Jessie Willcox Smith
Aunque
la Literatura Infantil y Juvenil (LIJ) tenga un largo recorrido
dentro de la Historia de la Literatura y se considere uno de los
géneros más difundidos dentro del panorama lector y editorial de
nuestros días, no siempre ha sido así, ya que el interés por este
tipo de literatura ha ido evolucionando a lo largo de la Historia.
Por ello, este artículo pretende realizar una breve retrospectiva
histórica, tomando como referencia los cuatro puntos cardinales que
constituyen el contexto social de la LIJ: autores, editores,
mediadores y lectores, desde los primeros textos escolares y los
clásicos de aventuras, hasta el día de hoy en el que la
globalización y la Web 2.0., son las grandes protagonistas.
Occidente
hasta el siglo XVIII. Inicios de la lectura.
Hasta
bien entrado el siglo XVIII, los libros se consideran bienes de lujo,
es decir, sólo están al alcance de las clases altas y/o
eclesiásticas, capacitadas, económica y/o intelectualmente, para
consumir libros. Las bibliotecas escasean, quedando relegadas a las
citadas esferas, aquellas que tradicionalmente han cultivado la
cultura de la lectura, y por tanto, la del conocimiento y el
entretenimiento. El analfabetismo se extiende como la pólvora en
Europa, un territorio donde el poder feudal lo controla todo.
En
mitad de este campo culturalmente yermo de la Edad Media, son los
seglares los encargados de ejercer como editores y traductores,
produciendo un reducido número de copias de los llamados códices
iluminados y otras obras de los saberes clásicos, en sus scriptori
de abadías y conventos. Estas son las dos razones que provocan que
el libro no se pueda considerar un bien económico; por un lado, la
oferta es escasísima, muy reducida, y por otro, la demanda es casi
inexistente debido al mínimo nivel educativo de la población, cuya
cultura tiene un gran arraigo en la tradición oral. Imágenes, frescos, historias,
leyendas y cuentos son escuchados por todos, sin distinción de edad,
constituyendo así el saber y el ocio de los pueblos.
Letras capitulares de los códices emilianenses (siglos X-XI)
Algo
cambia durante el Renacimiento… Los copistas, cajistas e
iluminadores comienzan a interactuar con los lectores y tienen en
cuenta sus preferencias. La apariencia física del libro cambia:
forma, tamaño, materia prima a emplear, cuerpo del texto, tipografía
y encuadernación, se ven alteradas respecto a las de épocas
pasadas. Un nuevo libro, austero y elegante, práctico y manejable,
altera el espacio bibliotecario dotando a este de amplitud, luz y
mobiliario para el debate y la conversación. El libro escapa de la
oscuridad de las celdas monacales y se exhibe ante humanistas ávidos
por la investigación y el conocimiento. Aupados por la figura del
impresor-editor y la imprenta de Gutemberg (siglo XV), esa misma que
desencadena la Reforma protestante, los títulos de gran interés se
pueden copiar las veces necesarias de manera barata y eficaz,
haciendo crecer la oferta paulatinamente y dinamizando el mercado.
Cada vez son más los que tienen el libro al alcance de sus
posibilidades, sobre todo la clase alta y una burguesía incipiente.
Así,
con una lenta evolución en cuanto al número de lectores, la
producción de libros en serie y una industria editorial emergente,
llegamos a la Edad Moderna, una época de verdadera revolución en el
mundo de la lectura debida, principalmente, a la revolución cultural
que sufre occidente: la Ilustración promueve la instrucción del
pueblo a través de las lenguas vernáculas, dejando a un lado las
lenguas cultas como el latín. El analfabetismo empieza a
considerarse una lacra que hay que erradicar y nacen los sistemas
educativos extensivos, prueba de ello es la publicación del primer
libro infantil ilustrado (pictogramas) con fines pedagógicos, el Orbis
sensualium pictus de J. A. Comenius (1658) que se puede asimilar al primer libro informativo para niños.
A
esta situación se añade la que vive Norteamérica. El Nuevo Mundo
emerge, los emigrantes de media Europa aterrizan en busca de
oportunidades, y por tanto, nace un nuevo mercado editorial que
explotar.
