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jueves, 16 de mayo de 2024

Todo un acierto


Acertar es una cosa muy difícil. Con la pareja, con los estudios, con los amigos, con la ropa, con los regalos, con el menú, con el hotel… Todos sabemos que cualquier decisión entraña un riesgo, pues el azar se interpone en nuestro camino y a veces erramos. No obstante, creo que cualquiera tiene la capacidad de sopesar pros y contras, de barajar diferentes escenarios y tomar el camino más plausible.
Aunque en la facultad me enseñaran que lo más probable tenía que pasar por el principio de parsimonia, es decir, lo más sencillo siempre nos lleva a lo más probable hasta que se demuestre lo contrario, yo barajo multitud de probabilidades, sobre todo cuando el asunto es bastante peliagudo y requiere cierto análisis.


Hay cosas en la vida que no necesitan muchas vueltas. Qué película nos vemos un domingo por la tarde, qué modelito me enfundo este martes o dónde vamos a echarnos la cerveza de los jueves no necesitan demasiada conjetura, que se nos va la mierda en pedos y al final se nos va la vida con tanto mareo.
Conforme esta la vida hay que entregarse a la estadística, hacer la cuenta de la vieja, darle brío al cubilete y tirar los dados sobre la mesa. Seguro que el momento nos sorprende con alguna alegría, que también tiene su mérito quedarse boquiabierto. No hay que buscarle tres pies al gato. Solo disfrutarlo.


Precisamente eso es lo que me ha pasado con un libro de Marianna Coppo que acaba de publicar la editorial valenciana Andana. Se llama El libro que te lee la mente y me tiene enamorado y casi atolondrado. Si has asistido alguna vez a un espectáculo de magia (o de mentalismo, como se llama ahora) sabrás que los magos muchas veces piden la participación del público ¿no? Pues en este número, tú eres el que le va a echar una mano a Lady Conejo, nuestra maga particular. Solo tienes que escoger -¡sin decírselo a nadie!- un personaje del patio de butacas. Un fantasma llamado Bu, un signo de interrogación, el señor Cuchara, Seta, Peludito, Diente de leche o Mano Izquierda, ¡da igual a quien elijas porque Lady Conejo te va a leer la mente y adivinarlo.


Seguramente muchos le habrán colgado el sambenito de libro-juego, pero ¿qué libro no juega contigo? Además del truco de magia, la Coppo despliega ante nosotros un elenco de personajes y criaturas absurdas e increíbles (¿Se han fijado en los pequeños ayudantes?) que invitan a la fantasía, a desbordar un universo particular, a preguntarnos qué pintan ahí o de dónde salen.


Basado en un antiguo manual de magia (o matemáticas, llámenlo como quieran) del siglo XVII, este libro nos invita al divertimento, pero también puede constituir un ejemplo maravilloso de cómo no siempre es necesario tenerlo todo atado para ser feliz. De hecho, la autora nos invita a ello, a que no paremos de pasar las páginas de este libro, a que seamos felices junto a esta coneja tan maja que siempre acierta.

lunes, 16 de octubre de 2023

Aventuras campestres


El precio del aceite de oliva por la estratosfera, los melocotones de Fraga parecen traídos del último confín, las estanterías están vaciándose de arroz bomba, tomates que valen oro y lo de la magra y el cabezón no tiene nombre. El que en estos momentos no se acojone cada vez que visita un supermercado es que vive en otro universo.
No me extraña que cada vez sean más los que se aventuran a buscarse un terrenico y sembrar cuatro matas en pro de la supervivencia. Ni ecologismo, ni semillas autóctonas, ni productos de temporada. Aquí lo que interesa es echarse algo a la boca aunque sea a costa de doblar el lomo.


Pero ¡qué ilusos! No tienen ni idea de las cornadas que da el campo. Para coger una calabaza, dos berenjenas y cuatro patatas, además de dejarte la hiel en los gasones del campo, hay que rezarle a varios dioses y mirar al cielo con lágrimas en los ojos a ver si Boreas, Noto o Céfiro regalan lluvias generosas.
Tanto es así que el otro día me dijo un conocido que casi sufre un paro cardiaco porque una gallina pilló el moquillo y casi las palma. Que además de pelarlas, cuesta mucho criarlas. Y no digamos cuando, pensando en todo tipo de guisos y arroces, vemos una pollada diezmada por culpa de las alimañas…


Sí, sí, créanme, lo campestre es una aventura. Que se lo digan a Proserpina, la nueva criatura de ediciones Tralarí. Con texto de Isabel Benito e ilustraciones de Cintia Martín llega a las librerías (o por correo, que esta editorial es pequeñita pero muy accesible) un álbum de esos que te hacen disfrutar como si fueras un niño, cosa que últimamente se agradece.


Todo empieza con una gallina y sus tres huevos. De estos nacen tres hijos bien zascandiles que, sin encomendarse a Dios ni a su madre, se lanzan al mundo como pollos sin cabeza y acaban perdidos en mitad de la maleza. Cae la noche y las aves son acechadas por una hambrienta lechuza. ¿Lograrán volver sanos y salvos al nido Proserpina y sus vástagos?


Con mucha guasa, este libro juega con la transparencia del papel, otra cualidad física que merece atención a la hora de presentar una historia que, si al principio parece sacada de algún papiro egipcio, tras poner una fuente de luz detrás de cada página, nos quedamos boquiabiertos con el hallazgo, una sorpresa que nos arranca esa sonrisa infantil que todos, grandes y pequeños, parecemos haber olvidado.


Rimas que evocan a las retahílas populares, ilustraciones de líneas sencillas y a tres colores, un final muy móvil, guarda explicativa para los menos avezados y un glosario castellano que me ha robado el corazón son motivos más que suficientes para hacerse con esta joyica pucelana para disfrutar como auténticos monstruos durante el recreo, la merienda y antes de irnos al sobre. 


miércoles, 20 de octubre de 2021

Nada es lo que parece


Con unos cuantos años sobre la espalda, permítanme que desconfíe de todo lo que veo, oigo, palpo y hasta siento. No tiene nada que ver con un fallo sensorial (todavía mantengo mi organismo dentro de unos estándares medianamente aceptables), ni tampoco con un trauma de niñez. Más bien se trata de un entorno lleno de apariencias que nos asola la percepción. Un juego que trasciende lo creíble y se sirve de artefactos para difuminar las fronteras entre el ser y el parecer. Y así pasa, que esto parece el mundo al revés.
Pensamos que los ricos son más pobres que las ratas, mientras los miserables tienen más cuartos que pesan. Los feotes lucen bien atractivos en Instagram, los guapos de verdad pasan desapercibidos y los atractivos deslucimos lo que no está escrito. Los influencers no saben de nada pero dan lecciones de todo, y los que se pasan la vida estudiando viven entre sombras y flexos esperando que alguien les pregunte. El ciudadano es una marioneta al servicio de las urnas y el político es un parásito mediático.


