lunes, 31 de octubre de 2022

Razones para no celebrar Halloween con libros infantiles


Llamadme anticuado pero nunca me ha gustado Halloween. Quizá esa sea la razón por la que no hago selecciones temáticas sobre este asunto ni que tire cohetes cuando se aproxima la fecha. Incluso me sorprende que otros lo hagan. He aquí mis razones.
En primer lugar hay que hablar de la imposición cultural. ¿Por qué pijo tenemos que celebrar en España una tradición que nada tiene que ver con nosotros? Sí… disfraces, dulces, algarabía… Pero lo que no comprendo es cómo el personal está más puesto en los pormenores de esta fiesta que en los de cualquier otra que se celebre en España. Sin ir más lejos en navidad ya nadie pide el aguilando, pero todos los críos están deseando pronunciar aquello de “¿Truco o trato?” cuando el fin es el mismo. Demencial y triste.
Luego viene el fin consumista de la jarana… Todos los que se pasan el día criticando a los gringos y sus fiestas capitalistas, son los primeros en apuntarse a la moda de pintarse la cara y vestirse de negro. Luego dicen que son muy de izquierdas y que basta de gastar, de darle brío a la tarjeta de crédito... Esto es como el “Yo defiendo la escuela pública pero mis nenes van a la concertada”.


Para terminar me vendrán con que cualquier excusa es buena mientras el objetivo sea la lectura. Carnaval, el día del libro o el de la Tierra. Y llevarán razón si son de esos que necesitan excusas para leer. Yo, por mi parte, y viendo lo que muchas editoriales publican para “celebrar” el evento, me dan ganas de cortarme las venas. Calidad poca y morralla mucha. Casi todo lo que es susceptible de ser reseñado en este día es apto para pasar el rato sin una pizca de literatura o de provocarnos un telele.
Y por favor, no mencionen el terror, porque en Halloween hay de todo menos de eso. Ni suspense, ni tembleques, ni ánimas, ni grajos. Albergan más miedo los versos de Lorca, que todos los libros de esta temática que se han publicado este año.

Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.

* * *

El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.

* * *

Ángeles negros traían
pañuelos y agua de nieve.

Federico García Lorca.
Abecedario para Federico.
Selección de Antonio Ventura.
Ilustraciones de Juan Vidaurre.
2022. Valencia: Iglú.


domingo, 30 de octubre de 2022

De bañeras


La bañera, ese objeto tan deseado por algunos y que nos ha acompañado desde bien antiguo en nuestro quehacer diario, está siendo desterrada de los hogares. Espacio, tiempo, ecologismo o moda están abocándonos inexorablemente a la ducha, un artilugio mucho más práctico y sin tanta ceremonia. Parece que la vida moderna no perdona a ningún vestigio del pasado.
Las primeras bañeras se cree que empezaron a usarse en el antiguo oriente y la más antigua que se conserva data del 1.800 antes de Cristo, encontrada en Babilonia. Fueron utilizadas por motones de culturas. Griegos, romanos, otomanos… hasta que llega el medievo, una época bastante miserable e insalubre, en la que este objeto cae en el olvido.


Reaparece en occidente en el siglo de las luces, época en la que nacen las precursoras de las bañeras modernas que utilizará una burguesía incipiente. Pero su uso no se extenderá a gran parte de la población hasta finales del siglo XIX gracias a l producción en serie que trajo consigo la Revolución Industrial y la necesidad higiénica que tanto defendería Louis Pasteur para evitar enfermedades indeseables. Así hasta llegar a las bañeras de hierro fundido que tan de moda se han puesto en los hoteles elegantes, las de esmaltado porcelánico que todos conocemos, o las de fibra de vidrio de última generación.


Protagonista de conocidísimas obras de arte como La muerte de Marat de Jacques Louis David, El baño de Alfred Stevens o toda la serie bañista de Degas, la bañera sigue dando que hablar, máxime cuando alguien se resbala y los huesos se resienten, o te rechinan los engranajes y no puedes levantar la pata para meterte en ellas.