También
es en la Edad Moderna en la que la concepción de biblioteca privada
y hermética queda rota por una nueva biblioteca. La biblioteca de
suscripción, la biblioteca de préstamo, la biblioteca parroquial
norteamericana o las bibliotecas nacionales europeas son alternativas
a las que se suman numerosas iniciativas ciudadanas para adquirir
cooperativamente libros que, aunque más baratos que en épocas
pasadas, todavía no están al alcance de todos los ciudadanos.
Ilustración de las primeras ediciones de los cuentos de Grimm
El
contexto del XIX: La literatura y las clases populares.
Tras
los últimos años del siglo XVIII en los que se publican obras de
corte infantil como las recopilaciones de cuentos de folcloristas como los hermanos Grimm y Perrault, o las fábulas de Samaniego, así como novelas de clara
aceptación juvenil -Robinson Crusoe-, llega el siglo XIX y
con él, la Revolución Industrial. Todas las manufacturas, incluida
la del libro, pasan a ser un producto relativamente abundante y menos
costoso. Esto provoca un vuelco en los hábitos de consumo de la
Europa occidental. El libro disminuye su precio e incrementa su valor
como bien social, la alfabetización se generaliza entre la clase
obrera y la lectura adquiere más relevancia en todos los estratos
sociales, incluyendo, cómo no, a los niños. El cuento y la novela
de aventuras (H. C. Andersen, E. T. A. Hoffmann, J. Fenimore Cooper,
Charles Dickens, Julio Verne o Alexandre Dumas) durante la primera
mitad del siglo, y el nonsense, el realismo y la fantasía (Lewis
Carroll, F. Hodgson Burnett, Louise May Alcott, Mark Twain, R. Louis
Stevenson, J. M. Barrie o Carlo Collodi) durante la segunda mitad,
provocan un despegue vertiginoso de la LIJ, aupándola como género
literario a tener en cuenta por el mundo editorial. Durante esta edad
de oro de la LIJ, la LIJ se establece como un género y, aunque el
término no se acuña hasta el siglo posterior, queda definido el
destinatario de esas obras, el niño o joven que necesita hacer
propias lecturas que le interesen.
N. C. Wyeth
La
necesidad de crear un libro atractivo para los pequeños lectores
obliga a los editores a buscar nuevas fórmulas editoriales que
incluyan material gráfico, campo en el que destacan figuras como
Randolph Caldecott, Kate Greenaway, Walter Crane o Arthur Rackham,
integrantes del primer grupo de ilustradores profesionales de LIJ.
Kate Greenaway
Arthur Rackham
Otro
de los factores a destacar en estos años es la dinamización del
mercado impreso, en el que destacará la prensa escrita, el primer
medio de comunicación de masas, que también se podría considerar
el primer vehículo de dinamización literaria. La publicación por
entregas de muchas novelas hace más asequible la lectura, económica
y temporalmente, al mismo tiempo que obliga al autor a buscar
fórmulas apropiadas para mantener el suspense, lo que dio lugar a
los fenómenos de retroalimentación literaria, tan comunes a día de
hoy.
A
pesar de esta generalización en torno a la LIJ, sobre todo entre las
clases altas y medias, el libro infantil no posee un contexto tan
amplio como se podría creer en principio, quedando restringido al de
los propios autores, ciertamente especializados en literatura adulta,
los escasos ilustradores de la época y un mundo editorial, que se
interesa más por las ventas que por la innovación e investigación
en el terreno del libro para niños.
El
siglo XX. Una época agitada
Ya
entrado el siglo XX, se desata una época convulsa, minada por todo
tipo de conflictos bélicos entre los que destacan la Primera y
Segunda Guerras Mundiales, que complican el avance cultural, quedando
relegadas las artes a un segundo plano y esperando un nuevo contexto
que favorezca su reflorecimiento. Es así como el interés por la
LIJ renace, sobre todo en aquellos países donde quedan instaurados
regímenes políticos de corte estable, léanse república democrática
o soberanía compartida. Empiezan a surgir autores de LIJ que ven en
este mercado la oportunidad de destacar, amparándose en los cambios
de paradigmas sociales. El numeroso público infantil y juvenil es un
acicate para revolucionar los cánones literarios de este tipo de
literatura, de hecho, es entre los años 40 y los años 70, cuando
las obras narrativas de LIJ más revolucionarias, sobre todo en los
países nórdicos, Reino Unido y Norteamérica, ven la luz (El
viento en los sauces de Kenneth Grahame, El doctor Dolittle
de Hugh Lofting, Mary Poppins de P. L. Travers, Los Mumins
de Tove Jansson o Pippa Mediaslargas de Astrid Lindgren).
