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miércoles, 4 de octubre de 2017

Hermosas canciones de ida y vuelta


Aunque algunos criterios para seleccionar libros ilustrados pueden ser más válidos que otros, uno de los que suelo barajar para apuntar hacia un álbum es la honestidad. Quizá no sea muy adecuado si queremos hablar de aspectos técnicos ya que, por muy honestos que seamos, si detrás de un libro no existe cierto bagaje profesional ni decisiones meditadas y bien resueltas, la castaña será más que pilonga.


Viene siendo una realidad que muchos creadores de LIJ prestan demasiada atención a las tendencias para dar vida a sus narraciones, ilustraciones o poemas, una reacción esperable ante un mercado cada vez más competitivo en el que no es difícil abrirse camino y donde el autor, además de supervivencia, opta muchas veces por buscar reconocimiento y aceptación entre el gran público (hay necesidades que costearse y facturas que pagar) en vez de dar rienda suelta a sus proyectos más personales. Algo que no es de extrañar ya que ser consecuente con una idea, además de muy satisfactorio, nos puede acarrear muchos problemas. Seguramente actuar conforme a lo que nos dicta la moral es harto difícil, no sólo por la valentía que destila, sino por el reto que supone, no sólo ante uno mismo, sino ante los demás, esos jueces implacables.


No obstante y aunque esta sea la tendencia más generalizada dentro de los álbumes ilustrados, siempre hay artistas que defienden a ultranza sus ideas y buscan la manera de demostrarle al mundo que no todo son colores estridentes, formas curvas y escenarios repetitivos. Es aquí donde destaca la autoedición como una forma de expresarse sin la necesidad de caer rendido a las totalitarias fauces comerciales que fagocitan cualquier cosa que no sea de su rentable agrado. Libros que nacen de un deseo personal, de una colaboración estrecha y saludable, donde cada uno se expresa de manera libre, sin poses, sin necesidad de convencer a otros, sino simplemente siendo uno mismo. Para luego, cuando la idea toma forma y el resultado es sencillamente fabuloso, aquí tenemos los libros que me encanta reseñar.


Esta es la historia de El tango de Doroteo, un libro escrito por Antón Castro, ilustrado por Javier Hernández y publicado por Libros de Ida y Vuelta, su propio sello editorial. En esta creación poética de estos dos maños de adopción protagonizada por Doroteo, un chico inquieto, luchador y enamoradizo, todo parece destacar. Desde el formato en acordeón (quizá bandoneón sería más preciso), la fábula -que podría haberse convertido en novela- sobre la migración española de ida y vuelta, la sutilidad de la narración o lo simbólico y dulce de sus ilustraciones. Todo parece impecable. 


La puesta en escena de una obra circular que puede leerse en ambos sentidos (por un lado melancólica y nostálgica, por otro tierna y esperanzadora) ofrece nuevas posibilidades al libro como objeto, como juego, no sólo por sus tapas peritextuales ni por la disrupción narrativa entre las escenas que lo forman, sino para armonizar una melodía pasajera, para imaginar esos espacios en blanco que ambos autores, uno en sus palabras y otro en sus imágenes, ofrecen al lector... En fin, no lo duden: canten y bailen a su son.


miércoles, 29 de octubre de 2014

De la autoedición en España...


Dejando a un lado asuntos más banales (no quiero que me critiquen en exceso por comentar la turbidez de la actualidad) y siguiendo con la estela que Ana Garralón marcó a raíz de este artículo, me he permitido la libertad de pensar en la autoedición en España -que es el mercado que conozco-.
Estoy de acuerdo en muchas opiniones que vierte Roger Sutton en su carta abierta. El mercado editorial bulle con títulos para todos gustos y colores. Se edita de todo: álbumes ilustrados, board-books, cuadernos de actividades, libros pop-up, libro-juegos… En definitiva, un sinfín de papel impreso que pone en evidencia que el mercado editorial se ha hundido en el capitalismo más voraz y necesita (como el pret-a-porter) sacar una buena cantidad de libros todas las temporadas. Esto hace que casi todas las grandes editoriales tengan 2 o 3 buenos libros y una espuerta de morralla que tiene dos caminos: no la lee ni el Tato o se vende por docenas. Ocurre algo similar con las pequeñas editoriales, esas que apuestan por pocos libros y bien avenidos (o por la calidad, o por las ventas).
De todo esto se percatan autores noveles y otros principiantes que, tras una lógica aplastante, exclaman: “Si editan esto, ¿por qué coño no van a publicar mi creación que es de mucha más calidad…?”
NOTA: Muchos creadores todavía no se han enterado de que la calidad no viene dada por la novedad, por argumentos enrevesados, víctimas del nonsense y el excentricismo, sino por aportar una nueva visión en la llamada Literatura Infantil, ya que se pueden contar con los dedos de una mano aquellos proyectos que revolucionan artes o ciencias. No se engañen: está todo inventado.
Seguramente será verdad, y se ponen a ello gracias a las facilidades que ofrece el mundo global… pero olvidan una serie de pormenores muy importantes, entre los que cuento:
-  Una buena historia debe ir acompañada de una buena ilustración (y viceversa).
-  Una buena historia debe ir acompañada de un buen formato.
-  Una buena historia debe ir acompañada de buena maquetación y tipografía.
-  Una buena historia debe ir acompañada de una buena impresión.
Son pocos los libros autoeditados que sortean estas grandes barreras, y los que lo hacen se encuentran con la mayor de todas: la distribución del producto. Hoy día, la distribución se ha convertido en una pesadilla para cualquier editor (excepto para las grandes multinacionales que cuentan con su propia red) por las exigencias de estas empresas y por sus porcentajes de ganancia desorbitados... ¿Cómo no van a serlo para el autor que se embarca en el viaje más complicado de todos? Algunas de las ideas que estos valientes encuentran es enmascarar sus productos como bienes de consumo respetables con el medio ambiente, añadirse a causas solidarias, o estar en librerías independientes, estrategias que a veces funcionan para entrar dentro del circuito librero y abrirse un hueco entre tanta competitividad.


A pesar de todas estas trabas he de decir que, de entre todos los libros autoeditados que recibo, me encuentro con alguno que merecería estar en muchas estanterías de bibliotecas y librerías; sobre todo aquellos que pertenecen a ilustradores con grandes conocimientos en edición, algo que me gusta hacer público en este estrado que el ciberespacio me ha dado y sobre el que se sube hoy Cada pulpo con su pulpa, un juego sobre papel maravilloso (lo hubiese preferido en un tamaño mayor, todo hay que decirlo), troquelado y plegado a mano, basado en los juegos de palabras de género (masculino y femenino) que Maguma o lo que es lo mismo Marcos Guardiola Martín (al que auguro un gran futuro como ilustrador gráfico) me vendió cuando iba de incógnito en Ilustratour el pasado mes de julio.