Y con tanta bañera llegamos hasta La ballena en la bañera, un álbum del gran Miguel Calatayud que rescata la editorial Iglú para disfrute de los monstruos. En este libro con trabalenguas por título (intenten decirlo unas cuantas veces acelerando la pronunciación y verán) se recoge la historia del rey Papo de Papuré, su hijo Pipo y una ballena que queda varada en la costa.


Con su inconfundible estilo, el ilustrador de Aspe (Alicante) nos sumerge en una historia aparentemente sencilla pero llena de matices. La necesidad de proteger la naturaleza, la mirada infantil, los caprichos humanos, los conflictos familiares, o el despotismo en cualquier variante se intercalan en la mirada conforme pasamos las páginas de un libro ideal para leer tras darse un baño.

miércoles, 26 de octubre de 2022

Inundados con tanta sequía


Llevan todo el verano dándonos la murga con la sequía, que si las reservas hídricas están bajo mínimos y que la lluvia no aparece ni a tiros. Que si el cambio climático está dando su peor cara, que la desertización es una realidad palpable, y que la culpa de todo la tienen Putin y los chinos.
El rollo del agua no tiene nombre en un país con escasez de precipitaciones desde que yo tengo uso de razón, que para eso vivo en la mitad oriental que está a pique de solicitar su adhesión al Sáhara. Si no me creen, espero que hagan memoria y se acuerden del año 1999, un año para olvidar.



Si bien es cierto que lo de este calor otoñal es bastante novedoso para el Instituto Nacional de Meteorología, la escasez de agua es una cuestión que caracteriza a los países circunmediterráneos. Entonces, ¿por qué tanto alarmismo? Sencillamente porque a los que ostentan el poder les interesa.
Los mismos que han sepultado a golpe de telediario (¡Ups! Quería decir talonario…) que las compuertas de muchos embalses del noroeste español que estaban a rebosar se abrieron para producir energía durante el mes de junio. Ellos aclaran que nadie contaba con un verano infernal, pero ya que tan puestos están en problemas medioambientales, podían haber tenido algo de previsión.


Sí, los mismos que permiten la explotación de miles de hectáreas de regadío en Andalucía, La Mancha, Extremadura o Castilla y León. Se cree que hay más de un millón de pozos ilegales en la España seca que podrían abastecer a casi 100 millones de personas. Es decir, las reservas hídricas de nuestro país no son escasas, sino que se agotan con una serie de cultivos poco apropiados para nuestra climatología.
Los mismos que incitan al ahorro doméstico del agua pero luego dan manga ancha a la industria, las multinacionales energéticas y el turismo para que la desperdicien sin mesura o utilizan cientos de hectólitros para hacer la guerra cultural entre comunidades vecinas.


A mí, que me dejen de propagandas. Me tienen hasta las narices. Dios quiera que caiga un diluvio tal que la 1, la 2, la 3, la 4, la 5 y la secta acaben inundadas. Como el escenario en el que se desarrolla nuestra historia de hoy. Inundado es un álbum de Mariajo Ilustrajo que ha sido editado en nuestro país por Bindi Books y que nos habla de una ciudad que se inunda poco a poco bajo unas aguas que nadie sabe de dónde han salido.
Al principio es agradable patear las calles con los pies mojados, pero la cosa se va complicando conforme sube el nivel. Todos empiezan a preocuparse pero nadie encuentra una solución real para el problema hasta que un pequeño mono bigotudo consigue hablar con todos los demás.


Formada, como muchos otros autores, en el Anglia Ruskin, Mariajo bebe de las fuentes del álbum anglosajón donde el humor, las situaciones surrealistas y una estupenda caracterización de los personajes, son los puntos fuertes. Si el contraste entre el azul del agua, el negro de la tinta y la cola amarilla del protagonista me encantan, no se pueden imaginar lo que he disfrutado con los detalles de este zoo gigante.
Osos polares, cabras montesas, jirafas, avestruces y caimanes. Hipopótamos, elefantes, nutrias, cebras y koalas. Okapis, leones y tejones. Mi favorito es el tití emperador salvando a La joven de la perla. Todo un detalle hacia Vermeer y su arte. Que no. Que no se pueden perder este alegato al cooperativismo y el poder colectivo. La unión hace la fuerza. Con agua o sin ella.

martes, 25 de octubre de 2022

¡Regresa, querida infancia!



