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martes, 24 de octubre de 2023

¡Que vivan las bibliotecas móviles!


Hoy, 24 de octubre, es el Día de las Bibliotecas, unos espacios de los que no pocas veces les he hablado, cosa de la que pueden dar fe en ESTE ENLACE.
Para celebrar esta edición me he propuesto hablar de las bibliotecas móviles. En autobuses, a lomos de un caballo o un burro o metidas en una simple maleta, las bibliotecas móviles han acercado lectura y cultura a lugares recónditos de las más variadas geografías. En tiempos de penurias y de bonanza, y de norte a sur, han sido espacios mínimos en los que alfabetizar a la población, darle alas a su imaginación y empujarlos a otras miradas.


Inga Moore. El bibliobús de Alce. Edelvives.

Las bibliotecas ambulantes de las llamadas Misiones Pedagógicas que se pusieron en funcionamiento durante la Segunda República española gracias a Luis Cernuda, María Moliner y Juan Vicens (y de las que no se habla nada en este país cainita que solo sabe mirar fuera de sus fronteras), las bibliotecarias a caballo que florecieron en la América profunda de principios del XX o los biblioburros que han recorrido cientos de kilómetros de la Colombia rural, son algunos de los ejemplos de estas bibliotecas móviles.


Jeanette Winter. Biblioburro. Juventud.


Nelson Rodríguez, L. A. Montes, Carla Tabora y Rosana Faría. Los lunes de colores. Juventud.

Si bien es cierto que los bibliobuses han visto disminuido su presupuesto por culpa de la accesibilidad que tienen las bibliotecas digitales, en muchos lugares del mundo se han instaurado días para celebrar un servicio bibliotecario de cercanía en zonas remotas (que las sigue habiendo) de todo el globo.


Concha Pasamar. Bibliotecarias a caballo. A fin de cuentos.

Los primeros en desarrollar esta fiesta fueron los norteamericanos. Aunque en 1905 se puso en marcha en Estados Unidos el primer servicio de bibliotecas móviles, no fue hasta 2011 cuando se decidió fijar el National Bookmobile Day, concretamente el miércoles de la National Library Week que este próximo año se celebra entre el 7 y el 14 de abril.


Davide Cali y Sébastien Pelon. La biblioteca de Orazio. Tramuntana.

En España, a iniciativa de la Diputación de León en el año 2014 y con carácter provincial, tiene lugar la primera celebración del Día del Bibliobús en España. La fecha elegida fue el 28 de enero, al constituir el cuarenta cumpleaños del primer bibliobús leonés. Inmediatamente se une a la propuesta la Diputación de Zamora, siendo ambos servicios de bibliobuses los que comienzan con la celebración, que proseguirán en 2015, año en el que, a propuesta de la Asociación de Profesionales de Bibliotecas Móviles, se decidió establecer el 28 de enero como el Día del Bibliobús.


Heather Henson y David Small. La señora de los libros. Juventud.

Como cada país tiene su día para celebrar la existencia de estas bibliotecas que, en muchos casos, comenzaron como experimentos personales sin financiación alguna, he creído conveniente traerlas a este espacio en este día institucional que pretende dar visibilidad a un servicio de todos y para todos que debemos seguir utilizando manque pierda.

Y de propina, un par de cómics sobre este tema:


Wilfrid Lupano y Léonard Chemineau. La bibliomula de Córdoba. Norma.


miércoles, 11 de enero de 2017

Breve historia del contexto social de la LIJ: de la escuela a la web 2.0


Jessie Willcox Smith

Aunque la Literatura Infantil y Juvenil (LIJ) tenga un largo recorrido dentro de la Historia de la Literatura y se considere uno de los géneros más difundidos dentro del panorama lector y editorial de nuestros días, no siempre ha sido así, ya que el interés por este tipo de literatura ha ido evolucionando a lo largo de la Historia. Por ello, este artículo pretende realizar una breve retrospectiva histórica, tomando como referencia los cuatro puntos cardinales que constituyen el contexto social de la LIJ: autores, editores, mediadores y lectores, desde los primeros textos escolares y los clásicos de aventuras, hasta el día de hoy en el que la globalización y la Web 2.0., son las grandes protagonistas.

Occidente hasta el siglo XVIII. Inicios de la lectura.

Hasta bien entrado el siglo XVIII, los libros se consideran bienes de lujo, es decir, sólo están al alcance de las clases altas y/o eclesiásticas, capacitadas, económica y/o intelectualmente, para consumir libros. Las bibliotecas escasean, quedando relegadas a las citadas esferas, aquellas que tradicionalmente han cultivado la cultura de la lectura, y por tanto, la del conocimiento y el entretenimiento. El analfabetismo se extiende como la pólvora en Europa, un territorio donde el poder feudal lo controla todo.
En mitad de este campo culturalmente yermo de la Edad Media, son los seglares los encargados de ejercer como editores y traductores, produciendo un reducido número de copias de los llamados códices iluminados y otras obras de los saberes clásicos, en sus scriptori de abadías y conventos. Estas son las dos razones que provocan que el libro no se pueda considerar un bien económico; por un lado, la oferta es escasísima, muy reducida, y por otro, la demanda es casi inexistente debido al mínimo nivel educativo de la población, cuya cultura tiene un gran arraigo en la tradición oral. Imágenes, frescos, historias, leyendas y cuentos son escuchados por todos, sin distinción de edad, constituyendo así el saber y el ocio de los pueblos.




Letras capitulares de los códices emilianenses (siglos X-XI)

Algo cambia durante el Renacimiento… Los copistas, cajistas e iluminadores comienzan a interactuar con los lectores y tienen en cuenta sus preferencias. La apariencia física del libro cambia: forma, tamaño, materia prima a emplear, cuerpo del texto, tipografía y encuadernación, se ven alteradas respecto a las de épocas pasadas. Un nuevo libro, austero y elegante, práctico y manejable, altera el espacio bibliotecario dotando a este de amplitud, luz y mobiliario para el debate y la conversación. El libro escapa de la oscuridad de las celdas monacales y se exhibe ante humanistas ávidos por la investigación y el conocimiento. Aupados por la figura del impresor-editor y la imprenta de Gutemberg (siglo XV), esa misma que desencadena la Reforma protestante, los títulos de gran interés se pueden copiar las veces necesarias de manera barata y eficaz, haciendo crecer la oferta paulatinamente y dinamizando el mercado. Cada vez son más los que tienen el libro al alcance de sus posibilidades, sobre todo la clase alta y una burguesía incipiente.


