Mostrando entradas con la etiqueta Mark Twain. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Mark Twain. Mostrar todas las entradas

jueves, 14 de diciembre de 2017

Unas cuantas sugerencias de narrativa infantil y/o juvenil


Entre cebolleta y cebolleta (empapadas de vermú, que casa mucho con el vinagre) decidí que necesitaba un descanso de tanto álbum ilustrado... Es cierto que las literaturas gráficas están a la orden del día, y que han hecho mucho por este mundo de la abreviada LIJ, pero de vez en cuando hace falta volver a la palabra y concederse un rato de fructífera lectura como antesala a la cama. 


No crean que soy el único que tiene esa sensación, pues son muchos los monstruos que me escriben a través del correo electrónico o las redes sociales para pedirme alguna sugerencia de narrativa infantil, pues el álbum se queda corto para sus hijos entre ocho y diez años que necesitan coger algo de carrerilla y sacarle partido a su propia imaginación. Yo suelo recurrir a clásicos que pronto declinan (ya saben, nos ganan por goleada princesas rosas y series comerciales), pero bueno, ahí estoy, empeñado en que lean algo menos enlatado. 
Quizá este sea un buen momento para comprar algo que anime a sus adelantados hijos a diversificar las temáticas de sus lecturas y, porqué no, también a prescindir de las más visuales. Es por ello que aquí traigo algunos títulos de narrativa infantil y/o juvenil que he leído en los últimos meses sobre los que hago algunos comentarios que les pueden ser útiles en sus adquisiciones. ¡A disfrutar!


José Roberto Torero. Una historia de fútbol. Ilustraciones de Andreu Llinàs. Blackie Books. Empiezo con el fútbol, nuestro deporte nacional, vuelve a ser una vez más la excusa perfecta para idear una historia con gran aceptación entre los chavales aunque se desarrollé en un contexto ajeno, Brasil. En esta historia protagonizada por un grupo de niños (N.B:: He aquí el retorno a las pandillas en los libros infantiles) el objetivo está claro, montar un equipo de fútbol, el Siete de Septiembre (¡Me encanta esta fecha! Adivinen porqué) que esté a la altura de la competición. ¿Lograrán derrotar al Barón del Noroeste? Para saberlo, den un paso hacia delante y zambúllanse en una serie de peripecias donde abundan los motes y en las que amistad, familia y amor son la tríada perfecta.


Sofía Rhei. Cómo tener ideas. Ilustraciones de Marc Gras Cots. Narval. Las historias sin sentido son un clásico en esto de la narrativa infantil, pero la incluida aquí tiene un no-se-qué que me ha despertado muchas sensaciones. En este híbrido entre el relato de ficción y el manual de autoayuda para escritores, se entremezclan una serie de personajes y recursos de estilo variado que plantean un discurso complejo, extraño, pero necesario: la realidad siempre inspira la fantasía. Esa autora poco inspirada, el libro en el libro, y personajes de los cuentos clásicos descontextualizados, configuran un desfile de lo absurdo bastante divertido. Honesto, sin pretensiones, y un guiño más que merecido.


Mark Twain y Philip Stead. El rapto del príncipe Margarina. Ilustraciones de Erin Stead. Océano-Travesía. Sigo con uno de esos títulos a caballo entre la narrativa infantil y el álbum ilustrado (no se dejen engañar por el número de páginas). No sé si definir este libro como producto editorial o como creación literaria -seguramente sea ambas cosas- ya que es un proyecto colaborativo entre dos escritores (Mark Twain, a la idea inicial, y Philip Stead al posterior hilvanado) y una ilustradora, en el que he podido encontrar guiños a otras obras como por ejemplo El mago de Oz de Baum. Con una edición muy cuidada en la que no han faltado detalles polémicos (fíjense en el protagonista de raza negra que tanto ha dado que hablar: Mark Twain no citó este detalle en ninguna de sus notas), el resultado, en conjunto, es notable.


Mónica Rodríguez. Alma y la isla. Ilustraciones de Ester García. Anaya. Aunque con un año de retraso, este verano me puse al quite con este título tan premiado. Había leído muchas mieles sobre él y tenía que juzgarlo de primera mano... En primer lugar he de aclarar que soy poco partidario de los libros infantiles con trasfondo buenista, por lo que, cuando empecé a leer esta historia sobre emigración y pateras, se me torció el morro. Si algo tiene la literatura es que no se debe juzgar sólo por el argumento, así que continué la lectura para terminar gratamente sorprendido por el estilo narrativo, su prosa leve, profunda y poética. Se lee de una sentada y, a pesar del mensaje, deja hueco a las libres interpretaciones por parte de los lectores, algo que me gusta sobremanera.


