Antes
de comenzar con la selección sobre “Libros y nazismo” merodeé por algunas
páginas conocidas, e hice una preselección de las obras que quería leer para
completar otras que guardaba en la manga desde hacía un tiempo. De entre todas
ellas me llamó la atención El profesor de
música, escrita por Yaël Hassan y editada en nuestro país por Edelvives.
Tras haberla diseccionado, ya no sé qué
decir de ella, por lo que, como acostumbro, me enredaré en una telaraña de
pensamientos.
Aunque
mi querida Amparo se empeñe en defender la no existencia de la llamada
literatura femenina, sigo sosteniendo que se equivoca, prueba de ello son los
miles de novelas que, como esta, están pensadas para niñas de colegio monjil (y
no me refiero a las protagonistas de las Mujercitas
de Alcott… ¡ya quisieran muchas!). Dulzona y suavecita, esta historia de un
maestro a pique de jubilarse harto de tanta inmigración y energúmeno suelto (ahora
es cuando alguno se pone la camiseta verde…), le da por el rollo
constructivista y la escuela de Piaget -con todo mi cariño: sólo falta un
pedagogo argentino dándoselas de ofendido- para hacer terapia con el resto de
la comunidad educativa (inspectores incluidos, ¡que me meo!) y gritar a los
cuatro vientos los horrores que, tanto su señora, como él, sufrieron en el
campo de concentración de Auswitchz.
Siéndoles
sincero, esperaba algo más (es lo que tiene haber leído antes cuatro
clásicos…). Si bien es cierto que este librito se consume en poco más de una
hora –una buena baza para lectores poco acostumbrados-, hay que decir que saca
poca chicha de un argumento que podría dar más de sí (o eso creo yo…), y que
sigo sin dar crédito al hecho de que muchos “lijeros” lo tachen de
imprescindible (quizá se deba a la sencillez del texto, sin más pretensiones
que el entretenimiento, que a fin de cuentas es una buena razón…, aunque
también empiezo a pensar que muchos están abaratando sus críticas).
Sintetizando.
Hay un rasgo definitorio de esta novelilla juvenil: aunque la autora sea de
origen judío, su libro confiesa que no vivió en primera persona aquel
sufrimiento... Pese a ello, se puede leer. No hace falta nada más.
2 comentarios:
Querido Román: tu querida Amparo ¿soy yo?
Si es así tengo que decirte que la etiqueta "literatura femenina" es la que algunos críticos y autores han utilizado para menospreciar obras que ellos consideran "menores". No quiero entrar en dimes y diretes, pero esas etiquetas lo que intentan (desde mi humilde punto de vista) es menospreciar por un lado las obras a las que se refieren y por otro lado a las personas que las leen. Yo creo que la buena literatura no tiene ni género, ni sexo,ni edad, por mucho que se empeñen algunas editoriales en que creamos lo contrario...
O tal vez esté equivocada después de lo de Grey.
¡Gen santa!
¡Esa eres tú!¡Cómo te gusta entrar al trapo e impartir dogma! ja, ja, ja... Lo de Grey es, sencillamente,"MA-RA-VI-LLO-SO".
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