No se empeñen, hoy debemos cuestionarnos todo más que nunca. En un terreno donde el postureo y el artificio campa a sus anchas, y los farsantes nacen como setas en mitad de una muchedumbre ignorante e imprecisa gobernada por la impostura y la ideología, cabe hacerse muchas preguntas.
Bucear entre la información contrastada y fidedigna, obviar la morralla y la inconsistencia y aferrarse a la actitud crítica, es la única vía para acercarse a la objetividad y la clarividencia.
Las mentiras emotivas, las preverdades, las fake news, las medias verdades o la posverdad son instrumentos se encuentran más vivos que nunca un relato social que gira en torno a intereses sentimentales, comerciales o políticos, y abandona lo literario, un ámbito donde sí es lícito a la hora de urdir tramas y constructos ficcionales que nos diviertan y entretengan.


Algo que sucede en obras como el ¡Oh! de Josse Goffin, el álbum que regresa a las librerías por enésima vez gracias a la editorial Kalandraka y que hace las delicias de todo el que se acerque a disfrutar de sus juegos visuales.
Una vez más nos topamos con un objeto-libro que nos invita a desplegar las páginas y establecer sinergias. Constatar que detrás de cada objeto cotidiano se encuentra un universo onírico, donde realidad y fantasía conviven. Cada imagen es un eslabón de una cadena que articula una historia (algunos dirían que circular) donde las referencias prescritas en el ideario colectivo se rompen y construyen una y otra vez.


Sin más palabras que las del título, el autor belga nos invita a zambullirnos en esta historia que busca escritor, a disfrutar de lo que parece pero no es, una caja de sorpresas, en apariencia simple, en la que conviven peces, pinzas de la ropa o tazas junto a personajes disparatados y coloristas que disparan la inventiva del espectador.
Un libro de adivinanzas que ha cumplido las tres décadas pero sigue habitando entre nosotros como claro homenaje a las manzanas verdes de René Magritte y la famosa pipa que no es una pipa. Recomendadísimo en este época de engaños visuales.

P.S.: Y del mismo autor ya les reseñaré ¡Ah!, que esa es otra historia...

lunes, 2 de marzo de 2020

Primavera, caos y orden



Después de la resaca de mi doceavo cumpleaños bloguero, empiezo marzo con bastante alegría (Hasta que algún cretino venga a tirarme de las orejas… Siempre la misma historia…). A pesar del viento y otros meteoros poco agradables a los que hay que poner nombre (me parece tal la gilipollez, que no le voy a dar ningún bombo), la primavera se va abriendo paso. Empiezan a florecer los primeros nazarenos y las calles se entusiasman del bullicio reinante.
A pesar de ser una época con bastante esplendor, los humanos nos empeñamos en sacarle brillo (¿No tendrá bastante?), pues muchos empiezan con las limpiezas de temporada. También con las obras. Que si pintores, albañiles, fontaneros y alicatadores. Todo se llena de cubetas de escombros, de camiones de mudanzas y las cajas de cartón se cotizan tanto como las mascarillas asépticas (¡Trescientos euros que piden por una de estas, tú!).


Retira muebles, guarda los libros, busca plásticos grandes… Toda una odisea para ponerlo todo patas arriba. Esa es la manera que tenemos los seres humanos de celebrar la llegada de la diosa Primavera y, por supuesto, de hincharnos a trabajar. Saca la cubertería que te regaló tu tía Josefina y la vajilla de La Cartuja, métele un buen friegue a todos los “tupper” y echa las rayas del baño (¿Quién se inventaría esa costumbre?).
Si a todo esto unimos que el regreso a la normalidad atraviesa por una gran pérdida de utensilios de diferente importancia (¿Dónde pondría las pinzas de depilarme el entrecejo? ¿Y el microondas? ¿Y el carné de la biblioteca? ¿Y a mis hijos?), la cosa se pone fina y un poquito revuelta.


Con tanto orden y desorden llego a La casa donde todo se pierde, un álbum de Brian B. Cronin que da comienzo a una serie de la que sólo ha visto la luz en España este título (editorial Jaguar) y que no deja indiferente a nadie.
En este libro interactivo (si es que alguno no lo es) el autor nos propone un juego de búsqueda en una casa que está llena de trastos. El argumento es sencillo: un par de nietos tienen que buscar una serie de objetos para que su abuelo se acicale y el lector-espectador puede echarles un cable.
Cada doble página nos presenta una estancia de la casa abarrotada de objetos y chiches (En la Mancha nos referimos a este vocablo cuando nos referimos a cosas delicadas, bonitas y, por lo común, pequeñas e inútiles, que abarrotan y engalanan un hogar).


Lámparas, libros, cuadros, juguetes, ropa… todo cabe en estas habitaciones con una característica en común: en cada una prima un color. Todo (y cuando digo todo es todo) es amarillo, magenta o verde en la misma doble página. Aunque visualmente es muy extraño (hay veces que el contraste chirria y sorprende a partes iguales), esto del monocromatismo tiene una doble lectura. Por un lado dificulta la identificación de los objetos perdidos, lo que hace más difícil la búsqueda (N.B.: Les puedo asegurar que un servidor no ha dado con muchos de estos). Por otro lado busca el sentido a una última escena multicolor donde se conjugan todos los colores de las páginas anteriores.


Ya saben, busquen y rebusquen es este libro con cierto aire japonés (¿Verdad que tiene un puntito muy oriental? Sobre todo en la caracterización de los personajes) aunque por las venas del autor corra sangre irlandesa. Y si no dan con todo lo que ha perdido el abuelo, siempre pueden acercarse a esta página web y buscar ayuda.
Por último, una sugerencia. No salgan locos con el orden-desorden primaveral, hay veces que hay que disfrutar del caos y la incertidumbre reinantes.

lunes, 25 de junio de 2018

Perdido en el bosque



Hace tanto tiempo que me perdí en este bosque de los libros para niños, que empiezo a pensar que siempre estuve aquí. Como cualquier incauto que se adentra en la espesura, creí que no sería para tanto, que al final podría atravesarlo sin demasiado trabajo, no detenerme a cada paso. Hoy sé que la linde queda lejos, que los caminos guardaban muchas sorpresas. Eso a veces me asusta. Otras, convengo conmigo mismo que habitar este espacio es un consuelo.
Al principio me di no pocas caminatas. Como un explorador sin rumbo que anhelaba descubrirlo todo. Libando de este o aquel libro un poco de néctar con el que nutrirme. Hoy el ritmo no es tan frenético. Prefiero la quietud, detenerme bajo el dosel, inhalar sus aromas. Que penetren bien adentro y me impregnen. Quizá sea la mejor manera de entenderlo todo, si es que hay algo que entender.
Aquí puede pasar cualquiera. Da igual la edad, no importan las etiquetas. Muchos otros se internan, y al final, todos nos encontramos. Compartimos sendas tortuosas, tomamos veredas separadas, o departimos en un claro sobre la mullida hojarasca. Perdidos. Incluso esa palabra suena bonita en mitad de esta floresta.
Cavilo estos días. Recapitulo sobre lo acontecido, en lo que esa a la que cariñosamente llamamos Literatura Infantil me ha dado. No sólo me acuerdo del trino de los pájaros, del vuelo de las hadas, de los lobos hambrientos o de los duendes jugando... Sí, la vida es extraña. Y menos mal que existen los bosques.

