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lunes, 18 de marzo de 2013

Libros y nazismo (5)




Tras cuatro semanas recorriendo obras relacionadas con el nazismo y sus consecuencias, doy por finalizada esta selección representativa de una temática que abunda en catálogos y fondos bibliotecarios (a veces de manera excesiva).
Para poner el punto y final he elegido una obra que, aunque no trate sobre la Segunda Guerra Mundial, Hitler y los campos de concentración (el otro día leí en el suplemento cultural de ABC que rondaron los cuarenta mil... terrorífico…), sí tiene mucho que ver con cualquier conflicto armado, sus consecuencias y el futuro tras los bombardeos y las masacres.
Mientras me informaba para realizar esta pequeña selección, me he topado con testimonios, artículos, música y otros libros, que evocaban a los horrores de una Alemania nazi que en la actualidad sigue avergonzada por sus crímenes pasados, por atrocidades que tan sólo una mente enferma podría imaginar… A pesar de constatar todo lo triste que  guarda el alma humana y todo el sufrimiento que no se derrama en las lágrimas del mundo, sino que se esconde en los perdidos rincones de la vida, siempre hay un pequeño lugar para la esperanza.
Después de que todas las guerras asolen la tierra, de que sobre ella sólo se depositen cenizas, de que el rencor y la envidia hagan desplomarse la atmósfera sobre los supervivientes, las risas de los niños serán el cálido aliento que, como el sol tras el invierno, aviven la primavera en el yermo páramo del estúpido existir adulto.

CARBALLEIRA, PAULA (Texto) & DANOWSKI, SONJA (Ilustraciones). 2012. El Principio. Pontevedra: Kalandraka.
B.S.O. de la entrada: Kashiwa Daisuke. Stella.

martes, 12 de marzo de 2013

Libros y nazismo (4)



Aunque creamos que los peor parados en el conflicto de la Segunda Guerra Mundial fueron las los judíos, las minorías étnicas y sexuales, léase gitanos u homosexuales,  o las clases desfavorecidas y tradicionalmente discriminadas, las omnipresentes ideas nazis  han pervivido en la larga tradición europea y son las directrices del actual tejido social entre todos los países del viejo continente, una realidad que no sólo da más fuerza a la Historia, sino que a veces afianza el sentimiento común ya que el victimismo siempre hace más por la unión que por la escisión.
Los limites del Tercer Reich, pese a restringirse dentro de un ámbito geográfico, quedaron más extendidos de la cuenta gracias a la estrategia e intereses, no sólo de Adolf Hitler, sino del resto de mandatarios europeos ya que los  panorama socio y geopolítico de la primera mitad del siglo XX eran muy complejos (no me atrevería a aventurar que fuesen parecidos a los actuales…). Entre los territorios que se vieron engullidos por el voraz apetito germano se contaban Austria, Ucrania o Polonia. Otros, entre los que destacaban parte de los Países Bajos, Suiza, la totalidad de Centroeuropa, Francia, Italia o Grecia, se sumaron a los territorios ocupados que, aunque no participaron activamente del sentimiento, si prefirieron doblegarse y decidir, por un lado, su supervivencia, y por otro, mantenerse dignos aunque serviles.
De entre todos ellos, es Dinamarca, el marco espacial para el desarrollo de la acción en la novela juvenil ¿Quién cuenta las estrellas? de Lois Lowry (editorial Espasa), un país donde sus habitantes vivieron medianamente tranquilos mientras duró la contienda (cosa bastante rara dada la proximidad a Inglaterra) y donde el exterminio judío comenzó fue bastante tardío. A pesar de ello este libro, sencillo y bien escrito, narra las peripecias de dos familias cuyas hijas, Annemarie y Ellen, mantienen una relación de amistad, que será la detonante de una lucha por salvar las vidas de los miembros judíos de una de ellas trasladándolos a Suecia, un país libre del yugo nazi.
Aunque basada en hecho reales, es una narración bastante vívida en la que destaca la acción de vértigo que crea esa atmósfera de preocupación, de solidaridad entre vecinos, algo que no se ve hoy día. ¿Necesitaremos otra guerra para ello? Esperemos que no…

martes, 5 de marzo de 2013

Libros y nazismo (3)



