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martes, 4 de marzo de 2014

Críticas de carnaval


Ataviado de alegría y los más variopintos disfraces ha llegado el carnaval a nuestra geografía pese al mal tiempo que nos está acompañando durante la última semana (si hay algo que odio de verdad es congelarme detrás de una máscara, más si cabe desde que los chinos nos proveen de lo imprescindible para dar la bienvenida a la cuaresma).


No se apuren porque aún quedan días –eclesiásticamente extraoficiales, claro está- para dar rienda suelta a nuestros instintos más carnales, colocarnos cualquier harapo y dar un buen susto a cualquier incauto, ya que, a pesar del miércoles de ceniza y una buena tanda de sardinas, todavía nos queda el sábado de piñata, ese más local (y alocado), que desde Cádiz a Santa Cruz de Tenerife se desboca entre jóvenes y mayores a ritmo de presentaciones, cuplés y popurrís, una suerte de genialidad que abarrota callejones y avenidas en busca de la mejor parodia local/autonómica/nacional (y agárrense porque la próxima semana se sirve una de fallas…), algo que sólo  está al alcance de unos pocos, aquellos que saben aunar genialidad, chispa y elegancia.


La crítica, esa que pulula por estos lares donde viven los monstruos, nunca debe caer en la ordinariez, la estulticia y el insulto. Sí se perdona el populismo, la erudición, el humor y, por supuesto, la compasión, pero jamás la crueldad que mucho se oye en los tablaos catetos de cientos de pueblos, una que amarga y retuerce las tripas de los infelices, hasta poder quitar la vida… Cultiven sus rimas, lean con pasión y escriban todos los días, domestiquen sus palabras con cuerdas de guitarra y buenas melodías, porque la lengua viperina, esa que hiere y mata, no alimenta los corazones, sino que los barrena y marchita.
Cojan el antifaz, acerquen el mirlitón a su boca y regalen una bonita canción en cualquier Fiesta de disfraces como la que ha organizado Inés Trigub (editorial Pequeño Editor) gracias a unos animales muy dicharacheros y juguetones. Porque el carnaval que no se luce en el alma, ni es carnaval ni es nada.


viernes, 14 de junio de 2013

Cambiando de pantuflas


¡Habrá que hacer un trasvase de indumentaria entre los armarios y proveerlos de mangas cortas, tirantes y sandalias que nos alivien y aligeren la pesada calima que supone el esperado verano! Nos quejábamos amargamente del frío invierno y el calor ha asomado con extrema virulencia, tanta, que nos ha pillado de improviso vistiendo bata, calcetines y pantuflas, en las que, a veces, se cobijan los perros…

Chiquilín es negro, ocre y amarillo.
Cuando llegó era tan pequeño
que cabía en mis pantuflas de perrito.

Ya no recuerda
que lo atropelló una camioneta
ni que lo pusimos en una caja
con abrigo y leche fresca.

Ahora es tan grande
que no cabe siquiera en su nombre
¡y cómo aúlla cuando pasan los bomberos
Soltando su sirena en la noche!

Jorge Luján.
En: Pantuflas de perrito.
Ilustraciones de Isol.
2013. Buenos Aires: Pequeño Editor.