El
álbum infantil ilustrado del siglo XX, iniciado por los franceses
Antoine de Saint-Exupery -El principito- y Jean de Brunhoff
–Babar-, se impone dentro de la LIJ como un valor seguro
donde la imagen, bien ilustración, bien fotografía, no sólo
complementa al texto, sino que lo articula y añade otra serie de
contenidos, convirtiendo a este tipo de libros en los indiscutibles
protagonistas de la época, con ejemplos como Donde viven los
monstruos de Maurice Sendak, El viaje de Anno de Mitsumasa
Anno, Pequeño Azul y Pequeño Amarillo de Leo Lionni, el
Flicts de Ziraldo Alves Pinto, o Los tres bandidos de
Tomi Ungerer.
Y
entonces, llega la escuela… Es la escuela y no otra institución,
la que favorece el desarrollo de la LIJ. El profesorado tiene que
mediar entre el niño y el libro aunque muchas veces ciertos títulos
sean censurados por el docente. Se genera un diálogo entre el mundo
escolar y el mundo literario, prueba de ello es el nacimiento de la
biblioteca infantil, un espacio enmarcado dentro de un concepto más
amplio, el de biblioteca escolar. De esta manera, el contexto social
de la LIJ queda adscrito única y exclusivamente a las aulas y tiene
como mediador al maestro que empieza a tomar conciencia de qué es la
literatura infantil.
Años
después, en los que la sociedad del bienestar se instala en
numerosos territorios europeos, la cultura arraiga y nace una nueva
biblioteca pública: una biblioteca abierta a todos los usuarios
donde tienen cabida las salas de lectura infantiles y juveniles,
zonas especialmente habilitadas que atesoran títulos y publicaciones
dirigidas a estos lectores. La biblioteca pasa a ser un lugar de
recreo, un espacio capaz de aunar el gusto por la lectura, el
aprovechamiento del tiempo libre y un tipo de literatura, la LIJ.
Para
que ello sea posible, son necesarios agentes que gestionen este
primer contacto entre lector y libro, una tarea que recae sobre los
bibliotecarios, trabajadores que comienzan a formarse en técnicas de
animación a la lectura para desarrollar todo tipo de actividades que
desaten el gusto por la letra impresa, de entre las que destaca la
narración oral, una actividad que, habiendo sido aparcada en el
olvido, se retoma como vía de conexión entre el mundo literario y
los lectores.
De
este modo, la red social entre el libro y el lector se construye
sobre unas nuevas bases, autor-mediador-lector. Es, sin duda, lo más
destacable del contexto social de la LIJ durante el siglo XX, el
nacimiento de corrientes de animación a la lectura formadas por
mediadores que desarrollan todo tipo de actividades en bibliotecas y
centros educativos e intercambian experiencias, se considera un punto
de inflexión para integrar a la LIJ en la sociedad a través de
acciones generalistas o especializadas, como la aparición de
numerosas publicaciones que se dedican al estudio de la LIJ.
Esto, unido a la creación de numerosas asociaciones y fundaciones,
entre las que destaca el IBBY (1953), que otorga el premio Hans
Christian Andersen (desde 1953) o la celebración del Día del Libro
Infantil y Juvenil (2 de abril), como defensa del libro infantil para
educar a las generaciones futuras en el placer por leer
A
todo ello hay que añadir el claro despropósito con el que la radio
y la televisión, los dos medios de comunicación de masas de la
época, encaran a la lectura. El sonido y la imagen desbancan al
invento por antonomasia, el libro, relegándolo a un segundo plano,
aunque a veces también le presten ciertos servicios con programas
dedicados a la lectura y las novedades bibliográficas.
En
rasgos generales, este es el panorama que enmarcaría el contexto
social de la LIJ en todos aquellos países occidentales con una
estabilidad política, social y económica que favorece una cultura
emergente dentro de la cual pueden florecer las disciplinas
minoritarias. En el resto de estados europeos, como el caso de
España, hay que esperar a la instauración democrática para que la
LIJ evolucione en estos términos.