Llevo un par de años que no me ha tocado bregar con los alumnos primero de ESO. No voy a negar que son los más difíciles de controlar (parecen bichejos desbocados con tanto trajín y actividad) pero echo de menos su energía y predisposición. Si algo les gusta, dan lo mejor de sí mismos, se ponen a crear y ¡ya está! Te montan el circo en un pispás.


Cuando la cosa va de inventar es lo más. Escuchar sus historias, sus ocurrencias, sus mentiras, sus risas… Hay mucha magia en seguir siendo un niño. Es algo que me divierte y me llena. Máxime cuando te acostumbras a clases llenas de quinceañeros tristes y derrotistas que parecen recién sacados de un tanatorio y que solo están pensando en el dichoso “FIFA”, el trapo que luce Paula Gonu, las tonterías de algún que otro youtuber, o en chumbarte al padre de turno en caso de que no te arrodilles ante ellos.


Eso me recuerda que llevo mucho sin divertirme como un enano (el tiempo es relativo... quizá un par de meses...), pero creo que es el momento de volver a ello porque acaban de salir a la luz dos nuevos libros de Heena Baek y una vez más me sumergiré en la infancia y sus cuitas (¡Bravoooo!). La editorial Kókinos nos regala esta vez Pan de nube y El hada de agua y me volveré a derretir del gusto apoltronado en el sofá con ellos en una mano y un vermú en la otra.


Pan de nube fue el debut de la autora coreana en esto del libro-álbum, un título con cierto sabor agridulce para ella, ya que la editorial que explotó los derechos le hizo unas cuantas jugadas que la sumieron en una depresión. Es un libro hermoso donde, además de ver todos los recursos de los que ya hablamos aquí y aquí, se observa el pistoletazo de salida de un universo onírico que cabalga sobre la realidad cotidiana, se entremezcla con ella y nos evoca y engaña hasta un punto insospechado.


La historia va de dos niños que hornean junto a su madre un pan muy especial, el pan de nube, una receta que ya quisiera yo para mí y que, como se pueden imaginar, te hace flotar por el aire. De esta manera la pareja de hermanos llegarán junto a su padre y le harán mucho más fácil el camino hasta el trabajo que, como pueden suponer, está lleno de complicaciones en las grandes ciudades asiáticas.


En El hada del agua, Heena Baek acude a uno de esos baños públicos que tanto se utilizan en Asia y deja volar la imaginación de la pequeña protagonista junto a una mujer que bien recuerda a La extraña mamá, otra anciana con mucha magia que ahonda en el valor y reconocimiento que la cultura oriental otorga a la tercera edad.
Azulejos, juegos y chapoteos llenan las páginas de esta historia intergeneracional que encandilará a más de uno. Elegante y desinhibida, la desnudez de ambos personajes llena gran parte del libro, un elemento difícil de encontrar en libros infantiles que siguen respirando puritanismo y muchos prejuicios.


Ambas terminan con una sonrisa, la nuestra, tras contemplar las secuencias de imágenes (también podríamos decir fotogramas) que esta autora, construye con sus dioramas y personajes tan bien caracterizados en arcilla, papel maché o cartón.
Querida infancia que, llena de magia, nos alegra el corazón.

sábado, 22 de octubre de 2022

Mi cuerpo pide guerra


Clases, evaluaciones iniciales, reuniones improductivas, actividades domésticas, mover un poco el culo, compromisos de varios tipos, escribir en este cuaderno de bitácora… La vida moderna es un poco complicada, sobre todo si eres un crápula como un servidor, que además de todo eso, te dedicas a la nocturnidad y la alevosía.
Mi cuerpo pide guerra y yo se la voy a dar. Que salga el sol por Antequera. Lo tengo clarísimo. Suena una canción, y se pone a bailar. Le da un rayito de sol, y aflora el rubor. Se ríe y resuena sin ton ni son. Este cuerpo mío sabe lo que quiere: vivir siendo yo.

