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lunes, 4 de noviembre de 2024

Tragedias y condicionales


Cuando sufrimos algún revés, los seres humanos jugamos a las condicionales, esa especie de arrepentimiento lingüístico que nos hace volar al futuro dependiendo de la conveniencia y nuestros deseos. Un ejercicio la mar de terapéutico que nos permite transformar de manera momentánea ese presente que nos lacera.
Las palabras nos consuelan cuando nos aventuramos a imaginar acontecimientos como si de una bola de cristal se tratase. Nos convertimos en profetas que, haciendo uso de las artes adivinatorias, proyectan anhelos utilizando el pasado. Hay mucha magia en lo probable, lo imposible o lo irreal. Nos permite ser lo que siempre hemos querido ser o lo que nunca seremos.


Lo peor de las condicionales viene con el arrepentimiento, esa larva que te carcome hasta cotas insospechadas. La culpa se mete en nuestras venas y se hace insoportable. Una decisión fortuita, una carambola del destino, una obligación inamovible.
Pese a ello, tenemos que pensar que no todo depende de nuestras decisiones, que siempre hay un resquicio para el azar y que, por mucho que queramos, no podemos controlar el sino a nuestro antojo. La vida es una mera casualidad, como esa enorme tormenta que se cernió sobre Valencia los días pasados y tantos destrozos y tragedias personales ha ocasionado.


Lejos de la tristeza que suponen las pérdidas, demos la vuelta a las suposiciones verbales y pongámoslas en positivo. Dibujemos un panorama tan extraño, como estrambótico. Busquemos la belleza y guiemos nuestros esfuerzos en construir un escenario esperanzador.
Hagamos como el protagonista de Y si Nono… el libro de Inbar Heller Algazi que acaba de publicar Litera, una de esas editoriales valencianas que se ha visto tremendamente afectada por este infierno de la gota fría y a la que desde aquí mando mucho cariño y fuerza.


Nono, el protagonista de este libro, ha sufrido un percance muy extraño: se le ha quedado pillado el dedo en la línea de separación de la doble página. Esta es la situación que sirve como interruptor a toda una serie de conjeturas en el caso de que no logre escapar. Si sigue anclado en ese lugar, habrá que llevarle un juego para que se entretenga, también comida para que no muera de inanición, una tienda de campaña para que se resguarde durante la noche o un abrigo para hacerle frente al frío. ¿Qué pasará? ¿Conseguirá liberar su dedo?


El objeto libro juega un papel importante en este pequeño sketch que nos plantea una comedia de situación bastante surrealista, que al mismo tiempo nos permite participar de ella. Al principio, todo parece bastante probable, pero conforme pasamos las páginas, una especie de locura predictiva se desata y se apodera del libro, provocando que todo nos parezca demasiado hiperbólico y disparatado (al fin y al cabo, es lo que muchas veces suele pasar).
Con esos conejos como personajes secundarios que colaboran silenciosamente en la acción con detalles muy graciosos (fíjense en sus bigotes o en la postura del muñeco de nieve) y elementos técnicos como la alternancia de colores en los fondos, encontramos una excusa estupenda para dejar volar nuestra imaginación junto a la de Nono, y así resurgir del lodo.

viernes, 3 de noviembre de 2023

Cuidados recíprocos


España tiene una de las tasas de natalidad más bajas de Europa. Aunque en este tipo de espacios siempre orientamos el dato hacia la infancia, en este día me gustaría dirigirlo hacia los adultos, concretamente a la llamada tercera edad.
No hace mucho tiempo, el cuidado de los mayores recaía en la figura de la prole, sobre todo de las mujeres, más todavía si estas estaban solteras y sin hijos. Sin embargo, con la incorporación de la mujer al mundo laboral (¡Menos mal!) y la ausencia de hijos en una población adulta que prefiere su propio bienestar a sacrificarse por la crianza de los vástagos, la atención a la tercera edad ha cambiado de manera rotunda.