Así, con una lenta evolución en cuanto al número de lectores, la producción de libros en serie y una industria editorial emergente, llegamos a la Edad Moderna, una época de verdadera revolución en el mundo de la lectura debida, principalmente, a la revolución cultural que sufre occidente: la Ilustración promueve la instrucción del pueblo a través de las lenguas vernáculas, dejando a un lado las lenguas cultas como el latín. El analfabetismo empieza a considerarse una lacra que hay que erradicar y nacen los sistemas educativos extensivos, prueba de ello es la publicación del primer libro infantil ilustrado (pictogramas) con fines pedagógicos, el Orbis sensualium pictus de J. A. Comenius (1658) que se puede asimilar al primer libro informativo para niños.




A esta situación se añade la que vive Norteamérica. El Nuevo Mundo emerge, los emigrantes de media Europa aterrizan en busca de oportunidades, y por tanto, nace un nuevo mercado editorial que explotar.
También es en la Edad Moderna en la que la concepción de biblioteca privada y hermética queda rota por una nueva biblioteca. La biblioteca de suscripción, la biblioteca de préstamo, la biblioteca parroquial norteamericana o las bibliotecas nacionales europeas son alternativas a las que se suman numerosas iniciativas ciudadanas para adquirir cooperativamente libros que, aunque más baratos que en épocas pasadas, todavía no están al alcance de todos los ciudadanos.


Ilustración de las primeras ediciones de los cuentos de Grimm

El contexto del XIX: La literatura y las clases populares.

Tras los últimos años del siglo XVIII en los que se publican obras de corte infantil como las recopilaciones de cuentos de folcloristas como los hermanos Grimm y Perrault, o las fábulas de Samaniego, así como novelas de clara aceptación juvenil -Robinson Crusoe-, llega el siglo XIX y con él, la Revolución Industrial. Todas las manufacturas, incluida la del libro, pasan a ser un producto relativamente abundante y menos costoso. Esto provoca un vuelco en los hábitos de consumo de la Europa occidental. El libro disminuye su precio e incrementa su valor como bien social, la alfabetización se generaliza entre la clase obrera y la lectura adquiere más relevancia en todos los estratos sociales, incluyendo, cómo no, a los niños. El cuento y la novela de aventuras (H. C. Andersen, E. T. A. Hoffmann, J. Fenimore Cooper, Charles Dickens, Julio Verne o Alexandre Dumas) durante la primera mitad del siglo, y el nonsense, el realismo y la fantasía (Lewis Carroll, F. Hodgson Burnett, Louise May Alcott, Mark Twain, R. Louis Stevenson, J. M. Barrie o Carlo Collodi) durante la segunda mitad, provocan un despegue vertiginoso de la LIJ, aupándola como género literario a tener en cuenta por el mundo editorial. Durante esta edad de oro de la LIJ, la LIJ se establece como un género y, aunque el término no se acuña hasta el siglo posterior, queda definido el destinatario de esas obras, el niño o joven que necesita hacer propias lecturas que le interesen.


N. C. Wyeth

La necesidad de crear un libro atractivo para los pequeños lectores obliga a los editores a buscar nuevas fórmulas editoriales que incluyan material gráfico, campo en el que destacan figuras como Randolph Caldecott, Kate Greenaway, Walter Crane o Arthur Rackham, integrantes del primer grupo de ilustradores profesionales de LIJ.


Kate Greenaway


Arthur Rackham

Otro de los factores a destacar en estos años es la dinamización del mercado impreso, en el que destacará la prensa escrita, el primer medio de comunicación de masas, que también se podría considerar el primer vehículo de dinamización literaria. La publicación por entregas de muchas novelas hace más asequible la lectura, económica y temporalmente, al mismo tiempo que obliga al autor a buscar fórmulas apropiadas para mantener el suspense, lo que dio lugar a los fenómenos de retroalimentación literaria, tan comunes a día de hoy.
A pesar de esta generalización en torno a la LIJ, sobre todo entre las clases altas y medias, el libro infantil no posee un contexto tan amplio como se podría creer en principio, quedando restringido al de los propios autores, ciertamente especializados en literatura adulta, los escasos ilustradores de la época y un mundo editorial, que se interesa más por las ventas que por la innovación e investigación en el terreno del libro para niños.



El siglo XX. Una época agitada

Ya entrado el siglo XX, se desata una época convulsa, minada por todo tipo de conflictos bélicos entre los que destacan la Primera y Segunda Guerras Mundiales, que complican el avance cultural, quedando relegadas las artes a un segundo plano y esperando un nuevo contexto que favorezca su reflorecimiento. Es así como el interés por la LIJ renace, sobre todo en aquellos países donde quedan instaurados regímenes políticos de corte estable, léanse república democrática o soberanía compartida. Empiezan a surgir autores de LIJ que ven en este mercado la oportunidad de destacar, amparándose en los cambios de paradigmas sociales. El numeroso público infantil y juvenil es un acicate para revolucionar los cánones literarios de este tipo de literatura, de hecho, es entre los años 40 y los años 70, cuando las obras narrativas de LIJ más revolucionarias, sobre todo en los países nórdicos, Reino Unido y Norteamérica, ven la luz (El viento en los sauces de Kenneth Grahame, El doctor Dolittle de Hugh Lofting, Mary Poppins de P. L. Travers, Los Mumins de Tove Jansson o Pippa Mediaslargas de Astrid Lindgren).



El álbum infantil ilustrado del siglo XX, iniciado por los franceses Antoine de Saint-Exupery -El principito- y Jean de Brunhoff –Babar-, se impone dentro de la LIJ como un valor seguro donde la imagen, bien ilustración, bien fotografía, no sólo complementa al texto, sino que lo articula y añade otra serie de contenidos, convirtiendo a este tipo de libros en los indiscutibles protagonistas de la época, con ejemplos como Donde viven los monstruos de Maurice Sendak, El viaje de Anno de Mitsumasa Anno, Pequeño Azul y Pequeño Amarillo de Leo Lionni, el Flicts de Ziraldo Alves Pinto, o Los tres bandidos de Tomi Ungerer.




