Mostrando entradas con la etiqueta Eva Muggenthaler. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Eva Muggenthaler. Mostrar todas las entradas

lunes, 15 de octubre de 2018

De diabluras y otros demonios



Empiezo la mañana con mi segundo de Bachillerato, luego examen con primero, guardia de recreo, y unas clases con los de la ESO. Y todos los lunes la misma cantinela. Que si estamos hechos polvo, que si menudo agobio, más lloriqueos, y lo peor de todo es que un servidor no recuerda que en su época la cosa fuera para tanto!!!
Eso sí, para hacer el mono no se quejan tanto. Para las maldades están más que despiertos. Que si rompo esta cerradura, que si nos ponemos a fumar en el baño, desatornillamos la silla del profesor, escondemos el balón o le ponemos la zancadilla a cualquier incauto.


Y ustedes dirán que les parece raro que gente con tantos años siga comportándose como macacos, pero se sorprenderían de que, cuanto más grandes, peores maldades. Será que la infancia, esta época de la vida humana, se ha dilatado cada vez más y cunde hasta la mayoría de edad. Que estos chavales son muy maduros para unas cosas (ejem, ejem…), pero para otras, nanai.
Desgañitados vivimos los maestros y sus padres, intentando que sopesen las consecuencias de las trastadas, que la cosa podría haber ido a peor si les hubiésemos dejado. Ellos se hacen los orejas y se justifican diciendo que viven hastiados (que no lo dudo) y nosotros resoplando y suspirando, que para eso están a nuestro cargo.


Y de diablura en diablura, llegamos hasta las Mil diabluras de Jürg Schubiger (texto) y Eva Muggenthaler (ilustraciones), un libro-álbum editado en castellano por Lóguez.
En esta historia que se aleja de las moralinas, sobre todo de las fáciles y más evidentes, Schubiger nos presenta una fábula fantástica con ciertos dejes a “nonsense” (ya saben que el surrealismo tiene mucho de subversivo), donde Luci, un demonio venido del mismísimo averno, se ha escolarizado con la intención de provocar las mil diabluras que lo devolverán al tártaro graduado en fechorías (¡Hasta los demonios necesitan formarse!). Se suceden los días y lo que en principio parecía divertido no lo es tanto, sobre todo cuando los nuevos amigos de Luci se dan cuenta de que si siguen liándola, este demoniete los dejará ipso facto.


Si el argumento es sugerente no les quiero decir nada de las ilustraciones, unas que realizadas con técnica mixta, muy coloristas, con trazo seguro pero rápido y una gama cromática bastante cálida (como el fuego del báratro), acompañan una historia divertida y con chicha.
Reconozco que es uno de esos libros que me han hecho cavilar sobre la infancia/adolescencia y sus barrabasadas. ¿Son innatas, necesarias? ¿Hay que erradicarlas? Quizá todo se resuelva con un poco de responsabilidad, con el sentimiento de culpabilidad o el poder del ejemplo, pero el caso es que nadie lo sabe. Simplemente pasa y la mayor parte de las veces cambiamos.



miércoles, 4 de junio de 2014

Desear lo pasado y soñar el futuro


Arrepentirse, lejos de forjar el pecado como máxima religiosa, es un arma de doble filo que nos puede atormentar de por vida. Algunos no paran de echar la vista hacia atrás y se olvidan de quienes son en aras del pasado, ese que siempre nos persigue y que, la mayor parte de las veces, corre más deprisa que nosotros.
Hay verdaderos expertos en desear trocar sus días por otros muy lejanos, decidir en base a otra perspectiva que nos da el tiempo y terminar sus días viviendo sin saber muy bien cómo, cuándo y dónde.
La palabra “ojalá” referida al pretérito supone un lastre que muchos mencionan a diario… ¡Ojalá hubiera estudiado Magisterio! ¡Ojalá nunca me hubiera tatuado el nombre de aquel cabrón en una teta! ¡Ojalá hubiera hecho caso a mi padre! ¡Ojalá le hubiera dado un último beso a Javi! ¡Ojalá no me hubiera llenado los pómulos de silicona! ¡Ojala no hubiera robado aquel coche! ¡Ojalá no hubiera sido tan inocente! ¡Ojalá…!



La mayoría de las veces, somos nosotros mismos quienes nos atormentamos por mero ocio y diversión, obviando nuestro existir, algo de lo que, sinceramente, no deberíamos sentirnos orgullosos.
A los largo de nuestros años, suceden cosas. Abundan las malas, escasean las buenas. Muchas de ellas se atragantan, otras son efímeras. Algunas pesadas, otras ligeras, alegres y, las tristes, las más recordadas. Pero debemos dejarlas reposar, como las buenas novelas, calladas, quietas, y una vez aprendida la lección, mirar hacia delante y plantear nuevos caminos, nuevas sendas. ¡El futuro está ahí! Hay que comérselo…


Los nuevos días siempre traen nuevos retos, ganas renovadas, inventos y proyectos. Debemos intentar alcanzarlos, levantarnos y asumir nuestros objetivos, eso que llamamos lugar en el mundo, en definitiva, seguir soñando. Algo que me recuerda a un libro precioso (a excepción de la infografía de la portada… No se dejen guiar por esta cuestión estética o se perderán un buen título) de Oliver Scherz y Eva Muggenthaler llamado Pequeño pájaro de tierra (editorial Lóguez) que nos narra las peripecias de un topo que, pese a haber nacido bajo tierra, anhela volar como las aves, algo que al final…. Mejor les dejo que lo descubran sumergiéndose en una ilustraciones muy dinámicas, coloristas y hermosas (aunque un tanto raras), mientras les animo a no aferrarse a lo pasado porque cortarían las alas de los sueños futuros.