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jueves, 13 de junio de 2024

Ahondar en las semejanzas


El vómito se me viene al gaznate cuando los medios de comunicación hacen públicos todo tipo de estudios que miden el nivel de modernidad que ostenta el ciudadano medio. Votaciones, series televisivas, podcasts, programas de acogida… Todo nos hace creer lo bien educados y solidarios que somos gracias a ese empeño institucional que llega a todos los hogares subvencionado por BlackRock y Vanguard. ¡Tururú! Habría que poner cámaras ocultas en algunos patios de vecinos y constatar la hipocresía que llena la boca del lumpen…


- Ay, nena… Tendrías que ver a mi Jesus… ¡Qué buen chico! Es tan majo que tiene un amigo negro, otro moro y otro chino. No hay quien le gane en tolerancia y respeto…
- ¡Qué bien, Chari! Pos mi Yoni ahora se junta con el maricón de la clase y la orientadora ha decidido que le va a dar la medallica al alumno del mes. ¡Qué bien educao lo tengo…!
- ¡No nos falta de na’! ¡Qué afortunadas somos! Y esperemos que por mucho tiempo. Ojalá esa gentuza no les quite el trabajo a nuestros nenes…


Lo verdaderamente triste de un sentimiento que se generaliza entre la ingente masa, es que es ficticio. Porque, créanme, todavía no estamos preparados para hacer frente a esa sociedad plural que todos los progres del globo nos quieren vender, más que nada porque la envidia prima en este planeta y la solidaridad se vende como un reclamo más del capitalismo abyecto que nos consume.
El rechazo a lo diferente, a lo minoritario, es el pan de cada día. En la cola del supermercado, en el aula de 1º A y en las reuniones de trabajo, toparse con alguien extraño, siempre, en un primer instante, despierta un cierto recelo… Mientras tanto, las matrículas en los centros concertados suben como la espuma, los seguros en materia sanitaria aumentan exponencialmente y las diferencias entre centro y periferia se hacen más notables. Y quien diga que no, es sencillamente necio.
Si lo pensamos bien, muchos libros que tratan esta problemática, son demasiado explícitos y, en parte, también nos empujan a ahondar en las propias diferencias humanas (he aquí las paradojas de muchas lavativas cerebrales que nos ofrezcan en esa llamada esfera cultural). No obstante, a veces uno encuentra libritos multikulti (así los llaman los alemanes, pioneros en eso de lavarse los pecados tras cargarse a más de cinco millones de personas durante la Segunda Guerra Mundial) que tienen un puntito de elegancia, se centran en las semejanzas y abordan este tema sin esa vis política que tanto gusta en estos círculos buenistas. Véanse aquí tres ejemplos.


Empezamos esta pequeña retahíla. Con estos pelos, un libro de Julia Talaga y Agata Krolak, la editorial Tutifruti se adentra en el universo del cabello para, de una manera ligeramente encubierta, proponernos un juego de observación en el que el pelaje de diferentes personas es la excusa perfecta para hablarnos de diferentes formas de ser y parecer.


Irene, Jeremías, Montse, Rebeca o Pedro son algunos de los personajes que protagonizan las pequeñas historias que se suceden en cada doble página y que nos presentan diferentes situaciones cotidianas en las que un pequeño microcosmos queda articulado por diferentes líneas discursivas que se compenetran en un álbum coral. Peinarse antes de ir al colegio, usar un gorro para nadar, un moño para bailar, imaginarse una cresta o lavarlo antes de irse a la cama son gestos y acciones que muchas personas pueden llevar a cabo independientemente de su procedencia o credo.


Como ya he dicho en otras ocasiones, yo hubiera prescindido del subtítulo y la perorata final de Aga Nuckowski. Me entusiasma la idea de que el lector se haga su propia composición de lugar utilizando las imágenes, un mosaico mental en el que conviven diferentes fisionomías y formas de ser y parecer. No obstante, también entiendo que la editorial haya tenido a bien respetar la edición primigenia. De todos modos, no pasa nada, pues el lector siempre puede hacer caso omiso de esta última doble página y disfrutar con sus apreciaciones con este gran libro.