Y entonces, llega la escuela… Es la escuela y no otra institución, la que favorece el desarrollo de la LIJ. El profesorado tiene que mediar entre el niño y el libro aunque muchas veces ciertos títulos sean censurados por el docente. Se genera un diálogo entre el mundo escolar y el mundo literario, prueba de ello es el nacimiento de la biblioteca infantil, un espacio enmarcado dentro de un concepto más amplio, el de biblioteca escolar. De esta manera, el contexto social de la LIJ queda adscrito única y exclusivamente a las aulas y tiene como mediador al maestro que empieza a tomar conciencia de qué es la literatura infantil.
Años después, en los que la sociedad del bienestar se instala en numerosos territorios europeos, la cultura arraiga y nace una nueva biblioteca pública: una biblioteca abierta a todos los usuarios donde tienen cabida las salas de lectura infantiles y juveniles, zonas especialmente habilitadas que atesoran títulos y publicaciones dirigidas a estos lectores. La biblioteca pasa a ser un lugar de recreo, un espacio capaz de aunar el gusto por la lectura, el aprovechamiento del tiempo libre y un tipo de literatura, la LIJ.
Para que ello sea posible, son necesarios agentes que gestionen este primer contacto entre lector y libro, una tarea que recae sobre los bibliotecarios, trabajadores que comienzan a formarse en técnicas de animación a la lectura para desarrollar todo tipo de actividades que desaten el gusto por la letra impresa, de entre las que destaca la narración oral, una actividad que, habiendo sido aparcada en el olvido, se retoma como vía de conexión entre el mundo literario y los lectores.



De este modo, la red social entre el libro y el lector se construye sobre unas nuevas bases, autor-mediador-lector. Es, sin duda, lo más destacable del contexto social de la LIJ durante el siglo XX, el nacimiento de corrientes de animación a la lectura formadas por mediadores que desarrollan todo tipo de actividades en bibliotecas y centros educativos e intercambian experiencias, se considera un punto de inflexión para integrar a la LIJ en la sociedad a través de acciones generalistas o especializadas, como la aparición de numerosas publicaciones que se dedican al estudio de la LIJ.
Esto, unido a la creación de numerosas asociaciones y fundaciones, entre las que destaca el IBBY (1953), que otorga el premio Hans Christian Andersen (desde 1953) o la celebración del Día del Libro Infantil y Juvenil (2 de abril), como defensa del libro infantil para educar a las generaciones futuras en el placer por leer


A todo ello hay que añadir el claro despropósito con el que la radio y la televisión, los dos medios de comunicación de masas de la época, encaran a la lectura. El sonido y la imagen desbancan al invento por antonomasia, el libro, relegándolo a un segundo plano, aunque a veces también le presten ciertos servicios con programas dedicados a la lectura y las novedades bibliográficas.
En rasgos generales, este es el panorama que enmarcaría el contexto social de la LIJ en todos aquellos países occidentales con una estabilidad política, social y económica que favorece una cultura emergente dentro de la cual pueden florecer las disciplinas minoritarias. En el resto de estados europeos, como el caso de España, hay que esperar a la instauración democrática para que la LIJ evolucione en estos términos.


Noemí Villamuza

El nuevo milenio. Una nueva concepción global.

Durante lo poco que llevamos de siglo XXI son dos los factores que más influyen en el contexto social de la LIJ. En primer lugar, destacar que gran parte de los países occidentales han apostado por desarrollar los llamados planes de lectura, unos conjuntos de medidas que persiguen hacer frente a la degradación cultural que sufre la población de las naciones del mundo desarrollado o en vías de desarrollo. Estos planes lectores cuentan con campañas publicitarias, mejora de bibliotecas y otros servicios de lectura, así como diversos tipos de incentivos, para intentar que los jóvenes, lectores potenciales, enarbolen el libro como vía de conocimiento y ocio.
A tenor de estos planes lectores, y tomando como ejemplo el caso español, surge un movimiento social muy importante, el de aquellos profesionales, léase maestros, bibliotecarios o teóricos de LIJ, que abogan por trabajar de manera conjunta a través de todo tipo de vías privadas y/o públicas, asesorando así a todos aquellas personas e instituciones cuya implicación con el mundo del libro crece durante estos años. El esfuerzo de todos estos profesionales o aficionados, de las inversiones públicas, y de las empresas editoriales por rescatar del olvido títulos importantes o intentar innovar dentro del género, se ve recompensado en ciertos países con un incremento del número de lectores en edad escolar, lo que supone un primer triunfo sobre esa insuficiencia lectora que la crisis económica mundial y el retroceso educativo amenazan con incrementar durante las próximas décadas debido a la instauración de la sociedad tecnocrática.


Joosh Swarte

Es aquí cuando el segundo factor, Internet, entra en juego… Debido a estas relaciones profesionales, comienza a nacer en la red toda suerte de páginas, blogs y grupos sociales con contenidos relativos a la LIJ, creando así un entramado social en la llamada aldea global, que podría denominarse LIJ 2.0, que, a mi juicio, se puede definir por una serie de características entre las que destacan las siguientes:
1. La información de esta red queda adscrita generalmente a aquellos usuarios que comparten una misma lengua.
2. A esta red se puede acceder desde cualquier lugar del mundo de manera sencilla, es decir, no es restringida.
3. La información que contiene, aunque de temática especifica hace referencia a contenidos generales, y sólo puntualmente se encuentran opiniones y estudios especializados que suelen ser inaccesibles por esta vía.
4. La Web 2.0 aporta mayor visibilidad a la LIJ, un campo oculto bajo la sombra de la Literatura general.
5. La LIJ 2.0 es el simple reflejo de un engranaje que ya existía previamente, es decir, son exactamente las mismas: los mismos individuos con las mismas aficiones y pasiones que utilizan este nuevo entramado cibernético como un megáfono que aumenta la intensidad, que hace reverberar los avisos y llamadas, que ayuda a la propagación de una pasión compartida, pero que en pocos casos amplía la magnitud de la señal informacional.


Harriet Russell

Excepto ciertas publicaciones on-line especializadas cuyo acceso queda restringido por cierto montante monetario, son pocos los ejemplos de aportaciones notables y artículos de mención sobre la LIJ, que dependen exclusivamente, y en la mayoría de los casos, del altruismo de autores desconocidos que brindan sus conocimientos en blogs y foros de opinión.
Es cierto que abundan innumerables sitios donde abundan todo tipo de reseñas y recomendaciones literarias, pero no son tantos los espacios donde se recojan buenos estudios y artículos de investigación bien fundamentados. Por mencionar un hecho sorprendente, en la Wikipedia, herramienta de uso generalizado entre la población educativa de todo el Globo, las referencias a los autores de LIJ y sus obras, son mínimas. Cierto es que esta Web Social viste pañales todavía y que, paulatinamente, su diseño irá ampliándose y creciendo, ayudando de este modo al desarrollo de los diferentes campos técnicos y su acercamiento global a la Sociedad.


