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miércoles, 27 de marzo de 2024

Lobos que acechan


El lobo, ese animal en torno al que se han desarrollado los cuentos de la vieja Europa, empieza a llenar de nuevo el medio natural gracias a la reintroducción en ciertas áreas donde se había extinguido y las políticas proteccionistas.
A pesar de todo lo bucólico que le rodea, no hay que tomarse a cachondeo a este mamífero, pues como nos lleva avisando la tradición oral muchos siglos, lo del lobo es bastante serio, y aquí, este biólogo, se lo va a demostrar.


Aunque los europeos pensamos que es un animal propio de nuestras fronteras, el lobo tiene su área de distribución repartida entre Norteamérica, Europa, gran parte de Asia continental y el norte de África. Todos ellos pertenecen a dos especies, el lobo gris (Canis lupus), que presenta varias subespecies como el lobo ártico o el ibérico, y el lobo rojo (Canis rufus). Si bien es cierto que algunos autores también hablan del lobo abisinio o etíope (Canis sinensis), no existe un consenso científico al respecto.
Atendamos a su dieta… Si bien es cierto que los lobos son animales carnívoros, también se podría definir como oportunista, ya que a veces pueden consumir bayas y frutas, alimentarse de carroña, e incluso cometer canibalismo. ¿Y por qué hace esto? Básicamente, porque pasa mucha hambre, y a falta de pan…


El lobo es un animal gregario, es decir, vive con otros lobos en grupo, lo que llamamos manada. Una manada es una asociación (casi) familiar que está formada por entre seis y veinte individuos, generalmente un lobo macho, una hembra y los hijos de estos. Cuando hay varios machos en una manada, se establece una jerarquía, es decir, hay rangos. El que gobierna la manada es el macho alfa, el que le sigue es el beta, el siguiente, el omega, etc.
Los miembros de una misma manada cooperan entre sí, tanto en la obtención de alimento (cazar en grupo, sobre todo animales grandes), como en la crianza (por ejemplo, los machos proveen de alimento a las crías regurgitando su propia comida). Para todas estas interacciones utilizan su olfato y, sobre todo, señales sonoras. Sí, el aullido sirve para comunicarse entre ellos y poco tiene que ver con la luna llena. Así que si alguna vez oyes un lobo aullar, sal corriendo porque detrás vienen un montón.


A pesar de esta cooperación, seguramente y más de una vez habréis oído que los lobos se matan entre ellos. No es un mito. Aunque no es lo normal, puede suceder por diferentes causas. Se relaciona con luchas de poder entre los machos de una misma manada, la falta de alimentos o con fenómenos reproductivos (si una hembra pierde a la prole, se quedará antes preñada de un nuevo lobo).


Y para terminar esta mini-clase de lobos, aquí os traigo un par de historias protagonizadas por ellos. La primera es El cordero que dijo basta, un álbum de Didier Jean y Zad que rescata de los anaqueles la editorial EntreDos.
Un rebaño de ovejas vive en la pradera que hay entre la cerca y el acantilado. Aprovechando esta situación, el lobo comienza a zampárselas. Llega la primera. Al resto no le importa porque está enferma. La segunda. Tampoco llama la atención porque es la oveja negra que a nadie le cae bien. Una tras otra van cayendo hasta que el cordero más joven pone algo de cabeza en el asunto y convence a las demás para llevar a cabo un plan. ¿Lograrán poner en su sitio al lobo?


Con unas guardas a modo de prólogo y epílogo, unas ilustraciones texturizadas (esta técnica me recuerda al pastel o la cera), imágenes a modo de viñetas, cierta óptica cinematográfica, y unos elementos narrativos excepcionales (Me encantan como hablan las sombras), este álbum consigue trazar un inmejorable camino a la hora de dialogar sobre el poder de la colectividad humana, utilizando una situación cercana desde el universo animal.