Ana María Matute. 2018. En el bosque. Ilustraciones de Elena Odriozola. Libros del Zorro Rojo.


martes, 19 de junio de 2018

Flip-books, folioscopios o cine de mano: un monográfico



Flip-books, riffle-books, folioscopios, daumenkino, cine de dedo, libro animado, cine portátil o cine de bolsillo. Estas son algunas de las denominaciones que recibe el tipo de libro que traigo hoy a la palestra. Aunque ya he hecho referencia a estos libros en otras entradas como este monográfico sobre libros móviles y pop-up o en este otro en el que se habla de la relación entre LIJ y cine de animación, he creído conveniente detenerme un poco más en estos libritos, primero porque siempre que incluyo algún vídeo sobre ellos en el Instagram de los monstruos me fríen a preguntas, y segundo porque resultan fascinantes para todo tipo de público.
En primer lugar, definamos un flip-book… Consiste en un libro-álbum de pequeño tamaño y con formato generalmente horizontal, que recoge una secuencia de imágenes que varían gradualmente de una página a otra. Pasando esas páginas a gran velocidad utilizando el pulgar, se crea una percepción de movimiento aparente que será de mayor o menor duración cuanto mayor sea el número de imágenes-páginas.
Como cualquier otro libro-álbum, hay que decir que el flip-book es un objeto de difícil clasificación por conjugar generalmente dos lenguajes, el textual y el gráfico (aunque en este caso se podría decir que prima el segundo, algo por lo que algunos expertos lo etiquetan dentro de los álbumes gráficos sin palabras), y al que se le añade una particularidad, la secuenciación rápida. Si además tenemos en cuenta su tamaño (caben en una mano), libreros y bibliotecarios nos saben muy bien si ubicarlos con los libros móviles, los libros-juego, los libros de artista o las películas de animación. Lo único que está claro es que se puede adscribir a la parcela de las narrativas gráficas.


Los folioscopios, como otros engendros relacionados con la ilusión óptica y el cinematógrafo, véanse el  fenaquistiscopio o el kineógrafo, nacen en pleno siglo XIX (data de 1868, y fue creado y patentado por John Barnes Linnet). Desde entonces su producción y destinatarios se han diversificado. Aunque seguramente los folioscopios más conocidos son los que recogen pequeñas situaciones cómicas, secuencias de las primeras películas de dibujos animados, escenas de cómics populares e incluso grandes gestas del deporte, también los hay que nos adentran en el mundo de las curiosidades científicas, las situaciones familiares, como reclamo publicitario, productos artísticos o incluso los contenidos eróticos, conocidos como strip-flips, que abundaban en la Francia de las primeras décadas del siglo XX.


Pero ¿cuáles son las razones por las que, en vez de guardarse en las vitrinas de museos como el zoetropio o el praxinoscopio, el flip-book continúa entre nosotros? He aquí un buen puñado:
- Por un lado, al pertenecer a la esfera del objeto libro, tiene carácter manipulativo e interactivo, algo que ya imprime carácter (todo lo que sea toquitear y dialogar nos encanta).
- En segundo lugar es muy sencillo de utilizar a cualquier edad (para poner en marcha un flip-book no hace falta acudir a la universidad, sólo se necesita el pulgar oponible que nos ha dado nuestra condición humana).
- Cabe decir que encierra un acto íntimo (no es como una sala de cine, sino que aquí sólo caben una o dos butacas, uno o dos mirones).
- También hay que decir que es una producción lúdica que divierte y sorprende a partes iguales (y si además este juego tiene una apariencia tan sencilla, más todavía).
- Otro de sus puntos fuertes es la estructura de tipo sketch que tanto éxito cosecha en los géneros de la narrativa gráfica (si quieren leer algo más de esto, aquí tienen un pequeño artículo), que también se puede relacionar con la brevedad que tanto gusta en las sociedades posmodernas (se ve que hay poco tiempo para el consumo de productos culturales y mucho para los bares o la televisión…).
- Lo de ser fácilmente transportable es una baza inmejorable (el otro día me comentó una madre que siempre llevaba en el bolso uno para que sus hijos se entretuvieran coloreándolo en la sala de espera del dentista).
- Tiene una belleza analógica, anacrónica y romántica. Descubrir un antepasado del cine en la era digital, de los efectos especiales, no sólo es hermoso o entrañable, sino casi mágico.
- En penúltimo lugar y a mi juicio algo muy interesante, es que permite disfrutar de la función mil y una veces (ya saben lo cansinos, repetitivos y adictivos que se ponen los críos con lo que les encanta).
-Y por último es que no sólo podemos disfrutar del espectáculo que nos ofrece un flip-book, sino también podemos darle forma, participar en su proceso de creación.


Jenny Rope. 2017. Wednesday. Napa Books

Tras estas consideraciones iniciales sobre estos libros animados, siendo consciente de que les están entrando unas ganas locas de hacerse con varios de estos engendros, y teniendo en cuenta que no hay demasiados ejemplos en el mercado editorial español, he decidido hacer un pequeño recorrido por los flip-books más actuales y dirigidos a niños (ya saben que este espacio está orientado a ese tipo de lector) de los que tengo constancia (PETICIÓN: Si conocen alguna colección más les ruego encarecidamente que la añadan en los comentarios de esta entrada).
Empiezo haciendo alusión a la propuesta más comercial de todas, concretamente a la que nos hace la editorial Hachette Heroes con los fragmentos míticos de seis películas de la factoría Disney, como por ejemplo Peter Pan, La bella y la bestia o Alicia en el país de las maravillas.


Sigo con la colección “Cine de papel” que tiene la casa catalana Sd Edicions y que está compuesta de cinco títulos, dos de Paola Dragoneti, Plaf! y Berp!, y tres de Cesc Pujol que llevan por título Amb gust de sal, Bestiolari de granja y L'home florit. Me encantan, bien por su humor, bien por su toque surrealista, pero todas tienen mucho que decir.



Continuo con cuatro títulos del autor Otto T. que hace un tiempo editó en España la editorial Comanegra, concretamente El pájaro y las orejas de burro, La rana y el tocado de flores, El pez y el sombrero de copa y El hipopótamo y el gorro de papel. En todas ellas hay mucho humor, guiños a los cuentos de hadas clásicos y mucha transformación de los protagonistas.



No se me pueden olvidar los dos flip-books para colorear del gran Hervé Tullet que la editorial Cocobooks editó en nuestro país. El árbol y El campo son dos historias circulares bastante minimalistas que dan buena muestra del ciclo de la vida tan socorrido en las historias infantiles y a las que los niños pueden imprimir carácter a través de ceras o lápices.





En lo que a edición independiente se refiere (todos los anteriores los pueden pedir en su librería de referencia, estos que siguen ya no) tenemos la colección de cines de mano Teatro Arbolé (Zaragoza), un conjunto de trece títulos que utilizando personajes del mundo del teatro o del circo, pretende hacer llegar a los más pequeños las artes escénicas desde una perspectiva lúdica y diferente.
Por último y quizá la propuesta más sugerente, nos la hace la editorial mallorquina Flipboku, un proyecto personal gracias al que ya han visto la luz dos flip-books de extraordinaria factura, Bendito Machine y Molecularis. De los que quizá el segundo sea el que más me gusta para los niños por aunar las formas orgánicas, la narración visual y el pinta y colorea en el mismo formato. ¡No se los pierdan porque tienen mucha aceptación fuera de nuestras fronteras!