Jessie Willcox Smith


NOTAS

CAVALLO, G & CHARTIER, R. (Dir.). 2001. Historia de la lectura en el mundo occidental. Taurus: Madrid. 667 pp.
CENDÁN PAZOS, F. 1986. Medio siglo de libros infantiles y juveniles en España (1935-1985). Fundación Germán Sánchez Ruipérez-Ediciones Pirámide: Madrid. 393 pp.
CERRILLO, P. & GARCÍA PADRINO, J. 2001. La literatura infantil en el siglo XXI. Cuenca: Universidad de Castilla-La Mancha.
CERVERA, J. 1992. Teoría de la Literatura Infantil. Ediciones Mensajero-Universidad de Deusto: Bilbao. 382 pp.
DÍAZ PLAJA, A. (Coord.). 1988. Premios nacionales 1958-1988 Libro infantil y juvenil. Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil: Madrid. 71 pp.
ESCOLANO BENITO, A. (Dir.). 1997. Historia ilustrada del libro escolar en España. Del Antiguo Régimen a la Segunda República. Fundación Germán Sánchez Ruipérez-Ediciones Pirámide: Madrid. 650 pp.
ESCOLANO BENITO, A. (Dir.). 1998. Historia ilustrada del libro escolar en España. De la posguerra a la reforma educativa. Fundación Germán Sánchez Ruipérez: Madrid. 570 pp.
ESCOLAR, H. 1987. Historia de las bibliotecas. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez - Ediciones Pirámide. 571 pp.
GARCÍA PADRINO, J. 2001. Así pasaron muchos años… (En torno a la Literatura Infantil Española). Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha: Cuenca. 290 pp.
GÓMEZ SOTO, J. 2011. Blogs lijeros. Primeras Noticias de Literatura Infantil y Juvenil, 260: 27-34.
HÜRLIMANN, B. 1982. Tres siglos de literatura infantil europea. Editorial Juventud: Barcelona. 351 pp.
NOBILE, A. 1992. Literatura infantil y juvenil. Madrid: Ministerio de Educación y Ciencia – Ediciones Morata. 190 pp.
ROVIRA COLLADO, J. 2011. Literatura infantil y juvenil en internet: de la Cervantes Virtual a la LIJ 2.0. Herramientas para su estudio y difusión. Ocnos, 7: 137-151.
SALVO, P. Cómo se funda una biblioteca infantil. En: VV.AA. 2005. Biblioteca en guerra. Biblioteca Nacional-Ministerio de Educación: Madrid.

Este artículo fue publicado en Cuadernos de Literatura, Primeras Noticias en el número 270-271, ocupando las páginas 13-22.

jueves, 5 de enero de 2017

Carta abierta por la conservación del fondo bibliotecario: Las tres reinas magas.

 

Un lugar de Oriente Medio, 4 de Enero de 2017

Querido Román:
Gaspar, Baltasar y un servidor esperamos que hayas comenzado el año con buen pie. Nosotros muy liados, como puedes imaginar. Entre que el trabajo siempre se nos acumula a última hora y la difícil situación que estamos viviendo por estos lares durante los últimos tiempos, no sabemos muy bien si seremos capaces de cumplir todos los sueños...
Te escribo porque no sé cómo ha aparecido esta carta en las sacas de nuestros pajes. Creo que ha sido un error. Habla de unos libros de poesía preciosos que había en la biblioteca pero ya no están... Te habrás confundido de destinatario. Te la hemos enviado por vía urgente, así que, si la encuentras llena de escarcha sobre la repisa de tu ventana, no te alarmes: ha sido un ángel.
Como no hemos encontrado ninguna carta tuya más, no sabemos qué llevarte, pero seguro que alguna tontería cae en tus zapatos mientras nos calentamos el gaznate con esa mistela tan rica que sueles dejarnos.
Deseando que termines la Navidad con mucha salud y felicidad, se despiden con un abrazo,

