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martes, 20 de febrero de 2024

Una tanda de humor


Ya terminaron los carnavales, esa fiesta a todo color en la que, inevitablemente, campa el humor. Yo los disfruté en Cádiz, cuna de la gracia y el salero, pese a quien pese. Muchos años sin escuchar en directo cuplés y chirigotas. Una juerga tan especial, como popular. Como las de antes, en los que el disfraz te lo hacías con cualquier hato viejo o prestado, y la gente salía a la calle a dejarse llevar.
Si bien es cierto que yo soy más de las ilegales, pues se permiten otras licencias, en esta visita he denotado como el lado más canalla se diluye en esa corrección política que tanto me hastía. Parece que a los ofendiditos les jode cualquier comentario y las agrupaciones carnavaleras viven acojonadas.


La sátira, la burla y la ironía están perdiéndose ante esa corte de sacerdotes que, como las franquicias, llena todas las ciudades. Claman libertad cuando solo buscan homogeneizarnos e higienizarnos en pro de una religión inerte y estúpida. Todo se parece a la leche de soja, tan falsa, como insípida.
El humor denota inteligencia, sobre todo en carnaval, esa ínsula Barataria donde gobierna la crítica social y el clamor popular, un momento necesario para desfogar, decir todo lo que nos plazca y aplaudir a rabiar en ese sentir plural. Pues lo colectivo, que tanto bueno tiene, también capa al individuo, esa censura velada que va minando lo libertino.


Así que, déjense de gaitas y permítannos vivir a nuestras anchas. Que como el pan está por las nubes, al menos tenemos circo. Algo que también agradecemos los que gustamos de los libros para críos. Y sin más dilación, he aquí una dosis de humor escrito.


Empiezo con Libro Libresco, un álbum de Juan Arjona y Enrique Quevedo editado por A buen paso. En él, un león vive solo en mitad del desierto llevando una vida de lo más insulsa. Se levanta, se peina, contempla el paisaje y se echa a dormir. ¿Quieres cambiar su rutina? Pues sigue leyendo porque gracias a un paquete que le llega por vía aérea todo va a cambiar.


Un libro donde lo absurdo se abre camino gracias a los juegos de palabras con la adjetivación y la redundancia como el recurso indispensable. Si a ello sumamos las siempre coloridas y vistosas ilustraciones del mago Quevedo, la cosa está que arde. Composiciones estudiadas, detalles juguetones y una caracterización de los personajes que invita a la carcajada desde el extrañamiento, son la compañía perfecta a un texto tan surrealista, como disparatado.


Seguimos con Punta y Tunta y su viaje a lo más alto de la cadena alimentaria, un libro de Klára Pavlovcová editado a finales de año por Iglú. Sus protagonistas son una pareja de patos que habiendo descubierto que no están en lo alto de la pirámide alimentaria y que pueden acabar en las fauces de algun depredador, léase, perro, tiburón o ser humano, se afanan por poner a todos ellos en su sitio y coronar lo más alto de la cadena.



Surrealista como él solo, este libro de la autora checa, llega al panorama editorial para invitarnos a disfrutar con unos protagonistas que bien pueden recordar a otros tándems feroces de la llamada LIJ. Con mucho mal genio y esa gracia tan torpe que ostentan los patos (aunque sean indios), seguro que se lo pasan en grande leyendo y contemplando unas ilustraciones en las que las texturas y la perspectiva tienen mucho que decir.


Continuamos con ¡Sigan a esa rana! Escrito por Philip C. Stead, ilustrado por Matthew Cordel y publicado en nuestro país por Océano Travesía, es la secuela de Entrega Especial, otro libro disparatado que pueden conocer en mi selección de libros sobre cartas y carteros.


En esta ocasión, la tía Josefina le cuenta a Sandi cómo se vio envuelta en una persecución por culpa de una enorme rana que engulló al hijo de un almirante mientras andaba de expedición en Perú. Así empieza una historia trepidante y alocada por salvar al chaval y catalogar al tremendo batracio. 


Disparate tras disparate, los autores nos envuelven en una historia que, además de mucho desenfado, ensalza la figura femenina en el universo de la ciencia y aboga por la ternura intergeneracional a base de humor. Una combinación estupenda que unida a elementos narrativos excelentes (¿Ven esas guardas? ¿Esa portadilla peritextual? ¿Los giros narrativos?) permite al lector zambullirse en ella y dar rienda suelta a la imaginación. El que crea que este mundo no está enriquecido con los ingredientes más especiales, que se le seque la hierbabuena.