Con esta realidad, el panorama actual y futuro de la población envejecida pasa por nuevas fórmulas de cuidado como las residencias de ancianos, la asistencia domiciliaria, los centros diurnos, el co-housing y la vivienda colaborativa, una serie de alternativas que permiten de un modo u otro la coexistencia entre el bienestar y la libertad de unos y otros.
Sin embargo y por mucho que nos duela, sí existe un lastre emocional para ambas partes debido al fuerte arraigo familiar de la raza ibérica. Mientras la cosa no cambie y nos dediquemos a otros conceptos sentimentales, los mayores se sienten abandonados por aquellos a quienes han entregado su tiempo, y sus familias, culpables por no ser capaces de gestionar sus obligaciones emocionales.
Lo mejor está en buscar soluciones intermedias en las que unos y otros se encuentren cómodos, para evitar los reproches recíprocos. El tiempo nos dirá cómo. Y si no nos lo dice, tendremos que convivir con la realidad a trancas y barrancas, que es lo que se lleva en esta vida posmoderna tan abundante, pero a la vez tan infeliz.


Y con esta pequeña reflexión que se me antojaba necesaria desde que me he convertido en un mínimo cuidador (y esperemos que no vaya a más), llego hasta Las manos de mi padre, un álbum del coreano Deok-Kyu Choi recién publicado por Litera Libros en nuestro país que aborda desde un prisma muy elegante, el cuidado recíproco entre padres e hijos desde una perspectiva temporal.
Este libro de tamaño ideal (me encantan sus dimensiones) nos presenta a un padre y su hijo en una secuencia de imágenes emparejadas en cada doble página. Mientras que en las páginas izquierdas se recrea al padre cuidando a su hijo pequeño, a su derecha encontramos a ese hijo adulto cuidando a un padre anciano. Arropándose, lavándose, aseándose… Lo que antaño hacía el padre, ahora lo recibe.


Aunque en principio podríamos pensar que se trata de un libro sin palabras, en su segunda mitad se nos sorprende con tan solo 12 vocablos, una pequeña oración que sirve para imprimir cierto dramatismo a la acción, tranquila y sosegada, una pausa que nos ayuda a recapitular y volcarnos en este pequeño reportaje donde cualquiera puede reflejarse.
Marcos redondeados para lo que parecen fotografías del ayer, tan solo unas gafas como elemento identificativo y una faja peritextual que me ha vuelto loco, son algunos de los elementos narrativos de un álbum que hay que regalar sí o sí.

domingo, 13 de noviembre de 2022

El mejor juguete del mundo


Hoy es el segundo domingo de noviembre y se ha celebrado el día mundial del trabalenguas. Me parece una exaltación curiosa y verdaderamente global pues, teniendo en cuenta que todas las lenguas conocidas poseen sus propios trabalenguas, cualquiera puede festejarlo. Los hay muy divertidos, creativos y sobre todo, difíciles, pero seguro que cualquiera se acuerda de uno que le enseñó su madre, su abuelo o su primo en la más tierna infancia.


Y es que la lengua es un juguete de lo más económico. Nos hace felices con muy poco. Es por eso que hay gente que se divierte con las palabras y de paso, nos hace disfrutar a los demás a carcajada limpia. Este es el caso de Iñigo Astiz, un poeta que sacándole mucho partido a las palabras ha escrito un estupendo poemario (¿o debería llamarlo joemario?) que me ha robado el sentío y con el que podemos pasarnos la tarde del domingo riendo sin cesar. Como muestra, tres poemas juguetones…

Precicisamente ayer
se meme rompió
un espepejo
en este popoema
y todadavía hoy
sisigo sin poder
juntar las pipiezas

***

-¿Cómo se nutren
las plantas?
- Por fotosínteeee… ¡ACHÍS!

-¿A qué se dedicaba
D’Artagnan?
- Era espadaaa… ¡ACHÍS!

-¿Cuál es la capital
de Islandia?
- Reikiaaaaaaa… ¡ACHÍS!

-¿Oye, no estarás
resfriado?
- ¿Yo? Que vaaa… ¡ACHÍS!

***

Ameop etse néibmat
ramall aíreuq
nóicneta ut,
euq olos
etsipsed un ne
nóiccerid al noc óllaf.

Iñigo Astiz.
Piezas, El sabio y Dirección contraria.
En: Puegos y joemas.
Ilustraciones de Maite Mutuberria.
2022. Albuixech: Litera Libros.