Melchor, Gaspar y Baltasar


Albacete, 15 de Diciembre de 2016

Estimado/a Sr./a.:
Mi nombre es Román Belmonte, usuario habitual de la Biblioteca Pública del Estado de Albacete. Le escribo la presente para hacerle llegar una queja formal acerca de la gestión del fondo infantil de la misma.
Hace un par de días me vino a la cabeza Las tres reinas magas: Melchora, Gaspara y Baltasara, un libro de Gloria Fuertes publicado por la ya extinta editorial Escuela Española e ilustrado por Ulises Wensell. Sabía de antemano que ese libro se encontraba, junto a bastantes otros títulos de dicha colección, en las dependencias de la sala infantil de la citada biblioteca. No obstante preferí comprobar la ubicación en la base de datos sita en la página web. Mi sorpresa fue mayúscula cuando en ella, no sólo no aparecía ese título, sino que no aparecía ningún otro de la citada colección. Dado que muchas veces pueden existir errores, decidí acudir a la biblioteca y preguntar directamente a los auxiliares de biblioteca. Efectivamente ningún titulo de dicha colección estaba disponible, ni en la sala ni en el depósito, y se me confirmó que habían sido dados de baja, es decir, eliminados del fondo de la biblioteca. Pregunté a la auxiliar que me atendió que si era posible hablar con el responsable de la sala infantil, a lo que me respondió que no por encontrarse el citado funcionario de baja. Le pedí que me explicara qué criterios seguían para dar de baja un libro y qué hacían con ellos tras la decisión. Ella, amablemente, me respondió que se tenían en cuenta criterios como que no fueran de interés general, el número de préstamos que habían recibido, o el espacio disponible en el depósito. Después del proceso, los libros se podían ofrecer a la Red de Bibliotecas Municipales o a entidades sin ánimo de lucro como Cáritas o Cruz Roja. Tras esa charla me acerqué a la Red de Bibliotecas Municipales que gracias a su “Sección de programas” tienen a buen recaudo una excelente colección de joyas infantiles, y nada, a ellos no se les había ofrecido esos títulos... Así que, cabizbajo, me dirigí a una librería de viejo y segunda mano, y, aunque hurgué en las estanterías topándome con muchos libro que llevaban el código de barras y la signatura de la citada biblioteca, no encontré ni el más mínimo resplandor de los libros que buscaba. ¿En qué estantería estarán...?
Soy consciente de que no sé cómo funciona una biblioteca, tampoco los problemas que la acucian, ni cómo se gestiona el depósito de una, pero lo que todavía no puedo comprender es cómo el personal que está al cargo de la sala infantil no sabe apreciar el valor, no sólo monetario (sobra con echar mano de internet para dar buena cuenta del precio que han alcanzado estos libros), sino cultural, de una colección con la que han aprendido a leer, han reído y han soñado muchas generaciones de niños.
No son las cuitas de un nostálgico, no, sino las de alguien que pone en valor una colección única. Era única porque reunía gran parte de la obra de la mayor poeta para niños que ha dado este país en toda su historia y cuyo centenario celebramos este 2017. Era única porque muchos de esos libros aglutinaban el trabajo de algunos de los mejores ilustradores nacionales como Ulises Wensell, Miguel Ángel Pacheco, Tino Gatagán o Jesús Gabán. Era única porque ha transcendido a pesar de los años. Era única porque dichas ediciones ilustradas no se han vuelto a publicar.
Esos libros -que sí, que estaban encuadernados en tapa blanda y que parecían barajas de naipes- podían haber tenido otro fin que no fuese contribuir a la especulación en las tiendas de segunda mano (algo que por parte de una institución publica llama mucho la atención) o a engordar el mismísimo cubo de la basura. Se deberían haber contemplado otras opciones para no perder unas páginas que bien podían haber sido utilizadas para conmemorar el nacimiento de Gloria Fuertes durante este año que comienza. La pena es que ya no hay marcha atrás...
Hablar de atentado contra el patrimonio cultural me parece excesivo ya que espero que haya otras instituciones que sí velen por la literatura infantil española, pero sí hay que hablar de irresponsabilidad e incapacidad, tanto personal, como institucional, a la hora de preservar y promover, hoy y en el futuro, la cultura entre la ciudadanía albaceteña, en particular, y la española, en general.
Esperando que estas palabras sirvan para promover una mejora en los procesos de selección del fondo, para desarrollar una mayor formación de los bibliotecarios en ciertas materias y para animar a la conservación de nuestro patrimonio cultural infantil, se despide con un cordial saludo

Román Belmonte


lunes, 24 de octubre de 2016

¡Feliz Día de la Biblioteca!, manque pierda


Conforme se aproxima este día, las bibliotecas bullen de fervor. Se organizan multitud de actividades enmarcadas en estos, se supone, espacios plurales, las redes sociales a rebosar de mensajes que ensalzan las bondades de esta institución, la Administración derrocha optimismo cultural, los políticos babean entre libros y un servidor prefiere quitarse la venda y hacer otro análisis que echa mano de realismo en vez de tópicos.
En un país como este en el que la miseria y la envidia nos corroen (no se ofendan, pero cada cosa tiene su nombre), no es de extrañar que nos hayamos contaminado tan pronto del capitalismo que impera en occidente, uno que hace gala de tanto patrimonio y propiedad privada. Atrás (si es que alguna vez sucedió) quedó eso de disfrutar de lo público. Con las bibliotecas ocurre lo mismo que con los parques, que si vemos a alguien en ellas lo tachamos de pobre o excéntrico en vez de lúcido y pragmático. La de veces que habré escuchado lo de “¡Será piojoso! Mira que sacar el libro de la biblioteca... Uno que ha pasado por tantas manos... ¡So guarro!” o aquello de “Es un tacaño, ¡con su sueldo y yendo a la biblioteca...!” Y así nos va, las casas llenas de libros (que de vez en cuando alguien se atreve a leer), las bibliotecas vacías de gente y nuestros impuestos inutilizados sobre las estanterías.


Tatsuro Kiuchi

Además hay que tener en cuenta que si se fomentara del uso de la biblioteca, no sólo como templo de saberes, sino como lugar de esparcimiento, habría una disminución en el consumo de otras ofertas culturales y de ocio. Esto iría en detrimento de espacios como librerías o ludotecas infantiles originando el cierre por bancarrota de estos negocios (Sí, sí, díganme aquello de que las librerías también viven de las compras institucionales, pero seamos francos, un libro en una biblioteca, aunque tiene una vida útil mucho más breve, también es mucho más intensa y diversa)... No interesa que la gente utilice las bibliotecas, sino que acuda a ellas y haga bulto.
Por otro lado, y como razón recurrente, tampoco interesa que los ciudadanos se formen en un conocimiento rico donde la objetividad sea una constante. Los poderosos sólo desean formarse a sí mismos y sus allegados para que nadie les pueda tocar las pelotas y cagarse (sí, no me he saltado ninguna consonante) en sus intereses creados. No obstante hay que decir que, por el momento, nadie nos prohíbe el acceso a las bibliotecas y que, si no vamos a ellas es porque no nos sale del pijo. Eso sí, a todos nos encanta parecer muy leídos a base de repetir como guacamayos lo que cuatro charlatanes dicen en los teledebates, pero de Trotsky, Margulis, Saint-Saëns o Peter Seeger, no sabemos NA-DA.


Daniel Rodríguez Quintana

Veo a diario cómo algunas bibliotecas pierden usuarios (sobre todo aquellas que no poseen salas de estudio), una realidad que en parte de debe a la escasa, en ocasiones nula, afluencia de público infantil a ellas. A pesar de talleres, dramatizaciones y narradores orales veo pocos niños en las bibliotecas públicas que, como las de mi barrio, hacen su labor en la periferia. Debemos apuntar que la causa tiene mucho que ver con la modificación en los hábitos de vida familiares. Los niños viven encerrados, casi secuestrados en sus hogares, y el poco tiempo que salen de ellos lo tienen saturado con todo tipo de actividades que les impiden, no sólo jugar con sus iguales (la lacra del individualismo), sino acudir a la biblioteca a leer o esparcirse, a respirar de su propio aire y desgastar las páginas de los álbumes o libros informativos que allí moran.


