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miércoles, 22 de junio de 2016

Explorando lo (des)conocido


Ayer entró el verano en el juego de las estaciones. Con él, muchos se prometen descansar de los avatares de los meses anteriores, mientras que otros seguiremos explorando derroteros distintos a la educación o la LIJ (no sé ustedes, pero hay que desconectar...). Aunque se podría definir como una locura, algunos necesitamos embarcarnos en otros viajes, otros rumbos, para seguir con la aventura, no sé si del vivir o del morir (que todo nos puede acontecer), pero al fin y al cabo, hurgar en ese saco que habíamos apartado, abrir nuevas cajas donde encontrarnos sorpresas.


Sí, sí, la curiosidad mató al gato, pero hay felinos que también mueren de inanición cuando prefieren mantenerse al margen, decantarse por la comida granulada y echarle poco arrojo a eso de cazar ratones. Mi opción es la de salir de la madriguera y exponerme al mundo, a sus bondades y maldades, quizá no de cualquier manera (los hay muy suicidas), pero sí de una, la mía.
Pasar página, prestar atención a lo vivido -llámenlo compañeros de trabajo, jefes inútiles, ex-parejas, enemigos torpes, hijos desairados, amores no correspondidos, muertes inesperadas, guerras estúpidas y una ristra de circunstancias más-, limpiar el polvo sucio y gris que se acumula en la superficie y lanzarse al vacío, es una buena forma de resetear cuerpo y alma para dejar el suficiente hueco a nuevas pilas de apuntes que generen pensamientos, sentires o pesares, si no diametralmente opuestos a los ya experimentados, quizá sí parecidos.


No hay que frustrarse ni empeñarse en nada: lo que viene, conviene. Si los demás se mantienen obcecados, inamovibles o desilusionados, el aquí firmante prefiere algo de cambio y adrenalina, al menos por el tiempo que me reste para vivir deprisa (que luego uno va cumpliendo años y todo se mueve lento y pesado), en vez de llorar como un pusilánime, ahogarse en un vaso de agua o amasar las cuitas del pasado.


No se engañen: no es necesario poner tropecientos kilómetros entre el pasado y el futuro para encontrar lo nuevo. La única distancia que no nos deja ver el brillo de las estrellas está en nuestro cerebro. Así que, imiten a los protagonistas de Explora, la segunda entrega de la trilogía (el primer libro Imagina) de Aaron Becker (editorial Kokoro), y dibujen otro devenir en el que pasarlo bien con el tiempo que vendrá.
Eso sí, también piensen en lo que todavía pueden disfrutar: nunca es tarde si la dicha es buena. No sean resignados, es el vicio que mata a la esperanza.


jueves, 4 de diciembre de 2014

¡Bendita imaginación!


Últimamente me pongo en “modo Camarón” e imagino nuevas galaxias donde se respire un aire nuevo, donde pueda sentirme a mis anchas, sin corsés ni otros grilletes. Puede resultarles un ejercicio absurdo y carente de sentido, a lo que objetaré que si no hubiera sido así, mi alma hubiera acabado marchita…


Hacía tiempo que mi imaginación no se nutría de pensamientos hermosos, de las cosas bonitas que todos hemos hecho y que a todos nos quedan por hacer, de los sueños de juventud, ni del absurdo cotidiano… Pero en vez de dejarla morir, me puse manos a la obra: busqué un tiesto nuevo, lo aboné convenientemente y, tras verter un par de regaderas, vi crecer de nuevo lo que siempre había estado ahí, lo que quedaba del que siempre he sido.


La mayoría de las veces intentamos deshacernos de ella. “Son cosas de niños”, decimos… Pero por favor, no pierdan su imaginación. No la dejen escapar. Es ligera como el plumón que recubre los nidos de las golondrinas, como las semillas del diente de león. Ocupa muy poco lugar (puede vivir entre sus rubios cabellos o adentro de una flor). No se deshaga de ella, es lo único que le queda. Esta ajada humanidad necesita sobrevivir a las ataduras de un tiempo en el que, queramos o no, estamos anclados, para construir nuevos puentes con los que descubrir otros momentos.
Imaginar, fantasear, es a veces la única salida, la única evasión posible. Para aquella que sueña con el hijo perdido, para quien busca ese puesto de trabajo que nunca llega o para quien intenta regresar de la diáspora. Hoy más que nunca es la imaginación y no otra medicina, la que nos guía en un recorrido incierto, la que nos hace volar lejos de aquí.


Y si un día la perdieron (a veces la borran las lágrimas, la desesperación o las agujas del reloj), sólo tienen que seguir los pasos de los protagonistas de Imagina, de Aaron Becker (editorial Kokoro) uno de los mejores álbumes ilustrados del año en España (ya lo fue el año pasado en la edición inglesa)… Tomen una tiza de color entre sus dedos y dibujen una puerta en cualquier lugar para, de vez en cuando, abrirla, cruzarla y poder vivir a través de ella lo que no les ofrece este mundo.