Mostrando entradas con la etiqueta Emily Gravett. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Emily Gravett. Mostrar todas las entradas

miércoles, 22 de junio de 2022

Libros infantiles sobre camaleones


Hay animales que son más susceptibles que otros de aparecen en los obras dedicadas a los niños. Cocodrilos, osos, elefantes, perros y gatos se llevan la palma (hagan click sobre algunos de ellos y descubran algunas entradas dedicadas a libros con estos animales como protagonistas), pero hay muchos otros que, por determinadas características, son la excusa perfecta para tratar ciertos temas. Este es el caso de los camaleones, unos reptiles que a mí, particularmente, me vuelven loco.


Nadie puede negar que son animales muy especiales. Y es que las más de 160 especies de camaleones conocidas comparten una serie de características comunes únicas.
Por un lado son reptiles generalmente arborícolas, una forma de vida que tiene relación con la forma de sus patas (dos dedos prensiles en vez de cuatro) y una cola que puede agarrarse a cualquier rama.
Por otro, sus párpados se encuentran unidos formando una estructura cónica en torno al ojo, de manera que este se abre a la luz mediante una zona circular. Al mismo tiempo, esos ojos tienen un movimiento independiente el uno del otro y su capacidad de giro es bastante alta.
También tienen una lengua larguísima que son capaces de lanzar a velocidades pasmosas, algo que les permite capturar a sus presas a una cierta distancia y por sorpresa.
La última y más sorprendente característica, es que su tegumento (el pellejo, para que nos entendamos) está formado por una serie de células, los cromatóforos y los guanóforos, que son capaces de modificar su color e intensidad.


Quizá la característica que más se utiliza como hilo argumental en este tipo de álbumes es la del cambio de color, pero cabe recordar que los camaleones no cambian de color para camuflarse, sino como respuesta a los cambios de temperatura, para aparearse o como defensa frente a otros camaleones. Lo que podría tomarse en principio como un elemento informativo más, no lo es, ya que se adscribe a un error de concepto científico y por tanto, hasta que la zoología demuestre lo contrario, sigue siendo ficcional.
A veces la Literatura tiene estas cosas y a pesar de ser igualmente válida como acto creativo, no lo es tanto en otros términos, así como ayuda a mantener en el tiempo clichés e ideas preconcebidas que distan mucho de la realidad.
Para corroborarlo, tendrán que acercarse a los pinares y encinares de Almería o Málaga, (tengan cuidado para no molestarlos ni hacerles daño o por el contrario, como muchas tribus africanas piensan, una maldición se cernerá sobre ustedes). Y si no les pilla cerca, siempre pueden leerse cualquiera de los siguientes libros.



El primero es Su propio color, un libro de Leo Lionni que acaba de editar Kalandraka. Todos los animales tienen su propio color excepto el camaleón. Según Lionni el camaleón cambia de color dependiendo de donde esté, así que uno de ellos decide permanecer sobre una hoja para ser siempre verde. Pero la naturaleza también es cambiante (un giro discursivo muy interesante) y el camaleón se ve obligado a cambiar de color nuevamente. Entristecido, el camaleón vaga de nuevo buscando su propio color hasta que se encuentra con otro camaleón que introduce otro nuevo concepto discursivo, la aceptación personal y la identificación con sus iguales.


Con agudas coloristas, líneas sencillas y formas planas, el genio italiano nos acerca una vez más a una historia que algunos podrían adscribirla al libro de valores, pero que para mí se presta mucho a la libre interpretación, sobre todo cuando la mediación lectora no se centra en las evidencias y lo manido.



El segundo es Simón, un álbum de Amaia Arrazola publicado por Flamboyant. Está protagonizado por un camaleón que es incapaz de cambiar de color cuando toca. Prueba en mitad de los árboles, con un campo de girasoles e incluso debajo del agua, pero nada. Su piel adquiere la coloración que le da la gana. Al final tendrá que convivir con ese pequeño defecto y no intentar ser un camaleón perfecto.


En la misma línea que el anterior, este libro colorista con un estilo muy particular, trata el amor propio desde una visión intraespecífica, es decir Simón además de ser diferente del resto de animales, también es diferente entre los camaleones, lo que en este caso sí le proporciona un discurso más psicosocial que se dirige directamente a lo humano.



El que le sigue no es otro que El camaleón camaleónico de Eric Carle, un boardbook sensacional con mucha marcha. Este camaleón llevaba una vida bastante aburrida hasta que se le ocurrió visitar el zoo. Le encanta todo lo que ve. Elefantes, jirafas, ciervos, flamencos o tortugas. Quiere ser como todos ellos y empieza a modificar no solo el color de su cuerpo sino también su anatomía. Pero llegará el punto en el que, con tanto cambio, ya no sabrá quién es y la cosa se irá de madre. 