Antes de comenzar con la selección sobre “Libros y nazismo” merodeé por algunas páginas conocidas, e hice una preselección de las obras que quería leer para completar otras que guardaba en la manga desde hacía un tiempo. De entre todas ellas me llamó la atención El profesor de música, escrita por Yaël Hassan y editada en nuestro país por Edelvives. Tras haberla  diseccionado, ya no sé qué decir de ella, por lo que, como acostumbro, me enredaré en una telaraña de pensamientos.
Aunque mi querida Amparo se empeñe en defender la no existencia de la llamada literatura femenina, sigo sosteniendo que se equivoca, prueba de ello son los miles de novelas que, como esta, están pensadas para niñas de colegio monjil (y no me refiero a las protagonistas de las Mujercitas de Alcott… ¡ya quisieran muchas!). Dulzona y suavecita, esta historia de un maestro a pique de jubilarse harto de tanta inmigración y energúmeno suelto (ahora es cuando alguno se pone la camiseta verde…), le da por el rollo constructivista y la escuela de Piaget -con todo mi cariño: sólo falta un pedagogo argentino dándoselas de ofendido- para hacer terapia con el resto de la comunidad educativa (inspectores incluidos, ¡que me meo!) y gritar a los cuatro vientos los horrores que, tanto su señora, como él, sufrieron en el campo de concentración de Auswitchz.
Siéndoles sincero, esperaba algo más (es lo que tiene haber leído antes cuatro clásicos…). Si bien es cierto que este librito se consume en poco más de una hora –una buena baza para lectores poco acostumbrados-, hay que decir que saca poca chicha de un argumento que podría dar más de sí (o eso creo yo…), y que sigo sin dar crédito al hecho de que muchos “lijeros” lo tachen de imprescindible (quizá se deba a la sencillez del texto, sin más pretensiones que el entretenimiento, que a fin de cuentas es una buena razón…, aunque también empiezo a pensar que muchos están abaratando sus críticas).
Sintetizando. Hay un rasgo definitorio de esta novelilla juvenil: aunque la autora sea de origen judío, su libro confiesa que no vivió en primera persona aquel sufrimiento... Pese a ello, se puede leer. No hace falta nada más.

lunes, 25 de febrero de 2013

Libros y nazismo (2)



Continuando con mi propósito de elaborar una breve selección de títulos relacionados con las barbaries que trajo consigo el nazismo, desgrano hoy Soldados de plomo (editorial Bruño), otra de las obras del premio Hans C. Andersen, Uri Orlev.
Aunque esta novela juvenil está narrada en tercera persona, contando las idas, las venidas y las desgracias de un niño judío y su familia, hace alusión a la propia vida del autor, otra de las numerosas víctimas del antisemitismo, pilar abominable del social-comunismo hitleriano que obligó a Orlev a permanecer unos años en el campo de concentración de Bergen-Bersen junto a su madre y hermano para ser testigo de las perrerías que allí tuvieron lugar.
Aunque parecida a otras muchas novelas sobre el tema, plagadas de calamidades y descripciones capaces de emocionar a un témpano de hielo (¡Qué naturaleza la humana!... los animales, al menos, no disfrutan con la muerte de sus congéneres), en ella podemos encontrar ciertos rasgos bastante llamativos, como son:
-          Orlev no se conforma con relatar un suceso, focalizando toda la narración en el drama y la lágrima fácil, sino que lo contextualiza, es decir, aporta otros datos reales que aproximan al lector a otros puntos de vista, un aspecto necesario en novelas históricas de este tipo.
-          El escritor, además de basarse en las relaciones entre víctimas y verdugos, arroja otra serie de sentimientos e impresiones, que van desde el odio, hasta la conmiseración, la penitencia o el perdón. Denoto esto como un rasgo diferenciador puesto que muchas otras obras del mismo estilo (véanse libros, películas o documentales) centran la atención sobre las víctimas y su papel de mártires.
-          La mirada infantil. Aunque el protagonista, como en gran parte de la narrativa infantil y juvenil, sea un niño, Uri Orlev es capaz de transmitirnos dos rasgos sumamente importantes, por un lado su humanidad (ningún niño es bueno o malo, angel o demonio, simplemente ES), y por otro lado el crecimiento personal que en él se obra, no sólo por el paso de los años, sino por todo lo vivido.

lunes, 18 de febrero de 2013

Libros y nazismo (1)


