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miércoles, 11 de noviembre de 2009

Ismos


Como uno debe hacerse eco de los temas de candente actualidad y tiene a bien relacionarlos con algún que otro libro, no podía dejar pasar la oportunidad de comentar la celebración de la caída del muro de Berlín con la que hemos sido bombardeados durante las pasadas jornadas. Como ¿todos? sabemos la historia de esta pared de hormigón más larga que un día sin pan, utilizada a modo de navaja en el reparto de la castigada Alemania (hay tartas de cumpleaños para todos los gustos) entre los aliados de la Segunda Guerra Mundial, sobran los discursos historiográficos. No en cambio se han de obviar las palabras que han sido lanzadas estos días desde los púlpitos que la señora Merkel ha puesto al servicio de los gobernantes de esta vieja Europa… Sin señalar a nadie -no soy acusica- me gustaría cerrar la puerta de la demagogia, esa tan abierta en los últimos años, y reparar el daño ocasionado por el analfabetismo de algunos políticos que, confusos ellos o confusos sus asesores, no saben (o no quieren) diferenciar fascismo de comunismo. Aunque los dos sean ismos, que no istmos, no comprendo todavía qué tienen que ver los cojones para comer trigo o qué relación hay entre el agua y el aceite. Me gustaría pensar en la referencia a dos autoritarismos, lo que no descarto de partida, pero lo más gracioso de todo es que el que lanza estas proclamas se dedica al socialismo, léase hijastro del comunismo, y apoya la causa del castrismo (¡vaya lío!)... Si a todo esto le unimos que practica un capitalismo encubierto de falaz ecologismo, me quedo anonadado con tanto buenismo.
Y yéndome a almorzar, me despido con un último consejo para el hombre con semejante lío… Sé de buena tinta que es íntimo amigo de Fernando Savater. Le recomiendo se deje instruir, que no dogmatizar, por él, filósofo y pensador. Puede que encuentre las diferencias entre nazismo y liberalismo. Y si no puede ajustar su apretada agenda para degustar un café con él, lea su Política para Amador, un libro ameno para cualquier adolescente que quiera iniciarse en estas lides. Y poco más…

viernes, 7 de marzo de 2008

Ciudadanos


Por fin terminaron las crisis creativas…, casi al unísono que la campaña electoral. Dos motivos de alegría para este supuesto escritor.
Que llegue el fin de dos indeseables cuestiones es una ráfaga de renovación (esperemos) para las flatulencias ambientales, que últimamente empiezan a oler… Si algo les debo a los líderes políticos es el haber podido prescindir de la televisión durante estos quince días e invertirlos en otros menesteres más provechosos (la productividad espero que venga después…).
Lo que más me molesta de esta situación es que, ahora que mis sinapsis nerviosas se encuentran preparadas para el advenimiento de nuevos pensamientos, vamos a sumergirnos en plena época de evaluaciones (vaya tufo…), pero en fin, olvidémonos de esta tarea mientras no faltemos al deber.
Algunas de mis lecturas durante estos días de relax han estado íntimamente relacionadas con mi razón laboral –también con la social-, véase el caso del Diccionario del ciudadano sin miedo a saber, del advenedizo líder político, otrora filósofo y ensayista, Fernando Savater (NB: Savater siempre se ha considerado filósofo y político, por lo que no creo que le moleste este pequeño juego de palabras que he usado libremente).
Ejemplo de esta relación es el anuncio que hoy, en la portada de algunos rotativos, se refería al golpe asestado a la llamada “Educación para la Ciudadanía” por parte de la justicia andaluza. Y no es de extrañar que semejante ideario de tres al cuarto, fabricado en aras del paternalismo del estado, haya sido vapuleado alguna vez que otra. No es que el aquí firmante posea un afán abolicionista, pero la imposición legislativa para fabricar ciudadanos carece de valía y sólida cimentación, ¡cómo si fuera tan fácil…!
Animo a todo docente, a la lectura de este título, e incluso, su utilización como texto didáctico si ha de enfrentarse a la mencionada asignatura, ya que el alumno-lector no se encontrará con el sectarismo y el vocabulario insufrible de otras obras, sino con una obra amena y sencilla que ahonda en los principios básicos que, se supone (Savater dixit), ha de aprehender para ser ciudadano.

-Señor Bermejo, defíname “ciudadano”.
- Maestro, no sé lo que es eso…
- ¿Se considera usted un “ciudadano”?
- No sé… creo que sí.
- ¿Por qué es un “ciudadano”?
- No he matado a nadie…
- ¿Eso le exime de no ser un “ciudadano”?
- Creo que sí…, tampoco robo…
- Me alegro, Bermejo. ¿Cree usted en Dios?
- A veces… aunque el maestro de “Educación para la Ciudadanía” dice que es mejor no creer en nada… Hay mucha gente que mata por la religión…
- También hay gente que mata para sobrevivir, ¿serían “ciudadanos”?
- No lo sé, maestro…
- Ni usted, ni nadie lo sabe.