Disparatado y elaborado con las técnicas que ya hablamos en este monográfico, este libro no es solo un juego de adiciones, sino también de adivinanzas y creatividad donde las imágenes quiméricas son el punto de partida para construir el discurso sobre un formato único (¿Recuerdan los listines telefónicos en papel? Pues eso mismo). 


Sí, amigos, Eric Carle le da una vuelta de tuerca a la capacidad mutante del camaleón y nos habla de la identidad, un concepto estupendo que puede tratarse desde prismas variados como la filosofía, la biología o la psicología. 



El último de esta tanda es El camaleón azul de Emily Gravett que está editado en nuestro país por la editorial Picarona. En este libro para primerísimos lectores, la autora inglesa enfrenta en cada doble página al protagonista con diferentes objetos de tal forma que el camaleón no solo cambia de color, sino que intenta adoptar su forma.


El lenguaje, tanto verbal, como visual, es bastante interesante. En lo que se refiere al texto, Gravett adscribe el adjetivo a la página izquierda, donde generalmente se encuentra el camaleón y la del sustantivo a la izquierda, donde siempre está el objeto, lo que establece una secuencia rítmica espacial muy interesante para un tipo de lectores que gustan de la repetición y las referencias. En lo referente a las ilustraciones, la autora introduce juegos visuales que pasan por añadir dinamismo y variar la ubicación de los elementos en la página (véase el caso del saltamontes) o el uso de tintas con relieve para sorprender al espectador.


Detalles como la forma de los créditos (es una virguería que habrá sacado loco al maquetador) o guardas a modo de prólogo-epílogo, siempre hacen de sus títulos una delicia en torno al género del álbum.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Ilustradores contemporáneos: Emily Gravett


Aprovechando la publicación de buena parte de la obra de Emily Gravett por la editorial Picarona, he decidido hacerle un hueco a una de las autoras de álbum ilustrado contemporáneo más aclamadas tanto por público como crítica. Así que, retomando a los ilustradores de estos días abrimos fuego con algunos datos sobre esta artista.


Emily Gravett nace en Brighton (Inglaterra) en 1972. Su padre, que era impresor, y su madre, una profesora de arte, se separaron cuando era pequeña. Aunque vivía con su madre en aquella época, le gustaba acompañar a su padre a pintar en los museos. Tras terminar la secundaria con excelentes calificaciones en el (llamémosle así para entendernos) “bachillerato” artístico (GCSE), empezó un periplo alrededor de Inglaterra durante ocho años, una época nómada (vivió en “una gran variedad de vehículos” según ella misma) y muy enriquecedora en la que conoció a su actual pareja, Mik. 


En 1997 se afincó en Gales y tuvo a su hija Oleander. Es entonces cuando se dio cuenta de que quería estudiar algo relacionado con el dibujo, su verdadera destreza, y se inscribió en un curso de arte. Gracias a las buenas calificaciones obtenidas, en 2001, decidió matricularse en un grado de ilustración en la universidad de Brighton, su ciudad natal. En el segundo año de carrera Emily se animó a participar en el prestigioso premio MacMillan de Ilustración Infantil y logró un accésit por su excelente trabajo. Al año siguiente, 2004, se graduó y se volvió a presentar al citado premio con su proyecto fin de grado que llevaba por título Wolves (Lobos, en castellano en Castillo-MacMillan España) y que realizó en seis semanas. Ganó por unanimidad y que fue publicado al año siguiente con una enorme acogida, tanto por el público, como por la crítica, que le otorgó la primera de sus dos medalla Greenaway en 2006. 


Continuó trabajando en Orange Pear Apple Bear, un libro que esbozó en ¡11 horas!, Meerkat mail y The imaginary, hasta que en 2008 ganó su segunda medalla (algo que sólo han conseguido unos pocos afortunados) por su exquisito trabajo en El gran libro delos miedos del ratoncito. Le siguieron obras como Mi mono y yo, El huevo misterioso, Perros, su serie de El oso y la liebre o El gato de Matilda que, junto a otros títulos como El camaleón azul, Un sombrero muy anticuado, 10 perros y 10 gatos superan la veintena (pueden encontrarlos todos en la editorial Picarona). A día de hoy vive en Brighton con su hija y su pareja, ideando historias fantásticas desde su ático-estudio con vistas a South Downs




Las historias que cuenta están llenas de humor que, aunque a veces puede parecer tontorrón, está lleno de ironías y paradojas, y puede llegar a ser bastante punzante y crítico. Como ejemplo tenemos ¡Qué ordenado! o ¡Demasiadas cosas! (Picarona nuevamente), que se desarrollan en un bosque con el mismo elenco de personajes. El primero es una conspiración en toda regla contra el exceso de pulcritud, y el segundo se centra en la importancia de ese materialismo actual que nos impide ver lo verdaderamente importante. En otros casos como ¡El lobo no nos morderá! (en la misma editorial que los anteriores), su puntito canalla se ve acentuado por la variedad tipográfica, tanto en tamaño, como en estilo.




