Mostrando entradas con la etiqueta Joao Fazenda. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Joao Fazenda. Mostrar todas las entradas

lunes, 21 de febrero de 2022

Danzar


No sé qué me pasa últimamente pero tengo unas ganas locas de bailotear. Y no es que tenga buenas razones para ello, pues este 2022 parece haberme equivocado el pie (cosas del directo). No obstante el cuerpo me pide mambo, pasodoble y chachacha. Se ve que, como los almendros, estoy floreciendo por momentos.
Será este febrero loco, que no solo lleva de cabeza a agricultores y climatólogos, sino a cualquier ser viviente que se deje llevar por los biorritmos (¡Qué control tienen algunos de su propio organismo!). Que si la luna de nieve (¿Nieve? ¿Dónde?), que si temperaturas pre-veraniegas, ¡esto es una locura en toda regla!


Lo peor de todo es que no sé paso alguno. Ni piruetas y cabriolas, lo mío es bailar lo que me viene a los pies, que ya es bastante, pues tengo una memoria corporal bastante nula y no creo que sea capaz de recordar ninguna fórmula en la que la cadera y el tacón sean factores determinantes.
Muevo el esqueleto para divertirme, algo que siempre está bien. Dejarme llevar por ritmos y melodías con mucho ánimo, sentirse vivo y sandunguero, que lo demás, teniendo en cuenta los tiempos que corren, se me figura hasta vano y empobrecido.


Yo no sé cómo algunos se ubican en una barra, posición "mojón" en modo automático y, haciendo uso del brazo (y del hígado), se pasan la noche levantando vidrio en barra fija, incapaces de mover las pestañas al son de cualquier canción de moda. Casi siempre ellos. Ellos no bailan ni solos, directamente son estatuas.
Una realidad de la que nos habla Swing, un álbum sin palabras de Joao Fazenda que publicó hace años Juventud y que se detiene en todos aquellos que se sienten incapaces de bailar por diferentes razones. El protagonista de esta historia es un señor que, a pesar de haber intentado con su parienta una y otra vez eso de darle a los pies, se ve incapaz de convertirse en el amo de la pista. Choca con todos los enseres de la casa y ni siquiera asistiendo a clases de baile es capaz de dar tres pasos seguidos. ¿Logrará bailar al fin?


Utilizando la línea como principal metáfora visual (rectas angulosas y curvas sinuosas) el autor portugués da vida a una historia mínima y cotidiana en la que más de uno (¿Por qué será que muchos hombres son nefastos para el bailoteo? ¿Habrá algún estudio al respecto?) se verá reflejado. 
Unas guardas que forman parte de la acción (la trasera me encanta), colores vivos y llenos de contrastes son algunas de las bazas de un libro que podemos regalar a cualquier persona que no sea muy ducha en este arte de la danza (¿Quizás a un marido o amigo patoso?).
Lo que más me gusta de este libro es que, por arte de magia, podemos escuchar la música (no solo swing, cualquiera), pero sobre todo la que palpita en nuestros corazones, verdadero motor de cualquier coreografía que, como esta, nos eleva por los aires.



lunes, 17 de enero de 2022

Obnubilados


De un tiempo está muy de moda hablar de "fake news". Escuchamos esa terminología a diestro y siniestro pero ¿alguien sabe a qué se refiere? Podríamos decir que se trata de una noticia engañosa, algo que tiene más años que el hilo negro, pero que con la aparición de las redes sociales y la emergencia de Internet y otras tecnologías de información y comunicación se ha ido perfeccionando para erigirse en una de las mayores armas de manipulación social y política en la llamada era de la posverdad.
Las fake news se podrían definir como noticias falsas o manipuladas donde el componente emocional o las creencias personales prevalecen sobre los hechos objetivos, una característica que provoca un círculo vicioso de desinformación que modela en un sentido u otro la opinión pública como consecuencia de un proceso de sociabilización de las ideas.


Ustedes creerán que conseguir algo así no es tan fácil, ni mucho menos verse envuelto en esta manipulación, pero les remito a mis alumnos y a sus juegos de niños a la hora del recreo. Uno elige un elemento al azar y unos cuantos se ponen a mirarlo con mucha atención, como si fuera el Moisés de Miguel Angel o Las meninas de Velázquez. Es decir, dan credibilidad a algo que en realidad no la debería tener. De repente, empiezas a ver como se unen más chavales al espectáculo y se genera un interés social. No saben por qué lo hacen, pero el simple hecho de que otros iguales se interesen por algo, ya es bastante para imitarlos. Al final siempre hay algún niño que ve al emperador en cueros, hace saltar la liebre y la cosa termina en carcajadas.


Esto más o menos es lo que ocurre con La nube, un álbum estupendo para hablar de todo esto. que Rita Canas Mendes y Joao Fazenda acaban de publicar en castellano con La Topera. En él una se lía un embrollo bastante interesante gracias a una nube que, un día, se posa en el pedazo de cielo que cubre una carretera muy transitada. Los primeros que se fijan en ella son los conductores. Luego los pájaros, que por la ausencia de viento no pueden volar. Más tarde llegan los meteorólogos, científicos que dan credibilidad a lo que allí sucede. Después los políticos y los medios de comunicación. La nube es una celebridad y todo el mundo esté pendiente de ella. Hasta que un día…


Primero de todo me encanta el argumento y el título, sobre todo porque tiene relación directa con la etimología del verbo “obnubilar” (Del lat. obnubilāre; propiamente 'cubrir con una nube', 'velar, empañar, oscurecer') algo que les sucede a todos los que aparecer en este libro y que ven mermada su capacidad crítica. En segundo lugar me chifla lo bien representado que está el proceso de desarrollo de este tipo de noticias (se debería utilizar este álbum en todas las facultades de ciencias de la información). Y por último, tanto las ilustraciones coloristas, como el ritmo narrativo, el desarrollo de la acción sobre la misma ubicación espacial y los juegos de palabras, lo hacen ideal para cualquier tipo de lector que sepa valorar calidad artística, el espíritu crítico y el humor.


Lo dicho. No se dejen engañar por la aparente complejidad de las cosas. Todo depende de lo que estemos dispuestos a asimilar y racionalizar.