Si se quieren gastar un poco más (todas los libros que les he citado rondan entre los 5 y los 10 euritos y podrían engrosar este listado de álbumes infantiles por 10 euros o menos), echando un vistazo fuera de nuestras fronteras y sin ánimo de que esto se convierta en un listado interminable de títulos, les dejo cuatro propuestas maravillosas para que vean la amplitud de un universo muy desconocido por estos lares pero no tanto en Japón o Estados Unidos, donde podemos disfrutar de cosas como las que siguen (N.B.: Algunos ya están descatalogados):


Seigenesha. 2016. God of Bug Eater.


Seigeneha. 2014. Strobofly (un flip-book con tres partes dependiendo de donde se ubique el pulgar).


Harumin Asao. 2012. A Cat’s Welcome.


Ed Emberley. 1983. The Chicken/The Chameleon (de su serie de flip-books informativos o de conocimientos, que también los hay)

De todas formas, hacer un folioscopio es bastante sencillo además de una buena forma de animar a sus hijos, sobrinos, nietos o discípulos a conocer de primera mano los comienzos de las artes cinematográficas. Si quieren hacerlo de un modo casero les recomiendo coger un taco de Post-it® (si es del tamaño estándar, cojan una navaja de mi tierra, Albacete, y guillotínenlo por la mitad, así les cunde más y tienen el tamaño ideal), cualquier utensilio de escritura o pintura e ideen su propia secuencia. También pueden coger pedazos de cartulina y sujetarlos con una pinza. 


Si además quieren algún consejillo para que sus creaciones sean más impactantes y agradables al ojo humano, pueden echar mano de Blanko, otra idea que se han inventado en Flipboku para los iniciados en dicho arte que además de evitarnos la tarea de la encuadernación, nos dan sugerencias para su realización.


Si aún así, tampoco consiguen un flip-book creíble (yo sé que los hay muy torpes), no se desanimen porque seguro que en algún momento coincidirán con la realización de algún taller que les invite a hacer uno de forma sencilla y agradable, como el titulado Y una docena de flip-books que desarrollan Julie Escoriza y Joan Casaramona o el Haz tu libro animado! a cargo de la Maleta del Cine.


También pueden descargar flip-books en formato pdf, imprimirlos, recortar cada una de sus páginas, cogerlas con una pinza y ¡voilá! ¡Ya tienen su cine de mano particular! De entre toda la oferta que pueden encontrar en Google si utilizan la consigna “printable flipbook”,  me encanta la animación de Pangea (ea, soy profe de geología) que pueden descargar gratis en la página del Royal Ontario Museum



y la idea (esta vez de pago, todo no puede ser...) de Scott Blake que lleva por título Hole Punch.


Y si ya quieren rizar el rizo y protagonizar su propio libro animado, les recomiendo pasarse por la editorial Soy de Cine una iniciativa de la empresa malagueña Minichaplin que realiza flipbooks con secuencias de fotos de un cumpleaños, un viaje o una boda. Un regalo precioso para cualquiera.
Antes de decirles adiós y para saber más sobre flip-books, he aquí los enlaces de The Flippist Flipbooks y The Flipbook Museum, dos geniales perfiles de Instagram en los que encontrarán folioscopios artesanales increíbles en uno y ediciones maravillosas en el otro.


Espero que les haya gustado este pequeño monográfico sobre un tipo de libro que, a pesar de su sencillez, me sigue transportando a la infancia, esa etapa de la vida en la que descubrir y sonreír siempre van de la mano.


miércoles, 29 de marzo de 2017

Libros móviles y libros pop-up, un monográfico


El objeto libro

La interacción entre el lector y el libro sucede a dos niveles. El primer encuentro entre ambos es aquel que se refiere al nivel intelectual, al mundo de las ideas, a un nivel intangible. La segunda interacción tiene lugar en el nivel físico: cualquier lector puede abrazar al libro entre sus manos, pasar sus páginas, olerlas y subrayar las palabras con la yema del dedo. El libro es un objeto, y como tal, ocupa un espacio del que participa el lector en un momento determinado.

El movimiento en los libros

La magia que encierra el hecho de pasar las páginas de un libro mientras lo leemos, ese movimiento, aunque nos puede parecer un hecho estúpido, es un acto reflejo con mucha trascendencia, todavía mayor cuando nos topamos con un libro móvil.
La denominación de libros móviles (movibles, quizá más acertada aunque menos utilizada, animados o desplegables) queda restringida a todos aquellos libros en los que el movimiento entra a formar parte de sí mismos, es decir, que sin el desplazamiento de las páginas o de otros dispositivos incluidos en ellos, el mensaje que encierran nunca podrá ser recibido en su totalidad por el lector.
Esa, la energía cinética, es de la que se sirven todos los libros recogidos en este monográfico para llegar al lector y potenciar la interacción con el objeto libro. El resultado, además de ser puro espectáculo, ayuda a que las palabras cobren vida.



Madalena Matoso. El libro que hace clap. Fulgencio Pimentel.

Tipos de libros móviles

Los libros móviles se pueden clasificar, como todos, utilizando muchos criterios. Libros informativos, narrativos, álbumes ilustrados, libros de artista, novelas gráficas o libros-juego pueden ser algunas de las categorías que les podemos asignar dependiendo de los contenidos pero, generalmente los libros móviles se suelen clasificar por las técnicas que utilizan los ingenieros de papel a la hora de establecer qué movimientos o acciones realizarán los elementos que componen las escenas, así como el resultado o efecto que logran a través de ellos. Aunque hoy día la mayor parte de los libros móviles combinan varios dispositivos diferentes, la forma de clasificarlos tiene en cuenta el efecto que prima en cada uno.
Existen muchas clasificaciones al respecto pero considero que la más acertada es la que han realizado Ana María Ortega y Álvaro Gutiérrez, donde se agrupan en tres categorías los efectos posibles definendo varios suptipos en cada una de estas. A saber:
Transformación de imágenes: Una ilustración da paso a otra que está oculta. Incluye:
- Solapas: El más sencillo de todos. Lo constituye una pieza plana de papel o cartón que al ser levantada destapa una ilustración oculta hasta ese momento a los ojos del lector.
- Imágenes combinadas: en estos libros, las páginas están divididas en dos, tres o más secciones, de manera que puede pasarse una página completa, con todas sus divisiones, y verse una ilustración nueva, o sólo una parte apareciendo un dibujo que es combinación de otros varios, permitiendo la posibilidad de lograr variaciones sobre la ilustración original.


Norman Messenger. 60000 personajes. Acanto.

- Imágenes transformables: estas pueden ser de tres tipos, por transformación horizontal, vertical o circular. En los dos primeros casos, dos imágenes están cortadas en lamas e imbricadas entre sí, de forma que al tirar de una lengüeta ubicada en la parte inferior o lateral de la página, las lamas de una imagen se deslizan sobre la otra, a modo de persiana veneciana, disolviéndose la imagen que veíamos y apareciendo una nueva. Si el dibujo es circular, lo que tenemos son dos discos ilustrados y cortados en sectores circulares, como una tarta, e interseccionados entre sí; deslizando con un asidero uno sobre el otro, se crea un efecto diafragma en el que una imagen se desvanece en otra.
- Panorama: todas las páginas del libro se desdoblan formando una tira con una única y continua ilustración.