Oliver Jeffers

Por último me gustaría apuntar hacia una realidad que poco va a gustar (coloquen mi cara en una diana y apunten bien con los dardos). Al igual que ocurre con el mundo de la escuela o la medicina, la biblioteca es un fiel reflejo de sus trabajadores, gente que, lo creamos o no, tiene sus intereses y problemas personales, que, algunas veces, miran hacia derroteros completamente opuestos a los de la institución para la que trabajan. He visto más bibliotecarios pasivos y aburridos que pro-activos y comprometidos, algún que otro predicador (¡Ejem!) y, como en todos los sitios, mucho desencanto. Esta claro que crisis de toda índole nos ha pasado factura a todos los que trabajamos para la Administración, a mí el primero, pero eso de boicotear la biblioteca desde sus propias entrañas, no indica mucha pasión por la cultura, la magia de la lectura o el servicio al ciudadano.
Así que nada: ¡Feliz Día de la Biblioteca! manque pierda...


Molly Cornelius

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Ideas para una biblioteca escolar en crisis


Quentin Blake

Aunque la biblioteca escolar siempre ha sido un espacio en crisis, la realidad económica que nos golpea durante estos últimos años ha llevado casi al borde de la extinción a muchas de ellas. Es por eso que, aprovechando el inicio del curso escolar, abro esta pancarta para, por un lado, hacer visible lo que acontece en muchos de estos espacios tan necesarios y, por otro, ofrecer algunas sugerencias e ideas que, si bien pueden tomarse como cuidados paliativos, quizás también ayuden a aupar estos espacios dentro de colegios e institutos. Sin más preámbulos, he aquí mi grano de arena para insuflar un poco de aire a las bibliotecas escolares, lugares en los viven los monstruos, esos que se pirran por el verbo LEER.


Isabelle Arsenault

Situación de partida. Unas pinceladas.

Todos sabemos las consecuencias que ha acarreado la crisis económica global, no sólo a nuestros hogares, sino a toda la sociedad. De entre las soluciones más viables, apretarse el cinturón es la más plausible, una decisión que conlleva a la escasez presupuestaria, un escollo a la hora de desarrollar multitud de planes y programas que desde las diferentes administraciones se habían puesto en funcionamiento antes del bache monetario. Esta falta de dinero ya no sólo afecta a los recursos materiales, muchos de ellos existentes y en buenas condiciones, sino también a los personales y humanos que hacían posibles unas acciones necesarias en la sociedad del bienestar. Pero… ¿cómo está afectando esta recesión económica a las bibliotecas escolares?
Aunque muchos docentes, padres y alumnos, piensan que, una vez que se ha dotado a la biblioteca escolar de nuevo material, se ha organizado temporalmente el uso de este, se han instalado recursos informáticos y se han programado una serie de actividades, este espacio se autogestiona por los siglos de los siglos (amén), hay que bajarlos de ese limbo optimista y hacerles partícipes de que sin una renovación del fondo bibliográfico, sin personal que atienda la biblioteca escolar y sin un contexto que permita la organización espaciotemporal, cualquier biblioteca escolar es crónica de una muerte anunciada.
De entre los problemas con los que muchos centros educativos se han encontrado estos últimos años, destacan:
- la escasez presupuestaria para la adquisición de fondo bibliotecario y de mobiliario, y para la realización de actividades complementarias,
- la escasez de espacio para hacer frente a nuevas adquisiciones,
- la escasez de personal para atender la biblioteca del centro,
- y la escasez de tiempo para paliar el resto de trabas.
¿Alguna idea para solventar estos tropezones...? ¡Empezamos!


Hanne Türk

Escasez de recursos: educación, imaginación y donación

Como bien reza el dicho, “A perro flaco, todo son pulgas”…, y entre nuestras flaquezas destaca la escasez de recursos (el pan de cada día…).
Bien porque las adquisiciones se realizan de forma periódica, bien porque se cuenta con pocos ejemplares de un mismo título (no olvidemos que las bibliotecas escolares deben realizar un servicio a su público), bien porque en su momento se consideró que debía primar la variedad y calidad de las obras frente a la cantidad, o bien porque algunos de estos lotes han quedado diezmados por las numerosas pérdidas o hurtos -N.B.: ¡Ojalá nos diese a todos por robar libros… y los leyésemos!-, muchos fondos de las bibliotecas han sido esquilmados o son poco diversos. Ante esta realidad se proponen diversas soluciones.
El primero es el de educar en el respeto por lo colectivo. Los alumnos deben saber, no sólo el dinero que cuestan los libros que se apilan sobre las estanterías, sino la procedencia del mismo, es decir, del bolsillo de todos los contribuyentes. Creo que uno de los mayores escollos de la Educación es la concienciación del alumnado sobre el esfuerzo que nos supone a todos el que ellos dispongan de recursos con los que formarse (otra cosa es utilizarlos…). Reposiciones por parte del alumnado y un exhaustivo control de la morosidad en los prestamos, supone una ardua tarea aunque necesaria, por lo que no hay que obviarla a la ligera. También pueden rebuscar en los departamentos y seminarios didácticos, lugares donde muchas veces están olvidadas decenas (por no decir cientos) de libros que pueden volver a circular entre los estudiantes. Una vez hecho esto ya nos podemos plantear las posibles compras o adquisiciones que dependen (¡¿cómo no?!) del presupuesto.


Peter H. Reynolds

Partidas presupuestarias las hay de todos los tipos: pequeñas, grandes, excesivas, innecesarias, realistas e imaginarias…, un hecho que condiciona la adquisición de nuevo fondo para la biblioteca escolar. Aunque todavía son muchos los centros educativos que, con presupuesto limitado, pueden comprar nuevos títulos, útiles y necesarios para la labor docente, hay otros que por una mala gestión o una insuficiente dotación presupuestaria no tienen ni para pipas (ríanse, es muy saludable…). A todos ellos les recomiendo una elevada dosis de ingenio (como a cualquier padre de familia), las rebajas, las ofertas editoriales, atesorar las colecciones de Literatura Universal que muchos rotativos “regalan” para captar nueva clientela, e incluso acudir al gigante de las compras “on-line”: Amazon (la Administración debería empezar a plantearse el facilitar a los centros el uso de estos lugares virtuales y las tarjetas de débito, ya que tanto aboga por lo virtual).
A pesar de que la donación no es una fórmula muy utilizada por los centros educativos para aumentar los fondos bibliotecarios, sí lo es del resto de bibliotecas públicas, muchas de ellas expertas en unas lides que pasan por aceptar las bibliotecas temáticas que algunos particulares ofrecen de manera altruista por diferentes motivos. Por ello, bibliotecarios escolares, ¡tomen nota! Realizar peticiones altruistas a personas físicas, editoriales o autores con los que los distintos centros han tenido relación en el pasado no es ninguna idea descabellada, sobre todo si tenemos en cuenta que los segundos siguen enriqueciéndose de los programas de gratuidad de libros de texto escolares y que los terceros han cobrado suculentas cantidades monetarias por realizar encuentros con alumnado durante las épocas de bonanza económica… Pese a sus caras de extrañeza les diré que me consta que son bastantes los escritores de Literatura Infantil y Juvenil que se han prestado a donar lotes de libros a centros educativos, así como casas editoriales que han remitido colecciones enteras para su disfrute entre los jóvenes lectores (ninguno de ambos gestos supone grandes pérdidas ya que aportan su grano de arena en la medida de sus posibilidades, a la par que ennoblecen). Es un acto solidario que da buena cuenta de que la humanidad está por encima de los intereses comerciales, que la responsabilidad de esta crisis es compartida, y que existe una concienciación social de las carencias que este yermo paisaje nos muestra.


