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domingo, 10 de diciembre de 2023

Montar la fiesta


Ya estamos a tope con las celebraciones navideñas. No es de extrañar teniendo en cuenta que este puentazo de la Inmaculada nos ha desbaratado toda la agenda, y ni echando cuentas nos quedan días para soportar a compañeros de trabajo y cuñados (¡Gracias a Dios). Es por ello que los faustos -¿o eran fatuos?- se han apresurado.
Lo mejor de todo es que con tanto trajín muchos no las han visto venir y tocará prescindir de ellos y su mal beber. Comentarios fuera de lugar, chistes bochornosos y “Que la tierra me trague”. Mejor así, que los aguanten sus cónyuges y mascotas. Que nos dejen de ostias, que ya tenemos bastantes guerras esta Navidad.


Aunque hace tiempo decidí apartarme de estos circos, de vez en cuando me convencen mis espíritus nocturnos y acomodo mis tuétanos a la sociedad e insuflar así algo de exotismo y elegancia en ciertas veladas. Una obra de caridad en toda regla en loor de la magia que me une a unos pocos elegidos.
Tómenlo con una sonrisa, que no soy tan elitista. Solo que no soy partidario de la incomodidad ni de hacer extensiva mi hondura en círculos poco afines. Colegas laborales, compañeros de gimnasio o los del curso de fotografía… lo único que me une a ellos es una casualidad circunstancial, que si bien trato de suplir con educación y cortesía, no siempre surte el efecto deseado.


Lo mío son las jaranas en petit comité, con los de siempre, con quienes no tienes que reprimir tu mala virgen ni las discordancias angulares. Si no es con ellos, prefiero quedarme al cobijo de una buena manta conmigo mismo, que ya me conozco y estoy divinamente. Y si es con ellos, tampoco quiero que me den mucho la brasa con la fecha de celebración, el menú, la hora y el melindreo estomagante…


Entiendo perfectamente a la protagonista del último libro de Noemi Vola que se ha publicado en nuestro país. La inolvidable fiesta acaba de aterrizar en el catálogo de la siempre acertada editorial madrileña Pastel de Luna y me ha robado unas risas con esto de las reuniones festivas.
La oruga está aburrida y decide montar una gorda. Se pone manos a la obra. No le falta detalle. Comida, bebida y mucha guirnalda. Solo le faltan los acompañantes. Coge el teléfono y se pone a llamar a troche y moche. Unos se hacen los longuis, los otros creen que se ha equivocado, más allá hacen gala de su mal humor… ¡A tomar por culo! La pobre oruga se queda más sola que la una. Hasta que tiene una idea y…


Como en otras de sus obras, la artista italiana exhibe su buen humor a manos llenas. Mientras que en la primera parte hay una buena dosis de chistes inofensivos y muy blancos, la segunda se baña en puro surrealismo. Lo absurdo, lo paródico se abre camino y conecta con el espectador que disfruta con el doble sentido.


Diálogos, bocadillos o viñetas sin calles. Recursos propios del cómic que se entremezclan de otros muy usados en el libro informativos (rótulos o croquis), se deslizan en las páginas de un libro que, además de narrativa exploratoria y sin pretensiones, funciona muy bien entre los lectores, que bien mirado, ya es bastante.

domingo, 15 de octubre de 2023

Entre la pena y la nada...


Cada día que pasa me pongo más nervioso cuando veo que alguien llora sin un motivo aparente. Echando mano de emociones descontroladas y esa vis tan teatral que ha ido adquiriendo la vida durante estos últimos años, el personal se cree con derecho a derramar lágrimas sin ton ni son, algo que deja relucir la dejadez emocional de una sociedad que funciona como pollo sin cabeza.


Con esto no quiero decir que haya que reprimirse las lágrimas, sino que estaría bien que no las derramáramos sin un motivo aparente, y mucho menos, banalizarlas, pues eso de llorar en público parece que se ha tornado una moda, a mi juicio, bochornosa donde el victimismo, la autocompasión y la conmiseración tienen mucho que decir.


Hemos pasado de un extremo a otro. Hace cuarenta años nadie lloraba. Ni niñas ni niños. Y el que lo hacía procuraba que fuese una cuestión privada a la que solo estaban invitados familiares estrechos y buenos amigos. Hoy en día cualquiera puede sumarse a la fiesta en connivencia de la salud mental y los ODS de la agenda 20-30. Porque sí, porque soy humano y me merezco exhibir todo lo que me salga del higo.


Por la guerra entre Palestina e Israel, por el hijo de Ana Obregón, por el final de The Big Bang Theory, por la boda de mi mejor amigo (aunque su novia se acostara conmigo hace dos semanas), porque han dejado de fabricar los Risketos o por esa amiga a la que se le ha roto una uña. Lloramos por todo, incluso por lo más insignificante o lo más lejano, y sin embargo, le restamos importancia a lo que sí la tiene o deseamos la muerte de los hinchas del equipo contrario. No hay término medio.