María José Ferrada e Isidro Ferrer (il.). Un jardín. A buen paso.

- Encartes: dentro del libro se incluyen cartas y otros documentos que constituyen en sí elementos independientes a modo de reproducción de los originales.


Janet y Allan Ahlberg. El cartero simpático o unas cartas especiales. Destino.

- Troquelados: el formato de las hojas del libro difiere del rectangular o presenta perforaciones, siendo a su vez diferente el recorte de unas páginas del de otras, de manera que la superposición de varia páginas va creando variaciones de la imagen inicial.
Movimiento: Los personajes o artefactos ilustrados están animados. Como:
- Articulaciones: muchos libros disponen de imágenes que se ponen en movimiento al tirar, empujar o deslizar una palanca de papel que puede crear movimientos basados en giros producidos por rótulas y articulaciones de papel, metal o de plástico.
- Ruletas: un disco giratorio que al darlo vueltas provoca que la imagen que vemos en una ventana de la página, de paso a la siguiente.
- Flip-books o folioscopios: Libros de pequeño tamaño con una secuencia de imágenes que varían gradualmente de una página a otra, creando así una percepción de movimiento aparente cuando estas se pasan a gran velocidad.



- Flexágonos: estructuras de papel plegadas que al moverlas alternativamente dejan ver caras ocultas. (NOTA. tanto flip-books como flexágonos podrían encontrarse en la categoría de "Transformación de imágenes").



Tridimensionalidad: Tratan de conseguir efecto de relieve o profundidad en la escena de las páginas:
- Teatrillos: la apertura del libro supone el levantamiento de un escenario sobre el que se sitúan, en distintas capas, los decorados y personajes que ilustran el tema del libro.
- Libros-túnel: en éstos, el contenido se alarga como un acordeón de manera que al mirar desde un extremo, se ven en perspectiva todas las páginas troqueladas que constituyen el libro, formando un escenario multicapa. A veces estos libros incluyen una mirilla en la portada por la que apreciar el efecto.



D. Westerfield. 1992. The rain forest. Colección particular.


Marie Helene Taisné. 2017.

- Libros carrusel: sus pastas se abren 360 grados hasta tocar una contra la otra, construyendo un tiovivo sobre el que las ilustraciones se disponen alrededor del eje formado por el canto del libro.


- Pop-up: la apertura de una página produce la energía necesaria para que una estructura tridimensional autoeréctil se despliegue, volviendo a su condición plana al cerrarse el libro.

¿Qué es un ingeniero del papel?

La ingeniería de papel, de manera estricta, trata la creación de estructuras utilizando como materia prima el papel. Aunque estas estructuras pueden ser muy variadas y con distintos fines, generalmente y de manera restrictiva, nos referimos a la ingeniería de papel en el desarrollo de todos los libros móviles que hemos definido ya. Por tanto, un ingeniero de papel se encarga del diseño, desarrollo, construcción y producción de diferentes piezas, ensambles y dispositivos realizados sobre papel u otros materiales de las mismas características (acetatos, plásticos o espumas laminadas) dentro de este contexto.




La formación de los ingenieros de papel es muy variada. Seguramente y como bien dice David A. Carter, si a cualquier ingeniero de papel le preguntásemos como ha llegado a serlo nos diría que deshaciendo y diseccionando muchos libros pop-up, ya que muchos de estos profesionales provienen del mundo del diseño industrial, las artes gráficas y la ilustración. Esto provoca que en muchos casos ilustrador e ingeniero de papel sean la misma persona.
Excepto en Japón, donde tradicionalmente el papel es una materia prima con gran interés (el origami o papiroflexia estática, el kirigami o papiroflexia dinámica o el llamado popigami, tres disciplinas muy relacionadas con este tema), se cuentan con los dedos de una mano las universidades que ofrecen a sus estudiantes formación específica, léanse asignaturas, seminarios o cursos, sobre las posibilidades de este material, por lo que los estudios en todas estas técnicas se ligan más a un plano autodidacta y extra-académico.
Entre los principales ingenieros de papel del mundo encontramos a Robert Sabuda, Matthew Reinhart, Tor Lokvig, Bruce Foster, David A. Carter y James Díaz, en Estados Unidos; David Pelham, Roer Van der Meer o Graham Brown en Inglaterra; Kees Moerbeek en Holanda; Anton Radevsky en Bulgaria; y Marion Bataille en Francia. Dentro del panorama español sólo podemos citar al estudio Fénix Factory, un grupo pionero en estos procesos.


Para profundizar más en las bases de esta disciplina, me gustaría recomendarles Los elementos del Pop-Up, de David A. Carter y James Díaz (Combel), un libro esencial a la hora de comprender todo lo que se relaciona con la terminología especializada y las técnicas que utilizan estos profesionales a la hora de dar forma a estos libros, así como el canal de YouTube, The Pop-Up Channel, dirigido por Duncan Birmingham y que cuenta con unos 30 vídeos.


¿Cómo se hace un libro pop-up?

En el libro animado clásico tenemos cuatro actores principales: escritor, ilustrador, ingeniero de papel y montador, cuya actividad esta muy relacionada entre sí.
En este proceso, el escritor elabora el texto sobre el que se irá construyendo el objeto libro. El texto se envía al ilustrador y al ingeniero de papel. El ilustrador elabora una serie de bocetos y se los presenta al ingeniero de papel. Este punto es importante ya que, a pesar de las ideas magníficas que pergeñe el ilustrador, el ingeniero de papel tiene limitaciones considerables en cuanto al formato, el tamaño, el efecto deseado, las dimensiones o las características de los materiales se refiere. 
El ilustrador realiza las modificaciones oportunas si las hubiera y entrega los bocetos finales al ingeniero que comenzará a preparar el tipo de dispositivos que utilizará. Una vez las ilustraciones estén terminadas, el ilustrador imprime las ilustraciones en los materiales convenidos (Nota: La primera impresión es en blanco, lo que se llama "white dummy") y se las entrega al ingeniero para que realice el montaje, terminando así una maqueta inicial que se presenta a edición. 
Tras la aceptación del proyecto, en el proceso de edición se establece todo lo que se refiere a la maquetación, el color y, por supuesto, la definición de los troqueles para obtener las piezas que se necesitan en el montaje de estos mecanismos. Una vez hecho este trabajo se lleva a imprenta de la que saldrán los materiales para producir una serie limitada (de 5 a 10 ejemplares), ya que es necesario ver su efectividad en la cadena de montaje y barajar posibles modificaciones. Todos ello se hacen llegar a los montadores (“packager” en inglés), el cuarto pilar sobre el que se sustenta la producción de estos libros. Una tarea manual y casi artesanal que encarece bastante el precio final de estos libros. Si el producto es óptimo comienza la producción en cadena y si no lo es, se acometen las modificaciones oportunas antes de entrar en la cadena, para llegar, finalmente, al lector.