Siri Kolu. Los Bandídez. Nórdica Libros. Este es uno de los que más me ha gustado de esta tanda de narrativa infantil, no sólo porque es un libro que bebe de las corrientes LIJ nórdicas que tienen como máximo exponente a Astrid Lindgren, sino porque me resulta crítica y divertida a partes iguales. En este “road-trip” donde una familia de bandidos de carretera raptan a una niña muy avispada, no sólo hay hueco para golosinas y carcajadas, sino también para todos aquellos niños del siglo XXI que necesitan sentirse queridos por sus familias a pesar de los compromisos laborales y sociales. Ligera y dinámica no da cabida al aburrimiento. ¡Excelente trabajo!


Maria Parr. Corazones de gofre. Ilustraciones de Zuzanna Celej. Nórdica Libros. Es inevitable conectar este título con Tania Val de Lumbre, no sólo por pertenecer a la misma autora y editorial, sino porque es una historia en la que Lena, una de sus protagonistas principales (el otro es Theíco... ¡Gracias traductor por usar el -ico como diminutivo!), tiene ese deje masculino, subversivo y actual que tanto abunda hoy día en los libros infantiles y que tiene como precursor a Pippi Langstrumpf. También encuentro cierto aire coral en una narración en la que la vida cotidiana, el sentimiento familiar, y las tradiciones vs. lo contemporáneo se alternan para ofrecer una serie de aventurillas que, con un lenguaje directo, logran curvar nuestros labios en un vaivén mayormente dulce. Con sabor a gofre, mejor dicho.


David Almond. El chico que nadaba con pirañas. Ilustraciones de Oliver Jeffers. Bambú. Que Roald Dahl es una figura muy inspiradora para la mayor parte de los autores anglosajones de narrativa infantil no es ningún secreto, sobre todo cuando leemos textos como este en el que confluyen elementos muy característicos del genio inglés que también están en obras como James y el melocotón gigante o Matilda. Divertida, fantástica y surrealista a veces, la historia de este niño que abandona a sus tíos para enrolarse en un circo y encontrar así su lugar en el mundo, es una buena forma de soñar. Espero que se diviertan con uno de los libros infantiles más señalados del año y del que, por su final abierto, vislumbro una segunda parte.


Paula Bombara. Sólo tres segundos. Milenio. Si El mar y la serpiente fue el reconocido debut de esta autora argentina en nuestras librerías, Solo tres segundos no le desmerece en absoluto, incluso he de decir que para mí, es una narración más lograda y conexa, no sólo porque pone en evidencia lo poderoso, desinhibido e inconsciente de la adolescencia, sino porque sabe conectar las voces de los personajes -entre sí y con el lector- en una tragedia cotidiana que tiene algo de catártica y mucho de crítica. Fugaz y grave, limpia y feroz, pero nunca indiferente.


Héctor Gómez Navarro. Historia de todos. Ilustraciones de Ina Hristova. A Buen Paso. Llegamos a uno de los libros más complejos de esta tanda narrativa navideña. En el compendio de relatos que propone su autor, el lenguaje y la riqueza verbal son la verdadera punta de lanza. Directos, juguetones, irónicos, en ellos se desarrolla un mestizaje de ideas que combina el cuento tradicional con nuevas visiones literarias, y que elevan el discurso a un plano contemporáneo más que notable. De entre mis favoritos destaco Sobre los ángeles y Tejedor, que suenan a realismo mágico, y el que da título al volumen por hacerme pensar callado que el mundo no deja de girar.