Pregunto a mi cuerpo
lindo y andante
si estaba conmigo
hace un instante.

* * *

Mi cuerpo es un poema
de nunca acabar,
un saquito de huesos
que cruje al rimar,
un rollito de carne
que sabe cantar.

Juan Kruz Igerabide.
Cuerpo sí, cuerpo no y Cuerpoema.
En: Vivo en mi cuerpo.
Ilustraciones de Ainara Azpiazu.
2022. Barcelona: La Topera.



miércoles, 19 de octubre de 2022

Dualidades



Nos encontramos en una época muy confusa, un tiempo un tanto incierto. Y no porque los gringos y los rusos quieran hacerse con Europa (de eso va la supuesta guerra), ni porque el cacique de turno quiera lanzarnos a la miseria absoluta (no hay lugar a dudas de que a este lo que le prima es el egocentrismo), sino más bien a toda una suerte de circunstancias que no nos dejan ver con claridad en todo lo que respecta a nuestra propia existencia. Me explico…
Nunca antes habíamos sido bombardeados con tal cantidad de información inútil y nunca antes habíamos sido tan ignorantes e infelices. Hoy en día cualquiera tiene fácil acceso a contenidos de todo tipo, pero ¿estamos al loro de lo que verdaderamente importa?


Quizá mi abuela no tenía ni papa de psicología, decoración, viajes, psicología o literatura infantil. Tampoco quién era Rosa Bonheur, ni dónde están las Pequeñas Antillas o qué relación hay entre el ADN y ARN mensajero. Pero sabía lo que le hacía feliz y lo que no, lo que necesitaba para subsistir y cómo comportarse con quiénes la rodeaban. Era analfabeta, pero era una experta en el arte de la vida.
Ahora, todo lo que nos rodea es laxo, ligero y, sobre todo, inconexo. Algo de lo que se aprovecha el poder, los medios de comunicación de masas y las redes sociales para embutirnos un discurso que se aleja mucho de un acervo cultural común. En definitiva, la gente se cree que sabe de todo pero en el fondo no sabe de nada.
De esta ignorancia, de esa falta de base, emergen muchas cuestiones que, a pesar de parecer poco relacionables con esta situación de partida, tienen mucho que ver con ella. El personal tiene un cacao monumental. Confunde churras con merinas a todas horas, viven a caballo entre sus deseos y su realidad, cambian de opinión a cada momento, se frustran a la mínima de cambio, odian a sus seres queridos y aman a sus enemigos. Volubles y desquiciados no se enteran de qué va la película.


Y así nos va. Vivimos en una dualidad en la que no sabemos diferenciar entre parecer y ser, estar y permanecer, o querer y poder. Nos abruma, mina y desorienta. Poco a poco todo se transforma en niebla, una espesura en la que cualquiera se pierde.
Como muestra de esta situación les traigo Una chica tan ligera y una chica tan pesada de Kirim Nam y publicado por Fulgencio Pimentel e Hijos, nos trae una de esas historias. En un formato de lectura vertical muy sugerente (el lomo del libro se encuentra en la parte superior) cuenta la historia de dos mujeres, una muy ligera que vive en la página superior, y otra muy pesada que vive en la página inferior. Cada una tiene su universo personal, dos espacios que coexisten en la línea que divide la doble página.



martes, 18 de octubre de 2022

Palabras aparte...


Vivimos en un mundo lleno de ceremonias donde lo verdaderamente importante es el boato y la apariencia. Todo se relaciona con lo ritual y nada con la verdad. Prima el relato y se obvian los hechos. Da igual lo que hagas en el reino de los impostores, lo que trasciende es la verborrea.
Y, ¡ay de ti si la utilizas indebidamente…! Mándalo a la mierda o dile hijo de puta al cortijero de turno, que verás la que te cae… El malo eres tú porque has roto esas convenciones odiosas sobre las que se sostiene todo el "establishment" social. A pesar de contrastadas y verídicas, ellos se encargan de restarle credibilidad a tus palabras, denigrarte y callarte. Eres un maleducado y tienes mala ostia, lo peor que puede pasarte en el universo de lo políticamente correcto. Da igual que lleves toda la razón del mundo o que actúes con respeto y elegancia, no vale de nada si hablando no pareces un cura inerte o una asistente social.


