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martes, 24 de mayo de 2016

Encuentros de palabras y versos como colofón


Mientras el traqueteo del tren se convierte en la melodía del camino, uno se emboba con el paisaje y empieza a darle al coco, a lo que acontece. Como a lo del pasado sábado...
Me crucé la península cargado de libros (¡Lo que pesa el cartoné!) hasta dar con mis huesos en la comarca del Somontano. Barbastro, para más datos. A media mañana abrí la maleta y fui ¿sacando?... ¡Qué va! ¡Contando! Una a una las historias que había buscado. Y mientras, yo me hablaba, ellos se leían y todos nos ibamos escuchando. Así son los libros, que, desde Huesca a Albacete, van conversando de patos y muertes a las que algunos se muestran reticentes, de bombines y otros utensilios desternillantes, de cómo las rectas conquistan a los puntos, de vacas que la diñan al principio para vivir en muchos finales, del pastel que cocina el bueno de Miguel, de olas salvajes y juguetonas, de hilos que tejen nuestros días, de ratones que miran el mundo con otros ojos, o incluso, de otras geografías.
Lo único que me faltó, y que una voz potente se encargó de recordarme, fue algo más de poesía. Y como el aquí lector, aunque cachondón, también hace las veces de respondón, les ha traído a los docentes del Alto Aragón, un poema como colofón, que, como bien dice Cris Ramos,

A los maestros...
Para que todo mensaje
que pase, pueda volver,
y el amor siga volando
como suele suceder.

***

El maestro escribía
con letra redondeada
la propuesta del día.
Ni un rumor ni una risa,
sólo las bien peinadas
frasecitas en tiza.

El maestro quería
una carta explicar:
cómo armar su escritura
qué pensar, qué anotar.

Pues la carta -decía-
tiene un efecto tal
que hace que los lejanos
se vuelvan a juntar.

[…]

María Cristina Ramos.
En: Papelitos.
Ilustraciones de Claudia Legnazzi.
2004. México: Fondo de Cultura Económica.


viernes, 24 de abril de 2009

Mapirisas


Y este viernes de poesía, por continuar con la cuestión zoológica les traigo unos versos de María Cristina Ramos, que ya saben que es una de mis poetisas favoritas… Siempre es agradable terminar la semana con un poco de rima, así que ya saben…

En la marirronda
de las mapirosas,
maricuriosea
una marirrosa.
Traía un vestido
muy mariposeado,
pero un viento loco
se lo ha despintado.
Y risa que riza,
blanca mapirisa,
buscando colores,
girando en la brisa.
Largas patas largas,
maribailarina,
baila un bailecito
sobre las espinas.
Junta la retama
gotas amarillas,
soles en las alas

de la maripilla.

María Cristina Ramos
Una mapirisa risa que riza.
Ilustraciones de Claudia Legnazzi.
2008. Barcelona: Océano Travesía.

viernes, 13 de febrero de 2009

Mensajes en la lluvia


Querida María Cristina Ramos,

Desde el otro lado del charco te envío mi enhorabuena. Una vez más, has conseguido que me enamore de esta lengua que compartimos. Nunca nos hemos visto, tampoco hemos estrechado las manos, ni hemos disfrutado de un ameno paseo, pero a pesar de ello, me dirijo a ti como si fueses una vieja amiga, ya que, de vez en cuando, entreabro tus libros y dejo que tus palabras envuelvan mi mundo, ese pequeño lugar que habito desde hace unos cuantos años. Los libros son como el vuelo de las aves que, entre las plumas, engarzan mensajes y cruzan los océanos, llevando y trayendo pensamientos, derribando los muros que tantas veces nos asolan.
Sin más motivo que desearte un espléndido día, se despide uno de tus lectores.
Román Belmonte Andújar

El cielo es una mata
de gotitas en vuelo,
parece que la tierra
fuera a beberse el cielo.

Llueve sobre los campos,
en las ciudades llueve;
la montaña no deja
de pensar en la nieve.

[…]
María Cristina Ramos
Barcos en la lluvia.
Ilustraciones de Claudia Legnazzi
2007. México: FCE

martes, 11 de marzo de 2008

Papelitos


Me siento algo triste. Es una emoción bastante desoladora, pero a tenor de mi férrea voluntad he decidido hacerle frente escribiendo. No hay arma más eficaz en la guerra psicológica que la palabra, por lo que este asalto creo que lo ganaré, con su inestimable ayuda, por supuesto. Así que, ¡manos a la obra!
Como atmósfera acompañante, escuche el lector alguna partitura de Ryuichi Sakamoto o Shigeru Umebayashi (AVISO AL LECTOR: es toda una oportunidad para dejar a un lado su propia ignorancia, así que, tome cartas al respecto y sumérgase en estas melodías que seguramente lo habrán acompañado en algún momento imaginado). Retire las cortinas de esa ventana…, sí, esa misma…, permita que entre la luz del mediodía, que lo llene todo. Imprima este montón de palabras sobre un papel y deje caer su cuerpo en el sofá.
Y ahora… ¿qué? Es cuando llega el punto crítico de la sugerencia. ¿Recuerda aquel pequeño libro que le regalaron hace un par de años? ¿Aquel que tanta gracia le hizo? ¿Cómo se llamaba? ¿Papeles…?... ¡¡Papelitos!! Yérgase y aproxímese a la estantería… ¿No lo encuentra?... Haga memoria: era un libro de unos veinte centímetros de alto, con un barco de papel repleto de palmeras y montañas en la portada, cortito… Ese es. Retome la postura abandonada en su cómodo asiento. ¿Recuerda? Fue un bonito regalo aquel, por lo menos bastante original… bien valió ese beso… No sea tímido, comience a viajar por él….

Para que todo mensaje
que pase, pueda volver,
y el amor siga volando
como suele suceder.

Bonito comienzo ¿no?... Ya veo como pasa las páginas de ese libro y sonríe… Sus labios se mueven al ritmo de las palabras…

Mariano:
Yo he visto tus jirafas
por los caminos blancos
que los cuadernos tienden
en los llanos del banco.
Y las he visto mansas
detenerse a beber
en un pozo pequeño
de cáscara de nuez.
Teresa

¿Llegando al final?... No mire usted de ese modo… No reproche mi sugerencia con esa curvatura ascendente en los labios…

Y en un claro de sombra
se detuvo a leer,
palabrejas redondas
trepando por la piel.

Y la pobre perdida
no sabe como hacer
para ponerse seria,
sin volar, sin caer.


… ¿Sin palabras y con una sonrisa?... Creo que hemos luchado de un modo pindárico por abandonar la tristeza. Lástima que ahora sintamos nostalgia por quién nos regaló la alegría.