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viernes, 12 de diciembre de 2014

Celebrando cien años de Platero

Juan Ramón Alonso

Tal día como hoy hace cien años (1914) se publicaba una de las obras cumbres de la LIJ nacional. Aunque su autor, Juan Ramón Jiménez, negara que la escribiera para los niños, Platero y yo se ha convertido a lo largo del tiempo en una de las imágenes de nuestra infancia (sobre todo de la mía, en la que no había tanto videojuego, ni teléfono móvil de cuarta generación).
Y hoy, desde Moguer (Huelva), cuna del premio Nobel, hasta el SLIJ de Madrid, pasando por las ondas de Radio Nacional de España o el omnipresente Google, se celebra la efeméride de la publicación de una de las obras más traducidas a los diferentes idiomas del mundo.
Platero, además de ese burro que retoza por nuestros campos, literales o imaginados, es el símbolo de un tiempo pasado en el que lo rural, todavía vivía en España, en el que el aire todavía olía a siega, a fritillas tempranas, a calles que sonaban a juegos de verano… una imagen que, esperemos, dure otros cien años más. Para que no olvidemos que la España de ayer también tuvo infancia, para que el espíritu de los niños que fuimos perdure en la memoria.

Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto y se va al prado y acaricia tibiamente, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: ¿Platero?, y viene a mí con un trotecillo alegre, que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal...


viernes, 4 de junio de 2010

Terminando la primavera


El que aquí escribe todo tipo de duelos y quebrantos (denótense así mis orígenes manchegos… y su gastronomía) se las ve y se las desea para encontrar todas las semanas, versos que no resulten repetitivos –uno no llega a la altura de Salvia y su blog de “Poesia Infantil i Juvenil”-, así que de vez en cuando hay que usar poemas de relleno, que son tan válidos como los escogidos adrede… Y este viernes, porque sí y pasa salir del paso, le llega el turno a Juan Ramón Jiménez y unas rimas tituladas Abril… y no se preocupen por tanta primavera, que la semana próxima prometo traerles algo con sabor a mar y castillos de arena…

El chamariz en el chopo.
- ¿Y qué más?
El chopo en el cielo azul.
- ¿Y qué más?
El cielo azul en el agua.
- ¿Y qué más?
El agua en la hojita nueva.
- ¿Y qué más?
La hojita nueva en la rosa.
- ¿Y qué más?
La rosa en mi corazón.
- ¿Y qué más?
¡Mi corazón en el tuyo!

Juan Ramón Jiménez.
Abril
En: Letras para armar poemas.
Selección y prólogo de Ana Pelegrín.
Ilustraciones de Tino Gatagán.
2000. Madrid: Alfaguara.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Burros y zoología


Aunque soy biólogo (como Doña Ana Obregón –las damas primero- y Don Santiago Ramón y Cajal –aunque médico, dedicó sus investigaciones a la neurobiología-), no siento gran atracción por el mundo de la zoología, rama del saber dedicada al estudio del mundo animal. Me atraen más las plantas, más cómodas y estáticas…, eso de que los animales se muevan es un engorro para el avance del conocimiento. Excepto la avifauna y los insectos (seres volanderos en todas las acepciones del término), no soy un aficionado a los bichos.
Y dado lo zoófilo de este escrito, no he hallado mejor manera para honrar al mundo de los animales que una obra cuyo protagonista es otro animal, Platero y yo. ¿Quién no conoce a Platero, ese burro pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón? Pocas obras literarias de este país son un tributo semejante al que Juan Ramón Jiménez hizo a un asno y a la infancia.
Llama mucho la atención su prologuillo, donde Juan Ramón Jiménez hace una advertencia que comparto plenamente: Suele creerse que yo escribí Platero y yo para los niños, que es un libro para niños. No. […] Este breve libro, en donde la alegría y la pena son gemelas, como las orejas de Platero, estaba escrito para… ¡qué sé yo para quién! […] Yo nunca he escrito ni escribiré nada para niños, porque creo que el niño puede leer los libros que lee el hombre […].
A lo que yo añado: del mismo modo que los hombres pueden leer los libros que lee el niño.
Para terminar, una petición… Lean Platero y yo, por favor.