Por favor y gracias, buenos días, feliz año, te acompaño en el sentimiento y enhorabuena. Locuciones que se han instalado en el quehacer diario y que se supone dicen mucho cuando en realidad no sirven de nada. Lo digo como lo siento, máxime cuando todos los que se dedican a los discursos lo que en realidad están haciendo es parapetarse tras ellos.
Llenas de toda intencionalidad y vacías de toda humanidad (algo con lo que se suelen confundir los buenos modales), algunas veces las palabras son un juguete sin igual. Para embaucar, para convencer, para justificarse o para vengarse. Solo tienen que ver cómo nos las gastamos en las redes sociales, cómo se utilizan en los telediarios y cómo se pronuncian desde los estrados.


Por eso de vez en cuando no viene mal despojarlas de pompa y bambolla, e infamarlas como se merecen. Ya está bien de tenerlas tanto en cuenta. Menos seriedad y más broma con ellas. Porque total…, son un invento. Retórica, dialéctica, elocuencia, semántica…
Para ello les recomiendo que se hagan con el último libro de Marta Comín. Recién publicado por A buen paso, Un huevo en bicicleta es lo que podríamos llamar un álbum-artefacto. Podría ser un juego. Y lo es. Podría ser un diccionario. Y lo es. Podría ser una competición de chistes. Y lo es. Podría ser un arma. Y lo es. Podría ser un libro. Y también lo es.


En esta ocasión, la Comín elige dos expresiones cualesquiera formadas por un par de sustantivos y/o adjetivos y las representa gráficamente, pero al pasar la página, ¡voilá! Las palabras se combinan y surgen otras dos nuevas expresiones que ella interpreta a su libre albedrío (con esto quiero decir que el resultado es una oda al sinsentido y lo surrealista).


Un ejercicio inmejorable para sacar de quicio al más leído y desbocar la imaginación, el aspecto lúdico del lenguaje, el día a día, y sobre todo, a los deslenguados. Una vuelta de tuerca necesaria donde no hay que perder de vista ciertos detalles que conectan unas páginas con otras y nos llevan hasta una sorpresa final. 
A quien no le guste es porque se toma las palabras con mucha seriedad. He dicho.

lunes, 17 de octubre de 2022

Bendita geología


En mitad de un examen me pongo a cavilar y susurro “Mis alumnos odian la geología”. Yo no sé qué tiene esta disciplina pero no les motiva nada. Y mira que yo pongo empeño en ponerles fotografías de volcanes en erupción, sacarlos al campo, llevarles fósiles y rocas a clase, que las toquen, que se deslumbren con la densidad del mercurio, con la forma de los jacintos de Compostela, la raya blanca del yeso… Pero nada. No hay tu tía. Les parece de lo más aburrida.


A veces me desespero y luego pienso que tampoco es tan raro, que para encontrarle el jugo a la tectónica de placas, al modelado kárstico o las redes de Bravais. Que uno tiene que viajar mucho, que entender las enormes escalas de tiempo y espacio a las que tienen lugar todos los cambios de la geosfera. Pues como les hago saber siempre que empiezo con la materia, la historia de nuestro planeta es al hombre, lo que la vida de un mosquito a la nuestra.


Todos mis esfuerzos son en vano. “¿Cuándo vamos a empezar con la biología, Román?” En diciembre. En diciembre… Resoplo y me acuerdo de cuando era un chaval y pensaba que esta asignatura no tenía nada que ver conmigo, que era un coñazo monumental. Hasta el día que empecé a caer en la cuenta de que la geología estaba por todas partes. En el suelo y las paredes, en sus teléfonos móviles, en las alianzas de sus padres, en la aspiradora y en el lavabo, en el salero de la cocina, en los cimientos de mi casa, en el huerto y también en muchas obras de arte. Incluso en los libros infantiles, algo que hoy les quiero demostrar con ¡Ugh!, un libro Rafael Yockteng y Jairo Buitrago que ha coeditado Ekaré junto a Babel.