Jean-Jacques Sempé

Espacios… Dándole vida a la biblioteca escolar

Como en cualquier otra biblioteca, una de las trabas con las que muchos responsables de planes de lectura y/o bibliotecas escolares se van topando durante los últimos años, es la escasez de espacio en la que ubicar nuevas adquisiciones, así como el deterioro del mobiliario existente.
Dentro de las bibliotecas escolares tenemos pequeñas bibliotecas de colegio o de I.E.S.O. con poca capacidad para el fondo, o por el contrario tenemos centros de Educación Secundaria donde se imparten Bachillerato y Ciclos Formativos Medios y Superiores, con bibliotecas provistas de obras de consulta específica. Si a ello añadimos que muchos (quizá demasiados) espacios bibliotecarios se han convertido con el paso de los años en grandes depósitos de libros en desuso, podríamos decir que el usuario, además de encontrar poco atractivo un cementerio de papel, queda abrumado frente a estanterías repletas de bibliografía técnica.
Y así llega la hora del expurgo. Un momento triste y compungido, pero necesario, que se puede realizar del siguiente modo:
En las bibliotecas del ámbito educativo hay que contar con todo el personal docente para eliminar aquellos volúmenes inservibles, por lo que se debe informar al claustro del centro que, debido a la falta de espacio, se llevará a cabo un expurgo, conminando a todo el profesorado a participar en la selección de éste dado que los criterios varían de unas materias a otras. Es así como se eliminan decenas de libros carentes de valor intelectual (libros de texto anticuados o publicaciones institucionales y periódicas) y otras ediciones con algún valor añadido.
¿Y después? ¿Qué hacemos con ellos?... Algunos pueden ubicarse en el espacio de las bibliotecas de aula, donde se supone que deberían tener más uso ya que ampliarían los recursos de los docentes y facilitarían el proceso-aprendizaje de las materias. Aquellos de cierto valor se destinarán al depósito de la biblioteca o a otros centros de interés, véanse museos, instituciones educativas o fundaciones encargadas de velar por el patrimonio escolar español. También podemos realizar donaciones a diferentes organizaciones no gubernamentales, asociaciones o particulares que necesiten ejemplares, bien para la lectura, la enseñanza o, porqué no, la realización de manualidades con papel. Conozco otros centros de enseñanza que han optado por regalar estos volúmenes en desuso a estudiantes desfavorecidos económicamente o a todos aquellos alumnos que necesiten material de estudio adicional (muchos son los alumnos del segundo curso de Bachillerato que necesitan libros de texto para complementar la preparación de las pruebas de acceso a la universidad). Son las rifas y mercadillos, las actividades que más éxito tienen en centros de educación especializada como Centros de Enseñanza de Personas Adultas y Escuelas de Idiomas, donde el perfil del estudiante es otro, ese que da un valor monetario a sus lecturas, aunque este sea simbólico, y ayuda de manera altruista a la adquisición de nuevos títulos que amplíen el fondo de la biblioteca o sirvan para otras causas.


Quint Buchholz

A esta situación de la biblioteca del centro debemos añadir la de las bibliotecas de aula, espacios reducidos en cada aula (muy abundantes en los colegios y no tanto en institutos) que engloban una serie de títulos para su uso dentro de la hora de lectura o con fines didácticos. Aunque en la Educación Primaria, más agradecida y controlada, tienen mucho sentido, es en la Secundaria donde escapan a cualquier control, terminando por estar cubiertos de polvo o desaparecer, unos fines que se alejaban mucho de las buenas prácticas y el disfrute de la Literatura, por lo que en muchos de estos centros se han eliminando estas mini-bibliotecas bienintencionadas. De este modo, los fondos que están en las aulas, retornan a la biblioteca del centro, estando más controlados y a disposición del resto de la comunidad educativa.
Aunque el mobiliario es importante a la hora de crear un ambiente propicio para la lectura y el estudio, puedo afirmar que jamás he visto una biblioteca escolar (excepto de nueva hornada) cuyo equipamiento sea enteramente adecuado, impecable y esté en perfecto estado de conservación, ya que la mayoría se nutren de restos, sobras y objetos en desuso, cosa que, por otro lado, no importa mientras cumplan su cometido. En lo que respecta al gusto estético, es un aspecto que depende enteramente del buen hacer del responsable, punto en el que confieso haber visto auténticas maravillas construidas sobre cajas de fruta, cartón o tablas recicladas.
Sin usuarios, una biblioteca bien dotada y preciosa, es NADA. Por ello, después de la puesta a punto, necesitamos “clientes”. Aunque muchos docentes creen que es difícil hacer que los alumnos la utilicen, la realidad es otra: sólo hay que crear una necesidad. Para ello hay que tener en cuenta la biblioteca, no sólo como lugar de castigo, sino como un espacio útil y/o de ocio. Si tenemos que realizar un trabajo en grupo con los alumnos, ¿por qué no llevarlo a cabo en la biblioteca e insuflarle así un soplo de vida?... Si programamos una actividad teatral, ¿por qué no se desarrolla en la biblioteca?… Las bibliotecas, además de templos llenos de quietud y saber, deben ser lugares cambiantes, nunca estáticos, que dentro de un orden, se encuentren en constante movimiento e interaccionen con toda la sociedad escolar.


