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viernes, 6 de enero de 2012

Queridos Reyes Magos...





Queridos Reyes Magos:

Aquí Román, desde Albacete capital… Supongo que les pillo descansando tras la ajetreada jornada de ayer, pero no podía reprimirme más, y, como felino enfadado, he cogido el ordenador para asestarles una serie de reproches a modo de zarpazos…
En primer lugar, advertirles de que he intentado ser buena persona durante el año que hemos dejado atrás… Sí, si, pese a que vocifere mucho en clase, haga gala de una sutil ironía y no sea lo políticamente correcto que todo el mundo desearía, obro de buena fe en todo momento, lo que me convierte en un ser humano, si no correcto, al menos vulgar.
Después de esta aclaración, preguntarles: ¿Cuántos años han de pasar para que me regalen un libro por Navidad…? Estoy harto de menaje del hogar, de juegos de sábanas y de todo tipo de infraestructura doméstica. Ya que las editoriales andan caninas con esto de una crisis que todos han provocado y nadie va a solventar, esperaba, como mínimo, un gesto caritativo de vuesas excelsas majestades… Sólo les había pedido un par de volúmenes recién reeditados llenos de cuentos cortitos que aligerasen el estudio invernal, y no me han dejado ni tan siquiera una migaja de carbón. A eso no hay derecho… ¡Odo! Aquí ha tenido regalo hasta la Intemerata, que si muñecas góticas, que si videoconsolas de última generación o el quién-es-quién futurista, y un servidor se ha quedado compuesto, con dos palmos de narices y sin regalo.
Espero que con esta reprimenda tomen nota para el año próximo y sean más condescendientes con el que aquí suscribe.
Deseándoles un año repleto de trabajo –que falta hace…-, les envía un saludo,

Román Belmonte

miércoles, 13 de mayo de 2009

De ir y no volver


Raro era que el denominado “Debate sobre el estado de la Nación” no nos deparase alguna que otra sorpresa… ¡Lo que da de sí la política! Menos mal que los que nos dedicamos a esto de opinar nos lo pasamos en grande, que si no… La pregunta que me reitero una y otra vez es aquella de “¿Y éstos habrán estudiado algo…?” A la que obtengo silencio por respuesta, que no es poco mirándolo bien (peor hubiese sido que hubiesen cultivado sus molleras y se dedicasen a la eugenesia…).
El caso es que el aquí suscribe está un poco harto, no sólo de enseñar al que no quiere (para los optimistas, suavicémoslo con “al que no sabe que quiere”), sino de dar de comer al analfabeto y gandul por el mero hecho de adscribirse a unos ideales que ni se ha leído. Lo que más me jode es que, detrás de tanta política social (lo de no deducirse por la hipoteca es el colmo de la estulticia para combatir esta crisis que a más de uno le ha pillado de sopetón), lo único que hay es “ansia de sillón” -discúlpenme pero yo prefiero el sofá- porque de socialismo, nada (y no hablemos de las mandangas de la oposición: para ver y oír…). Vamos a ver, si la guita la tiene “amarrá” la banca y no suelta ni un duro para que el currito se pueda comprar una vivienda, ¿cómo quiere el gobierno que disminuya la oferta de inmuebles vacíos y así se reactive la economía? Señorías, lo que necesitamos es una nueva Margaret Tachter o en su defecto, un par de cojones.
Y no me engangreno más porque hoy me he dedicado al bello arte de la acuarela y mi alma está repleta de color. Así que, continuando con esto de los hogares, sean palacios o chabolas, hoy les dejo con El castillo de irás y no volverás (ahí es donde me tengo que ir yo para no oír tantas chorradas), uno de esos títulos que guardo recelosamente. No recuerdo haber reseñado con anterioridad ningún título de la colección de “Cuentos de la Media Lunita”, pero ya me gustaría que A. R. Almodóvar, su autor, me pidiese unas ilustraciones para uno de estos cuentos (las de Margarita Menéndez para esta historia son excelentes), que ya se han convertido en un clásico de la LIJ española (lo corroboran no sólo las ventas, sino sus devoradores lectores).
Pues eso, que les digo adiós con esta historia de un pescador, un pez, dos hermanos, una serpiente de siete cabezas y unas cuantas cosas más.

viernes, 8 de agosto de 2008

El calor y los cuentos


Hace un par de años, cuando comenzó esta fiebre por recuperar los planes lectores en todo el territorio nacional, fui invitado a unas jornadas para promover actuaciones factibles dentro del Plan de Lectura -a nivel docente- en las poblaciones de Tomelloso, Argamasilla de Alba y Socuéllamos. He de decir, sinceramente, que guardo un grato recuerdo de aquellas horas entre el profesorado, así como de su receptividad –no siempre conseguida- frente a las propuestas que un servidor hacía para lograr uno de los puntos básicos de estos planes lectores: acercar la literatura a cada una de las áreas del currículo.
Estas jornadas estaban dirigidas a las tres partes contratantes del Plan Lector: el alumnado, los docentes y las familias. Todos recibieron formación, se aproximaron al mundo de la palabra y tomaron con ilusión este nuevo reto.
Además de un servidor, allí acudieron otros profesionales del mundo de la literatura, el cuento o, sencillamente, de la palabra. Entre rapsodas, escritores y otros artistas, destacaba un cuentacuentos cubano, Koldo (muy conocido por estos lares), formado en el mundo radifónico de su país y, desde su llegada a España, encantador de sones y vocales. Con él, descubrí el poder de una de las recopilaciones de cuentos clásicas que siempre había aparcado (¡cuán es el poder de las buenas o malas ediciones!), Cuentos al amor de la lumbre, un conjunto de relatos populares españoles recopilados por Antonio Rodríguez Almodovar (Premio Nacional de Literatura).
Son infinidad de cuentos los que se recogen en esta obra compuesta por dos volúmenes (por lo menos en su edición más clásica –Anaya-), y que resultan muy cercanos, tanto al público infantil, como al adulto.
Una vez leí que el cuento, así como el relato breve, son géneros literarios muy adecuados para acercar las letras a los niños y jóvenes, quizá por su brevedad, su simplicidad, su mensaje concreto o su lenguaje, y puede que sea cierto…