Como reza el subtítulo –Un relato del pleistoceno-, es un álbum con mucha geología, sobre todo porque se refiere a una época pasada, la división del Cuaternario que se desarrolló entre los 2,58 millones de años y los 11.400 años, es decir, la época en la que aparecieron los primeros representantes de nuestra especie.
En aquel entonces el ser humano era otro animal más que tenía que lidiar con la fuerzas de la naturaleza. Erupciones volcánicas, depredadores como el tigre dientes de sable o el oso
cavernario, y animales extintos como los megaterios (unos perezosos gigantes), los enormes tapires, mamuts y rinocerontes lanudos, o los megaloceros (ciervos gigantes) son los compañeros de viaje de una familia de trogloditas que va en busca de un nuevo hogar.


A golpe de grafito (es raro encontrar álbumes en blanco y negro), lleno de acción (fíjense en esos planos cinematográficos) y con elementos hermosos como las guardas (¿ven el antes y el después?), descubrimos nuestra propia historia, en este caso sin palabras (una buenísima elección teniendo en cuenta que cualquier lenguaje primitivo poco se puede parecer a los actuales y que lo que aquí sucede es extrapolable a cualquier grupo humano).


Sí, lectores, una buena oportunidad para sumergirse en el modus vivendi de nuestros antepasados y asistir al comienzo de las primeras narraciones, a las primeras pinturas rupestres, a las primeras lecturas, a los primeros álbumes. Porque incluso estos libros empezaron a dibujarse sobre las rocas.

miércoles, 12 de octubre de 2022

Fiesta nacional


España. Siempre España...

En un país de verdad
pasan cosas de mentira,
es primavera en invierno,
ruge el mar por la avenida.

¿Es un país de verdad
o es un país de mentira?

En un país de mentira
pasan cosas sin sentido,
se juega para estar solo,
en la escuela ya no hay libros.

¿Es un país de mentira
o es un país sin sentido?

En un país sin sentido
pasan cosas imposibles,
te quitan lo que no tienes
y te dan lo que no pides.

¿Es un país sin sentido
o es un país imposible?

En un país de verdad
pasan cosas de verdad,
unas que siempre han pasado
y otras que ya pasarán.

¿Es un país de verdad
o es un país de verdad?

Juan Carlos Martín Ramos.
Crónica de actualidad.
En: Versos de calendario.
Ilustraciones de Teresa Novoa.
2022. Pontevedra: Kalandraka.


martes, 4 de octubre de 2022

Ver el mundo con otros ojos


Esto de tener una mirada un tanto especial me acarrea más de un disgusto. Y no es que mis ojos verdeazulados se cieguen ante lo luminoso del astro rey, ni que mis largas pestañas manchen una y otra vez los cristales de las gafas, ni que me dedique a espiar a los vecinos (sus vidas me traen sin cuidado). Más bien se refiere a esa forma tan peculiar de observar lo que me rodea.
Primero de todo, gusto de fijarme en los detalles más ínfimos. Que si esos zapatos, una pulsera aparentemente inocente, el nombre de tus hijos, qué gestos de cariño te regala tu mujer o si prefieres el ron canario a la ginebra inglesa.
Luego hay que ir un poco más allá, no sólo con el nervio óptico, sino con las orejas. El tono de voz, si se le oye o no, si cambia la versión de los hechos, si utiliza muletas contemporáneas, si verbaliza a la velocidad del rayo o se atranca a cada palabro. El discurso también es importante, máxime cuando lo tienes que aguantar en el trabajo, en la cena de Nochebuena o en las reuniones de padres.


¡Qué malo es ver lo que no quieres ver, oír o callar! Que las miserias son de cada uno y de nadie más… Bueno, eso dicen..., que a veces luce darles vueltas en un lebrillo como si sangre para morcillas se tratasen.
Al final, para no caer en la tentación de radiografiar a todo incauto que se cruce en mi camino, voy a necesitar Un par de ojos nuevos, como Vinayaki, una de los protagonistas del estupendo álbum que nos acaban de regalar Ellen Duthie, Javier Sáez Castán y Manuel Marsol de la mano de Wonder Ponder, esa editorial que le ha dado una vuelta de tuerca a la filosofía para niños.