La segunda lleva por título Un lobo en la negra noche… En este libro de Sandrine Beau y Loïc Méhée que ha publicado la editorial Petaletras las pasadas semanas nos cuenta la historia de un lobo que está en la cama. En mitad de la negra noche, abre un ojo. Luego el otro. Abre sus fauces. Se destapa. Asoma una garra, luego la otra. Se levanta y…


Con una secuencia de imágenes cuyo fondo va pasando del negro al amarillo, los autores nos amenizan una historia cotidiana a modo de sketch o comedia de situación en la que la oscuridad y las penumbras juegan un papel esencial. La cadencia en la voz narrativa y el suspense, se adueñan del lector para que, al final, suelte una carcajada gracias al efectismo escatológico. En definitiva, un lobezno muy gracioso y sorprendente.

lunes, 11 de noviembre de 2019

¡Que viene el lobo!


Las elecciones, sobre todo las generales, se parecen cada día más a un partido de fútbol. Son una especie de batalla campal (y virtual, que anda que no hay mítines en Twitter, Facebook e Instagram), en la que los aficionados (llamémosles por su nombre) corean todo tipo de cánticos (me abstengo de entonarlos porque ando algo jodido del garganchón). Cuando la junta electoral engancha el pito y da a conocer el resultado, todos salen a la calle. Los unos como ganadores, los otros como derrotados. Y venga, que el ritmo no pare hasta el próximo derbi.
Durante las dos últimas campañas electorales, la consigna más coreada en el campo de juego ha sido “¡Que viene el lobo!”. No sé si ha sido muy efectiva a tenor de los resultados electorales, pues creo que el efecto ha sido el contrario (creo que el “Rebota, rebota y en tu culo explota” ha sido lo que ha primado).


Yo, como ácrata que soy, estoy bastante tranquilo, no me altero ni un ápice por los resultados, pues hay que dejar que todos muestren su cara (ahora viene lo bueno), que para eso estamos en “democracia” (entrecomillo hasta que la ley electoral cambie). Las redes se han llenado del “Vota, por favor”, y la gente ha hecho caso a pesar del viento, la lluvia y el resto de meteoros.
Solo les digo: manténgase cautos, pues ni los malos son tan malos ni los buenos son tan buenos, sino todo lo contrario (como diría un gallego). No nos engañemos, porque aquí hay lobos de todo tipo. De los que se esconden bajo la piel de cordero, de los aulladores y poco mordedores, de los muertos de hambre, de los morrifinos y exquisitos, de los encrespados y también de los repeinados. También tenemos lobos de tres al cuarto, mansos y feroces, de los estrategas y solitarios, y de los que se parapetan detrás de la manada.


Si tuviera que elegir alguno ese sería el Lobo de Olivier Douzou (Fondo de Cultura Económica), un animal con mucho salero. Se lo digo porque es uno de esos libros que no para de reeditarse una y otra vez. No me extraña, pues tiene mucho que decir. Veamos… En primer lugar es un álbum pequeñito (17,5 x 17,5 cm), lo que lo hace muy manejable para los pequeños lectores. En segundo lugar cuenta como protagonista con uno de los personajes más queridos/repudiados de la Literatura Infantil clásica.
También hay que llamar la atención sobre la forma en la que el autor nos presenta la historia. A caballo entre el juego de adivinanzas, las retahílas y el ritmo cinematográfico, en cada doble página tenemos texto (página izquierda) e imagen (página derecha) donde el autor construye al personaje a modo de rompecabezas. Primero nariz, luego ojos, orejas…, así hasta completar a un lobo feroz con líneas de tinta y colores contrastados y planos.


Por último, apuntar a ese giro de tuerca sobre las tendencias alimentarias de este famoso carnívoro, algo que saca más de una sonrisa a los primeros lectores y que prefiero no desvelar, pero que ya les adelanto que lo pueden saber contemplando sus tapas peritextuales (si las abren 180º podrán ver la imagen completa y sabrán a lo que me refiero).
Espero que me hagan caso y disfruten de este lobo, pues ni los de Wall Street ni los aspirantes a la Moncloa les robarán la misma sonrisa a sus hijos.