. Un momento triste y compungido, pero necesario, que se puede realizar del siguiente modo:
En las bibliotecas del ámbito educativo hay que contar con todo el personal docente para eliminar aquellos volúmenes inservibles, por lo que se debe informar al claustro del centro que, debido a la falta de espacio, se llevará a cabo un expurgo, conminando a todo el profesorado a participar en la selección de éste dado que los criterios varían de unas materias a otras. Es así como se eliminan decenas de libros carentes de valor intelectual (libros de texto anticuados o publicaciones institucionales y periódicas) y otras ediciones con algún valor añadido.
¿Y después? ¿Qué hacemos con ellos?... Algunos pueden ubicarse en el espacio de las bibliotecas de aula, donde se supone que deberían tener más uso ya que ampliarían los recursos de los docentes y facilitarían el proceso-aprendizaje de las materias. Aquellos de cierto valor se destinarán al depósito de la biblioteca o a otros centros de interés, véanse museos, instituciones educativas o fundaciones encargadas de velar por el patrimonio escolar español. También podemos realizar donaciones a diferentes organizaciones no gubernamentales, asociaciones o particulares que necesiten ejemplares, bien para la lectura, la enseñanza o, porqué no, la realización de manualidades con papel. Conozco otros centros de enseñanza que han optado por regalar estos volúmenes en desuso a estudiantes desfavorecidos económicamente o a todos aquellos alumnos que necesiten material de estudio adicional (muchos son los alumnos del segundo curso de Bachillerato que necesitan libros de texto para complementar la preparación de las pruebas de acceso a la universidad). Son las rifas y mercadillos, las actividades que más éxito tienen en centros de educación especializada como Centros de Enseñanza de Personas Adultas y Escuelas de Idiomas, donde el perfil del estudiante es otro, ese que da un valor monetario a sus lecturas, aunque este sea simbólico, y ayuda de manera altruista a la adquisición de nuevos títulos que amplíen el fondo de la biblioteca o sirvan para otras causas.


Quint Buchholz

A esta situación de la biblioteca del centro debemos añadir la de las bibliotecas de aula, espacios reducidos en cada aula (muy abundantes en los colegios y no tanto en institutos) que engloban una serie de títulos para su uso dentro de la hora de lectura o con fines didácticos. Aunque en la Educación Primaria, más agradecida y controlada, tienen mucho sentido, es en la Secundaria donde escapan a cualquier control, terminando por estar cubiertos de polvo o desaparecer, unos fines que se alejaban mucho de las buenas prácticas y el disfrute de la Literatura, por lo que en muchos de estos centros se han eliminando estas mini-bibliotecas bienintencionadas. De este modo, los fondos que están en las aulas, retornan a la biblioteca del centro, estando más controlados y a disposición del resto de la comunidad educativa.
Aunque el mobiliario es importante a la hora de crear un ambiente propicio para la lectura y el estudio, puedo afirmar que jamás he visto una biblioteca escolar (excepto de nueva hornada) cuyo equipamiento sea enteramente adecuado, impecable y esté en perfecto estado de conservación, ya que la mayoría se nutren de restos, sobras y objetos en desuso, cosa que, por otro lado, no importa mientras cumplan su cometido. En lo que respecta al gusto estético, es un aspecto que depende enteramente del buen hacer del responsable, punto en el que confieso haber visto auténticas maravillas construidas sobre cajas de fruta, cartón o tablas recicladas.
Sin usuarios, una biblioteca bien dotada y preciosa, es NADA. Por ello, después de la puesta a punto, necesitamos “clientes”. Aunque muchos docentes creen que es difícil hacer que los alumnos la utilicen, la realidad es otra: sólo hay que crear una necesidad. Para ello hay que tener en cuenta la biblioteca, no sólo como lugar de castigo, sino como un espacio útil y/o de ocio. Si tenemos que realizar un trabajo en grupo con los alumnos, ¿por qué no llevarlo a cabo en la biblioteca e insuflarle así un soplo de vida?... Si programamos una actividad teatral, ¿por qué no se desarrolla en la biblioteca?… Las bibliotecas, además de templos llenos de quietud y saber, deben ser lugares cambiantes, nunca estáticos, que dentro de un orden, se encuentren en constante movimiento e interaccionen con toda la sociedad escolar.


Manon Gauthier

Colaboración entre entidades

Son muchos los Planes de Lectura que integran entre su repertorio de actuaciones, actividades de lectura conjunta o clubes de lectura que, bajo nombres tan variopintos como “Leyendo con los cinco sentidos”, “No leas que no te oigo”, “Padres leyendo” o “Libroforum”, aglutinan a estudiantes, familiares o profesores que leen un mismo título para comentarlo en todo el proceso de la lectura. Leer en grupo, una actividad generalmente opcional y voluntaria, suele realizarse de forma periódica, es decir, semanal, quincenal, mensual o trimestralmente, y en horario diurno o vespertino, y se puede acompañar de cine, teatro, música o incluso arte, la excusa para aglutinar gran disparidad de opiniones en torno a un libro y generar una mesa redonda donde se viertan todo tipo de sensaciones.
Seguramente la mayor parte de los centros piensan que estas actividades son muy costosas, pero… ¿por qué no se hace uso de los recursos existentes para desarrollarlas? ¿Por qué no buscar alternativas que minimicen el coste sin detrimento en la calidad de estas?... Para tal efecto se crearon los lotes de libros que existen en las redes de bibliotecas públicas estatales, autonómicas, provinciales y locales de nuestra geografía, un servicio al que se puede acceder tras institucionalizarse como “club de lectura” -que a fin de cuentas es lo que son- y solicitar el préstamo de aquellos lotes que interesen por un tiempo más que suficiente (alrededor de un mes). Por un lado hacemos uso de un servicio público sin más coste que el de los impuestos de todos (¡que ya es!), y por otro, podemos realizar una lectura individual pero conjunta durante un largo periodo de tiempo. Como valor añadido hemos de destacar la ganancia de espacio para aumentar la diversidad de títulos de la biblioteca del centro, ya que los lotes de libros, aunque contribuyen a la lectura colectiva, suponen una renuncia a la riqueza literaria, y por otro, la colaboración con otras entidades.