Sobre el estilo de sus ilustraciones hay que decir que se adscribe al tradicional dentro del mundo del álbum anglosajón, uno que bebe de técnicas artísticas clásicas como son la acuarela, el gouache y el lápiz de color, una caracterización a-”cartoon”-ada de los personajes, escenas planas sobre fondo blanco -generalmente-, cierto dinamismo en las figuras que las configuran, la superposición de otras ilustraciones, y la inclusión de elementos como fotografías, mapas, noticias, elementos "pop-up" como las solapas de Hechizos (Picarona) cartas o tarjetas a modo de collage que trabajan el objeto libro desde un punto de vista más interactivo. 




Como nota curiosa en la creación de sus ilustraciones, hay que señalar el proceso que desarrolló para darle realismo a las de El gran libro de los miedos del ratoncito (Picarona). Según cuenta ella misma, impregnó papel con yogur y lo metió en la jaula de Botón y Mr Mu, dos ratas que tenía como mascotas y a las que dedica este libro, que mordieron y sobre el que depositaron sus excrementos. Emily recuperó estos papeles y los escaneó para utilizarlos como fondo en las ilustraciones de un excelente álbum informativo (N.B.: Hizo algo parecido con algunas imágenes de Lobos, azuzando a un perro para que la mordiera. Como no tuvo éxito, le pegó una dentellada ella misma).




Las características que definen a los libros de Emily Gravett, aunque muy variadas, confluyen en una serie de puntos como son la metaficción (Este palabro incluye a todas aquellas obras literarias que salen de sí mismas y se contemplan; una ficción dentro de otra ficción para lanzar un guiño cómplice al lector), el dinamismo, tanto de la ilustración, como en la actividad lectora (El lector forma parte de la acción, descubre elementos minuciosos, debe pasar páginas hacia atrás y hacia delante, levanta solapas o despliega mapas, lo que da lugar a un objeto interactivo que juega sorprendiendo al niño) y los elementos peritextuales (en casi todos sus libros llama la atención el uso de troqueles, la inclusión de las guardas como elemento narrativo de síntesis, de ampliación o complementario, o un pensado diseño de las tapas que, en algunos casos como ¡Otra vez! (Picarona), un álbum muy apreciado por los amantes de los libros, son las protagonistas de la narración que, aunque a veces peque de efectista, son eficaces en la construcción del mensaje).




Todo esto y mucho más es lo que, a mi juicio, la incluye dentro de la élite de los creadores de grandes álbumes contemporáneos, a pesar de que muchos de sus detractores la cataloguen dentro de las corrientes casposas del álbum inglés por recurrir a estilos poco vanguardistas y posicionarse en la esfera del discurso poco rebuscado. Así que “Long live Emily Gravett!”




lunes, 28 de diciembre de 2015

Miedo a la estupidez y los inocentes


Ya estamos en Navidad y toca una de cachondeo, no sólo porque los bares están a rebosar de borrachos, sino porque en estas fiestas tan entrañables en las que hay más miedo que alegría, hay que poner una nota de color y sacarle una sonrisa a este día. Así que, vamos a echarle guindas al pavo y hablar de realidades que, dado su absurdez, parecen inocentadas...
Las cotas de degradación cultural que estamos alcanzando provocan muchas paradojas encaminadas a hacer de este país un (ch)ocho sin precedentes. He aquí unos cuantos ejemplos... Mis alumnos ya no saben qué animales había en el portal de Belén, algo que no me extraña porque el otro día les oí cantar un villancico que parecía aconfesional (y un servidor, que no ha pasado por la pila bautismal pero que identifica el catolicismo como parte de la cultura occidental, ojiplático).