Algo de historia...

Hace más de setecientos años que alguien tuvo la genial idea de añadir un dispositivo móvil a un libro. No sabemos muy bien quién fue ni cómo ni dónde, pero el caso es que los primeros libros con esta característica datan del siglo XIII. Teniendo en cuenta esto, merece la pena echar un vistazo mucho más profundo a los datos históricos que referiré a continuación.
Algunos estudiosos creen que fue el mallorquín Ramon Llull (1233-1316) el primero en incluir las primeras volvelas o ruedas de papel giratorias en sus escritos para poder explicar sus teorías sobre la numerología y la existencia de Dios de un modo más visual en su obra Ars Magna. También se cita a Matthew Paris, un monje benedictino inglés y contemporáneo de Llull, que incorpora estos dispositivos en el libro Chronica Majora, un libro sobre el cálculo del tiempo.


Astronomicum caesiarumx Apianox (1540). BNE.

Posteriores a estos dos pioneros son el matemático alemán Peter Bienewitz (o Pedro Apiano en castellano) que en 1524 publica Cosmographia, un libro que incorpora elementos móviles de papel para ilustrar sus trabajos sobre geografía e instrumentos astronómicos, el flamenco Andrea Vesalio con su De humani corporis fabrica (1543), en el que figuran ilustraciones realizadas en el taller de Tiziano y que muestran la anatomía humana en detalladas capas superpuestas utilizando la técnica de la solapa, y el cosmógrafo y navegante aragonés Martín Cortés Albácar, que editó en 1551 el Breve compendio de la esfera y de la arte de navegar, una obra de formato similar y de gran valor científica.


Tadeo Felipe Cortés del Valle y Castillo. Calendario romano (s. XVIII). BNE.

Como apunte y para un recorrido más detallado sobre todos estos ejemplos y muchos más, les recomiendo el catálogo de la exposición maravillosa titulada Antes del pop-up, una muestra realizada en la Biblioteca Nacional (Madrid, España) durante el año 2016, y que algunos tuvimos la suerte de disfrutar en vivo y en directo.
Teniendo en cuenta todo lo anterior hay que apuntar a que los libros móviles, aunque con cierta intención didáctica, durante todo este tiempo están dirigidos al mundo adulto y que no es hasta bien entrado el siglo XVIII, cuando se desarrolla el concepto moderno de infancia y se incorporan estos elementos en los libros dirigidos a los niños.
Los primeros libros para niños que incluyen recursos propios de los libros animados se empiezan a fabricar a partir de 1775, en Inglaterra, gracias al editor Robert Sayer, que publica sus “harlequinades” o “metamorphoses books”, unos libros de versos con solapas que pueden alternarse para dar diferente aspecto a los personajes que en ellos se recogen.


R. Sayer. 1770. Harlequinade de Adán y Eva. Colección particular.

A estos les siguen las muñecas de papel que fabrica la firma de juguetes S. & J. Fuller entre 1810 y 1816, y los “toilet books” de William Grimaldi (1820), unos libros que tienen su origen en el que este artista de miniaturas idea para su propia hija con el fin de enseñarle modales y que más tarde se reproducirá en serie. Durante la misma época aparecen los llamados “peep-show books” o libros-túnel, unos libros que se recogen en la tipología y cuya autoría se desconoce.


W. Grimaldi. 1821. The toilet. Colección particular.

Todos estos libros, aunque basan su atractivo en la inclusión de este tipo de recursos, no pueden considerarse libros móviles propiamente dichos ya que el movimiento no queda integrado dentro del mensaje. Es en 1856 cuando la casa editorial Dean & Son, fundada en 1800, comercializa los primeros libros móviles propiamente dichos, media centena de libros que ellos llaman “toy-books” y en los que los personajes pueden actuar y moverse de acuerdo con cada historia gracias a mecanismos como las lengüetas y las persianas venecianas.
A esta le sigue la editorial Tuck & Sons, fundada por el alemán Raphael Tuck (N.B.: No olvidemos que Alemania es un país donde las artes gráficas evolucionan más rápidamente gracias a la cromolitografía), que publica la llamada “Father's Tuck Mechanical Series” (1890), unos libros impresos en Baviera, montados en Londres y que incluyen imágenes desplegables y escenarios en relieve.


E. Nister. 1896. Peeps into Fairy Land. Colección particular. 

Otro editor de libros mecánicos es Ernest Nister (Nuremberg) cuyas series de libros móviles más conocidas se producen a partir de 1891. Sus libros con ilustraciones preciosistas y con escenarios multicapa que se levantan automáticamente al pasar la página, “panorama picture books”, o con láminas de transformación rotatoria, “dissolving pictures”, se comercializan en Europa y América gracias a la colaboración con la casa neoyorkina Dutton.
Sin lugar a dudas los libros de imágenes móviles más originales del siglo XIX son ideados por Lothar Meggendorfer (1847-1925), el llamado rey de los libros móviles, que da nombre al premio más prestigioso de este tipo de creaciones y de quien les recomiendo buscar su biografía. Este artista de Múnich tiene una visión cómica muy especial que transmite a través de ingeniosos dispositivos mecánicos. En contraste con sus contemporáneos, Meggendorfer no esta satisfecho con una sola acción en cada página, sino que es capaz de dar movimiento a cinco partes de la ilustración en diferentes direcciones y simultáneamente. Idea intrincadas palancas ocultas entre páginas, remaches metálicos e hilos de cobre que dan enormes posibilidades de movimiento a sus personajes. Como nota curiosa decir que Maurice Sendak era el propietario de varios de estos libros que se pueden contemplar en el Rosenbach Museum and Library.


L.Meggendorfer. 1887. Internationaler Circus. Colección particular.


Los primeros en producir los primeros libros animados estadounidenses son los hermanos McLoughlin en 1880 (Nueva York) con sus dos series de Little Showman, cada una de las cuales contenía escenas tridimensionales que se desplegaban en pantallas multicapa.
A finales del siglo XIX y comienzos del XX, el editor francés A. Capendu de París produce una serie infantil de libros con movimiento (1910) que utilizan solapas o lengüetas entre los que destaca Caperucita Roja.
Pasamos al siglo XX y con él a la Primera Guerra Mundial, una época en la que pocos libros pop-up se producen en la Europa de las contiendas debido a su coste, la elevada mano de obra y la escasez de papel. Termina así la Edad de oro de los libros móviles.
En 1929 y pasado este primer enfrentamiento bélico, el editor inglés S. Louis Giraud junto al inventor de juguetes ópticos Theodor Brown, inicia una nueva serie de libros móviles que pueden considerarse auténticos libros pop-up ya que contienen ilustraciones que se erigen de forma automática, se mueven y son visibles desde todos los ángulos. Tienen un precio moderado gracias al tipo de impresión utilizada y son muy populares. Se publican dos series, la primera dentro de la publicación Daily Express Children's Annual durante más de cinco años, y la segunda (Bookano Stories, 17 números) en Strand Publications una editorial que fundan tras abandonar la primera.


