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martes, 10 de octubre de 2023

Muros para todos los gustos


Muros, muchos muros. Hay muros de diferentes tipos. Muros visibles que se construyen de piedra y muros invisibles que tienen que ver con la falta de suministros. La escasez de agua, energía y alimentos también son otro muro que aísla, empobrece y desnutre.
También está el muro de la indiferencia, esa que mina los corazones y los empequeñece hasta hacerlos insignificantes. Metafórico o real es bastante común encontrárselo, no solo en mitad de conflictos armados, sino entre parejas, amigos o hermanos.


Hay muros hechos de agua, vidrio, alambre, ladrillos y todo tipo de materiales que te puedes imaginar. Muros que se pueden derrumbar con la levedad de un beso y muros que necesitan artillería pesada para tambalearse. Muros infranqueables y otros muy frágiles. Los que sirven para defenderse y los que son una declaración de guerra en toda regla. 
Supongo que muchos de ustedes los han sufrido o disfrutado, pero si desconocen algunos, no puedo dejar de recomendarles esta selección de libros infantiles sobre muros que seguro les sugieran y despierten muchas sensaciones.


En el muro que nos presentan Arianna Squilloni y Guillermo Decurguez aka Decur, no se ven carteles de publicidad ni pintadas. En El constructor de muros un hombre encuentra un hermoso paraje con el que recrearse, pero un perro rompe la paz reinante y este decide elevar una pared para que el animal no le moleste. Lo mismo pasa con los jabatos y otros animales, así que el protagonista rápidamente se ve rodeado de cuatro paredes con una sola abertura para contemplar las vistas. Pero el gato irrumpe en el habítaculo de un salto y también tapia la ventana. Solo le queda despejado el techo que también acaba cubierto por culpa de los pájaros y sus excrementos. ¿Será por fin feliz el constructor de muros en su aislamiento?


Con esta fábula aparentemente sencilla, la autora italiana y el ilustrador argentino nos plantean con cierto humor el dilema del aislamiento desde una perspectiva metafórica donde lo físico y lo psicológico quedan conectados.
Como recursos a señalar tenemos unas guardas peritextuales, la presencia y ausencia de color para remarcar la idea del silencio, una narrativa más propia del cómic y los detalles que nos ayudan a desbordar el argumento.


Y háganme caso, es mejor despertarse con el ruido de una sirena que morir asfixiado por culpa de unos tapones en mitad de la noche.

jueves, 14 de mayo de 2020

De muros y corazones solitarios


A Julia, que se ha tirado más de 50 días con el virus en las venas.

Como ya les he ido avanzando estos días, son muchas las consecuencias de esta “gripe asiática” (exotismo y maldad se llevan de la mano). Aparte de paguicas, miseria y totalitarismo, el CoVID-19 nos retrotrae a escenarios que creíamos olvidados, como es la pandemia de SIDA de los años 80 y 90, un marco que alteró la vida sexual de muchísima gente, algo que inevitablemente pasará durante los próximos meses con el dichoso coronavirus.



Les pongo en situación… Mujer (podría ser hombre también) blanca, soltera, independiente y trabajadora, de buen ver, bien maja y rozando la cuarentena que busca un chati para lo que surja. Y ahora viene lo mejor: ¿cómo? Seguramente les vienen a la cabeza todo tipo de formas. En un bar de copas, en la estación de metro, en el trabajo o en el Tinder. Y ahora les digo. Bares de copas no hay (ni sabemos si quedarán después de todo esto), estaciones de metro las hay pero desiertas y los lugares de trabajo ídem. Sólo queda la red social de ligoteo y según me cuentan, últimamente está algo exenta de gente decidida a hacer el saltimbanqui.



Hasta este momento los solteros hemos sobrellevado la castidad como bien hemos podido, pero lo cierto es que conforme avanzamos en la nueva anormalidad, nos empezamos a percatar de que este virus de mierda es un muro bien cementado que nos impide desarrollar una vida social menos enriquecida que a otros grupos sociales. No sólo por las barreras físicas que supone ante el acercamiento de los individuos, sino por los miedos y riesgos que conlleva, otras barreras más psicológicas y personales (sin tener en cuenta los kilos de más del confinamiento...).



