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lunes, 11 de mayo de 2015

¡Cuánto bicho suelto!


Últimamente, en contra de lo que cabría esperar, veo monstruos por todas partes (¡y eso que ya no estamos en el Medievo!). Hago lo que puedo por esquivarlos pero no sé qué pasa, me topo con toda suerte de engendros, de bichos horrendos y seres despreciables. Será que procrean con más facilidad que las ratas o que he agudizado facultades para detectarlos...
Fíjense hasta donde llega el asunto: han proliferado sobre las vallas publicitarias, las tapias, cuelgan de las farolas y se disponen sobre cualquier rincón visible del mobiliario urbano. Lo peor es que toda esta cabalgata de mascarones no sólo se limita al asfalto, las fachadas y los parques, sino que también se ha abierto camino ¡en mi propia casa!... Créanme, enciendo la tele y ahí están, abro el buzón y me hacen muecas, incluso en la radio se oyen sus gritos. No sé cómo lo voy a hacer pero ¡he de deshacerme de todos ellos cuanto antes!
Más de una (ya saben ustedes que las mujeres tienen verdadera animadversión a las plagas) me ha dicho que debería llenar mi vida de trampas (¡como si no tuviera bastantes ya!) con las que cazarlos y darles su merecido. Quizá también sería buena idea la de contratar los servicios de una empresa que los extermine eficazmente...


También decirles que muchos familiares, amigos y conocidos se han opuesto rotundamente ante dicha posibilidad (hay que dejarlos crecer, aducen… ¿Les interesaran los bichos? ¿Qué les habrán prometido?)… Dicen que no hay que ser tan radical en asuntos de esta índole ya que, probablemente, si los ignoro (algo que se me da bastante bien… Nota: puedo sacar de los nervios a cualquiera que padezca de un poco de histeria) salgan corriendo a buscar un ecosistema mejor… Sería mejor no ser tan preclaro y concederles el beneficio de la duda, al fin y al cabo, lo que puede ser malo para mí, puede ser beneficioso para otros... Además, como todo “bicho” de vecino, puede que estos engendros tengan algo de inteligencia -como las ratas- y sepan donde no hay que anidar.


Les aconsejo mirar debajo de la mesa, en el mueble-bar, en el congelador o incluso en esa caja donde guardan los recuerdos más pequeños, no sea que esos cabroncetes estén reproduciéndose como cucarachas. Y si no logran verlos, les recomiendo que se pongan en contacto con Ediciones Tralarí (Cintia Martín y Consuelo Digón) para que les envíen Veo bichos, su último trabajo, un laboratorio interactivo en papel capaz de hacer aparecer y desparecer monstruos y bichos de todo tipo, reinventarlos (esto es la mar de útil cuando tienen tan mala idea como los míos) o crearlos al antojo. No viene mal tener uno de estos dispositivos a mano porque, ¿quién sabe qué más puede criar en nuestros cajones?

lunes, 17 de marzo de 2014

Entre fogones y otras historias


Si en algo ha confiado el gobierno estatal para salvarnos de esta crisis apabullante, es en la hostelería. Restaurantes, terrazas, bares de copas, casinos y puticlubs son la quintaesencia de un país que se pirra por el condumio y el beborcio. A tragar (sea lo que sea) no hay quien nos gane, se lo dice el aquí viajero que ha catado algo de mundo… Somos los reyes del peloteo y la farra, de la fiesta y el descanso, todo ello regado de opíparos banquetes, celebraciones familiares, la cañita imperdonable del mediodía, los almuerzos laborales o las vacaciones estivales. No lo duden: la mejor estrategia para exprimir las billeteras de todos los incautos foráneos y nacionales (de mi, el primero) es cebar a cualquier hambriento con bocatas de calamares, ibéricos de Guijuelo o gamba de Santa Pola.
Dado que es innegable que lo nuestro es el vivir bien, las televisiones se han llenado de concursos de cocina, en todas las esquinas se anuncian cursos de repostería,  los cocineros a domicilio se están forrando y las escuelas de hostelería no dan abasto. ¿Quién hablaba de que la gastronomía francesa no tuviera una digna competidora?  Cocido y empanada, cerdo y cordero, fabes y paella, legumbres y verduras, queso y vino, hacen de esta tierra el paraíso de los tragaldabas sea cual sea su origen, sexo o condición humana.
¡Oh, amada comida española! ¡Realidad democrática que traspasa pocas fronteras y llena tantas barrigas! ¡Desconocida y venerada! ¡No nos abandones a pesar de los precocinados, los gimnasios y las bebidas azucaradas! ¡Tú que tanto has hecho por el ama de casa, por la suegra y la nuera, por el gaznate del obrero y la niña malcriada, por alemanes, ingleses e italianos! ¡No dejes que gandules, conservantes, dietistas, solterones y otros paladares desagradecidos te aparten a un lado!