Soledad Romero Mariño y Mariona Cabassa firman Somos, el segundo álbum de esta tanda y publicado por Juventud. En él y siguiendo la misma línea que el resto, se ahonda en la idea de que todos, independientemente de nuestro origen, compartimos un acervo común de circunstancias. Todos venimos de la unión de un óvulo y un espermatozoide, tenemos un cuerpo similar o nuestra fisiología es más o menos la misma. 


Acompañado de unas imágenes coloristas y muy simbólicas, el texto se articula con un juego tipográfico donde mayúsculas y minúsculas, negritas y letras normales nos van presentando una característica común a todos los seres humanos para desarrollarla más tarde gracias a ejemplos cercanos y sencillos.


Poético y simbólico, no solo se adentra en lo material, sino también lo que no vemos. Emociones, sentimientos, miedos y deseos también tienen su espacio en un libro positivista que con poca moralina (cosa que se agradece) nos habla de la especie humana en sus facetas más genéricas.


El penúltimo título de esta pequeña selección es un álbum de la editorial Gato Sueco que encontré por casualidad en una librería. Todo el mundo alguna vez... escrito e ilustrado por la finlandesa Liisa Kallio, se adentra en esas pequeñas cosas que compartimos los seres humanos y, a modo de hilo invisible, nos acercan los unos a los otros.


Adultos, ancianos y muchos niños llenan las páginas de este álbum con situaciones muy cercanas donde el juego, el estudio y los quehaceres cotidianos establecen escenarios para hablar de la soledad, la alegría, la frustración o la tristeza. Emociones y actividades que todos hemos experimentado y realizado en mayor o menor grado y que también nos permiten acercarnos a los que sienten como nosotros. 


Ilustraciones con mucho desenfado que utilizan ceras y lápices de colores para crear un buen puñado de personajes que son el vehículo (y el reflejo... ya saben que los libros son espejos... y también ventanas) de esa diversidad de sensaciones y estares que nos laceran a todos sin excepción. Y si no, vamos poniéndonos en situación para cuando nos toque, que seguro que nos llega la hora tarde o temprano.


Termino con Lo que nos hace humanos, el libro escrito por Víctor D. O. Santos e ilustrado por Anna Forlati que ha publicado La Maleta en colaboración con la Unesco y que sirve de portada a este pequeño post. De excelente factura, este libro que va en la línea de los anteriores, va paso a paso, desvelando poco a poco qué es eso que tan diferentes, pero tan iguales nos hace.


Con una mirada poética de gran calidad, el escritor de origen brasileño y la ilustradora italiana recurren al simbolismo y las metáforas para hilvanar, gracias a motivos como la torre de Babel, alusiones a las nuevas tecnologías y, sobre todo, las palabras, una defensa del lenguaje como elemento de unión entre razas y pueblos terrícolas. 


Si bien es cierto que en otros libros prescindiría de las consideraciones más o menos institucionales, en este caso pongo en valor el pequeño epílogo que aporta unas notas expositivas sobre la temática del libro, los autores y el fin de una publicación de este tipo, ya que, además de hacer de él un libro a caballo entre la ficción y la no ficción, da pie a una continuidad en otros contextos, sean estos académicos o no.

P.S.: ¡Se me olvidaba! Estos cuatro títulos pueden enlazar perfectamente con otros dos que ya reseñé AQUÍ ¡Échales un ojo porque merecen mucho la pena!

lunes, 13 de mayo de 2024

Vidas cruzadas


Llamamos novela coral a la obra de narrativa, generalmente ficcional, que está protagonizada por varios personajes con similar protagonismo y que se encuentran conectados en ese todo que constituye el argumento.
En la literatura para adultos hay muy buenos ejemplos de novela coral. La colmena, Suite francesa, Mientras agonizo o La asombrosa tienda de la señora Yeom se perfilan dentro de una categoría que, a pesar de tener mucho que decir, es un estilo bastante minoritario. Esto puede deberse a muchas razones. La más relevante quizá sea esa dificultad para crear/seguir la línea argumental y establecer los nexos de unión entre los protagonistas.