El pasado 30 de enero se cumplieron ochenta años desde que Adolf Hitler fuera nombrado canciller de Alemania por el entonces presidente Paul von Hindenburg, un hecho que repercutió increíblemente, no sólo en la Historia universal del siglo XX, sino en otros contextos como el artístico, el tecnológico o el literario, el que aquí nos ocupa.
Decenas de títulos que trazan argumentos sobre las barbaries acontecidas durante el nazismo, se agolpan en las estanterías de bibliotecas y librerías, por lo que la triste excusa de los campos de concentración, las cámaras de gas y la limpieza religiosa, étnica o sexual, siguen vivas, no sólo en el ideario colectivo, sino como recuerdo de todos los que murieron por los complejos y la envidia, causas de cualquier conflicto.
Lejos de profundizar en el contexto histórico (sobre ello hay muchos que saben más que yo) y dado lo ávidos que son mis lectores por las recomendaciones de lectura temáticas -soy poco aficionado a los listados, aunque creo que a veces son necesarios…-, durante esta y las próximas semanas reseñaré algunos libros para niños, jóvenes y no tan jóvenes que creo de buena calidad, de poca lágrima y bastante objetivos, sobre los acontecimientos que trajo consigo el Tercer Reich (y no me refiero precisamente al “escarabajo” de Volkswagen, las carreteras alemanas o la Cruz de Honor de la Madre Alemana).
El primero de estos libros es el re-editado recientemente Cartas a Bárbara, de Leo Meter (Lóguez). En esta edición, bellamente acompañada por las ilustraciones originales del autor, se recogen las cartas que el artista y escenógrafo alemán Leo Meter envía a Bárbara, la hija que tuvo con la judía de origen holandés Elisabeth Plaut, durante la II Guerra Mundial desde Ucrania, adonde es enviado para luchar en el bando germano. De sutil belleza y lenguaje cercano, narra la realidad de una vieja Europa minada por la tristeza, omitiendo en todo momento la palabra “guerra”, un vocablo censurado por régimen nazi. Léanlo con una sonrisa porque en todas sus páginas cabe la esperanza.

martes, 21 de diciembre de 2010

Bilingüismo


Hace unos años era impensable que en la escuela pública, tan resignada, tan anticuada, se impartiesen enseñanzas bilingües (incluso en la actualidad es difícil concebirlo…), cuestión que quedaba confinada a centros como el Liceo Francés o el Colegio Alemán, pero hoy, fíjense, damos una patada y en cada esquina aparecen diez secciones europeas para mayor gloria de nuestro sistema educativo. ¿Será fruto de los cientos de millones que, según dice este gobierno y otros tantos predecesores, se han invertido en la materia “gris” de los escolares? Claro, señores: hay que invertir en nuevas formas de analfabetismo, en nuevas definiciones de segregación pedagógica o en nuevos libros de texto. ¡Eso sí!, para que aprendan la tabla del nueve, las provincias españolas o el engranaje de un motor diesel, ¡ni hablar del peluquín!



No me crean reaccionario por no ser gran partidario de que sus hijos formen parte de esa supuesta élite de plurilingüistas que manejan todos los cotarros. No. Yo soy un defensor a ultranza de la diversidad idiomática…, pero antes dejen que sus hijos aprendan español, no sea que, durante estos días de matanza, alguien les pida un lebrillo para recoger la sangre que chorrea el gorrino y se presenten con el orinal de la abuela Juana bajo el sobaco.
En cualquier caso y solidarizándome con todos esos padres que repelan los bolsillos para procurar a su prole una buena preparación (N.B.: aparte de inglés, francés y alemán, vayan pensando en el mandarín y el cantonés…), hoy les recomiendo un libro-álbum básico, recién comercializado en España y en lengua inglesa por la casa anglonorteamericana Phaidon (¡oportunistas!). 



“¿Y por qué recomiendas un libro editado en inglés, querido Román?” En primer lugar porque a falta de pan, buenas son tortas, y en segundo término porque seguramente Otto, The Autobiography of a Teddy Bear de Tomi Ungerer (sí, el mismo de Los tres bandidos), un libro que cuenta a través de la mirada de un desafortunado oso de peluche algunos de los acontecimientos más importantes y tristes del pasado siglo XX, es de los mejores en su temática.
En este libro el genial autor toma como vehículo narrativo un oso de peluche, un juguete clásico con el que el niño se siente cercano y hasta identificado, algo que sucede en otras obras de este tipo como el conocidísimo Cuando Hitler robó el conejo rosa de Judith Kerr. Así mismo le confiere vida, es decir, que protagonista y narrador son el mismo personaje, algo que ayuda a la verosimilitud del relato desde la primera persona.