Manon Gauthier

Colaboración entre entidades

Son muchos los Planes de Lectura que integran entre su repertorio de actuaciones, actividades de lectura conjunta o clubes de lectura que, bajo nombres tan variopintos como “Leyendo con los cinco sentidos”, “No leas que no te oigo”, “Padres leyendo” o “Libroforum”, aglutinan a estudiantes, familiares o profesores que leen un mismo título para comentarlo en todo el proceso de la lectura. Leer en grupo, una actividad generalmente opcional y voluntaria, suele realizarse de forma periódica, es decir, semanal, quincenal, mensual o trimestralmente, y en horario diurno o vespertino, y se puede acompañar de cine, teatro, música o incluso arte, la excusa para aglutinar gran disparidad de opiniones en torno a un libro y generar una mesa redonda donde se viertan todo tipo de sensaciones.
Seguramente la mayor parte de los centros piensan que estas actividades son muy costosas, pero… ¿por qué no se hace uso de los recursos existentes para desarrollarlas? ¿Por qué no buscar alternativas que minimicen el coste sin detrimento en la calidad de estas?... Para tal efecto se crearon los lotes de libros que existen en las redes de bibliotecas públicas estatales, autonómicas, provinciales y locales de nuestra geografía, un servicio al que se puede acceder tras institucionalizarse como “club de lectura” -que a fin de cuentas es lo que son- y solicitar el préstamo de aquellos lotes que interesen por un tiempo más que suficiente (alrededor de un mes). Por un lado hacemos uso de un servicio público sin más coste que el de los impuestos de todos (¡que ya es!), y por otro, podemos realizar una lectura individual pero conjunta durante un largo periodo de tiempo. Como valor añadido hemos de destacar la ganancia de espacio para aumentar la diversidad de títulos de la biblioteca del centro, ya que los lotes de libros, aunque contribuyen a la lectura colectiva, suponen una renuncia a la riqueza literaria, y por otro, la colaboración con otras entidades.


Komako Sakaï

Vecinos echando un cable

Durante los pasados años en los que la bonanza económica no sólo permitía hincharse de cerveza en los bares, darle un uso desorbitado al plástico de nuestra cuenta corriente y llenar las bibliotecas escolares (decida cada cuál lo más provechoso…), también había presupuesto para realizar actividades paralelas a la lectura y que ayudaran a afianzar ese amor por los libros. Como ejemplo podríamos citar los encuentros con autores, obras de teatro originales o adaptadas, recitales de poesía, contadores de historias y cuentacuentos de toda condición, conciertos y charlas, conferencias o seminarios.
Aunque nadie duda de la valía de todas estas actividades para incentivar, desarrollar y mantener el gusto por la lectura, si es cierto que todas ellas tenían un coste mayor o menor dependiendo de quién las llevase a cabo y cómo se desarrollaran, un lujo que hoy día es impensable para centros modestos, sobre todo los pequeños centros del ámbito rural que en muchos casos dependían de los presupuestos de los centros de profesores (CEP) o los centros de recursos y apoyo a la escuela rural (CRAER). Es por ello que debemos agudizar el ingenio para complementar la tarea de la lectura de un modo activo y participativo… Y han vuelto a renacer los concursos literarios y los grupos de teatro escolares (¿dónde se habían escondido todos los aficionados?), y han vuelto a acudir a las escuelas los autores locales y los familiares… Se oye como muchos abuelos se ofrecen a contar viejos recuerdos, como un conocido de otro conocido va a declamar sus poesías consonantes, o como la vecina del quinto se ofrece a preparar chocolate el Día del Libro, unas acciones que no se deben despreciar por el mero hecho de no ir avaladas por un “ranking” de ventas, por cualquier universidad, o incluso por el partido político de turno.
Aunque destellos de la vieja escuela, de esa que todos hacíamos porque sí, se escapan por las rendijas de la nueva, todavía queda mucho camino por andar, un recorrido en el que cualquier ciudadano que tenga algo que ofrecer puede participar.


Patricia Metola

Tiempo, bendito tesoro

Aunque la imaginación depende de nuestra propia naturaleza, el tiempo, aunque finito, es directamente proporcional a nuestra voluntad, que como bien decía Ramón y Cajal, es lo único verdaderamente divino en nosotros.
A pesar del aumento generalizado de horas lectivas, a los docentes en nuestro país, siempre les quedan resquicios en los que realizar otras actividades que, aunque no estén relacionadas directamente con la labor docente del currículo, sí pueden estarlo indirectamente, y para la tranquilidad de algunos, no me refiero a desempolvar libros (que también…). Si tenemos que redactar un examen, ¿por qué no hacerlo en la biblioteca del centro en vez de en cualquier despacho y dar la oportunidad a algunos estudiantes de utilizarla?... Si tenemos que leer algún documento, cualquier libro ¿por qué no hacerlo en clase y de paso dar un ejemplo tan necesario a nuestros estudiantes?... No sólo debe ser el encargado de la biblioteca escolar o aquellos docentes con guardias en dicha ubicación los únicos que se preocupen por ella por el mero hecho de tener asignado en su horario un periodo de tiempo para tal efecto, sino que todo el mundo, incluidos padres o alumnos (¿acaso les hemos preguntado?), puede participar en su buen funcionamiento
El maestro, el profesor que verdaderamente lo es, no se esconde bajo un barniz de comodidad y arribismo intelectual, sino que debe hacer frente a los problemas con entrega vocacional y prestar unos minutos a diferentes causas, llámense estas familias desestructuradas, zoquetes de remate o planes de lectura.


Chih-Yuan Chen

En definitiva…

Son muchos los docentes que creen en la biblioteca escolar, como un espacio donde se puede leer, aprender y relacionarse, pero para ello, necesita seguir vivo.
Siendo conscientes, no sólo del victimismo que la situación económica actual está implantando en la sociedad (a veces tan innecesario, otras dramático), sino de nuestra responsabilidad laboral, debemos aupar el ánimo y activar la imaginación, para idear soluciones prácticas, factibles y baratas, que nos permitan salir a flote, no sólo por continuar con el trabajo que en su día iniciamos con los planes lectores, sino por fertilizar lo que consideramos el futuro: nuestros estudiantes.


Maurice Sendak

*Nota: Este artículo fue publicado originalmente en el número 33 de la revista Mi Biblioteca: La revista del mundo bibliotecario, llevando por título ¡Plantándole cara a la crisis! Imaginación, voluntad y lectura, ocupando las páginas 36 a 42 de la misma.