Por todas estas razones y muchas más, me ha encantado el último libro de Noemi Vola publicado en nuestro país. Y es que Si lloras como una fuente intenta darle una vuelta a esa tendencia social con un toque de humor. Todo empieza cuando la lombriz protagonista del libro (el animal fetiche de esta autora) comienza a llorar y el narrador le invita a buscar motivos por los que llorar nos hace bien. Llenar una cacerola para cocer espaguetis, fregar el suelo añadiendo un poco de detergente, apagar las velas de una tarta de cumpleaños o bañar a tu perro son algunas de sus alocadas ideas.


Con este libro, además de intentar quitarle hierro al llanto, Noemi Vola nos invita a un ejercicio reflexivo y muy imaginativo sobre como transformar lo negativo en positivo, y de paso aporta datos no tan descorazonadores sobre las lágrimas. Personajes de cuento y película, animales y, por supuesto, su lombriz fetiche nos descubren el lado bueno de la tristeza.
No lo duden, si conocen algún que otro llorón, este es un regalo infalible para que se ponga manos a la obra y deje de darle la murga con sus sollozos.

miércoles, 30 de noviembre de 2022

Cosas de padres


Padres… los hay de todo tipo. Autoritarios, histéricos, permisivos, negligentes, democráticos, empalagosos… Cada padre o madre es un mundo y necesitamos clasificarlos. De entre todas estas taxonomías, mi favorita es la que se refiere a los hiperpadres, una que se refiere al cuidado que reciben los hijos hoy día.


Tenemos a los padres helicóptero, esos que sobrevuelan a su prole y vigilan distantes. Aunque a veces les permiten tomar decisiones por sí mismos –libertad ficticia-, cuidan de que aprendan, tomen conciencia de cómo funciona el mundo y no se equivoquen. Les procuran cuidados y están alertas de que no sobrepasen los límites.
Los segundos son los padres apisonadora, unos que por sistema se dedican a allanar el camino de sus hijos. Que nada les resulte tedioso, frustante o imposible. En lugar de preparar para el futuro, simplemente se dedican a eliminar los obstáculos para que los pobrecitos no sufran.
También están los padres tigre. No dejan a su prole ni a sol, ni a sombra. Si pudieran, la engullirían. Su nivel de exigencia es insufrible, no son nada permisivos y tienen el control sobre todo lo que les atañe. Una suerte de infierno donde anulación, imposición y censura son las principales armas a blandir.


Los padres guardaespaldas y los padres secretario no me gustan nada. Mientras que los primeros siempre intervienen en cualquier conflicto escolar y viven preocupados por la integridad física de sus hijos (esos que nunca les dejan ir de excursión escolar), los segundos son los que les preparan la mochila, están pendientes de las tareas que tienen que hacer (e incluso las hacen) y llevan al día la agenda de actividades. 
Los padres mayordomo son una variante de los secretarios pero mucho más denigrante. Llevan vasos de agua a la cama, ejercen de chóferes, acarrean mochilas y dejan lo que están haciendo para atender los caprichos filiales.
Por último también tenemos a los padres de corral, esos que les da igual ocho que ochenta. Dan libertad absoluta a sus hijos. Algo que está bien porque los chiquillos aprenden a buscarse las castañas por sí mismos, pero es un fastidio cuando molestan a terceros, son unos deslenguados o aprenden todas las maldades del mundo.


Pero aunque te resulte extraño, todos ellos tienen algo en común que Davide Cali y Noemi Vola nos lo desvelan en Pregúntale a tu padre y otras frases misteriosas de los adultos, un libro que acaba de publicar Liana Editorial.
En él se centran en esas frases tan recurrentes que son patrimonio de todos los padres. Da igual su origen, estatus social, educación o raza, cualquier madre las utiliza indistintamente. Es cierto que hay variaciones dependiendo del tipo de familia que tengamos (léanse parejas homoparentales o monoparentales), pero el caso es que la mayor parte de las sentencias que recopila esta pequeña guía comentada e ilustrada se utilizan con frecuencia.


Ya veremos… "Pregúntale a tu madre", "Porque no", "Cuando crezcas lo entenderás" o "No se puede tener todo" son algunas de las afirmaciones que recoge este compendio comentado e ilustrado. Además, añade un pequeño apartado sobre preguntas tontas de las que me quedo con "¿Me has oído?" (Es la pregunta más estúpida que se le puede hacer a una criatura). Al final del libro hay una doble página pautada donde los lectores pueden añadir nuevas sentencias paternas y hacer más grande esta lista.
Con recursos del cómic y mucho dinamismo en lo que a composición y tipografía se refiere, este libro además de derrochar mucho humor, nos interna en el ecosistema infantil, su sinsentido y desbordante creatividad. Una parodia de los padres y su comportamiento que auguro tendrá mucho éxito en toda la familia.