lunes, 10 de noviembre de 2014

Sobre espejismos y realidades catalanas


Ya se han terminado los días de consultas populares (con mucho civismo a la europea y más folclore a la española), pero ahora seguiremos enredando más la madeja con el juego de dimes y diretes que se ha instalado en las altas esferas de la política, a tenor de la independencia catalana. Así que, cómo no, hoy toca análisis de lo acontecido, aunque lluevan las críticas sobre mi persona (no es la primera vez...).
Lo de ayer fue de risa, no sólo porque votaban los mayores de dieciséis años (¿Desde cuándo se tiene derecho al voto antes de la mayoría de edad? ¿También les venderán cava esta navidad?) y los residentes, fueran estos alemanes o argelinos, en Cataluña, sino porque Mas ya no sabía qué decir en la tele y Rajoy se pasó la jornada escondido en su ratonera de la Moncloa siguiendo la última hora de la pantomima.
La gente como un servidor (que los hay) estamos hartos de tanta cortina de humo, no sólo porque oculta otros -por no decir montones de- problemas más serios que nos acechan en la actualidad y durante los años venideros, sino por el trasfondo del asunto… Debajo de todo esto en vez de agresiones verbales, radicalización, opresores y oprimidos (cada uno cuenta la película como la ve…), y otras muchas razones que se han esgrimido desde la dictadura de Videla, pasando por el chavismo o el holocausto judío, está la mayor de todas, conocida vulgarmente como “la pela”. Son los billetes y no otros motivos, quienes enardecen a políticos y sus posibles seguidores (me encantaría saber si han votado y qué, los presentadores de “El tiempo” en La 1, Risto Mejide, Jordi Evolé, Gerard Piqué o Jorge Javier Vázquez).
A pesar de que algunos pretendan enriquecerse y controlar el cotarro (¡pájaros manejantes!), siempre he creído que los nacionalismos paletos traen miseria e ignorancia. Cerrarse al mundo por creencias y doctrinas no es bueno ni para la mente, ni para el bolsillo, algo que muchos empresarios catalanes (N.B.: ¡Cuántas buenas y rentables empresas ha dado Cataluña a nuestra economía!) saben y se instalan en “territorios españoles fronterizos”, además de inculcar a sus hijos el castellano (un mercado de 500 millones de hispanohablantes y una lengua que el gobierno catalán intenta desterrar de la escuela pública) en colegios privados de Barcelona, Valencia o Madrid.
Y yo me pregunto: ¿Qué será lo próximo? ¿Nacionalizar empresas españolas en Cataluña? ¿Perseguir y condenar a trabajos forzados a los que están en contra de la escisión de este territorio? Me suena a chompa y tercermundismo… El tiempo nos lo dirá, pero creo que sería más útil para todos estar en un mismo barco y remar en una sola dirección, porque, si mal no recuerdo, es el estado español el que paga los sueldos de todos los funcionarios a cuenta de emitir deuda pública, algo que obvian los medios informativos de ciertos territorios donde el independentismo es el pan de cada día.
Para todo ello y sin ánimo de ofender, debemos recordar el mensaje que Mark Twain nos hace llegar a través de su Fábula del gato, el espejo y el cuadro, un relato acompañado por las ilustraciones de Carla Olivé y publicada por la editorial Gadir. Todos vemos lo que queremos ver, algo que no depende de la realidad, sino del reflejo que esta nos devuelve a instancias de nuestra misma imaginación.


miércoles, 19 de marzo de 2014

De maldad... y bondad.


Que la gente mala abunda, es una realidad de sobra conocida…, pero también es de notar que, con más frecuencia de la debida, también solemos confundir los espíritus libres y divertidos con aquellos viles y ennegrecidos.
Seguramente más de uno -progenitores sobre todo, los maestros ya estamos de vuelta…- se sorprende de lo avispados que son algunos niños, con sus ocurrencias y con ese tópico del “salirse con la suya” a base de pucheros y otras mentirijillas, pero lo cierto es que conozco pocos niños (haberlos, haylos) que acaparen maldad a raudales, prueba de haber sido engendrados por el mismísimo demonio. Eso sí, conforme vamos creciendo, las cualidades o defectos se acentúan y algunos pasan a ser pre-delincuentes, criminales y auténticos mafiosos…


 Hay una notable diferencia entre los juegos y las jugarretas (los primeros tienen un aspecto lúdico y, a veces, hasta didáctico, y los segundos evidencian un carácter dañino, incluso cruel), pero también debemos saber que viven cosidas por un sutil y fino hilo que casi siempre es muy sencillo de quebrar, algo de suma importancia durante la adolescencia, una etapa tan difícil, como compleja. Para cualquier púber, dejarse llevar por el lado oscuro de la fuerza es algo más fácil (¡que se lo digan a Darth Vader!), que mantener templado el cerebro y decidirse por la cara buena de las cosas. Una tarea, que no sólo se consigue a través de genética y educación familiar, sino que depende de las dichas y desdichas impresas por la vida.


Pero no se preocupen por lo leído doy en este altavoz que comparto con ustedes, ni tampoco por los Consejos para niñas pequeñas, la retahíla de sugerencias un tanto canallas bajo las que subyace el doble sentido del genial Mark Twain acompañado por las fantásticas ilustraciones de Vladimir Radunsky (ediciones Sexto Piso), deben saber que todos los monstruos, no sólo  aquellos un poco pillos y juguetones, sino por los que también esconden un corazón travieso y noble tras una sonrisa, derrochamos bondad por los cuatro costados, esa materia prima que hace crecer el mundo y desafía a la oscuridad.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Novedad que no lo es