A todo ello hay que unir que es una obra bastante expositiva y que no cae en prejuicios personales a pesar de posicionarse en el lado del humanismo, una corriente de la que Ungerer, a pesar de su omnipresente tono irónico y creativo, siempre toma parte, rechazando los conflictos bélicos y sus consecuencias para con los inocentes, al mismo tiempo que ensalza a las minorías étnicas o abre el debate sobre la homosexualidad y la lucha de clases.
Y mientras pienso en las escuelas del ayer y del hoy, sólo me queda no sucumbir a la nostalgia de la letra que con tanto arte cantaba Camarón… Cuando los niños en la escuela estudiaban pa’l mañana, mi vida era la fragua. Yunque y clavos de Alcayata



jueves, 28 de febrero de 2008

Holocaustos



Encuentro extraño que últimamente no nademos entre títulos, mensajes o imágenes que hagan referencia al holocausto judío. Ciertamente extraño, pues en las últimas décadas, el empeño de ciertos sectores del mundo cultural (los medios de comunicación, así como el séptimo arte y/o la literatura) por bombardearnos con historias ambientadas en campos de concentración nazis, cámaras de gas, caravanas mortuorias y trabajos inhumanos vestidos de rayas, era titánico. No sé qué habrá ocurrido en nuestros tiempos para que exista este ligero paréntesis, pero no creo que dure en exceso… Esperaremos a ver qué sucede...
Considero una suerte que ocurra esto, no porque sostenga pensamientos antisemitas, nunca, sino porque este lapso de tiempo puede ser utilizado por muchos autores, como Tomi Ungerer y su excelente Otto, para dar rienda suelta a las musas creadoras y narrar a través de historias edificantes lo que aconteció, no sólo en este, sino en otros genocidios que han sucedido y suceden en nuestro vasto y triste mundo (N.B.: Omitiré los ejemplos ya que me dispongo a comer y prefiero ser considerado con mi estómago).


A veces, por ese sentido práctico que desprenden mis actuaciones, considero que la Literatura, aparte de muchas otras cosas, tiene la capacidad de enseñarnos, de lograr que aprendamos. Llevo bastante tiempo comentando con el resto de mis compañeros de trabajo esa visión maniquea, al tiempo que animo sobre el uso didáctico que pueden tener ciertos títulos de la Literatura Infantil y Juvenil. El compañero encargado de la docencia histórica es un tanto escéptico al respecto, o quizá algo vago (perdóname Carlos, yo soy el primer exponente de ese grupo de maestros). Le recomendé cierto cómic para explicar los acontecimientos de la Primera Guerra Mundial, así como los pormenores del régimen nazi y sus consecuencias, y aún estoy esperando que lo lea…, eso sí, no es cualquier cómic, sino Maus (Art Spiegelman), el primer cómic que recibió el premio Pulitzer. Maus es una historia esencial, claro exponente de rigor histórico y narración no sesgada, tampoco adolece del sentimentalismo barato e indaga en la propia naturaleza humana. Aunque es considerada una obra para adultos, el formato lo hace accesible para el joven que se encuentra inclinado hacia la lectura, además, si obviamos ciertos pasajes en las que muchos personajes discurren sobre el comportamiento humano y otras miserias de la vida, trata abiertamente temas fundamentales para cualquier adolescente en plena formación.



No podía dejar citar en esta lectura de hoy el que, por antonomasia, se ha convertido en el mayor exponente de libro ilustrado que versa sobre el genocidio judío, Rosa Blanca. Este título, aparte de ser una exquisitez visual, cuenta los acontecimientos desde la perspectiva inocente de una niña alemana que no comprende el porqué del odio humano, el porqué muchos niños como ella se encuentran moribundos, presos y esclavizados. La obra cumbre de Roberto Innocenti que, por ósmosis y junto a Ruth Vander Zee, han engendrado otro título que trata el mismo tema, La historia de Erika.



Como epílogo, recordaré en honor a todas aquellas víctimas de la barbarie humana, las palabras que quedaron grabadas en los muros de Austwichtz, "El hombre que olvida su pasado, está condenado a repetirlo".