L. Giraud. 1930. Daily Express Children's Annual. Colección particular.

Es así como en plena Gran Depresión, las editoriales estadounidenses buscan maneras de reavivar la compra de libros. En los años 30, Blue Ribbon Publishing, acuña y patenta el término “pop-up” para referirse a unas creaciones dirigidas por Harold B. Lenz en las que combinan elementos de los libros móviles con personajes de Walt Disney y cuentos de hadas tradicionales para producir animaciones dinámicas.
También en este periodo, acontece en España la producción de libros desplegables. Destacan casas catalanas como la editorial Molino, la editorial Maravilla (colección Cuentos en Movimiento), Gráficas Manén (colección Teatrines), la editorial Selva (Albums Relieve) o la editorial Juventud que publicó en 1935 un precioso Peter Pan.


A. Saló. 1935. Peter Pan y Wendy. Juventud.

A finales de los 30 y primeros 40, la cosa se anima... McLoughlin Brothers vuelve a entrar en el mercado del libro móvil en 1939 con la publicación de la serie Jolly Jump-up, con diez títulos ilustrados por Geraldine Clyne, la primera figura femenina de los libros desplegables. También se lanza la serie de Finnie the fiddler, el libro inaugural de Julian Wehr, que desarrolla una ingente labor artística con libros que utilizan el sistema de lengüetas o pestañas que se accionan para crear movimiento. Entre 1942 y 1950, Wehr publica más de 40 libros infantiles y vende más de 9 millones de copias. Sus ilustraciones se imprimen en papel ligero, por lo que su precio es bajo (un dólar). En España son publicados por Ediciones del Zodiaco.
Aunque suene testimonial cabe destacar la simbiosis que a partir de los años 40 establecen el arte y el libro animado, ya que aparecen en Europa los libros infantiles de Bruno Munari, el gran diseñador, donde troqueles y solapas invitan al juego en unos libros sencillos, una realidad que continuará Andy Warhol en Estados Unidos con la publicación en 1967 de su Index Book.


V. Kubasta. 1965. Tip Top Tap y los dragones. Colección particular. 

A partir de finales de los años cincuenta, Artia, una agencia de importación/exportación, produce una serie de libros pop-up muy innovadores en la entonces Checoslovaquia. Vojtech Kubašta es su artista preeminente y creador de docenas de libros pop-up que son comercializados por los ingleses Brancroft & Co de los que se llegan a vender 10 millones de copias. En muchos casos estos libros están formados por una doble página que se abre y crea una escena.
A mediados de los años sesenta, Waldo Hunt, pretende comercializar las creaciones de Kubasta en Estados Unidos pero el Pacto de Varsovia se lo impide, por lo que funda Graphics International, una compañía con sede en Los Ángeles que comienza a producir sus propios libros pop-up gracias al ingeniero de papel Ibn Penick. Entre estos destacan los libros de adivinanzas de Bennett Cerf (1965) que produce para Random House.
Hallmark Cards (Kansas City, Missouri) absorbe Graphics International al final de la década y Waldo Hunt decide abandonar la compañía para fundar Intervisual Communications en 1974 (California), que será una de las grandes compañías gracias al ingeniero Roer Van der Meer.
En este momento empieza la Edad Moderna de libros desplegables que llega hasta hoy día y en la que numerosas compañías como Compass Productions, White Heat, Ltd., Van der Meer Paper Design, Sadie Fields Productions o Designimation producen al año entre 200 y 300 nuevos libros pop-up.

Los elementos móviles y el discurso literario

Como acabamos de ver, en el siglo XIX, son dos las principales orientaciones que han tenido los dispositivos móviles incluidos en estos libros. Mientras que en al principio tenían un aspecto más informativo o académico ya que servían para apoyar y afianzar teorías, conocimientos y hechos, conforme pasa el tiempo, estos artilugios pasan a ser más lúdicos y quedan enmarcados en la esfera del juego, un hecho que deriva de su orientación hacia el público infantil y por el que han merecido en muchas ocasiones la denominación de libros-juego o juegos de papel.
Entra el siglo XX y estas dos realidades, lo informativo y lo lúdico, conviven con lo literario desde dos nuevas vertientes. Por un lado tenemos todas aquellas producciones literarias (o no) que debido a su gran éxito son remozadas en formato pop-up, un fenómeno que tiene más que ver con la orientación comercial que con el desarrollo y mejora del discurso literario. Y por otro están aquellos libros móviles o pop-up que nacen desde la originalidad y lo creativo, se alejan de lo decorativo y pretenden construir un nuevo tipo de discurso utilizando recursos dinámicos.
Dado que este es un espacio donde los monstruos leen, a continuación, presentaré muchos de los libros animados contemporáneos (álbumes ilustrados en este caso) donde esos componentes dejan de ser puramente atractivos y se integran de manera notable en la narración, participan de ella y contribuyen a la lectura. Libros que gozan, algunos de ellos, de un reconocimiento y aceptación unánime dentro del mundo del libro infantil. ¡Ahí van!
Me gustaría empezar por Bruno Munari y su serie infantil de los años cuarenta que incluye títulos como Nunca contentos, El ilusionista amarillo o Buenas noches a todos, editados recientemente en español por la editorial Niño. En ellos el gran autor interviene con la técnica de las solapas la materialidad del libro, establece sinergias con el juego, la curiosidad o las adivinanzas entre el texto y las imágenes e invita al lector a participar del sinsentido y a descubrir, tanto los mundos conocidos, como los desconocidos. 



En esta línea podemos citar algunos clásicos de Eric Carle que a base de troqueles, disminución en la longitud de las páginas o troqueles permite al lector una experimentación con el objeto libro sin menosprecio alguno.
La casa embrujada de Jan Pienkowski (Norma), además de ser el primer libro que incluye varios mecanismos en espacios secundarios de cada doble página, tiene un componente dinámico muy interesante ya que crea una atmósfera de misterio y sorpresa al recrear ruidos (interacción sonora, fabuloso...) relacionados con el argumento.


Tras estos dos clásicos llegan los imprescindibles contemporáneos de David A. Carter y de los que tomaré como ejemplo Un punto rojo (Combel). Como muchas veces ha apuntado, el autor concibió estas narraciones a partir de los dispositivos de ingeniería de papel y no a partir de un texto o una serie de ilustraciones como se suele hacer, es decir, dio prioridad y por tanto identidad a los recursos del papel para posteriormente dotarlos de continuidad. Decide que sea el lenguaje del movimiento el que narre en primer lugar mientras que los del texto y la imagen queden supeditados a él.


Uno de los ya clásicos libros pop-up de Marion Bataille es ABC3D (Kókinos), un álbum abecedario que, además de una estética minimalista y cuidada donde el color y la forma son las protagonistas, ofrecen una visión tridimensional de las letras -en este caso- haciendo uso de multitud de técnicas de este tipo 


También me gustaría hablar de dos de los libros de Anouk Boisrobert y Louis Rigaud, En el bosque del perezoso (Hipòtesi) y Popville (Kókinos), centrándome en la capacidad para narrar en un escenario mutable donde la continuidad está erigida en base al movimiento de decrecimiento y crecimiento respectivamente.



Apuntar al Ver la luz de Emma Giuliani (Ed. Kókinos)...