… Y no lo olviden: si les dan pavor sartenes y peroles, siempre pueden echar mano de Simone Ortega y su sabiduría culinaria, que para cocinar cuentos ya tenemos un recetario que Cintia Martín y Consuelo Digón recién horneado que lleva por título Cocina tu cuento favorito (Ediciones Tralarí), un rompecabezas de historias unidas por una espiral de acero que nos permiten jugar con las palabras, con las imágenes y los sabores de la imaginación.

lunes, 15 de abril de 2013

Elogíos, regalos y consecuencias



Cuando tras un fin de semana desconectando de toda rutinaria actividad (aunque no lo crean este sitio forma ya parte de mi quehacer diario, un trabajo no remunerado económicamente, que absorbe parte de mi tiempo) echo una ojeada al correo electrónico y a los perfiles que este blog tiene en Facebook y Twitter, es una gran alegría toparse con la buena noticia de que la Revista Cuatrogatos, uno de los referentes en esto de la LIJ hispanohablante, te selecciona como uno de los espacios necesarios para informarse de las nuevas que nos traen los libros para niños. Se te llena la boca de una gran sonrisa, te apetece agitar las alas, y volar.
A pesar de esta explosión inicial, pasados unos momentos empiezo a pensar en las consecuencias que, como siempre, oscilan entre esa dicotomía de favorables y negativas… Pérdida de anonimato, mayor cantidad de trabajo, cortapisas, egocentrismo…
Lo peor de todo sería el exceso de cautela... Creé este blog para decir lo que me viniese en gana, para reírme de ese celofán absurdo y lleno de estupidez que nos envuelve, y que, al fin y al cabo, es lo que intenta la buena literatura: ser crítico con la realidad del momento, mostrarla, y de paso, entretener, unos rasgos que podrían ser diezmados a base de visibilidad y, de paso, originar altercados, problemas y otras desavenencias... Resumiendo: estar en el ojo del huracán y hacer gala de polémica constante, puede ser contraproducente para la viabilidad del lugar que compartimos los monstruos.
Por otro lado, el reconocimiento es algo que  anima en un viaje como este, en el que por un mar de líneas, colores y letras, conoces a mucha gente, recibes opiniones de todo tipo, se te tiene en cuenta a la hora de tomar decisiones y de vez en cuando tienes la suerte de disfrutar de algún “pequeño” regalo. Lejos de ostentaciones, lujos y trajes de diez mil euros (¡menos mal que en jamás me he puesto uno!... Con las ganas que tiene mi señora madre…), decir que, llevando una vida modesta (tranquilícense los envidiosos), a veces me encuentro en el buzón con libros que acompañan a notas de agradecimiento, como es el caso de Sueños de pirata, otro proyecto de Consuelo Digón y Cintia Martín (ediciones Tralarí), cuyo nombre pronuncio aquí, no en aras de la cera, ni del mamoneo, ni de culos ensalivados, sino por su buen hacer, la apuesta por historias sencillas y la valentía a la hora de gestar proyectos como este. Recomendado, sin más.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Ideas y mecenazgos





Tras un gélido fin de semana en el que me he visto obligado a claudicar ante el radiador (y este sólo es el comienzo…), quiero compartir con todos ustedes –y “ustedas”, iguales en género y especie-, una experiencia que me ha encantado y a la que me he sumado casi instantáneamente: la edición de tres cuentos mediante el llamado “crowdfunding”, una forma de mecenazgo semi-anónimo para proyectos con necesidades presupuestarias, todo ello, gracias al omnipresente poder de la red.
Cintia y Chelo, Chelo y Cintia, a base de exprimirse el seso, tuvieron una idea, que podéis ver AQUÍ, en la que creyeron, y como no tenían ni un duro para llevarla a buen puerto, pensaron que lo mejor sería pedir prestado ese dinero… Como bien saben, los bancos hoy día no están para prestar sino para pedir, así que este tándem de ilustradora y escritora decidió echar mano de Verkami y el llamado “crowdfunding” para que unas cuantas almas caritativas y con buen criterio aportasen el capital necesario y así editar sus tres cuentos infinitos  recibiendo como recompensa ejemplares de estos y algún que otro regalo en agradecimiento por la confianza manifiesta. El objetivo se ha logrado con creces y tendrá como resultado que el verbo se haya hecho carne y habite estas navidades entre nosotros (o eso espero…)
Y ahora es cuando me preguntan eso de “¿Y tú, Román? ¿Con esa firme oposición a estas moderneces, te has prestado a formar parte de ellas…?” El Román, aunque arcaico, no confunde la velocidad con el tocino, y sabe diferenciar un buen trabajo de las decenas de mierdas que nos proponen las editoriales en estas fechas tan propicias para el consumo masivo, ¡que para eso estamos los gurús “lijeros”!… Más aún, afirmo que es preferible regalar este trío de historias mínimas a precio asequible y narradas a golpe de origami, y, de paso, ayudar a que florezca la creatividad nacional, a que los magnates de la letra impresa se enriquezcan encasquetándonos refritos de libros que ya perdieron el brillo… Porque, ¿quién prefiere una bombilla de bajo consumo cuando puede alumbrarse con un farolillo lleno de luciérnagas?