Al principio, quizá sea complicado situarse en múltiples planos personales donde los diferentes puntos de vista suponen cierta agudeza intelectual, pero con el paso de las páginas, el relato se llena de matices que propician una experiencia estética todavía más enriquecida que la de otro tipo de novelas.
Si bien es cierto que la novela coral no es tan identitaria como la convencional, sí es más caleidoscópica, algo que se agradece en unos tiempos tan revueltos como los actuales, en los que etiquetas y ofendiditos no permiten el ejercicio libertario que se presupone en las sociedades avanzadas.
Cuando lidiamos con otras miradas, con otros reflejos dentro de un mismo contexto literario, también participamos de estos, algo que se agradece en una realidad sectaria como la que vivimos, donde la corrección política, la superioridad moral y el aleccionamiento buenista laceran al más insignificante de los seres humanos.


Es bueno denotar que, en cierto modo, todos estamos conectados. La de la humanidad es una historia conjunta y nuestras vidas se entremezclan en un maremágnum de alegrías y sinsabores del que participamos todos desde nuestras circunstancias, pero sin obligaciones ni responsabilidades.
Para dar visibilidad a dos álbumes corales y ejemplificarles un poco sobre estas conexiones invisibles que nos unen a otros desconocidos, hoy les atizo con Un paraguas de mariposas blancas de Frahad Hassanzadeh y Ghazaleh Bigdelou (editorial La Maleta) y Las personas son hermosas de Baptiste Beaulieu y Qin Leng (editorial Petaletras), dos libros que contienen dos historias colectivas muy apetecibles.


El primer álbum sucede durante el Nowruz, una fiesta de origen persa que acontece el primer día de primavera. El mercado bulle de actividad y en la calle se agolpan los coches. Atousa espera a que la señora Shirin remate su vestido, Ardalan y el señor Parvizi hacen cola en la barbería y Maryam y Alí intentan vender todas sus flores antes de que caiga la bola y anuncie la llegada del Año Nuevo. Pero, como en toda buena historia que se precie, suceden un montón de percances que hacen del fin de año una suerte de despropósitos. ¿Llegarán todos a tiempo a sus hogares?


A caballo entre el álbum y el cómic, este libro delicado donde las carambolas tienen mucho que decir, se llena de contratiempos narrativos que tirando y aflojando de la acción, lo convierten en una historia llena de tensión. Ambientada en una tarde lluviosa, esta ciudad de Oriente Próximo, se llena de tonos grises que, de manera repentina, quedan eclipsados por elementos rojos y amarillos. Me encanta el uso de luz y la gran variedad de planos utilizados, pero sobre todo esa mariposa amarilla que sobrevuela una historia tan cotidiana como encantadora.


La segunda propuesta nos cuenta la historia de Papou y su ojo clínico, uno que ha ido entrenando durante toda una vida dedicada a la medicina. Mientras se dirige a la Torre Eiffel con su nieta, le enseña a mirar en el interior de las personas con echarle un vistazo a su fisionomía. Cada ser humano esconde una historia. Solo hay que aprender a desentrañarla. Haciéndolo, nuestra percepción sobre los demás cambiará ipso facto.


Hakim, Maryline, Lionel, Rebecca o Antoine son los nombres que llenan las páginas de un libro que se desliza entre las conjeturas y la realidad (¿Será verdad todo lo que cuenta el abuelo? ¿Sabrá la vida de todas esas personas?). Sus jorobas, su delgadez extrema o su cuerpo rechoncho sirven de excusa a este médico jubilado para acercarse a la belleza que guarda nuestra vida interior. 


Aderezado con un París lleno de luz, color y gentileza, este paseo acompañado de gente (des)conocida con un ligero sabor al ¿Quién es quién?, me ha sacado una sonrisa, más todavía si hago el ejercicio propio de hurgar en los entresijos de mi propia historia, una que, seguro, no dejaría indiferente a nadie por mucho que se haya cruzado conmigo.