“¿Quién me asegura que la persona de mis sueños no está contagiada del bicho?” “¿Me lanzo a darle el primer beso o dejo que se lance?” “Prefiero que venga a mi casa, a saber lo que hay en la suya.” “La mascarilla, un nuevo plus de inseguridad. Aunque también puede serlo de expectación…” “Lo siento pero sólo quiero practicar la penetración. Nada de besos.” Son algunas de las cuestiones que mucha gente se hace ya y que nos minarán durante los próximos meses.



No todo es tan negro… Si bien es cierto que el VIH se transmite sobre todo por vía sexual y su estigmatización se asoció y asocia sobre todo a las relaciones íntimas entre ciertos grupos de riesgo, el CoVID-19 es menos específico y repercute de una manera más global, pero también es cierto que tiene una tasa de mortalidad menor en ausencia de tratamiento, que la población se encuentra menos sensible y que hay una tasa más probable de inmunidad a corto plazo.
Como lo oyen, señoras y señores, el coronavirus no sólo es un muro para abuelos y nietos, para inmunodeprimidos, hipertensos y asmáticos, es un muro para posibles parejas y solteros en busca de cariño. Un muro que esperemos derruir pronto para alimentar nuestra breve felicidad.



Todo esto me ha llevado hasta un álbum muy poco conocido pero con muchísima miga. Esterhazy, escrito por Hans Marcus Enzensberger e Irene Dische, ilustrado por Michael Sowa y editado hace varios años ya por la genial Fulgencio Pimentel.
Tomando como excusa un apellido austrohúngaro con mucho abolengo, los autores  dibujan un relato protagonizado por una dinastía de liebres que debido a una dieta hipercalórica, se ponen gordas y torponas. Es así como el patriarca manda a sus descendientes en busca de esposas altas, espigadas y ágiles. El más joven de sus nietos decide irse a Berlín y su abuelo le advierte de que allí todas las liebres viven detrás de un muro (¡Voilá! Ya penemos el puntit de realidad que nos hacía falta). Así es cómo se desarrolla un relato lleno de luces y sombras, un viaje iniciático muy urbano de esta liebre perseverante que busca compañera.


Además de narrar un hecho histórico como la caída del muro, la historia tiene mucho encanto, no sólo por todo por la trama, el nudo y el desenlace (a esos efectos se parece mucho al cuento tradicional), sino por las sugerentes y desdibujadas imágenes del autor que ha participado en libros como El inesperado regalo de Papá Noel o Pralino y películas como Wallace & Gromit o Amelie (acuérdense de los cuadros sobre la cama de la protagonista) unas ilustraciones que además de beber del surrealismo o el modernismo (yo veo mucho a Hopper, ¿y ustedes?), nos trasladan a la atmósfera un tanto inquietante y gris de un Berlín donde se entrevé un deje comunista y que dan paso a una luz esperanzadora, la del otro lado.


*
Asimismo y para completar la gracia, me permito el lujo de introducir aquí una serie de títulos que tratan sobre muros y que recopilé en una entrada de mis redes sociales durante el noviembre de 2019 para celebrar los treinta años de la caída del muro de Berlín. De esta manera doy rienda suelta una miscelánea que no sólo puede ser útil a apasionados de la historia reciente, sino en otras circunstancias como las que vivimos, en las que el hombre entendido como especie pierde su humanidad por diferentes circunstancias que le aíslan de su condición social. ¡Que la disfruten y compartan!










Marido Viale y Stéphanie Marchal. Del lado bueno. Kókinos.




Luis Amavisca y Guridi (Raúl Nieto). Sin pan y sin agua. NubeOcho.


Eric Battut. ¡Abajo los muros! Blume


Philippe de Kemmeter. El muro. Entre Libros.


Javier Sobrino y Nathalie Novi. El muro. Juventud.


Britta Teckentrup. Ratoncita y el muro rojo. NubeOcho


María Luisa Seco y Ulises Wensell. Don Blanquisucio. Miñón.


Ricardo Alcántara. El muro de piedra. Ilustraciones de Montse Ginesta. SM


Peter Sís. El muro. Crecer tras el telón de acero. Norma.