La cosa no sólo queda ahí... También están esos que alardean de progresistas y prefieren que se caguen en sus muertos a que les deseen ¡Feliz Navidad!, y sufren orgasmos televisivos cuando ven a la edil madrileña poniéndose hasta la trancas de langostinos (y demagogia barata) junto a doscientos pobres (la denominacion de “desfavorecidos” habría que estudiarla...) para pescar unos cuantos votos.
Sólo faltaban “las tres reyas magas” que van a hacer de las suyas en el desfile de Carabanchel (menos mal que a Rosendo Mercado se la sudará tanta puñeta) haciendo gala de esa arenga tan cristiana de “¡Dejad que los niños se acerquen a mí!” (pero sin dan por culo me los meriendo). Lo de que una mujer se disfrace de hombre para reivindicar la lucha feminista es lo más escatológico que he oído después de que un blanco se pinte de negro para ejercer de Baltasar (¡Con la cantidad de subsaharianos que pasan miseria en este país!). Así que, de reinas, poco...


Pero el colmo de la estupidez se resume en esos hijos del socialismo que, no contentos con haber tenido una educación envidiable (fue lo único bueno que trajo la EGB, porque LOGSE, LOE y LOMCE son para mear y no echar gota), demonizan el sorteo especial de navidad (será eso de lo mío pa' mi y lo de los demás, a repartir) no sin razón a tenor de la violencia que se ha desatado entre cuatro pobres de Roquetas de Mar.
Así pasa, que con esta España tan absurda, un servidor y su lectora alemana, están sobrecogidos por el precipicio que se abre entre nosotros y el Viejo Continente. Temblamos ante la que se nos avecina, y no precisamente por las bromas que nos acontezcan en este Día de los Santos Inocentes, sino por las tonterías que haremos con tal de ser el culo de Europa. No sé qué nombre recibirá este miedo ligero y extraño, ni si será fruto de mi estupidez o de la de los demás, pero el caso es que debería recogerse en El gran libro de los miedos del ratoncito, un estupendo catálogo de fobias con mucha chicha ideado por Emily Gravett (hagan click sobre su nombre y déjense sorprender por los entresijos de lo que hace esta mujer) y publicado por Picarona que bien se puede convertir en un regalo para que los niños aprendan sobre sus miedos (y de los demás).


lunes, 13 de octubre de 2014

Cansinos y ofuscados


Cuando algo se convierte en costumbre, deja de tener efecto sobre las múltiples facetas que configuran lo cotidiano y pasa a ser insignificante. Acallar constantemente a los alumnos, llegar siempre tarde, olvidarse de los cumpleaños o perder el teléfono en alguna repisa ajena, son actos que molestan en primera y/o tercera persona, pero que a fin de cuentas, dan buena muestra de nuestra naturaleza humana.
A pesar de lo rutinario y repetitivo del día a día, siempre hay cosas la mar de sorprendentes, que modifican nuestra realidad y nos hacen estar alerta ante los cambios. Algo que muchos llaman “rabiosa actualidad” pero que yo llamo “fuera de lugar”. Seguramente ustedes también conozcan personajes de cierta índole que mueren por ser el centro de atención, idean las estrategias más descabelladas y luchan por estar todo el santo día en el candelero, aunque para ello tengan que cortarse una mano. Conozco bastantes de estos engendros con aires de estrella mediática (para seguir siendo los mismos infelices de siempre… que todo he de decirlo) que, a base de ser terribles seres insignificantes, capaces de dejar con la boca abierta a todo oyente con malabares, peripecias y mucho arte, aburren hasta el hartazgo… ¡Pero oiga! Prefiero a estos saltimbanquis sociópatas que las faldas de tubo, los trajes de chaqueta y las corbatas insulsas de la carrera política…


Aunque quedan pocas tonadilleras en este país, cada vez proliferan más buitres de discurso vacío y bolsillo lleno (prefiero las setas en este otoño tan prometedor para ello). Todo el día en la tele, en la radio, en los periódicos, ganando mandanga, interaccionando con el tejido empresarial a base de licitaciones públicas, y matriculando a sus hijos en colegios trilingües. Lo mejor de todo es que, cuando se les pide responsabilidad por algo, berrean como nenes malcriados y dan pataletas a la menor reprimenda… ¡Menos mal que no les da por quemarnos vivos! (N.B.: Cosa que algunos desearían, pero les sujeta un deseo incontrolable de seguir chupando del bote). Esperemos que sigan tan analfabetos (cosa que abunda en los partidos políticos, ya que los intelectuales se cobijan en la sombra) y no les dé por leer ¡Otra vez!(editorial Picarona), un álbum infantil del mundo anglosajón firmado por la afamada Emily Gravett (Nota: Si quieren conocer algunos entresijos técnicos de este libro con mucha miga, hagan click sobre el nombre de la autora), y tomen nota de lo que hace Cedric, un dragón enfurecido con su libro favorito, cuando su madre cae rendida de sueño tras las reiteradas peticiones de un hijo muy cansino...