No me puedo olvidar del Animalario universal del Profesor Revillod de Javier Sáez Castán (Fondo de Cultura Económica), uno de los mejores libros de imágenes combinadas que, para mi gusto, existen, ya que supone un ejercicio de fantasía quimérica exquisito, ni de los Cuentos infinitos de Ediciones Tralarí (Consuelo Digón y Cintia Martín), creaciones móviles españolas que se sirven de las técnicas del plegamiento y la manipulación del soporte por parte del lector para construir una narración cíclica e interminable y que, a pesar de carecer de páginas reales, se sirven de la cinética para establecer tres escenas en un mismo espacio físico.




Son muy interesantes las creaciones de los japoneses Katsumi Komagata y Megumi Kajiwara y Tathuhiko Nijima. El primero se centra en páginas monocromas, superpuestas, plegadas, texturizadas y troqueladas que invitan al lector a sumergirse en lo fantástico desde unos espacios aparentemente desérticos, algo que ya conseguiría Munari desde sus primeras series de libros. Los segundos son dos artistas que recientemente han publicado dos obras innovadoras, Shilouette y Motion Shilouette, que utilizan un elemento erguido entre dos páginas para establecer un lenguaje basado en las sombras. Es este recurso cinético el que se utiliza como conector en una serie de escenas en cada una de las cuales se narra una historia gracias a dos escenas conectadas por una sombra proyectada en diferente perspectivas y que necesita de la manipulación del libro para alcanzar el mensaje.





Como colofón y dentro de este epígrafe me gustaría hablar de Á l'intérieur des méchants un libro de Clotilde Perrin (Seuil Jeunesse) inédito en nuestro país donde los malos de los cuentos infantiles son los protagonistas gracias al juego de descubrimiento que establece gracias a la inclusión de solapas. Mientras que en el caso de la serie de Munari el dispositivo abre nuevas puertas al discurso, en este caso funciona como técnica de desbordamiento literario y se relaciona con lo metaficcional. Hurgamos y descubrimos multitud de detalles humorísticos, metáforas, elipsis, que se esconden en los bolsillos y la ropa interior de los villanos de las narraciones clásicas infantiles. Aunque no es novedoso (les remito a un título como El cartero simpático o unas cartas especiales de Janet y Allan Wahlberg), es más que destacable por combinar intertextualidad con elementos móviles y el fenómeno del álbum-catálogo.




Selección de libros móviles y pop-up contemporáneos

Aunque en el apartado anterior he diseccionado muchos de aquellos libros móviles o pop-up con los que establezco un completo diálogo y en los que me encuentro muy cómodo como lector literario, en este hueco hay que hablar de otros libros donde se recogen otros muchos mundos y en los que destacan aspectos literarios, gráficos, técnicos y/o arquitectónicos. Volúmenes, formas, rápidos movimientos, escalas, efectos sonoros y nuevos materiales que conciben otras posibilidades merecen también una mención. No están todos los que son, pero sí son todos los que están. Disfruten de ellos...



Lewis Carroll adaptado por Robert Sabuda. Alice in Wonderland. MacMillan.



David A. Carter. Te amo. Combel.



Consuelo Digón y Cintia Martín. La manzana. Ediciones Tralarí.





 Philippe UG. Robots. Watch out, water about!. Prestel.


Philippe UG. Pop-Up Op-Art: Vasarely. Prestel.





Ronald King. Alphabeta Concertina. Circle Press.


Scott L. Mc Carney. Alphabook 3. Autoedición.


Kveta Pacovska. Unfold/Enfold. The Art Book. Chronicle.


Kveta Pacovska. Rund und eckig: Ein Formenspielbuch. Revensburger.


R. Vidaling. Yeux t'aime. Tana


Hélène Druvert y Jean-Claude Druvert. Anatomie. De la Martinière Jeunesse. 



Para ampliar información

Aunque he ido citando numerosas fuentes a lo largo de todo este monográfico sobre los libros móviles y pop-up, no me quiero marchar sin enlazar con algunas espacios de la red donde viven los libros móviles y los libros pop-up. En primer lugar les recomiendo pasarse por la página personal de Ana María Ortega y Álvaro Gutiérrez, la mejor página web en español, a mi juicio, sobre cuestiones técnicas e históricas relacionadas con estos libros ya que poseen una extensa colección privada de la que han podido ver numerosos ejemplos a lo largo de este monográfico y que también participan en exposiciones organizadas por todo nuestro país (la próxima en Valladolid, ¡no se la pierdan!). 
También en lengua española me gustaría hacer referencia a este artículo de la Revista Babar que es bastante completo en cuanto a datos históricos se refiere, y al grupo de facebook No es solo de niños (libros po-up, álbumes ilustrados y libros especiales) donde el “género” del libro en tres dimensiones está muy presente, hay gran cantidad de vídeos demostrativos y se tienen en cuenta novedades y tendencias dentro de este mundo.
Como estudios académicos en profundidad también les recomiendo dos tesis doctorales realizadas en universidades españolas, El libro como juguete, sus tipologías y recursos para la interacción de José Joaquín Roldán Jiménez (Universidad Politécnica de Valencia) y la de Marta Serrano Sánchez titulada ¡Pop-up! La arquitectura del libro móvil ilustrado infantil (Universidad de Granada).
En tercer lugar les recomiendo irse de viaje y dar un garbeo por las páginas de dos asociaciones de amantes de los estos libros. La de The Movable Book Society, una organización norteamericana que reúne a muchos apasionados de este tipo de libros y que tiene en su web muchos enlaces interesantes, así como listados de los últimos libros pop-up editados en lengua inglesa, y la de Livros Animes, organización francesa dedicada al disfrute y estudio de los libros móviles y que contiene información útil sobre las técnicas, la historia y las publicaciones más recientes del género dentro de Francia y fuera de ella.
Además de todo esto, les dejo unos cuantos lugares de otros países donde se recogen contenidos referentes a estos libros como Best Pop-Up Books (completísima y con muchísima información), Pop-Up Lady (ambos en inglés) Pop-Up Kingdom (en japonés) y La boutique du livre animé (en francés).


Y como colofón, un guiño al libro

Han pasado diecisiete años desde que entramos en el nuevo milenio, uno en el que esperábamos desterrar al papel de nuestras vidas a tenor de una fe ciega en los formatos digitales que tanto bueno nos han dado. Pero no ha sido así, el papel está más presente que nunca: hace unos días se publicaba una encuesta en la que los niños preferían el libro físico al libro digital. No creo que todo sea tan blanco o tan negro y, seguramente, esas inclinaciones dependan de muchos factores y den lugar a interacciones muy variopintas, diferentes, e incluso, complementarias.
Lo único que sé es que, cada vez que abro un libro pop-up ante los ojos de un niño, una historia cobra vida en el papel y unas cuantas bocas se abren. Quizá muchos libros de estas características pequen de comerciales, pero lo cierto es que son magníficos señuelos para atrapar a los lectores, para buscar una estrecha relación entre el objeto llamado libro y el actor lector.
Llámenlos libros-juego, libros de autor, libros de artista o libros dinámicos, pero son el máximo exponente de que el libro, en su naturaleza, en su forma, también es capaz de expresarse a través de los materiales que lo componen, de su sola existencia, de su vida.