Nos detenemos también en El arenque volador, un libro con mucha guasa de Germán S. Miller y Carla Novillo, que ha editado la casa madrileña Pastel de luna. El protagonista se dispone a lavarse las manos antes de comer y, sin saber cómo, un barco asoma del grifo y atraca en el salón de la abuela. El Capitán Pescado se ha equivocado de rumbo. Las ideas del contramaestre Quisquilla, el cocinero Rosmarús y Concha, la jefa de máquinas para encauzarlo debidamente son una birria. La única que merece la pena es la del protagonista. ¿Conseguirán llegar al puerto?


Una situación impensable, un poquito de tensión narrativa (la abuela, la abuela, siempre la abuela… las manos, las manos, siempre las manos) e ideas en las que no habita la razón, son los ingredientes de una historia que arrasa entre los chavales. ¡Se me olvidaba! Las ilustraciones le vienen al pelo: mucho croquis, juegos de perspectiva, personajes bien caracterizados y una técnica mixta donde el collage se desborda, son su santo y seña.


El penúltimo libro de esta pequeña tanda es El gato montés, una historia en formato álbum de Margarita del Mazo, ilustrada por Daniel Montero Galán y publicada por la editorial gallega Triqueta. Si les gustan las historias escatológicas, no se lo pueden perder.


Nadie quiere cruzar el Bosque Oscuro. Además de ser un lugar tenebroso y sombrío, esta habitado por el feroz gato montés. Pero un día, la madre de Paca, Pedro y Paco (parece que este libro ha sido escrito para mi familia materna) se pone muy enferma y alguien tiene que ir en busca del médico. ¿Lograrán cruzar el bosque? ¿Se encontrarán con el temible felino?


Tomando prestado un personaje de la tradición oral, la escritora y narradora da una vuelta de tuerca a una historia que muchos padres y abuelos conocer para crear una historia a caballo entre el miedo y el humor. Aderezada con las mil tonalidades del crepúsculo que Montero Galán ha elegido para sus ilustraciones cercanas y llenas de dinamismo y perspectiva cinematográfica, seguro que os encanta. Os lo digo yo.


Para terminar, un mensaje para todos esos amargados que no dejan ser felices a los demás. Con texto de Payan Ebrahimi, ilustraciones de Reza Dalvand y edición española a cargo de La Maleta, tenemos Campeón.


Lucca ha nacido en una familia de campeones. Todos sus antepasados han destacado en alguna disciplina deportiva, pero algo pasa con él. Nunca ha sido bueno en ningún deporte, no tiene el ceño fruncido ni ese lunar en la parte superior del labio. Por más que lo intenta no consigue parecerse a todas esas personas que llenan la pared de su casa. Pero tras darle muchas vueltas, da con la forma...


Con un giro inesperado, los autores iranís construyen una fábula ideal para muchos lectores que quieren romper con las tradiciones familiares o darle una lección a los siesos de turno. Ilustraciones muy bien llevadas donde el tamaño relativo de las figuras y los omnipresentes y siempre vigilantes retratos se figuran recursos narrativos muy efectivos.
Y hasta aquí esta colección de libros risueños que espero les haga disfrutar durante los días que se vienen.

viernes, 5 de mayo de 2023

El humor en la LIJ. Una reflexión y algunos títulos de reciente publicación.


Generalmente, cuando alguien habla de literatura infantil, también lo hace de humor, pero, ¿qué tipo de humor prima en los libros infantiles? ¿A qué se debe esta predisposición? ¿Son posibles otros tipos de humor en la LIJ? ¿Y necesarios? He aquí algunas reflexiones al respecto.


El humor que predomina en los libros dirigidos a los niños es el llamado “humor blanco”. Con este término solemos referirnos al humor que carece de referencias sexuales, burlas o ataques contra alguien o algo, y que no se considera virulento o ácido, de manera que se supone que no puede ofender a nadie, concretamente a niños, abuelitas, tullidos, minorías u otros colectivos.


Esto se debe a una serie de circunstancias. En primer lugar, debemos tener en cuenta que, cuando hablamos de literatura infantil, siempre partimos de esa asumpción de pureza que rodea al concepto de infancia desde el siglo XIX y que llega hasta nuestros días, no solo para ser ensalzado con el paternalismo o el didactismo, sino también para ser corrompido por ismos mucho más draconianos (léase feminismo, racismo o ecologismo) que en realidad no dejan de ser parapetos tras los que se esconde la censura. Nuevamente nos debemos hacer una pregunta recurrente: ¿Debe ser inofensiva, casta y pura la literatura infantil y por tanto prescindir del humor?
En segundo lugar, tenemos el nivel intelectual del lector-espectador. Considerando que muchos adultos buscan una equivalencia entre intelecto y cognición (y presuponen que los niños son seres inferiores…), lo correcto es referirnos al grado de instrucción-formación o nivel cultural de críos y quinceañeros. A la hora de impregnarse de ciertos elementos humorísticos, es necesario tener una experiencia previa o cierta comprensión de la realidad, cuestión en la que una gran mayoría se ven limitados. Por esa razón el humor en los libros infantiles se suele encasillar como simple o tonto (N.B.: Si esto se lo dijeran a Gila o Faemino y Cansado, se lía...).