Seguramente estaban esperando que hoy les deslumbrase con alguno de los títulos que he colocado arriba y que han lanzado las editoriales durante estas semanas, como son La casa de Innocenti y Lewis (que ha deslumbrado de nuevo con su arte realista y que tiene a casi todas las bibliotecarias a punto de alcanzar el orgasmo…), Nat y el secreto de Eleonora de Le Ray y Dautremer (¡hasta qué punto van a exprimir el arte de esta chica!), el Hansel y Gretel de Mattotti (la tinta china, el claroscuro y el miedo infantil, ¡al poder!) o el Esconderse en un lugar del mundo de Liao (profundidad poética donde las haya)… , ¡pero no! -ríanse, deseo que lo hagan-…, he decidido dedicarme a otro librillo que también recojo en las imágenes, concretamente al que se refiere la quinta, Consejos para las niñas buenas, un texto de Mark Twain ilustrado por la española Montse Ginesta y publicado por Libros del Zorro Rojo.
Quizá opinen que no es ninguna novedad de esta primavera, pero como un servidor se lo cruzó el otro día junto a los otros cuatro sobre las baldas de una librería, no lo conocía y prefiere hablar de otros libros y autores que no sean los de siempre (como se nota la vis comercial de las casas editoriales…), aquí se lo traigo, recién sacado del desguace que regento.
No les pille por sorpresa que me guste Mark Twain, ese genio considerado por muchos el primer autor de la literatura norteamericana moderna y que hoy deslumbra hasta al más sibarita. Samuel Langhorne Clemens, verdadero nombre de Twain, era un progresista (de los de antes, perdónenme los de ahora) con una ironía refinada y devastadora, y que tuvo los cojones para nacer y morir con el paso del cometa Halley sobre las cabezas de sus contemporáneos. Pero también era un niño, y como tal, se pasó la vida hablando de otros niños que usaban su supuesta inocencia para poner a caer de un burro a cualquier adulto con mucha picardía y algún que otro piropo.
Y sin más dilación les presento este recetario de consejos para niñas que quieren ser malas y tienen que aparentar ser buenas, para niñas que quieren aprender a desenvolverse en la doble moral de los adultos, en definitiva, para niñas de las de siempre (no se ofendan las féminas, que nos conocemos…). Así que ténganlo en cuenta, si le regalan este libro a una niña, es posible que creen un monstruo (o no…).

jueves, 6 de marzo de 2008

Magdalenas y madalenas


A Enriqueta

Seguramente no creerá lo inverosímil del asunto, mi fiel lector, pero en Socovos, las madalenas ríen. Y es que en este pequeño pueblo todo esboza una mueca de alegría, hasta las mínimas cosas. Desde las gotas de rocío y su niebla -que todo lo encierra-, hasta los alfeizares de las ventanas y algún que otro adoquín mal ubicado.
No creo en esas penas y llantos que algunos ululan por ahí, ni tampoco en lo de que este viento agite hasta los cerebros mejor dispuestos. No. Socovos se ríe -me río hasta yo, que para reír soy un poco especial…-.
Lo de las Magdalenas, dada su naturaleza sufridora, es llorar, pero las madalenas que aquí se hornean, prefieren practicar la sonrisa y dar cobijo al verdadero placer gastronómico. Ya Proust se empeñó con las teorías madaleneras, y no es de extrañar puesto que, si usted pone una madalena socoveña (sin menosprecio de las francesas) en el desayuno, el trazo de su boca pintará cóncavo durante el resto de su diaria existencia.
Y no sólo se curvan los labios, no señor, la línea del camino socoveño también ondula nuestras palabras, labrando meandros de carcajadas y paseos de rizadas conversaciones.
Y es que la línea, es la línea: locuaz, versátil, zigzagueante, subversiva, irascible, tenue, amplia, misteriosa y sencilla... hasta que ¡zas!, de repente, aparece un punto de inflexión que desbarata el hilo de nuestros pasos, el recorrido de nuestro vagabundeo, y se empalma con otra historia. Por ello, andar es como leer: nunca sabemos con lo que nos encontraremos en la página siguiente… Seguramente con otros caminos, con otras madalenas…
Me hubiese gustado terminar este breve homenaje con alguna frase lapidaria de James Joyce, Mujica Lainez, Mann, o Miguel Delibes, pero he preferido al siempre irreverente Mark Twain:
Tu raza, en su pobreza, tiene sin duda un arma bastante eficaz: la Risa. […] Siempre os afanáis y lucháis con las otras armas, pero ¿usáis alguna vez esa? No, la dejáis de lado hasta que se oxida. ¿En cuanto raza la usáis de forma absoluta? No: os faltan la inteligencia y el valor.

Ilustración de portada: Raquel Marín