martes, 28 de marzo de 2017
Recitando a Miguel Hernández
viernes, 26 de marzo de 2010
A Miguel Hernández (4)


Aferrarse a lo terrenal, ademán de meros mortales, entorpece los pasos de aquel que quiere andar sin nudos u otras impedimentas… Decidirse y atajar las ligaduras, dejar al cuerpo abrir un camino entre selvas, no es cosa de salvajes y fieras, sino también de hombres. Por ello, el poeta, en ese ratito de brisa que insufla la vida, entorna la portezuela y se derrama rima tras rima… por el monte, por la yerba tibia.
¿Cuándo aceptarás, yegua,
el rigor de la rienda?
¿Cuándo, pájaro pinto,
a picotazo limpio
romperás tiranías
de jaulas y de ligas,
que te hacen imposibles
los vuelos más insignes
y el árbol más oculto
para el amor más puro?
¿Cuándo serás, cometa,
para función de estrella,
libre por fin del hilo
cruel de otro albedrío?
¿Cuándo dejarás, árbol,
de sostener, buey manso,
el yugo que te imponen
climas, raíces, hombres,
para crecer atento
solo al silbo del cielo?
¿Cuándo, pájaro, yegua,
cuándo, cuando, cometa,
¡ay! ¿Cuándo, cuándo, árbol?
¡ay! ¿Cuándo, cuándo, cuándo?
Cuando mi cuerpo vague,
¡ay!,
asunto ya del aire.
Miguel Hernández.
El silbo de las ligaduras.
En: Me ha hecho poeta la vida.
Ilustraciones de Miguel Tanco.
2009. Madrid: SM.
viernes, 19 de marzo de 2010
A Miguel Hernández (3)


(El sol va acortando un poco
a poco su fulgor loco.
Preludia un ave un gorjeo).
Me acuesto en la hierba. Leo.
(Es el poniente de hoguera:
contra él una palmera
tiene un débil cabeceo).
Echo el ojo al hato. Leo.
(Da el sol un golpe mayúsculo
a una montaña…
Crepúsculo.
Se oye de un agua el chorreo).
Me pongo sentado. Leo.
(La mugiente luz se enjambra
fingiendo una gran Alhambra
de mármol cristaloideo).
(Trunca el ave su gorjeo.
Por el oriente descuella
la noche.
¿Nace una estrella?).
Leyendo.
En: El silbo del dale.
Selección, introducción y notas de Juan Nieto Marín.
Ilustraciones de Paula Alenda.
2009. Zaragoza: Edelvives.
viernes, 12 de marzo de 2010
A Miguel Hernández (2)

La figura de Miguel Hernández ha dado lugar a muchas lecturas, desde aquellos que lo han calificado de poeta paleto (¡Cuánto es el orgullo del clasismo!), hasta los que lo enarbolan como bandera del comunismo y la lucha obrera (¡Cuánta es la osadía de los políticos!). Todos enjuiciamos deliberadamente, el primero yo, pecador, que sigo pensando que don Miguel era uno con mucha humanidad, un pastor de ovejas, un pastor de ideas, un pastor de palabras.
Y para que no se fíen tan alegremente de mi, les dejo que opinen de sus versos con propio criterio.
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.
Y encontraba los días
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.
Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.
Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.
Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.
Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.
Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.
Toda gente de trono,
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.
Rabie de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y unos hombres de miel.
Por el cinco de enero
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.
Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
Las abarcas desiertas.
En: Corazón alado. Antología poética.
Selección de Juan Ramón Torregrosa.
Ilustraciones de Jesús Gabán (también autor de la imagen que acompaña esta entrada).
2010. Barcelona: Vicens Vives.
viernes, 5 de marzo de 2010
A Miguel Hernández (1)

Me gusta el mes de marzo porque me sabe a Miguel Hernández.
que son dos hormigueros solitarios,
y son mis manos sin las tuyas varios
intratables espinos a manojos.
No me encuentro en los labios sin tus rojos,
que me llenan de dulces campanarios,
sin ti mis pensamientos son calvarios
criando cardos y agostando hinojos.
No sé qué es de mi oreja sin tu acento,
ni hacia qué polo yerro sin tu estrella,
y mi voz sin tu trato se afemina.
Los olores persigo de tu viento
y la olvidada imagen de tu huella,
que en ti principia, amor, y en mi termina.
Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos.
En: Imagen de tu huella.
1934.