A pesar de esta realidad la literatura infantil y juvenil bebe de un sinfín de registros en lo que a humor se refiere. Sátiras, caricaturas, parodias, bromas, irreverencias, ironías… Todo cabe en un ecosistema donde humor blanco, negro, rosa o amarillo pueden transmutarse e hibridarse. La única necesidad es que parta de la libertad de expresión y la inteligencia, para alejarse de la vulgaridad extrema.


Como cualquier otro producto cultural, la LIJ necesita el humor, blanco o negro, da igual. Lo verdaderamente necesario es que se construya desde una perspectiva elegante, rezume calidad, y pueda ofrecer alternativas al mal gusto imperante en otras parcelas dirigidas a esta franja de edad, como los videojuegos y los programas televisivos que abusan de la ofensa, el escarnio y la ideologización.


Para terminar, me gustaría llamar la atención sobre el concepto mismo de humor. Teniendo en cuenta que en la elaboración del humor intervienen numerosos parámetros, esta cualidad humana adolece de mucha complejidad y subjetividad, lo que desemboca en una discusión voluble e imprecisa que se evita en los círculos académicos del entorno LIJero.


Como deberes, les invito a leer un par de artículos al respecto. El primero es Agresividad, humor y corrección política, un monográfico de Celia Blanco Vallejo que fue publicado en 2021 por la revista CLIJ, y el segundo es Laugh Lines: Exploring Humour in Children's Literature, un pequeño volumen de Literature Support Series que escribió Kerry Mallan para la Primary English Teaching Association de Australia.
Y como punto y final, unos cuantos álbumes con mucho humor en sus páginas, algo que no quiere decir que gusten a todo el mundo, pues como bien he dicho, cada uno se ríe de lo que quiere.


Mo Willems. ¡No dejes que la paloma conduzca el autobús! Andana. Llega otro título de la serie protagonizada por esta paloma tan cansina (hoy la cosa empieza y termina con aves callejeras). En esta ocasión está empeñada en conducir un autobús y no creo que debamos dejarle ¿o sí?. Una parodia de la insistencia infantil ante las prohibiciones que plantean los adultos, pero llevada al extremo. Alternancia, dinamismo, recursos del cómic y una situación descabellada juegan con nuestra perspectiva y nos hacen disfrutar.


Mac Barnett y Jon Klassen. Las tres cabritas y el troll. Andana. El tándem Barnett-Klassen se lanza con los cuentos tradicionales. En este caso adaptan el clásico noruego recopilado por Asbjornsen y Moe que narra la historia de un troll que vive debajo de un puente y aprovecha la coyuntura para zamparse a todo bicho viviente que intente cruzarlo. Con lo que no cuenta es con tres cabras muy inteligentes que se aprovechan de su insaciable apetito para darle una lección. En esta ocasión los autores juegan con la repetitividad, la expectación y las ironías vitales en las que el ingenio vence al mal. Si le ha sacado una sonrisa a miles de escuchantes desde tiempos inmemoriables, ¡únete a ellos!


Camilla Pintonato. Detective Topo. Liana Editorial. Topo es un gran chef pero su mayor ilusión es convertirse en un detective como los que protagonizan sus novelas policiacas favoritas. Cambia la cuchara y el delantal por la gabardina y la lupa, y se lanza a resolver su primer caso: la desaparición de una ardilla. La burla sobre la torpeza del protagonista y los detalles que pasan inadvertidos para él, pero no para el espectador, son los dos principales recursos humorísticos en un libro simpático del que estamos esperando la segunda parte.


Jory John y Pete Oswald. La mala pipa. Serres. Nuestra protagonista es una pipa muy mala, pero tiene razones para serlo. La vida la ha tratado fatal y se ha transformado en un ser despreciable. Pero a veces, las cosas pueden cambiar y, poco a poco, conseguirá portarse bien e incluso dar las gracias. La personificación (me encanta ese testimonio vital de la pipa protagonista) y lo irónico se abren camino en un libro que, si bien pretende ser una fábula pedagógica, a mí, personalmente, me ha robado más de una carcajada.


