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viernes, 26 de abril de 2024

No a los ismos, sí a lo humano


En esto de la LIJ encontramos con frecuencia cierto compromiso social en el que se abordan cuestiones complejas. La guerra, la inmigración, el racismo, la igualdad entre hombres y mujeres, o la libertad sexual son temas muy recurrentes en los libros infantiles y que invitan a reflexionar a los lectores sobre la realidad que nos rodea con una perspectiva más amplia.
De este modo, y desde ciertos grupos editoriales, se nos venden los libros como armas que laceran conciencias, visibilizan problemas y cambian el mundo. Sin embargo, y aunque moralmente tiene su cabida, siempre me gusta andarme con ojo a la hora de tratar unos temas que pueden ser un arma de doble filo por diferentes motivos.


Si ya es bastante complicada la naturaleza individual, no digamos la sociedad, un sistema complejo que, según sociólogos y estadistas, es muy difícil de caracterizar, comprender y, sobre todo, controlar por la enorme cantidad de variables que subyacen a cualquier conflicto por pequeño que sea.
Imaginen que cierto editor tiene cierto compromiso con los libros de temática LGTBI y decide publicar un libro estupendo sobre las relaciones homosexuales. Tras indagar en el origen de su autor, descubrimos que es alemán y que uno de sus abuelos murió en las cámaras de gas del Tercer Reich. Tiramos más del hilo y resulta que es de ascendencia judía y que su familia cercana decidió mudarse a Israel durante los 90 y es propietaria de una de las fábricas que provee de indumentaria al ejército israelí, el mismo que en estos momentos bombardea la franja de Gaza.
Si en el instante que se descubre el pastel a un lector le da por la cultura de la cancelación y comienza una campaña en contra de la citada editorial por apoyar la guerra, ya la tenemos liada. Si una asociación de gays, lesbianas y otras orientaciones sexuales gusta de meterse en el ajo en defensa del autor, más madera. Y cuando se inmiscuyan en el circo las víctimas del genocidio nazi, ¡¿para qué queremos más?!


Si bien es cierto que la denuncia social es muy respetable, sobre todo desde un planteamiento fáctico en el que los hechos se relatan, también puede levantar suspicacias y nuevos conflictos, pues lo intrincado de nuestra naturaleza social favorece la diversidad de percepciones que suelen establecerse en un flujo multidireccional.
Ante la duda y en estos casos, yo siempre abogo por apelar a lo humano, como es el caso del libro de hoy, que con el título de No, se acerca a las librerías de la mano de Paula Carbonell, Isidro Ferrer y A buen paso.


Todo empieza camino del colegio. Uno al que su amigo no llega. La vuelta a casa también se hace difícil. Todo es un caos y no la encuentran, por lo que deciden pararse en el parque a jugar. De repente llega su madre angustiada y, tras darles muchos besos, les dice que van a jugar al escondite. Aparece un agujero en el suelo, el hambre y la sed. ¿Los encontrará su padre algún día?


No se adentra en la historia de dos hermanos que ven su vida cotidiana truncada por la guerra desde una perspectiva muy infantil. No hay muertos, no hay armas, ni cruentas batallas. Todo sucede en un escenario donde dos figuras de madera, elementos con geometrías angulosas y la luz tenue, sobran para construir una narración sobrecogedora. Con pocas palabras, este álbum casi silencioso, nos deja mudos. En él no se ahonda en los detalles. Las voces infantiles, la parquedad y una sobria puesta en escena son los recursos narrativos esenciales que propician esa atmósfera triste y solemne.


Amplios espacios, una tipografía cambiante y detalles turbadores (fíjense en esa escalera rota o el diámetro del agujero). Todo parece haber sido medido al milímetro para despertar un diálogo complejo con los lectores. Suspense, dramatismo y vaivenes emocionales que descubrimos en esta lectura sosegada donde, alejada del ruido de otros títulos antibélicos, nos encontramos con ese cariño familiar que eclipsa el desastre de las bombas.

viernes, 5 de diciembre de 2014

En el mar invernal...


Llegan tres días festivos. Las grandes ciudades se vacían y las carreteras son un hervidero. Aunque algunos prefieren disfrutar del aire frío de la sierra (porque lo que se dice nieve, hasta ahora poca), la inmensa mayoría se dirige hacia la costa como si de un refugio tropical se tratase… No sé hasta qué punto será contraproducente para la salud pasar un media de cuatro horas al volante, aguantando retenciones, niños llorando y regurgitando, adelantamientos suicidas y otros menesteres propios de estas odiseas..., pero seguro que un paseo a orillas del Mediterráneo compensa todo lo demás...

El día amanece sin prisa,
me lleno las manos de sal,
el mar.

María corre hacia la orilla,
las olas mecen su risa,
le traen baratijas.

Un frasco de cristal
con un mensaje
por descifrar.

[…]

Paula Carbonell.
En: Un día en el mar.
Ilustraciones de Marjorie Pourchet.
2014. Fraga (Huesca): Ediciones La Fragatina.