Komako Sakaï

Vecinos echando un cable

Durante los pasados años en los que la bonanza económica no sólo permitía hincharse de cerveza en los bares, darle un uso desorbitado al plástico de nuestra cuenta corriente y llenar las bibliotecas escolares (decida cada cuál lo más provechoso…), también había presupuesto para realizar actividades paralelas a la lectura y que ayudaran a afianzar ese amor por los libros. Como ejemplo podríamos citar los encuentros con autores, obras de teatro originales o adaptadas, recitales de poesía, contadores de historias y cuentacuentos de toda condición, conciertos y charlas, conferencias o seminarios.
Aunque nadie duda de la valía de todas estas actividades para incentivar, desarrollar y mantener el gusto por la lectura, si es cierto que todas ellas tenían un coste mayor o menor dependiendo de quién las llevase a cabo y cómo se desarrollaran, un lujo que hoy día es impensable para centros modestos, sobre todo los pequeños centros del ámbito rural que en muchos casos dependían de los presupuestos de los centros de profesores (CEP) o los centros de recursos y apoyo a la escuela rural (CRAER). Es por ello que debemos agudizar el ingenio para complementar la tarea de la lectura de un modo activo y participativo… Y han vuelto a renacer los concursos literarios y los grupos de teatro escolares (¿dónde se habían escondido todos los aficionados?), y han vuelto a acudir a las escuelas los autores locales y los familiares… Se oye como muchos abuelos se ofrecen a contar viejos recuerdos, como un conocido de otro conocido va a declamar sus poesías consonantes, o como la vecina del quinto se ofrece a preparar chocolate el Día del Libro, unas acciones que no se deben despreciar por el mero hecho de no ir avaladas por un “ranking” de ventas, por cualquier universidad, o incluso por el partido político de turno.
Aunque destellos de la vieja escuela, de esa que todos hacíamos porque sí, se escapan por las rendijas de la nueva, todavía queda mucho camino por andar, un recorrido en el que cualquier ciudadano que tenga algo que ofrecer puede participar.


Patricia Metola

Tiempo, bendito tesoro

Aunque la imaginación depende de nuestra propia naturaleza, el tiempo, aunque finito, es directamente proporcional a nuestra voluntad, que como bien decía Ramón y Cajal, es lo único verdaderamente divino en nosotros.
A pesar del aumento generalizado de horas lectivas, a los docentes en nuestro país, siempre les quedan resquicios en los que realizar otras actividades que, aunque no estén relacionadas directamente con la labor docente del currículo, sí pueden estarlo indirectamente, y para la tranquilidad de algunos, no me refiero a desempolvar libros (que también…). Si tenemos que redactar un examen, ¿por qué no hacerlo en la biblioteca del centro en vez de en cualquier despacho y dar la oportunidad a algunos estudiantes de utilizarla?... Si tenemos que leer algún documento, cualquier libro ¿por qué no hacerlo en clase y de paso dar un ejemplo tan necesario a nuestros estudiantes?... No sólo debe ser el encargado de la biblioteca escolar o aquellos docentes con guardias en dicha ubicación los únicos que se preocupen por ella por el mero hecho de tener asignado en su horario un periodo de tiempo para tal efecto, sino que todo el mundo, incluidos padres o alumnos (¿acaso les hemos preguntado?), puede participar en su buen funcionamiento
El maestro, el profesor que verdaderamente lo es, no se esconde bajo un barniz de comodidad y arribismo intelectual, sino que debe hacer frente a los problemas con entrega vocacional y prestar unos minutos a diferentes causas, llámense estas familias desestructuradas, zoquetes de remate o planes de lectura.


Chih-Yuan Chen

En definitiva…

Son muchos los docentes que creen en la biblioteca escolar, como un espacio donde se puede leer, aprender y relacionarse, pero para ello, necesita seguir vivo.
Siendo conscientes, no sólo del victimismo que la situación económica actual está implantando en la sociedad (a veces tan innecesario, otras dramático), sino de nuestra responsabilidad laboral, debemos aupar el ánimo y activar la imaginación, para idear soluciones prácticas, factibles y baratas, que nos permitan salir a flote, no sólo por continuar con el trabajo que en su día iniciamos con los planes lectores, sino por fertilizar lo que consideramos el futuro: nuestros estudiantes.


Maurice Sendak

*Nota: Este artículo fue publicado originalmente en el número 33 de la revista Mi Biblioteca: La revista del mundo bibliotecario, llevando por título ¡Plantándole cara a la crisis! Imaginación, voluntad y lectura, ocupando las páginas 36 a 42 de la misma.