Sean Taylor y Jean Jullien. Súper Búho. El maestro del disfraz. Pípala. Búho es todo un peligro, el terror de la noche. Se camufla como nadie para hacerse con sus presas. Es capaz de transformarse en una fuente, una oveja o una zanahoria para hincarle el diente a cualquiera. Aunque la mayor parte de las veces lo pesquen in fraganti, él lo sigue intentando. Situaciones cómicas que se van repitiendo, una caracterización del personaje muy reconocible y un final decepcionante (y un tanto vergonzante) hacen de este libro una historieta muy cómica llevando al extremo esa de "Aunque la mona se vista de seda, mona se queda".



Víctor Aldea y Cristina Losantos. ¿Para qué sirve un pedo? Corimbo. En esta pequeña selección de libros humorísticos no podía faltar un representante de lo escatológico, esa parcela que se refiere a nuestras secreciones y excrementos, un clásico dentro de la literatura infantil. Así nos topamos con un álbum que se centra en los pedos y sus utilidades. Ganar una carrera de sacos, conseguir sitio en el autobús o incluso ahuyentar a los mosquitos en verano son algunas de las cosas que podemos hacer con ellos. Ingenio e inverosimilitud se articulan en un título ideal para primeros lectores.


Serenella Quarello y Mikel Casal. Héctor o el lado optimista de la vida. Tres Tigres Tristes. En este último libro de hoy y segunda historia de palomas, Héctor, su protagonista, nos hace reír desde el momento cero gracias a su mirada. La imagen que los seres humanos tienen de su especie dista mucho de la suya, mucho más positiva. No me extraña que el lector se parta de risa con la disyunción entre texto e imágenes, pues al tiempo que invita a la paradoja y el extrañamiento, es un tanto burlesca y peyorativa, canalla y divertida.

jueves, 22 de mayo de 2014

Premio grande para personaje pequeño - Visibilidad de la Literatura Infantil


Siguiendo la estela del barco en el que zarpé el pasado martes, continuaré desollando ese envoltorio cultural que trasciende poco y suena mucho en estos días de cosas ligeras y más que insustanciales, en los que la Literatura Infantil y Juvenil sigue siendo invisible y muy pequeñita... Prueba de ello es que el reconocimiento mundial de este género, nuestra pasión, monstruos, es prácticamente nulo. Quizá muchos entendidos literarios dedicados a otras parcelas del cotarro cultural y ocioso (al fin y al cabo siempre necesitamos un poco de tiempo para cultivar lo que reposa en nosotros…, y dinero, mucho dinero…) profieran que esto no es así, que los periódicos de tirada nacional nos dedican espacios en sus suplementos culturales, que las grandes ferias del libro de todo el globo siempre apuestan por un hueco para los libros chicos, que incluso en televisión hay momentos de gloria para la LIJ, que son muchos pensadores los que hacen referencia a obras cumbres de este género cuando hablan de cómo se forjaron sus ideas, y que al genial Quino (Joaquín Salvador Lavado Tejón, Guaymallén 1932), también conocido por ser el padre de esa niña inconformista de grandes pensamientos llamada Mafalda, le acaban de otorgar el Premio Príncipe de Asturias en su categoría de “Comunicación” ( pero ¡ojo al panojo!... habría que estudiar seriamente si los personajes de esta tira humorística, a pesar de ser una gran reclamo para vender productos infantiles, tienen algo que ver con la literatura para niños).


Todo esto, aunque contiene algo de cierto, yo lo rebato con: “¿Para cuándo un premio Nobel lijero? ¿Para cuándo un verdadero suplemento de literatura infantil en un periódico de gran tirada y que no tenga como excusa las ventas navideñas? ¿Para cuándo un Cervantes (y no ese al que llamaron “chico”)? ¿Para cuándo un programa televisivo dedicado exclusivamente a los libros para niños? ¿Para cuándo?...”


Pese a este discursito a favor del álbum ilustrado, del libro de conocimientos o de la poesía infantil, que me acabo de marcar, olvídense… jamás lo veremos hecho realidad (a menos que compartiendo esta entrada, este mensaje cale en aquellos lo suficientemente importantes como para que suceda algo tan extraordinario, cosa por la que me alegraré infinitamente). Por ello, conformémonos con hacer que el día de la LIJ sea todos los días, algo que muchos intentamos, no sólo a favor de una industria que sigue creciendo paso a paso, sino por el placer, la sensibilidad, la belleza, la sencillez, la pasión, la brevedad, la intensidad, la inteligencia y la complejidad que encierra cualquier libro para niños, y eso, para mí ya es suficientemente grande.