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miércoles, 16 de abril de 2014

De las beldades de la primavera



Aunque digamos que mayo se viste florido y hermoso, es de sobra conocido que abril es el mes en el que irrumpe la alergia en cualquier nariz  a costa de los millones de granos de polen que flotan en el aire (¡para lo que ha quedado el hombre!). Estornudos, ojos llorosos, picor de garganta, enrojecimiento y dificultades respiratorias asolan a esta raza que ha sucumbido al poder de la vegetación, una que, considerada inerte gracias a la inmovilidad que le confiere la celulosa que cubre y protege sus células, demuestra su poderío y grandeza a costa de gametófitos masculinos volantes que dispersan los genes de las gramíneas, las plantagináceas, las cupresáceas o las oleáceas.



Aparte de alergólogos, neumólogos y otros seres sanitarios que ven agolparse en la puerta de sus consultas todo tipo de desesperados mocosos, otros que se ven afectados por la omnipresente naturaleza son farmaceúticos y laboratorios químicos que, engordando beneficios a costa de antihistamínicos y otros medicamentos, ayudan al ciudadano a envenenarse primavera tras primavera para poner en evidencia una vez más que hemos dejado de vivir en simbiosis con la madre Tierra y cualquier cosa nos afecta.
Unos científicos apuntan a una agresividad manifiesta de las plantas hacia la contaminación, el calentamiento global y otras beldades antrópicas, otros dicen que nuestro sistema inmune ha perdido la capacidad de reconocer lo mundano e inofensivo y por último, los que como un servidor, se apoyan en la idea de que estamos podridos a base de tanto cuidarnos. Si sufren sus propias carnes la alergia, decídanse por la opción más razonable pero recuerden que sus mastocitos olvidarán por mucho tiempo que entre las plantas y nosotros existe un vínculo ancestral y que, como en las mejores familias, se dedicarán a la gresca con el polen durante unos cuantos años (si no es de por vida…).


En base a todo ello, que el campo verdea y dehesas, pinares, robledales y hayedos se pintan de colores, es hora de echar mano de algunas propuestas editoriales como son el Inventario de los árboles de Virginie Aladjidi y Emmanuelle Ychoukriel (editorial Faktoría K de Libros) y los Cuentos del bosque de Leticia Ruifernández (editorial Ekaré), que nos invitan a conocer la diversidad de la vida y sus distintas formas.