Y es que en una obra en siete actos que estos tres se han sacado de la manga para que riamos, juguemos y le demos al coco, los protagonistas son los ojos desgastados de una elefanta. Recién llegada a la Compañía Rumiante de Fantoches Ambulantes, un teatrillo de títeres, Vinayaki hace buenas migas con Gordon, Nena Gol, Pierre y Harriet, unos compañeros muy especiales que la acompañarán en su proceso de cambio ocular (algo así como cuando aparecen las tías del pueblo para joderte la noche previa a una operación).
Con una estética que en parte recuerda y en parte rinde tributo al Dídola pídola pon de Maurice Sendak, los autores ponen de relevancia temas muy trascendentales entre los que el existencialismo es la piedra angular. Ilustraciones a cuatro manos, dosis de sinsentido, una tarta que nunca se acaba, personajes que bien podrían estar sacados de las tiendas de juguetes de los años 50, 70 o 90, unas cuantas lágrimas y guiños cinematográficos harán las delicias de sus lectores, personas de 7 a 77 años que, lejos de extrañarse, se sumergirán en una historia con mucho corazón.

lunes, 3 de octubre de 2022

Cariño, por ti me jiño


Cariño, cariño, cariño… Oigo cariño por todos lados, pero veo muy poco allá donde vaya. Es una de esas coletillas que se ha aprendido muy bien esta sociedad del bienestar, la de la blandería más nauseabunda.
Te digo cariño, pero te metería un buen chute de estricnina en el colacao. Se les cae la baba con ellos, pero poco lerele con sus hijos. Sí, me refiero a ustedes, padres del nuevo milenio, de la palabrería y la impostura. Y no salten todos a la vez, mansos y bienhablados. Antes de acribillarme a dardos, piensen un poco en lo que hacen.


De poco sirve tanto mantra si luego no invierten tiempo de calidad con sus hijos. Y digo de calidad porque muchos todavía no han entendido que estar no es sinónimo de ejercer. Es como esos funcionarios que se pasan el día apalancados en la oficina creyendo que producen y a lo más que llegan es a tomarse diez cafés.
Uno se da cuenta de todo esto cuando, por mucho que algunos padres se dediquen a repetir apodos suavones a sus hijos, observas como los ignoran en los momentos más truculentos del día, léase la hora de recoger los juguetes u ordenar la habitación.


Hablando de quehaceres infantiles nos adentramos en Cómo ordenar tu habitación en sólo 7 días, un álbum de Audrey Poussier publicado el año pasado por Picarona, que no debe pasar desapercibido por cualquier padre ni, sobre todo, por ningún hijo.
Y es que en este libro se nos presenta un problema cotidiano: cómo poner orden al caos que se respira en cualquier habitación infantil donde reina lo lúdico. A caballo entre el diario y el manual de instrucciones, los protagonistas de este libro-álbum nos relatan qué hacer para que todos los juguetes queden en su sitio y no tener que aguantar más al hombrecillo del orden (N.B.: Un invento narrativo sin parangón al que cualquier lector le puede sacar el jugo). El lunes se clasifica, el martes se pelean, el miércoles se encogen, el jueves, todo por la ventana, el viernes, llega el turno de la aspiradora, el sábado se aburren y el domingo, ¡sorpresa!


Con mucho humor, Claudia y Mo no solo nos indican los pasos a seguir para dejarlo todo bien arregladito (si es que sucede en algún momento), sino que también nos sumergen en las relaciones fraternales y los pormenores de la crianza utilizando un texto directo y unas ilustraciones donde los detalles, la perspectiva y los recursos narrativos son los mejores aliados.
Sí, estamos ante uno de esos libros infantiles donde lo subversivo juega con lo correcto, donde el universo onírico se entrelaza con la realidad, y donde los deseos infantiles ganan por goleada a los adultos cuadriculados. Todo ello sin mencionar en ningún momento la palabra “cariño”.