Noemí Villamuza
El
nuevo milenio. Una nueva concepción global.
Durante
lo poco que llevamos de siglo XXI son dos los factores que más
influyen en el contexto social de la LIJ. En primer lugar, destacar
que gran parte de los países occidentales han apostado por
desarrollar los llamados planes de lectura, unos conjuntos de medidas
que persiguen hacer frente a la degradación cultural que sufre la
población de las naciones del mundo desarrollado o en vías de
desarrollo. Estos planes lectores cuentan con campañas
publicitarias, mejora de bibliotecas y otros servicios de lectura,
así como diversos tipos de incentivos, para intentar que los
jóvenes, lectores potenciales, enarbolen el libro como vía de
conocimiento y ocio.
A
tenor de estos planes lectores, y tomando como ejemplo el caso
español, surge un movimiento social muy importante, el de aquellos
profesionales, léase maestros, bibliotecarios o teóricos de LIJ,
que abogan por trabajar de manera conjunta a través de todo tipo de
vías privadas y/o públicas, asesorando así a todos aquellas
personas e instituciones cuya implicación con el mundo del libro
crece durante estos años. El esfuerzo de todos estos profesionales o
aficionados, de las inversiones públicas, y de las empresas
editoriales por rescatar del olvido títulos importantes o intentar
innovar dentro del género, se ve recompensado en ciertos países con
un incremento del número de lectores en edad escolar, lo que supone
un primer triunfo sobre esa insuficiencia lectora que la crisis
económica mundial y el retroceso educativo amenazan con incrementar
durante las próximas décadas debido a la instauración de la
sociedad tecnocrática.
Joosh Swarte
Es
aquí cuando el segundo factor, Internet, entra en juego… Debido a
estas relaciones profesionales, comienza a nacer en la red toda
suerte de páginas, blogs y grupos sociales con contenidos relativos
a la LIJ, creando así un entramado social en la llamada aldea
global, que podría denominarse LIJ 2.0, que, a mi juicio, se puede
definir por una serie de características entre las que destacan las
siguientes:
1.
La información de esta red queda adscrita generalmente a aquellos
usuarios que comparten una misma lengua.
2.
A esta red se puede acceder desde cualquier lugar del mundo de
manera sencilla, es decir, no es restringida.
3.
La información que contiene, aunque de temática especifica hace
referencia a contenidos generales, y sólo puntualmente se
encuentran opiniones y estudios especializados que suelen ser
inaccesibles por esta vía.
4.
La Web 2.0 aporta mayor visibilidad a la LIJ, un campo oculto bajo
la sombra de la Literatura general.
5.
La LIJ 2.0 es el simple reflejo de un engranaje que ya existía
previamente, es decir, son exactamente las mismas: los mismos
individuos con las mismas aficiones y pasiones que utilizan este
nuevo entramado cibernético como un megáfono que aumenta la
intensidad, que hace reverberar los avisos y llamadas, que ayuda a
la propagación de una pasión compartida, pero que en pocos casos
amplía la magnitud de la señal informacional.
Harriet Russell
Excepto
ciertas publicaciones on-line especializadas cuyo acceso queda
restringido por cierto montante monetario, son pocos los ejemplos de
aportaciones notables y artículos de mención sobre la LIJ, que
dependen exclusivamente, y en la mayoría de los casos, del altruismo
de autores desconocidos que brindan sus conocimientos en blogs y
foros de opinión.
Es
cierto que abundan innumerables sitios donde abundan todo tipo de
reseñas y recomendaciones literarias, pero no son tantos los
espacios donde se recojan buenos estudios y artículos de
investigación bien fundamentados. Por mencionar un hecho
sorprendente, en la Wikipedia, herramienta de uso generalizado entre
la población educativa de todo el Globo, las referencias a los
autores de LIJ y sus obras, son mínimas. Cierto es que esta Web
Social viste pañales todavía y que, paulatinamente, su diseño irá
ampliándose y creciendo, ayudando de este modo al desarrollo de los
diferentes campos técnicos y su acercamiento global a la Sociedad.
Jessie Willcox Smith
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Este artículo fue publicado en Cuadernos de Literatura, Primeras Noticias en el número 270-271, ocupando las páginas 13-22.
1 comentario:
Muy buenos artículos. ¡Interesantes!
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